domingo, 19 de mayo de 2013

MÁS COÑAZO QUE UNA COMUNIÓN


 Que tu hija haga la comunión es un acontecimiento… y un jamón. Es un  coñazo. Y eso que mi esposa y yo no nos hemos metido en grandes gastos (ni aunque pudiéramos permitirnos tal dispendio lo habríamos hecho y mucho menos entramparnos más de lo que ya estamos para echar de comer a una manada de gorrones). Le compramos el vestido en un outlet (de 230€ rebajado a 70, un chollazo), el can can (o enagua gruesa que se lleva bajo el vestido para darle volumen) ha sido prestado, lo mismo que los guantes calados y la felpa de florecillas, los zapatos y los calcetines el regalo de mi hermana. Por todo convite almorzamos en casa de mis padres mi esposa, la niña y una amiguita, mi hermana y yo mismo. Dentro de un par de fines de semana nos la llevaremos al Tívoli (el hortera y desfasado parque de atracciones de la Costa del Sol) con alguna amiguita y fin de la historia.

 Pese a tan modestos preparos (si los comparamos con la pompa y el boato que otros que se lo pueden permitir y no pocos que no dotan a la historia) ha sido un coñazo: la modista que arreglaba el vestido ha sido una completa inútil que se ha demorado hasta el último momento para hacer una mierda al final, llevar a la niña a catequesis y llevarla a misa todos los domingos a las diez de la mañana… otro coñazo. Por no hablar de la ceremonia… por cierto ¿dónde estaban los 360€ en concepto de flores abonados religiosamente (nunca mejor dicho) por los padres a razón de 30€ por cabeza? (de niño). Las flores dispuestas por la iglesia no valdrían ni la mitad. Una modesta contribución al sostenimiento de la Iglesia. Si quieren un donativo por lo menos que lo pidan directamente.

 No sé por qué la mayoría de la gente asiste a la ceremonia si se pasan la mayor parte del tiempo de la misma parloteando a diestro y siniestro para desesperación del cura y de los beatos de turno, especialmente el miserable hombrecillo de suaves maneras y doble moral (yo me entiendo) que corta el bacalao en la parroquia. La peña no se callaba ni a la de tres, pero en su descargo diré que el cura resultó soporífero: peor orador que Mariano Rajoy o que Mª Dolores de Cospedal si cabe y desde luego igual de convincente. Con semejante plantilla no me extraña que la institución pierda tirón.

 Lo que me sorprendió fue la cantidad de gente que se levantó a comulgar. Yo no lo hice, pues pese a mi distancia personal guardo respeto al sacramento y a quienes creen en él. Dudo mucho que la mayor parte de los que lo hicieron fueran a misa regularmente. Llamó particularmente mi atención una muchacha de tacones inverosímilmente altos y falda inverosímilmente corta que ni siquiera sabía lo que tenía que hacer ante el cura para comulgar. El solícito beato que sostenía el cáliz le instruyó en coger la hostia y mojarla en el vino antes de metérsela en la boca. “Lo siento” se disculpaba ella “es que hace tanto tiempo”.  Mi propia hija tuvo que reprimir una arcada al engullir la hostia mojada. El remate de los tomates habría sido que vomitara. Algún beato podría haber culpado al padre por su impiedad

 Y se terminó. Mi hija cumplió su deseo de vestirse de Sisí emperatriz (estaba para comérsela, no como los niños con esos absurdos trajes de marinerito o de almirante) y ser el centro de atención por un día. No tiene la menor intención de volver a ir a misa y yo no tengo la menor intención de decirle que lo haga. Le estoy dando las mismas posibilidades que tuve yo y dejaré que tome sus propias opciones… al igual que yo las tomé. Empecinarme en que no la hiciera habría sido una forma de fanatismo… y detesto el fanatismo.

 El circo de las primeras comuniones, lo mismo que el circo de las bodas, es parte del precio que paga la iglesia católica para continuar firmemente adherida al tejido social y tener cierta posición de fuerza. Si pensáramos que semejante tinglado se ha mantenido durante dos milenios a fuerza de fe… en fin. Sin embargo aún se oye por ahí ese comentario de que si el bebé muere sin bautizar “muere morito”. Superstición, folclore, fiesta… el hombre es animal de costumbres. De ello se han aprovechado.

 Para terminar con buen humor… un chiste.

 Están dos macarras fumando porros y bebiendo cerveza frente a una catedral y pregunta uno a otro señalándola:

 “Oye, tío ¿eso qué es?”

 “No sé” le  responde “ahí se reúne una gente mu rara que se llaman los jatólicos”

 “¿Y qué hacen?”

 “No sé… se reúnen… cantan… yo que sé”

 “Pos yo voy a entrar a ver”

 “¡No tío, pasa de ostias, que ahí te comen el tarro cosa mala!”

 “¡Bah, pasa de mí, tío! ¡Yo entro!

 Y va y entra, saliendo al rato con cara de muy mala leche.

 “¿Qué ha pasao?” le pregunta su colega.

 “¿Qué ha pasao? ¿Que qué ha pasao?” le responde “¡Un marrón del quince, tío! Entro y están tos ahí mirando palante, pa una mesa mu grande con un mantel blanco. Va y entra un fantasma, vestio de blanco con dos enanos a los laos y con un bastón mu largo y un gorro mu alto. Va el fantasma, se quita el gorro, lo deja en lo alto de la mesa y un enano va y se lo lleva y digo yo: ¡oye, que la mierdael enano sallevao el gorrito!”

 “¿Y qué pasó?”

 “¡Na, tío! Me hacen callar y pasan de mí. Y tol puto rato buscando el fantasma el gorro. Se pone de pie, se sienta, mira arriba y abajo, abre un armarito, lo cierra, levanta una copa mu grande pa mirar debajo… na.”

 “¿Ya está?”

 “¿Ya está? ¡Una mierda ya está! ¡Al final el puto gorro lo pagamos entre todos tío, entre todos!”

 Lo que yo te diga. El puto gorro lo pagamos entre todos… y no solo con dinero.

domingo, 12 de mayo de 2013

CHIC, CHIC, CHIC... DIVINAS... DE LA MUERTE


 Así, como el que no quiere la cosa, precisamente en estos días en que en los medios se suceden noticias sobre el derrumbe que ha sepultado, con múltiples víctimas, unos talleres textiles en Bangla Desh (talleres que trabajan para cadenas cuyas tiendas jalonan nuestras galerías comerciales), he descubierto una serie de blogs en internet en los que chicas jovencitas y de buen ver se hacen fotos luciendo modelitos y narrando en qué tiendas se los han comprado, sobre qué se lleva y sobre cómo se puede lucir un look de lo más cool por poquito dinero. Lo del poquito dinero depende del color del cristal con que se mire, evidentemente. Aquí les dejo algunos ejemplos:



Tanto me ha gustado el tema que me he permitido hacer mi propia versión, con la inevitable vergüenza ajena de mi hija, que ejerció de improvisada fotógrafa.

 Aquí les presento mi look urbano-casual-étnico-roñoso especialmente indicado para mis caminatas por la ciudad destinadas a tomar el aire y reducir tripa (dado el volumen del monstruoso michelín abdominal que luzco, el sufrido lector deducirá con facilidad que no lo hago mucho últimamente). Los pantalones estilo  zaragüel  (diez euritos en los puestos de los mal llamados hippies) resultan ideales para caminar, porque tengo las piernas muy juntas y siempre rompo los pantalones por el roce en la entrepierna (no hay roce, no hay fricción). Para defraudar a los pervertidos declararé que llevo calzoncillos debajo. La versión radical, sólo para los muy audaces, no es para mí.

 Las botas de trekking…  pues remendadas una y mil veces con super-glue; en parte porque tienen más kilómetros en lo alto que el Juan Sebastián Elcano (soy un sentimental) y en parte ¡porque me costaron cuarenta euracos hace seis o siete años y hay que amortizarlas, coño!  La camiseta fue azul… quiero decir más azul… hace mucho,  mucho tiempo.

 La sudadera con capucha anudada a la cintura (por si refresca)…  pues heredada de mi hijo que la arrojó a un rincón cuando finalizó su etapa de rapero… plagada de  roces y enganchones de tanto caerse por los terraplenes con la BMX (yo reciclo). La gorra… dos euritos con cincuenta en el chino de la esquina. La mochila modelo “tó chikitilla” (la que usa mi hija en las excursiones del cole) para llevar lo imprescindible: cigarros, encendedor, llaves, linterna, móvil, cámara fotográfica… igual voy a tener que buscarme una más grande.

 Hasta aquí el humor. Quien haya leído algún tiempo este blog sabrá que habitualmente mi humor esconde un fondo amargo, digno del cínico descreído que soy.  Seamos claros. Sea cual sea su interés por la moda sin repasa las prendas de vestir que lleva puestas, probablemente encontrará al menos una prenda elaborada en algún país en vías de desarrollo, en un taller de mierda con deficiente ventilación y condiciones de seguridad y salubridad de la Edad Media. Gran parte de la ropa que estas muchachas exhiben en sus blogs también procede de esos talleres, al igual que parte de la ropa de mi armario. Vestirse no es un pecado, pero hago de ello una necesidad, no un glamuroso pastel rosa relleno de la sangre y el dolor de los desposeídos.

 Por otra parte, si todo el mundo fuera tan desarrapado como yo... ¿qué sería de la estética? Allá cada cual.





sábado, 4 de mayo de 2013

VER A LOS HIJOS CRECER


 Hace pocos días me cortaba el aliento la noticia del hallazgo de los cuerpos sin vida de un padre y su hija de corta edad en su domicilio de Almonte. Aunque primero se barajó la hipótesis de que el hombre asesinara a la niña y luego se suicidara, parece que pruebas forenses hacen que cobre más fuerza la teoría de un doble crimen. Sea como fuere no se me quita de la cabeza lo aberrante de un asesinato… cuanto más el asesinato de un niño. Qué perdido, qué hecho polvo hay que estar… y una mierda; qué jodidamente hijo de la grandísima perra hay que ser. Ni enajenaciones mentales ni leches… Quien mata a un niño no tiene perdón de Dios, ni en este mundo ni en el otro. Si alguien le hiciera algo así a mi hija… bueno, cabe la posibilidad de que todo ya me diera igual y yo, personalmente, le arrancara las entrañas… aunque el asesinato sea algo aberrante.

 Mi hija crece, eso es imparable. En este su año décimo primero de vida, en el mismo mes que va a hacer su primera comunión, sabe Dios por qué, ha tenido su menarquía. No ha sido excesivamente traumático. Yo me he retirado a un discreto segundo plano mientras mi esposa se hacía magistralmente cargo de la situación y ambos dábamos al hecho de la primera menstruación un aura de total naturalidad. Pero yo me mordía el labio discretamente. Mi niña ya cada vez es menos una niña y preveo que no lo voy a llevar demasiado bien. El grande ya tiene dieciocho años, es un tiarrón con toda la barba y un especialista en poner mis nervios a prueba. Temo por su futuro más que por su seguridad física… está curtido, aunque nunca se sabe. Pero cuando vea a mi niña salir por la puerta para irse por ahí con las amigas… o peor aún con un chico… Con la gente bromeo que estoy buscando en EBay una escopeta baratita para tenerla detrás de la puerta o mejor un hacha, que siempre resulta más íntima y personal para despachar capullos. Lo digo en broma… claro… en broma. Claro.

 ¿Y si algún hijoputa se ennovia con mi niña y se le ocurre ponerle la mano encima?

 Es célebre la frase de esa soplagaitas de “princesa del pueblo” (¿qué pueblo?) Belén Esteban: “¡Yo por mi hija, ma-to!”. Puede que sea lo único digno que ha salido por esa boca de labios inflados por el colágeno que se abre como una puñalada bajo esa nariz deshecha por la cocaína. La suscribo y eso que nunca he esnifado cocaína ni me he hecho la cirugía estética.

 Yo al menos tengo el tesoro de los recuerdos de la infancia de mi hija. Su nacimiento, sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus cumpleaños, las funciones en el colegio… a ese pobre señor de Huelva se lo han quitado todo. A su pobre hija se lo han quitado todo, todo lo que tuvieron y lo que ya nunca tendrán. Nada, nada puede justificar eso. No puede haber perdón ni redención. Yo no pediría ni lo uno ni lo otro si (…) algún día llegase a tomarme la justicia por mi mano.

 He dejado los puntos suspensivos entre el paréntesis porque ahí he escrito “Dios no lo quiera” y tras recapacitar lo he borrado, porque Dios no tendría nada que ver.

HITLER, EL INCOMPETENTE