Empiezo a estar harto de ver tanta propaganda
racista y xenófoba en Facebook. Yo uso la red social como vehículo de
información, tanto para recibirla como para propagarla, siempre después de
contrastarla consultando a diversas
fuentes, lo cual no suele necesitar más de unos minutos de navegación a golpe
de click de ratón. Si no encuentro evidencias que confirmen la veracidad de la
información (coincidencia de las versiones en diferentes medios de
comunicación, alusiones claras y con datos precisos a estudios publicados en
medios de prestigio…) no comparto nada, por mucho que me apetezca.
Desgraciadamente no todos los internautas asiduos a las redes sociales
mantienen tales medidas de higiene y comparten sin pudor ni reflexión todas las
inmundicias que aparecen en sus pantallas, siempre que coincidan con sus
propias ideas. Estos baila-aguas constituyen uno de los medios más eficaces
para la difusión de la propaganda en el más rancio estilo del fascismo
italiano, el nazismo alemán, el falangismo español y el marxismo-leninismo
soviético, pues el mal es el mal, sea de izquierdas o de derechas.
Las campañas de propaganda de los años treinta
y cuarenta cubrían las paredes de las ciudades con vistosos carteles. En
aquellos días, y me centro en el caso de los nazis por ser el mejor impreso en
el imaginario colectivo, el enemigo al que culpar de los males de la patria
eran los judíos, a los que se tachaba de ser los culpables de la penosa
situación económica de la Alemania del periodo de entreguerras y de orquestar una
conspiración con poderes extranjeros para causar la ruina del pueblo alemán.
Los carteles que muestro hablan por sí solos de la imagen del pueblo judío que
se quería transmitir, tomando como base el antiguo antisemitismo que se avivaba
a rachas desde la Edad Media y que se ponía ahora al servicio de la política
del partido nacionalsocialista para unificar el pensamiento de los alemanes y
lanzarlos a la conquista de Europa.
Naturalmente, un medio tan artesanal como el
cartel, por muy vistoso que sea, resultaba eficaz en un momento histórico sin
la inundación visual a la que hoy día nos vemos sometidos. Hoy día la gente si
apenas dedica una mirada a los carteles. Pero internet es un terreno abonado
para la difusión de la propaganda… y con las redes sociales el asunto es tan
rápido como el fuego que se extiende a través de la maleza seca.
Hoy en Europa, uno de los enemigos elegidos
para culpar de los males de la patria por los lobos con piel de cordero que se
ocultan entre nosotros son los musulmanes. Voy a compartir con ustedes tres
ejemplos de los muchos que se ven por la red utilizados para avivar el odio y
el resentimiento hacia este colectivo.
En el primero se cita un “estudio” de un tal Ali Abd al-Aal, que se presenta como perteneciente en
calidad de “investigador” a la cadena de televisión libanesa Mayadeen TV. La
cadena es real, pero no he encontrado una sola alusión en internet al tal Ali
Abd al-Aal, ni tampoco a donde está publicado el estudio en cuestión, qué
fuentes ha utilizado, cómo ha llevado a cabo la recogida de la información… en
fin, preguntas que cualquier mente medio lúcida se haría. El famoso estudio, evidentemente, no existe. Una
investigación capaz de sacar semejantes conclusiones fidedignamente precisa de
medios materiales y humanos al alcance sólo de un gobierno o de una mega corporación;
además, no pasaría prácticamente inadvertido en la red, siendo mencionado sólo
en oscuras y nada profesionales reseñas en medios de dudosa catadura. De
existir semejante estudio, la extrema derecha se encargaría de airearlo a bombo
y platillo con todo lujo de detalles. Si no se aportan detalles, es que el
estudio no existe y sólo compartirán la reseña sobre el mismo los organismos
primitivos como amebas que han adquirido el compartir en Facebook o el twitear
como acto reflejo. Mención merece el detalle que la reseña es del año 2013. El
dato, además de falso… desactualizado. Podrían currárselo un poco más, pero
dado el nivel general del público al que va dirigido el mensaje, no es
necesario.
El segundo ejemplo es
aún, si cabe, más burdo. Consiste en publicar la imagen de una cartilla
bancaria en la que constan sustanciosos ingresos mensuales del Ayuntamiento de
Vitoria y de una entidad de inserción laboral del País Vasco. Los datos de la
cartilla están pixelados (obviamente, publicarlos sería constitutivo de delito)
pero se afirma que pertenece a un ciudadano marroquí. Se cumple el principio de
que una cantidad obscenamente grande de personas creen automáticamente en la
veracidad de lo que ven publicado (siempre que les guste) aunque no se aporte
ni la más mínima prueba de ello. La cartilla puede pertenecer a cualquier
persona: marroquí, sueca, vasca o de Ciudad Real; pero el efecto se crea
formando en las simples mentes de los receptores la imagen de un magrebí ocioso
chupando del bote de las instituciones. Es el mismo efecto que se conseguía con
los carteles acerca de los judíos entre los alemanes de la década de los 30,
pero sin gastar un céntimo. Eficiencia máxima.
El tercero es directamente
un panfleto en el más puro estilo, un auténtico ejemplo de manual de lo que
debe ser el perfecto montón de propaganda-basura. Merece la pena dedicarle un
ratito, así que les dejo el enlace.
http://www.alertadigital.com/2016/03/22/el-islam-en-europa/
Dejando aparte ideologías políticas, pues desconfío de todos y cada uno de los partidos que nos acosan pidiendo el voto, tenemos el deber de oponernos a aquellos que propagan las mentiras más descaradas, repitiéndolas hasta la saciedad de modo que parezcan verdades, al más puro estilo de Joseph Goebbels, maestro indiscutible de la propaganda en la Alemania de entreguerras. Los nazis empezaron propagando sus embustes en las cervecerías (lo cual daba una idea de su catadura) y con su encendida aunque simple retórica llegaron en pocos años a los mítines multitudinarios, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Sabe Dios lo que pueden lograr estos fascistas reconvertidos que lanzan su veneno al ciberespacio. Absurdo es creer que todos los musulmanes, siquiera la mayoría, son terroristas u holgazanes; tan absurdo como pensar que los que propagan las mentiras racistas y xenófobas que nos inundan pretenden salvar la patria. Sólo pretenden conseguir poder inflamando las emociones más primarias: la rabia, el miedo, el odio, la frustración…
Dejando aparte ideologías políticas, pues desconfío de todos y cada uno de los partidos que nos acosan pidiendo el voto, tenemos el deber de oponernos a aquellos que propagan las mentiras más descaradas, repitiéndolas hasta la saciedad de modo que parezcan verdades, al más puro estilo de Joseph Goebbels, maestro indiscutible de la propaganda en la Alemania de entreguerras. Los nazis empezaron propagando sus embustes en las cervecerías (lo cual daba una idea de su catadura) y con su encendida aunque simple retórica llegaron en pocos años a los mítines multitudinarios, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Sabe Dios lo que pueden lograr estos fascistas reconvertidos que lanzan su veneno al ciberespacio. Absurdo es creer que todos los musulmanes, siquiera la mayoría, son terroristas u holgazanes; tan absurdo como pensar que los que propagan las mentiras racistas y xenófobas que nos inundan pretenden salvar la patria. Sólo pretenden conseguir poder inflamando las emociones más primarias: la rabia, el miedo, el odio, la frustración…
Tengan sentido común,
por el amor de Dios, piensen por sí mismos… o la historia se repetirá.