sábado, 30 de julio de 2016

PROPAGANDO EL ODIO: TIRA AL MUSULMÁN



 Alguien publicó hoy en FaceBook una lista de personas a las que se les ha adjudicado una vivienda protegida en la localidad de Ceuta. Eso no se debe hacer. Dejando aparte este hecho, no tiene nada de particular que en dicha lista figuren numerosas personas cuyos nombres dan fe de su ascendencia probablemente marroquí, ya que su nacionalidad, como demuestra el correspondiente número de DNI y no el número de identificación de extranjeros, es española. Lo peor del asunto es que la publicación probablemente ilegal y de todo punto inapropiada de tal información va acompañada de los consabidos mensajes del tipo “se atiende antes a los inmigrantes (marroquíes, musulmanes… ya se sabe) que a los españoles”. 
 
 Es lo mismo de siempre. Los rumores se extendían antes de que existieran internet y las redes sociales y ahora se propagan con igual rapidez, solo que a escala planetaria. Pasó lo mismo cuando alguien empezó a propagar el bulo de que los refugiados sirios que viniesen a España (una avalancha, vamos, doscientos hasta la fecha) iban a recibir casa gratis y mil y pico euros todos los meses. ¿Quién orquesta estos despropósitos y por qué?

 Todos los regímenes han querido manipular a la opinión pública mediante la propaganda. Joseph Goebbels, el esmirriado y contrahecho ministro de tal menester en la Alemania Nazi era un maestro en la materia.   A él le debemos la sistematización de los principios de la manipulación de masas, siendo uno de los principales la orquestación. Citando sus propias palabras, “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. Es decir, que repitiendo machaconamente el mismo concepto conseguimos hacérselo tragar a una sociedad entera, sobre todo si explotamos sus temores y deseos. En su día Goebbels necesitó todos los recursos que pudo proporcionarle el partido, pero hoy día le habría bastado con soltar algunos bulos en internet para que una legión de enfervorizados “patriotas” los difundieran hasta la náusea.  

 No puedo quitarme de la cabeza la idea de que tras estas campañas de desinformación y manipulación siempre está el poder establecido, no el político, no esos hombres de paja que salen por televisión y a los que votamos en las elecciones, sino el auténtico poder de las oligarquías económicas, que son plenamente conscientes de que una sociedad sumida en el miedo y con enemigos a los que temer y odiar es fácilmente manipulable, que los sobrealimentados occidentales haremos lo que sea por mantener las migajas del estado del bienestar que están dispuestos a dejarnos.

 Hoy el enemigo a temer es el islamismo radical, lo mismo que hace pocas décadas era el comunismo. Los atentados del Daesh y de Al Caeda hacen que veamos como terrorista en potencia a cualquiera que lea el Corán o bien ore en dirección a la Meca. Nos quejamos de la “invasión” de musulmanes que se extiende por toda europa, cuando en la vecina Francia ya vivía un millón de argelinos a mediados de los años setenta y los franceses de ascendencia magrebí ya van para la tercera generación (lo cual no quiere decir que su integración esté siendo fácil). 

 Alguien nos está enseñando a demonizar a los musulmanes con algún propósito. Grupos que no representan ni el uno por ciento del volumen  de los musulmanes en el mundo (y que tuvieron su origen en oscuras intervenciones de EEUU en Oriente Medio para contrarrestar la amenaza estratégica que suponía la revolución islámica de Irán) atentan en una ciudad europea y matan a un centenar de personas. El dolor y el miedo hacen que se desconfíe de toda una comunidad mientras se bombardea la zona de origen de los terroristas matando a miles de personas (hombres, mujeres y niños). Esta es la lógica del mundo en que vivimos.

 Quien se moleste en saber algo del Islam, sabrá que es una religión de paz y virtud, como toda religión antes de ser utilizada por algunos sujetos para adquirir poder sobre sus semejantes. No hay que temer al Islam, sino a los que lo usan para dominar a otros o para creerse mejores que otros. En nombre de Dios y de la religión se han cometido atrocidades, pero eso no es religión. Religión es lo que une al ser humano a Dios, no lo que lo separa de Él.

 Los musulmanes, los cristianos, los judíos… son mis hermanos y hermanas. Todos oramos al mismo Dios. Soy bahá`í, reconozco a todos los profetas de todas las grandes religiones de la historia. Muhammad, la Paz sea con Él, trajo un mensaje de paz y amor y lo plasmó en el Sagrado Corán, lo mismo que Bahá `u` lláh, a quien venero como Manifestación de Dios para esta época, hizo en sus escritos.

 La religión de Dios es una. Seres malvados y sin escrúpulos nos quieren mantener separados y enfrentados. Algunos proclaman la guerra santa y mandan a sus acólitos a la muerte en el nombre Dios, otros firman documentos en pulcros despachos y decretan igualmente la muerte de sus semejantes en el nombre del dios de los que se han alejado de Dios: la riqueza basada en la miseria de otros.

 No les hagamos el juego. No propaguemos el odio.

martes, 12 de julio de 2016

MUERTE DE UN TORERO



 Este blog se ha convertido para mí en algo parecido a esos amigos con los que solo nos encontramos muy  de muy de tarde en tarde, pero que al hacerlo parece como si los hubiésemos visto  el día anterior. En el fondo son los mejores.

 Hoy me trae aquí la muerte de un hombre: un torero. Falleció este fin de semana de una cogida certera, fulminante, casi directa al corazón. Media tonelada de pura furia de la naturaleza empujando implacablemente, pero sin maldad. Hasta aquí la lírica. Porque las corridas de toros no tienen nada de lírico. Son una lucha a muerte entre una cuadrilla de hombres y un poderoso animal. Las más veces triunfan los hombres gracias a su pericia, pero a veces, solo a veces, se impone el instinto del animal y es la sangre del hombre la que absorbe el albero. Cuando esto ocurre todo son lágrimas y dolor. Dolor por un hombre que se ha enfrentado a pecho descubierto con un animal que le sextuplica en peso, para diversión de otros.

 Lo raro es que no mueran más.

 Soy anti taurino. Lo admito. La fiesta nacional me parece una salvajada surgida de los más oscuros abismos de la barbarie humana. Sin embargo, no se me ocurriría denostar a un torero, al contrario que los impresentables que han jaleado en las redes sociales la muerte del diestro. No se me ocurriría denostarlo porque lo considero una víctima más. Sí, una víctima que recibe no pocos beneficios a cambio de arriesgar la vida, pero es ese modo absurdo de arriesgar la vida para diversión de otros lo que le convierte en víctima de una práctica deleznable.

 A estas alturas ya habrá alguien que objete que otros profesionales también arriesgan la vida para diversión de otros: pilotos de carreras, esquiadores de velocidad, acróbatas y trapecistas… Es cierto, pero a ellos no los sacan a la arena (literalmente) para combatir a muerte. Eso es lo denigrante. Es el anfiteatro romano revivido. Es el gusto por la muerte. Los pasodobles, los puros y los abanicos no pueden disimular el olor acre de la sangre derramada. La muerte del toro es trágica, obligado a librar una batalla que no busca y la del torero no lo es menos, pues toda muerte prematura es trágica, pero esta además es cínicamente provocada. El asesino del matador no es el toro. Es el empresario que se lucra, es el público que aplaude. Al joven torero lo ha matado la fiesta, parte de una rancia e inútil concepción de “lo español”.  

 Respecto de esos que jalean la muerte de los toreros… No son más que unos pobres hombres que serán alcanzados y destruidos por su propia iniquidad. Merecen ser ignorados.

 Y las corridas de toros… abolidas.

HITLER, EL INCOMPETENTE