A vueltas con las redes sociales, no ha mucho
que me llegó a través de WhatsApp un chusco poema sobre la monarquía española,
afirmando que se había publicado en la sección de Cartas al Director del
periódico de Guadalajara “Nueva Alcarria”, estando debido a ello el responsable
de la publicación del poema (el cual es obra de un lector) suspendido de empleo
y sueldo a causa de una fulminante queja de la Casa Real. La historia es casi
cierta. Casi porque tuvo lugar en 2013 y porque la suspensión de empleo y
sueldo duró un mes. Todo lo demás es cierto. Con todo, y pese a mi recomendación
de verificar la exactitud de las informaciones que nos llegan y que
compartimos, me parece interesante recordar este hecho ocurrido hace ya cuatro
años.
Recientemente hemos visto una muy burra
portada del semanario satírico “El Jueves” (del cual fui asiduo lector en mi
juventud) muy en su línea editorial, que representa a la infanta Cristina
manteniendo relaciones sexuales con su marido Iñaki Urdangarín bajo el titular “La
Infanta irá a la cárcel”, mientras su alteza se apresura a aclarar sonriente que
sólo será en los bis a bis. Todo en alusión al juicio al que ambos se han visto
sometidos y del que ella ha salido (de manera totalmente esperada) absuelta. Los
medios informan que la infanta “estudia” querellarse con la revista, pero hasta
la fecha los números de la revista no han sido secuestrados, como ya lo fueran
en 2007 los números de la misma revista con una portada que representaba a los
por entonces príncipes de Asturias en pose igualmente comprometida.
Dejando aparte la cuestión del mal gusto (pa
gustos, los colores) me llama la atención que en 2013 una llamada a un diario
por un simple poema generase una severa llamada de atención a un responsable de
edición y que en 2017 una portada de humor tan grueso no haya tenido una
respuesta tan fulminante como la que tuvo en 2007 otra similar. Quizá a la casa
real se le ha despertado un poco el pudor ante tan vergonzoso episodio de
favoritismo del sistema judicial habido con el juicio del caso Noos y no ha considerado
oportuno soltar los perros ahora que están los ánimos tan caldeados. Yo voy a
reproducir el poema, pues tiene su mérito en la más rancia tradición de los
versos satíricos en castellano.
existió una monarquía
que comenzó
en democracia
y terminó en
anarquía.
En aquel
reino reinaba
una curiosa
familia:
un Borbón de
nuevo cuño
y una griega
algo engreída
que
engendraron dos princesas
y un
príncipe en demasía
por cumplir
con la ley Sálica
que
consagraba la hombría.
La cosa
empezó a torcerse
con las
bodas de las hijas,
algo ligeras
de cascos
y de moral
distraída.
La mayor,
que era algo lela,
pasó por la
vicaría
con un noble
también lelo
en la ciudad
de Sevilla.
Al poco
tiempo parió
un querubín
de revista
que devino
en gamberrete
con escasa
puntería.
La segunda,
buena jaca,
se cameló a
un deportista,
que dejó a
su antigua novia
y se encoñó
con la niña.
De jaca pasó
a coneja
y cada año
paría
urdangarines
de pro,
chupones de
dinastía.
Y el
principito heredero,
cortejador
de coristas,
cayó por fin
en el cebo
de una
artera periodista,
divorciada y
con más mañas
que la puta
Celestina;
pero falló
en la preñez
por seguir
la dinastía
pues en
lugar de un varón
paría niña
tras niña.
Pero
empiezan los problemas
y la cosa se
complica
por culpa de
estos gañanes
que, de
nobleza, ni pizca.
El noble
rancio de Soria,
bermudas y
en zapatillas,
paseaba por
Serrano
cual jocunda
modistilla;
circulaba en
patinete
con
ignorante osadía
saltándose a
la torera
direcciones
prohibidas.
Y el Borbón
mandó parar,
se acabó la
algarabía,
suspendió la
convivencia
y se cargó
una familia.
El chico del
balonmano,
modelo de
deportistas,
se convirtió
en un truhán,
en un vulgar
chantajista
que,siendo
duque de Palma,
tuvo la
necia osadía
de estafar
unos millones
en tan
reputada isla.
Y el Borbón
mandó parar,
porque al
duque sugería
que se
marchase del reino
a ocultar
sus fechorías.
La justicia
que no es lerda,
apeló a su
señoría,
y es fácil
que al señorito
le caigan
ciento y un días.
El príncipe
mientras tanto
afronta esta
travesía
sin saber
que el gran patrón
prepara una
felonía.
Sin
encomendarse a nadie
se ha ido de
cacería
a la sabana
africana,
solito y sin
la Sofía,
sabiendo que
a la llegada
le esperaba
mis Corina,
rubia y
jacarandosa,
cortesana la
más fina.
A la mañana
siguiente
salieron de
cacería,
cacería de
elefantes,
que es una
cosa muy fina.
Parece ser
que cobraron
colmillos de
gran valía,
y a
celebrarlo montaron
una generosa
orgía.
El Borbón de
las narices
como un
cosaco bebía,
y apañó tan
regia trompa
que salió
con alegría
no a por
rudos elefantes
sino a
trincarse a Corina
que lo
esperaba anhelante
tras las
leves celosías
del bungalow
colindante.
Como al
pendejo le ardía
la cosa
entre la entrepierna,
pensando que
ya subía
al catre de
aquella fiera,
aceleró por
la prisa
y tropezó en
un tablón
y tropezó de
tal guisa
que se
crujió la cadera
y se le aflojó
la picha.
Al monarca,
trastornado,
llevan a la
enfermería,
y al ver que
es cosa muy seria
llaman a
Cancillería
para
repatriar al bobo
y salvar la
Monarquía.
Corina,
desconsolada,
triste, sola
y compungida,
se consoló
con un negro,
muy bien
armado y sin prisas.
Mientras, la
consorte griega
celebra
Pascua Florida
blasfemando
porque el Rey
la cuernea
con Corina.
Esta es la
historia,señores,
del reino de
Picardía,
donde los
nobles y reyes
ejercen con
alegría
un papel
desvergonzado,
las más
torpes tropelías,
mientras el
pueblo se jode
y no le
encuentra salida
a los más
duros problemas
de su
aperreada vida.
Al leerlo yo, que soy más bien de prosa, no he podido evitar recordar a
Francisco de Quevedo y la temporada que pasó a la sombra en el convento de San
Marcos de León, por escribir un memorial aparecido bajo la servilleta del rey
Felipe IV que denunciaba los abusos de su valido, el Conde-Duque de Olivares.
Se pasó sus buenos cuatro años puesto al fresco con los monjes y eso que sólo se
metió con el valido y no con el rey en persona. Probablemente hacerlo le habría
costado el destierro a las Américas o una cuchillada en algún solitario
callejón de Madrid. También me acordé de las coplillas sobre Isabel II (tatatarabuela
de nuestro Felipe VI) y su consorte Francisco de Asís que circulaban por el
Madrid de mediados del XIX como:
Clamaban los liberales
Que la reina no paría
¡Y ha parido más muñecones
Que liberales había!
Que la reina no paría
¡Y ha parido más muñecones
Que liberales había!
O esta otra:
Isabelona
tan frescachona
y don Paquita
tan mariquita.
El pueblo siempre se ha cachondeado de sus
reyes y príncipes, sobre todo cuando su conducta es vergonzante. La represión
de estas muestras de descontento es un residuo histórico. Una cazicada en el
más rancio estilo que da fe de que a unos se les puede tocar y a otros no. Lo
cierto es que hoy nos encontramos en un momento en que la monarquía española da
un espectáculo vergonzante, dejando claro que los miembros de la familia real
pueden delinquir y salir impunes mientras los ciudadanos de a pie pagan sus
cuentas con la justicia céntimo a céntimo. Es una institución de utilidad
dudosa, que sale terriblemente cara al Estado y por ende a los ciudadanos y que
encima no es ni ejemplo de virtud.
Podría ser que a la tercera fuese la vencida.
Un gasto menos y algo menos por lo que avergonzarse en el país. ¿A ustedes que les parece?
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