Para un aficionado al arte y a los museos como
yo, resulta casi trágico residir en una ciudad con una oferta museística tan
limitada como Málaga. El tan cacareado Museo Picasso (síntoma de una obsesión
por este artista por parte de una ciudad en la que aquél no hizo sino nacer)
alberga una colección de piezas menores. El Museo Thyssen ofrece una colección
permanente bastante tediosa de pintura costumbrista del s. XIX que puede llegar
a empachar de tan empalagosa… y hay poco más. No es de extrañar. Las grandes
obras de los grandes artistas están en los grandes museos de las grandes
ciudades. Málaga no es grande, que le vamos a hacer y mejor que sea así, porque
también tiene sus ventajas. Sin embargo ofrece un reducto plenamente dedicado
al arte, que es el Centro de Arte Contemporáneo, ubicado en el antiguo mercado
de mayoristas de la calle Alemania, junto al “río” Guadalmedina. Resulta
gratificante porque ofrece frecuentes exposiciones temporales, algunas de mucha
calidad. Ya me he referido en este blog a la muestra del brasileño Vik Muniz y
sus bellas obras salidas de la basura y la miseria.
(http://xaverius-predicandoeneldesierto.blogspot.com.es/2012/09/el-arte-reciclado-de-vik-muniz.html)
En esta ocasión he vuelto a
dejar caer por allí para encontrarme una colección sorprendente.
Selim Varol no es un artista. Es un
coleccionista y desde mi punto de vista
un auténtico freak o “friki”, si
castellanizamos el barbarismo; pero como el tío debe tener pasta (porque si no
resulta impensable hacerse con tantas obras de artistas contemporáneos como Shepard Fairey o Bansky) podemos darle el
apelativo más glamuroso de “excéntrico”. Los excéntricos acaparan obras de
arte, juguetes y merchandising diverso para organizar exposiciones y que los
frikis de a pie podamos deleitarnos. Hasta en la rareza hay clases. Ya me lo
advertía mi padre, que ser pobre y raro era un mal negocio.
A este alemán de ascendencia turca le dio por
coleccionar compulsivamente sus juguetes desde los seis añitos (en lugar de
destrozarlos, que es lo que hacen las personas normales a esas tiernas edades).
Ya más crecidito le dio por el pop-art,
el arte urbano (lo que para unos son gamberradas, para otros pueden ser arte) y
los muñequitos japoneses. El tío podrá tener pasta, pero es un detalle que en
vez de gastársela en martinis en la Riviera Francesa o en coches deportivos, lo
haga en difundir y patrocinar el arte. Habrá quien diga que esto no es arte,
pero la verdad es que sí lo es. El arte es expresión, expresión de las personas
que viven en una época determinada, expresión de lo que ven, viven y tienen en
sus mentes y eso es lo auténticamente importante de la historia humana y no
quién reinó en tal sitio entre tal y tal año y quien escabechó a quien en tal o
cual guerra.
Contemplando estas obras me sumergí en la
percepción de que para el ser humano del siglo XXI ya nada es sagrado ni inamovible,
que todo es risible y que cualquier icono, por sacro que sea, se puede
caricaturizar hasta el esperpento, un esperpento más dentro de una sociedad
deforme. Percibí el desencanto de una civilización basada en lo material que ya
no tiene nada a lo que agarrarse y se desmorona poco a poco. ¿A que parezco uno
de esos pedantes que se las dan de culturetas en las exposiciones? No se apuren.
En una sala adyacente
hay una colección de serigrafías de una tal Rosa Brun que
son sólo franjas de colores y no me dicen nada… vamos, encefalograma plano.
Será que en el fondo soy un bruto.
Vale la pena darse una vuelta por el CAC y
echar una ojeada a la colección del señor Selim Varol (la casa de este tío debe
ser un poema). Estará en Málaga hasta el 16 de junio y luego cruzará el charco
para exponerse en Estados Unidos. Aunque sea para hacerles vomitar, no les dejará
indiferentes.
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