Pues
miren, he hecho a los cuarenta lo que no hice a los veinte: tatuarme. Me lo ha
hecho una amiga de mi hijo por un precio razonable y no las burradas que piden
los tatuadores profesionales. Además, ha sido un regalo de mi hijo, lo que le
da valor adicional. He tardado mucho en decidirme, pero ahora estoy contento.
Las motivaciones para tatuarse pueden ser tan
diversas como las imágenes elegidas. Yo me he decantado por el trisquel: uno de
los símbolos espirituales más populares de la cultura celta (cultura que me ha
fascinado desde la infancia). Representa la evolución, el movimiento, el
crecimiento, el aprendizaje continuo, la sucesión de pasado, presente y futuro
(aunque hay quien le atribuye significados más sutiles y arcanos). Me ha
parecido un motivo con una significación acorde al momento vital en que me
encuentro: el ecuador de mi vida (toquemos madera), con un hijo que ya es
prácticamente adulto y una hija cuya adolescencia irrumpirá por la puerta a la
voz de ya. Los cambios se suceden a mi alrededor y yo debo seguir cambiando con
ellos. El trisquel será un buen recordatorio, con el simbolismo añadido del
dolor horroroso que he sentido al hacérmelo. La aguja para rellenar tenía como
ocho o diez puntas que al clavarse en mi piel sobre la columna vertebral irradiaban un dolor lacerante por toda la
espalda. La evolución puede implicar dolor. No lo olvides.
Por lo visto existe una crema anestésica que
te alivia. Mi hijo olvidó ese pequeño detalle. Menudo capullo.
Mucha gente se tatúa para simbolizar
experiencias vitales, como homenaje a seres queridos o para proyectar hacia
fuera su propia personalidad. Es una decisión grave, pues el tatuaje te
acompañará el resto de tu vida. No es algo que se deba tomar a la ligera. Desde
hace años sabía que si algún día me atrevía a hacerlo el motivo elegido sería
el trisquel, muda declaración de lo que quiero que sea mi vida: no parar, no
detenerme, no parar de crecer, nunca considerarme terminado y sobre todo nunca
olvidarme de ello y dejarme engullir por el tedio de una vida anodina y
anestesiada.