La política es algo que me repugna cada vez
más y no creo ser el único español al que le pasa esto. Sin embargo no puedo
dejar de mirar el penoso espectáculo que ofrecen aquellos que se aferran a sus
miserables posiciones de poder como si la vida les fuese en ello, cayendo en el
ridículo y la indignidad sin sonrojo alguno.
La política partidista se revela cada vez más como una herramienta
inútil para el logro del bienestar de las personas (del común de las personas,
se entiende). Tuvo un momento histórico en que fue necesaria para la
desaparición de las monarquías absolutas, pero ha degenerado en la creación de
nuevas oligarquías formadas por seres
absolutamente indignos de las posiciones que ocupan y sólidamente aliados con
los poderes económicos (auténticos gobernantes del planeta) para mantenerse en
sus preciados sillones.
Los bahá`ís tenemos prohibida la militancia en
partidos políticos, pues creemos firmemente en lo caduco de tal sistema, pero
nos está permitido votar en elecciones y
referéndums, como ciudadanos que somos, quedando ello a nuestra libre elección.
Yo he votado a un partido de nuevo cuño, pues experimento un severo escrúpulo
moral ante la mera idea de votar a formaciones cuyos integrantes han tenido y
tienen actuaciones tan penosas y lamentables. Las ideologías están muertas, de
hecho llevan décadas muertas y son enarboladas por los dirigentes de este o
aquel partido para agitar las emociones de los electores, frecuentemente sus
miedos y lograr así sus votos.
Las recientes elecciones municipales y
autonómicas, así como los hechos subsiguientes, nos han indicado con más
intensidad que de costumbre lo obsoleto de la política partidista: ofertas de
pactos disparatadas, acusaciones al oponente tan absurdas y patéticas que
cuesta creer que hayan sido lanzadas por personas en su sano juicio… Son
muestras que nos indican la pobreza moral de la mayoría de líderes políticos de
nuestro país y de sus comparsas.
El Orden Administrativo Bahá`í, basado en
asambleas electas entre todos los miembros de las comunidades mayores de
veintiún años, constituye una alternativa moralmente válida. Las asambleas se
constituyen a escala local, regional, nacional y mundial. No hay candidaturas
ni campañas, el voto es secreto y se repiten las votaciones cuantas veces sea
necesario hasta que un número de nueve personas obtengan mayoría de votos. Si
hubiese empate entre dos de ellos habría que repetir la votación, salvo que uno
de los dos perteneciese a una minoría étnica, en cuyo caso sería éste el
elegido para la asamblea. Lo verdaderamente llamativo es la ausencia (la
prohibición) de campañas y candidaturas. Cada persona vota en conciencia a
quien considera más capacitado para ocupar un puesto en la asamblea, puesto que
por otra parte no comporta privilegio alguno. Es una responsabilidad, un servicio.
Habrá quien diga que un modelo así nunca podrá
sustituir al actual, pero la humanidad evoluciona y quien dude de ello sólo
tiene que echar una mirada atrás y con perspectiva, reflexionar sobre cómo se
ha transformado el mundo en los últimos dos siglos. La humanidad ha
evolucionado, pese a todos los desatinos y desmanes cometidos el balance
general es que la humanidad ha evolucionado. Seguirá evolucionando, a pesar de
los que quieren que todo siga como está. La humanidad seguirá evolucionando y
superará la política de partidos como forma de gobierno, pero mientras tanto
habrá que ir a votar. Votemos en conciencia y con sentido común.