Alguien publicó hoy en FaceBook una lista de
personas a las que se les ha adjudicado una vivienda protegida en la localidad
de Ceuta. Eso no se debe hacer. Dejando aparte este hecho, no tiene nada de
particular que en dicha lista figuren numerosas personas cuyos nombres dan fe
de su ascendencia probablemente marroquí, ya que su nacionalidad, como
demuestra el correspondiente número de DNI y no el número de identificación de
extranjeros, es española. Lo peor del asunto es que la publicación
probablemente ilegal y de todo punto inapropiada de tal información va acompañada
de los consabidos mensajes del tipo “se atiende antes a los inmigrantes (marroquíes,
musulmanes… ya se sabe) que a los españoles”.
Es lo mismo de siempre. Los rumores se
extendían antes de que existieran internet y las redes sociales y ahora se
propagan con igual rapidez, solo que a escala planetaria. Pasó lo mismo cuando
alguien empezó a propagar el bulo de que los refugiados sirios que viniesen a
España (una avalancha, vamos, doscientos hasta la fecha) iban a recibir casa
gratis y mil y pico euros todos los meses. ¿Quién orquesta estos despropósitos
y por qué?
Todos los regímenes han querido manipular a la
opinión pública mediante la propaganda. Joseph Goebbels, el esmirriado y
contrahecho ministro de tal menester en la Alemania Nazi era un maestro en la
materia. A él le debemos la sistematización de los
principios de la manipulación de masas, siendo uno de los principales la orquestación. Citando sus propias
palabras, “la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y
repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes
perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni
dudas”. Es decir, que repitiendo machaconamente el mismo concepto conseguimos
hacérselo tragar a una sociedad entera, sobre todo si explotamos sus temores y
deseos. En su día Goebbels necesitó todos los recursos que pudo proporcionarle
el partido, pero hoy día le habría bastado con soltar algunos bulos en internet
para que una legión de enfervorizados “patriotas” los difundieran hasta la náusea.
No puedo quitarme de la cabeza la idea de que
tras estas campañas de desinformación y manipulación siempre está el poder
establecido, no el político, no esos hombres de paja que salen por televisión y
a los que votamos en las elecciones, sino el auténtico poder de las oligarquías
económicas, que son plenamente conscientes de que una sociedad sumida en el
miedo y con enemigos a los que temer y odiar es fácilmente manipulable, que los
sobrealimentados occidentales haremos lo que sea por mantener las migajas del
estado del bienestar que están dispuestos a dejarnos.
Hoy el enemigo a temer es el islamismo radical,
lo mismo que hace pocas décadas era el comunismo. Los atentados del Daesh y de
Al Caeda hacen que veamos como terrorista en potencia a cualquiera que lea el Corán
o bien ore en dirección a la Meca. Nos quejamos de la “invasión” de musulmanes
que se extiende por toda europa, cuando en la vecina Francia ya vivía un millón
de argelinos a mediados de los años setenta y los franceses de ascendencia
magrebí ya van para la tercera generación (lo cual no quiere decir que su
integración esté siendo fácil).
Alguien nos está enseñando a demonizar a los
musulmanes con algún propósito. Grupos que no representan ni el uno por ciento
del volumen de los musulmanes en el
mundo (y que tuvieron su origen en oscuras intervenciones de EEUU en Oriente
Medio para contrarrestar la amenaza estratégica que suponía la revolución
islámica de Irán) atentan en una ciudad europea y matan a un centenar de
personas. El dolor y el miedo hacen que se desconfíe de toda una comunidad
mientras se bombardea la zona de origen de los terroristas matando a miles de
personas (hombres, mujeres y niños). Esta es la lógica del mundo en que
vivimos.
Quien se moleste en saber algo del Islam,
sabrá que es una religión de paz y virtud, como toda religión antes de ser
utilizada por algunos sujetos para adquirir poder sobre sus semejantes. No hay
que temer al Islam, sino a los que lo usan para dominar a otros o para creerse
mejores que otros. En nombre de Dios y de la religión se han cometido
atrocidades, pero eso no es religión. Religión es lo que une al ser humano a
Dios, no lo que lo separa de Él.
Los musulmanes, los cristianos, los judíos…
son mis hermanos y hermanas. Todos oramos al mismo Dios. Soy bahá`í, reconozco
a todos los profetas de todas las grandes religiones de la historia. Muhammad,
la Paz sea con Él, trajo un mensaje de paz y amor y lo plasmó en el Sagrado
Corán, lo mismo que Bahá `u` lláh, a quien venero como Manifestación de Dios
para esta época, hizo en sus escritos.
La religión de Dios es una. Seres malvados y
sin escrúpulos nos quieren mantener separados y enfrentados. Algunos proclaman
la guerra santa y mandan a sus acólitos a la muerte en el nombre Dios, otros
firman documentos en pulcros despachos y decretan igualmente la muerte de sus
semejantes en el nombre del dios de los que se han alejado de Dios: la riqueza
basada en la miseria de otros.
No les hagamos el juego. No propaguemos el
odio.