Veía el
otro día en televisión a Dª María Dolores de Cospedal recitando la siguiente
perla: “Los escraches son nazismo puro”. El contexto era tan forzado que daba
risa. Un “acto” del PP consistente en un
puñado de incondicionales escuchando en semicírculo con expresión beatífica las
memeces que decía la buena señora.
Hace
falta tener la lengua viperina.
La práctica de señalar públicamente a un
personaje a fin de denunciarlo por algún motivo no es un fenómeno moderno; pero
bajo el término de escrache empiezan a popularizarse en América Latina, sobre
todo en Argentina, a raíz del indulto en 1995 por parte del presidente Carlos
Menem de un grupo de asesinos sicarios de la dictadura militar que asolara ese
país. La asociación pro derechos humanos Hijos por la Identidad y la Justicia
contra el Olvido y el Silencio (HIJOS) inundó con pasquines y octavillas varias
grandes ciudades del país denunciando la situación y publicando los nombres de
los genocidas. Colocar pancartas, pegar carteles, hacer pintadas, arrojar
huevos… son prácticas a las que se pueden recurrir en este tipo de actividades.
Molestas, sí, pero inofensivas.
Las protestas por parte de la Plataforma Anti
Desahucios se han recrudecido en las últimas semanas, sobre todo en vísperas de
la votación en el Congreso de los Imputados de la miserable reforma de la Ley
Hipotecaria, en el día de hoy aprobada gracias a la mayoría parlamentaria del
PP (enhorabuena a los afortunados votantes). Prebostes del PP han sentido el
clamor de la calle al pie de sus lindas y bien equipadas viviendas, el clamor
de gente que ha perdido su casa, que está en riesgo de perderla o que
sencillamente se solidariza. Probablemente las secuelas psicológicas para sus
señorías, sus cónyuges e hijos sean irreparables. Quizá les vaya a estallar la
cabeza por tener que explicarles a los niños por qué una persona a la que el
banco quita su casa por no poder pagar la hipoteca, sigue debiendo el dinero.
Posiblemente la malhadada secretaria general
del PP compara estas protestas airadas, pero pacíficas, con el acoso al que
sometían los matones de las SA del partido nazi a los ciudadanos judíos en los
años treinta del siglo XX: abusos, palizas, destrozos de propiedades y negocios…
todo ello previo a la llegada del holocausto. La comparación no puede ser más
desafortunada. Da idea de la ínfima talla moral de esta señora y de su pobre
habilidad para la propaganda, pues cada vez que abre la boca se pone en
evidencia. Parece creer a pies juntillas en la vieja máxima de la propaganda
que afirma que a fuerza de repetir muchas veces una mentira se convierte en una
verdad. Hay mentiras que ya no entran ni con vaselina.
Cuando un sistema político se convierte en
cómplice de una dictadura desatada del capitalismo salvaje, cuando un gobierno
no hace sino estrujar a la población con la excusa de las exigencias de la
unión europea mientras ignora la censura de esa misma unión europea a la
arcaica ley hipotecaria española… resulta especialmente patético verles invocar
las garantías democráticas sólo porque les molesta ver a la gente protestando
por hechos indignos, promovidos por gente malvada.
Que Dios les maldiga. Yo ya lo hago.
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