sábado, 4 de marzo de 2017

NO TE METAS CON LA CASA REAL

 A vueltas con las redes sociales, no ha mucho que me llegó a través de WhatsApp un chusco poema sobre la monarquía española, afirmando que se había publicado en la sección de Cartas al Director del periódico de Guadalajara “Nueva Alcarria”, estando debido a ello el responsable de la publicación del poema (el cual es obra de un lector) suspendido de empleo y sueldo a causa de una fulminante queja de la Casa Real. La historia es casi cierta. Casi porque tuvo lugar en 2013 y porque la suspensión de empleo y sueldo duró un mes. Todo lo demás es cierto. Con todo, y pese a mi recomendación de verificar la exactitud de las informaciones que nos llegan y que compartimos, me parece interesante recordar este hecho ocurrido hace ya cuatro años.

 Recientemente hemos visto una muy burra portada del semanario satírico “El Jueves” (del cual fui asiduo lector en mi juventud) muy en su línea editorial, que representa a la infanta Cristina manteniendo relaciones sexuales con su marido Iñaki Urdangarín bajo el titular “La Infanta irá a la cárcel”, mientras su alteza se apresura a aclarar sonriente que sólo será en los bis a bis. Todo en alusión al juicio al que ambos se han visto sometidos y del que ella ha salido (de manera totalmente esperada) absuelta. Los medios informan que la infanta “estudia” querellarse con la revista, pero hasta la fecha los números de la revista no han sido secuestrados, como ya lo fueran en 2007 los números de la misma revista con una portada que representaba a los por entonces príncipes de Asturias en pose igualmente comprometida.

 Dejando aparte la cuestión del mal gusto (pa gustos, los colores) me llama la atención que en 2013 una llamada a un diario por un simple poema generase una severa llamada de atención a un responsable de edición y que en 2017 una portada de humor tan grueso no haya tenido una respuesta tan fulminante como la que tuvo en 2007 otra similar. Quizá a la casa real se le ha despertado un poco el pudor ante tan vergonzoso episodio de favoritismo del sistema judicial habido con el  juicio del caso Noos y no ha considerado oportuno soltar los perros ahora que están los ánimos tan caldeados. Yo voy a reproducir el poema, pues tiene su mérito en la más rancia tradición de los versos satíricos en castellano.

 En un anciano País
existió una monarquía
que comenzó en democracia
y terminó en anarquía.

En aquel reino reinaba
una curiosa familia:
un Borbón de nuevo cuño
y una griega algo engreída
que engendraron dos princesas
y un príncipe en demasía
por cumplir con la ley Sálica
que consagraba la hombría.

La cosa empezó a torcerse
con las bodas de las hijas,
algo ligeras de cascos
y de moral distraída.

La mayor, que era algo lela,
pasó por la vicaría
con un noble también lelo
en la ciudad de Sevilla.

Al poco tiempo parió
un querubín de revista
que devino en gamberrete
con escasa puntería.

La segunda, buena jaca,
se cameló a un deportista,
que dejó a su antigua novia
y se encoñó con la niña.

De jaca pasó a coneja
y cada año paría
urdangarines de pro,
chupones de dinastía.

Y el principito heredero,
cortejador de coristas,
cayó por fin en el cebo
de una artera periodista,
divorciada y con más mañas
que la puta Celestina;
pero falló en la preñez
por seguir la dinastía
pues en lugar de un varón
paría niña tras niña.

Pero empiezan los problemas
y la cosa se complica
por culpa de estos gañanes
que, de nobleza, ni pizca.

El noble rancio de Soria,
bermudas y en zapatillas,
paseaba por Serrano
cual jocunda modistilla;
circulaba en patinete
con ignorante osadía
saltándose a la torera
direcciones prohibidas.

Y el Borbón mandó parar,
se acabó la algarabía,
suspendió la convivencia
y se cargó una familia.

El chico del balonmano,
modelo de deportistas,
se convirtió en un truhán,
en un vulgar chantajista
que,siendo duque de Palma,
tuvo la necia osadía
de estafar unos millones
en tan reputada isla.

Y el Borbón mandó parar,
porque al duque sugería
que se marchase del reino
a ocultar sus fechorías.

La justicia que no es lerda,
apeló a su señoría,
y es fácil que al señorito
le caigan ciento y un días.

El príncipe mientras tanto
afronta esta travesía
sin saber que el gran patrón
prepara una felonía.

Sin encomendarse a nadie
se ha ido de cacería
a la sabana africana,
solito y sin la Sofía,
sabiendo que a la llegada
le esperaba mis Corina,
rubia y jacarandosa,
cortesana la más fina.

A la mañana siguiente
salieron de cacería,
cacería de elefantes,
que es una cosa muy fina.

Parece ser que cobraron
colmillos de gran valía,
y a celebrarlo montaron
una generosa orgía.

El Borbón de las narices
como un cosaco bebía,
y apañó tan regia trompa
que salió con alegría
no a por rudos elefantes
sino a trincarse a Corina
que lo esperaba anhelante
tras las leves celosías
del bungalow colindante.

Como al pendejo le ardía
la cosa entre la entrepierna,
pensando que ya subía
al catre de aquella fiera,
aceleró por la prisa
y tropezó en un tablón
y tropezó de tal guisa
que se crujió la cadera
y se le aflojó la picha.

Al monarca, trastornado,
llevan a la enfermería,
y al ver que es cosa muy seria
llaman a Cancillería
para repatriar al bobo
y salvar la Monarquía.

Corina, desconsolada,
triste, sola y compungida,
se consoló con un negro,
muy bien armado y sin prisas.

Mientras, la consorte griega
celebra Pascua Florida
blasfemando porque el Rey
la cuernea con Corina.

Esta es la historia,señores,
del reino de Picardía,
donde los nobles y reyes
ejercen con alegría
un papel desvergonzado,
las más torpes tropelías,
mientras el pueblo se jode
y no le encuentra salida
a los más duros problemas
de su aperreada vida.


 Al leerlo yo, que soy más bien de prosa, no he podido evitar recordar a Francisco de Quevedo y la temporada que pasó a la sombra en el convento de San Marcos de León, por escribir un memorial aparecido bajo la servilleta del rey Felipe IV que denunciaba los abusos de su valido, el Conde-Duque de Olivares. Se pasó sus buenos cuatro años puesto al fresco con los monjes y eso que sólo se metió con el valido y no con el rey en persona. Probablemente hacerlo le habría costado el destierro a las Américas o una cuchillada en algún solitario callejón de Madrid. También me acordé de las coplillas sobre Isabel II (tatatarabuela de nuestro Felipe VI) y su consorte Francisco de Asís que circulaban por el Madrid de mediados del XIX como:

Clamaban los liberales
Que la reina no paría
¡Y ha parido más muñecones
Que liberales había!
  
 O esta otra:

Isabelona
tan frescachona
y don Paquita
tan mariquita. 

 El pueblo siempre se ha cachondeado de sus reyes y príncipes, sobre todo cuando su conducta es vergonzante. La represión de estas muestras de descontento es un residuo histórico. Una cazicada en el más rancio estilo que da fe de que a unos se les puede tocar y a otros no. Lo cierto es que hoy nos encontramos en un momento en que la monarquía española da un espectáculo vergonzante, dejando claro que los miembros de la familia real pueden delinquir y salir impunes mientras los ciudadanos de a pie pagan sus cuentas con la justicia céntimo a céntimo. Es una institución de utilidad dudosa, que sale terriblemente cara al Estado y por ende a los ciudadanos y que encima no es ni ejemplo de virtud.

 Podría ser que a la tercera fuese la vencida. Un gasto menos y algo menos por lo que avergonzarse en el país. ¿A ustedes que les parece?


domingo, 26 de febrero de 2017

CIBERFASCISTAS

 Empiezo a estar harto de ver tanta propaganda racista y xenófoba en Facebook. Yo uso la red social como vehículo de información, tanto para recibirla como para propagarla, siempre después de contrastarla  consultando a diversas fuentes, lo cual no suele necesitar más de unos minutos de navegación a golpe de click de ratón. Si no encuentro evidencias que confirmen la veracidad de la información (coincidencia de las versiones en diferentes medios de comunicación, alusiones claras y con datos precisos a estudios publicados en medios de prestigio…) no comparto nada, por mucho que me apetezca. Desgraciadamente no todos los internautas asiduos a las redes sociales mantienen tales medidas de higiene y comparten sin pudor ni reflexión todas las inmundicias que aparecen en sus pantallas, siempre que coincidan con sus propias ideas. Estos baila-aguas constituyen uno de los medios más eficaces para la difusión de la propaganda en el más rancio estilo del fascismo italiano, el nazismo alemán, el falangismo español y el marxismo-leninismo soviético, pues el mal es el mal, sea de izquierdas o de derechas.


 Las campañas de propaganda de los años treinta y cuarenta cubrían las paredes de las ciudades con vistosos carteles. En aquellos días, y me centro en el caso de los nazis por ser el mejor impreso en el imaginario colectivo, el enemigo al que culpar de los males de la patria eran los judíos, a los que se tachaba de ser los culpables de la penosa situación económica de la Alemania del periodo de entreguerras y de orquestar una conspiración con poderes extranjeros para causar la ruina del pueblo alemán. Los carteles que muestro hablan por sí solos de la imagen del pueblo judío que se quería transmitir, tomando como base el antiguo antisemitismo que se avivaba a rachas desde la Edad Media y que se ponía ahora al servicio de la política del partido nacionalsocialista para unificar el pensamiento de los alemanes y lanzarlos a la conquista de Europa.

 Naturalmente, un medio tan artesanal como el cartel, por muy vistoso que sea, resultaba eficaz en un momento histórico sin la inundación visual a la que hoy día nos vemos sometidos. Hoy día la gente si apenas dedica una mirada a los carteles. Pero internet es un terreno abonado para la difusión de la propaganda… y con las redes sociales el asunto es tan rápido como el fuego que se extiende a través de la maleza seca.

 Hoy en Europa, uno de los enemigos elegidos para culpar de los males de la patria por los lobos con piel de cordero que se ocultan entre nosotros son los musulmanes. Voy a compartir con ustedes tres ejemplos de los muchos que se ven por la red utilizados para avivar el odio y el resentimiento hacia este colectivo.


 En el primero se cita un “estudio” de un tal  Ali Abd al-Aal, que se presenta como perteneciente en calidad de “investigador” a la cadena de televisión libanesa Mayadeen TV. La cadena es real, pero no he encontrado una sola alusión en internet al tal Ali Abd al-Aal, ni tampoco a donde está publicado el estudio en cuestión, qué fuentes ha utilizado, cómo ha llevado a cabo la recogida de la información… en fin, preguntas que cualquier mente medio lúcida se haría.  El famoso estudio, evidentemente, no existe. Una investigación capaz de sacar semejantes conclusiones fidedignamente precisa de medios materiales y humanos al alcance sólo de un gobierno o de una mega corporación; además, no pasaría prácticamente inadvertido en la red, siendo mencionado sólo en oscuras y nada profesionales reseñas en medios de dudosa catadura. De existir semejante estudio, la extrema derecha se encargaría de airearlo a bombo y platillo con todo lujo de detalles. Si no se aportan detalles, es que el estudio no existe y sólo compartirán la reseña sobre el mismo los organismos primitivos como amebas que han adquirido el compartir en Facebook o el twitear como acto reflejo. Mención merece el detalle que la reseña es del año 2013. El dato, además de falso… desactualizado. Podrían currárselo un poco más, pero dado el nivel general del público al que va dirigido el mensaje, no es necesario.

 El segundo ejemplo es aún, si cabe, más burdo. Consiste en publicar la imagen de una cartilla bancaria en la que constan sustanciosos ingresos mensuales del Ayuntamiento de Vitoria y de una entidad de inserción laboral del País Vasco. Los datos de la cartilla están pixelados (obviamente, publicarlos sería constitutivo de delito) pero se afirma que pertenece a un ciudadano marroquí. Se cumple el principio de que una cantidad obscenamente grande de personas creen automáticamente en la veracidad de lo que ven publicado (siempre que les guste) aunque no se aporte ni la más mínima prueba de ello. La cartilla puede pertenecer a cualquier persona: marroquí, sueca, vasca o de Ciudad Real; pero el efecto se crea formando en las simples mentes de los receptores la imagen de un magrebí ocioso chupando del bote de las instituciones. Es el mismo efecto que se conseguía con los carteles acerca de los judíos entre los alemanes de la década de los 30, pero sin gastar un céntimo. Eficiencia máxima.

 El tercero es directamente un panfleto en el más puro estilo, un auténtico ejemplo de manual de lo que debe ser el perfecto montón de propaganda-basura. Merece la pena dedicarle un ratito, así que les dejo el enlace.  

  http://www.alertadigital.com/2016/03/22/el-islam-en-europa/

Dejando aparte ideologías políticas, pues desconfío de todos y cada uno de los partidos que nos acosan pidiendo el voto, tenemos el deber de oponernos a aquellos que propagan las mentiras más descaradas, repitiéndolas hasta la saciedad de modo que parezcan verdades, al más puro estilo de Joseph Goebbels, maestro indiscutible de la propaganda en la Alemania de entreguerras. Los nazis empezaron propagando sus embustes en las cervecerías (lo cual daba una idea de su catadura) y con su encendida aunque simple retórica llegaron en pocos años a los mítines multitudinarios, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Sabe Dios lo que pueden lograr estos fascistas reconvertidos que lanzan su veneno al ciberespacio. Absurdo es creer que todos los musulmanes, siquiera la mayoría, son terroristas u holgazanes; tan absurdo como pensar que los que propagan las mentiras racistas y xenófobas que nos inundan pretenden salvar la patria. Sólo pretenden conseguir poder inflamando las emociones más primarias: la rabia, el miedo, el odio, la frustración…

 Tengan sentido común, por el amor de Dios, piensen por sí mismos… o la historia se repetirá. 

HITLER, EL INCOMPETENTE