viernes, 7 de junio de 2013

TATUAJE

Pues miren, he hecho a los cuarenta lo que no hice a los veinte: tatuarme. Me lo ha hecho una amiga de mi hijo por un precio razonable y no las burradas que piden los tatuadores profesionales. Además, ha sido un regalo de mi hijo, lo que le da valor adicional. He tardado mucho en decidirme, pero ahora estoy contento.

 Las motivaciones para tatuarse pueden ser tan diversas como las imágenes elegidas. Yo me he decantado por el trisquel: uno de los símbolos espirituales más populares de la cultura celta (cultura que me ha fascinado desde la infancia). Representa la evolución, el movimiento, el crecimiento, el aprendizaje continuo, la sucesión de pasado, presente y futuro (aunque hay quien le atribuye significados más sutiles y arcanos). Me ha parecido un motivo con una significación acorde al momento vital en que me encuentro: el ecuador de mi vida (toquemos madera), con un hijo que ya es prácticamente adulto y una hija cuya adolescencia irrumpirá por la puerta a la voz de ya. Los cambios se suceden a mi alrededor y yo debo seguir cambiando con ellos. El trisquel será un buen recordatorio, con el simbolismo añadido del dolor horroroso que he sentido al hacérmelo. La aguja para rellenar tenía como ocho o diez puntas que al clavarse en mi piel sobre la columna vertebral  irradiaban un dolor lacerante por toda la espalda. La evolución puede implicar dolor. No lo olvides.

 Por lo visto existe una crema anestésica que te alivia. Mi hijo olvidó ese pequeño detalle. Menudo capullo.

 Mucha gente se tatúa para simbolizar experiencias vitales, como homenaje a seres queridos o para proyectar hacia fuera su propia personalidad. Es una decisión grave, pues el tatuaje te acompañará el resto de tu vida. No es algo que se deba tomar a la ligera. Desde hace años sabía que si algún día me atrevía a hacerlo el motivo elegido sería el trisquel, muda declaración de lo que quiero que sea mi vida: no parar, no detenerme, no parar de crecer, nunca considerarme terminado y sobre todo nunca olvidarme de ello y dejarme engullir por el tedio de una vida anodina y anestesiada.

 Al mismo tiempo, el tatuaje me ha hecho pensar en la muerte, ya que es lo único sobre lo que puedo tener la certeza absoluta de que me acompañará hasta el final. Admito que es un pensamiento macabro y oscuro, pero qué le vamos a hacer. Uno es como es.

HITLER, EL INCOMPETENTE