domingo, 7 de junio de 2015

¡CARNE!

 He decidido dejar de comer carne y parte de la culpa la tiene mi esposa. No es una broma y tampoco es una queja. Yo, histórico comedor de carne que disfrutaba como loco devorando chuletones semicrudos asados vuelta y vuelta, he resuelto apartar de mi dieta la carne de cualquier criatura que se mueva sobre la tierra. Las del mar aún me las como. Veamos, porque todo tiene su proceso.

 El proceso empezó hace ya varios años, unos diez, más o menos. Ocurrió que fui con la familia a cenar a un asador argentino e ingerí una espantosa cantidad de carne: mi chuletón y parte (prácticamente la mitad) del de mi esposa, amén de un crepe de pollo con bechamel que mi hijo casi no tocó y unos piononos con chocolate de postre, todo regado con buen vino de Rioja. Semejante exceso no me habría supuesto consecuencia alguna a los veinte años; pero cumplidos ya los treinta me tuvo en la cama hasta medio día, sintiendo como si tuviera el estómago relleno de plomo fundido.
 A partir de aquella hecatombe mi estómago empezó a rechazar la grasa animal. Si abusaba de ella, me resentía con una digestión muy difícil; así que, como la clave del placer reside en la moderación, me volví más cauto en el consumo de productos cárnicos, pero de ningún modo me abstuve de ellos.

 Entonces, hace unas semanas, mi esposa compartió un artículo en Facebook, que fue el principio del fin.

 Se narraba la historia de una familia canadiense que había comprado una cerdita, creyendo que se trataba de una cerdita mini que no iba a crecer, para tenerla como mascota y le pusieron por nombre Esther. Trescientos kilos más tarde se percataron de que les habían engañando y que Esther era una cerda blanca común, pero como le habían tomado cariño decidieron adoptarla definitivamente pese a todo. Aquí les dejo el link:


 Cuando vi a la enorme Esther conviviendo con esta familia y sus otros animales tan ricamente, algo se me rompió por dentro y lo supe claramente: no debía volver a comer cerdo, ni ningún otro animal igualmente sensitivo. Miré a Shubby, mi golden retriever. En China comen perro y nos parece aberrante, pero un cerdo es igual de inteligente y consciente y aquí en Occidente los consumimos por millones. Culturalmente nos inculcan desde niños que unos animales son para vivir con ellos y otros para comérnoslos, pero esta división es absolutamente arbitraria.

 Así que tomé la decisión y al día siguiente me compré un paquete de tofu. No me considero vegetariano, pues sigo consumiendo productos de origen animal como leche, huevos y pescado. Comerme un a un pez no me causa escrúpulo y quizá alguien me tilde de incoherente por ello, pero es lo que me pasa y no voy a tratar de aparentar lo que no soy. No soy vegetariano, sólo he dejado de comer carne.

 Como buen pedante y repelente que soy, todo esto me ha provocado algunas reflexiones. Sin duda alguna el consumo de carne ha tenido un papel crucial en el desarrollo de la humanidad. El consumo de carne proporcionó a los primeros homínidos las proteínas necesarias para desarrollar la musculatura que les permitiese acometer las tareas precisas para la supervivencia, aparte que la carne conservada en sal se convirtió  con el paso de los siglos en un complemente indispensable para sobrevivir a los inviernos, pero en el mundo occidental actual, con la facilidad de acceso a los alimentos y a fuentes de proteínas alternativas… ¿es preciso seguir consumiendo carne? Pienso que no. Se trata una vez más de una cuestión de oferta y demanda; un fenómeno social. A la gente le gusta el pollo frito, las hamburguesas, los embutidos y los filetes y hay una poderosa industria preparada para satisfacer esta demanda, ofreciendo una gama de productos para diversos poderes adquisitivos: los ricos gustan del jamón ibérico de bellota, el chuletón de buey, el maigret de pato y el foie de oca… y de ahí para abajo.

 No pretendo convencer a nadie. Yo simplemente me desmarco, allá cada cual. Los escritos bahá `ís afirman que según continúe el progreso de la humanidad, los seres humanos irán consumiendo cada vez menos carne, hasta que dicho consumo cese por completo. Yo estoy de acuerdo, pero tampoco voy a tildar a los consumidores de carne de poco evolucionados. Dios me libre.


 Lo que es yo voy a aprender algunas maneras de cocinar el tofu. Saludos para todos.

HITLER, EL INCOMPETENTE