El 4 de diciembre de 1977 murió por un disparo Manuel José García Caparrós. Cayó en Málaga, en la intersección entre la alameda de Colón y la calle Vendeja. Tenía 17 años, era un currante, obrero en la fábrica de Cervezas Victoria y afiliado a Comisiones Obreras. Consideró que debía estar en aquella manifestación donde se reivindicaba la autonomía para Andalucía.
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El día amaneció lluvioso, pero ello no arredró a los cientos de miles de personas que se echaron a la calle. Alguien colocó una bandera andaluza en la fachada de la Diputación Provincial, una bandera cuya exhibición había prohibido el falangista Francisco Cabeza López, a la sazón presidente de la Diputación Provincial. La Polícía Armada, los "grises", desplegaron un amplio dispositivo que utilizó bolas de goma y gases lacrimógenos contra la multitud, aunque algunos agentes dispararon sus pistolas, supuestamente al aire. Tres balas impactaron en manifestantes. Dos hirieron a una joven y a un adolescente, la tercera mató a García Caparrós.
Seguramente si pudiera haber elegido, hubiese preferido vivir una larga vida (hoy tendría 68 años) y no convertirse en símbolo, pero estas cosas no se eligen. La historia es implacable y en ocasiones se precipita desenfrenada sin que los pobres seres humanos tengamos poder significativo sobre ello.

Han pasado cuarenta y un años. Ni la mitad de un electorado va a votar en unas elecciones libres.
Si la historia no ha de servir para inspirar, ¿para qué demonios sirve?