Que tu hija haga la comunión es un
acontecimiento… y un jamón. Es un
coñazo. Y eso que mi esposa y yo no nos hemos metido en grandes gastos
(ni aunque pudiéramos permitirnos tal dispendio lo habríamos hecho y mucho
menos entramparnos más de lo que ya estamos para echar de comer a una manada de
gorrones). Le compramos el vestido en un outlet (de 230€ rebajado a 70, un
chollazo), el can can (o enagua gruesa que se lleva bajo el vestido para darle
volumen) ha sido prestado, lo mismo que los guantes calados y la felpa de
florecillas, los zapatos y los calcetines el regalo de mi hermana. Por todo
convite almorzamos en casa de mis padres mi esposa, la niña y una amiguita, mi
hermana y yo mismo. Dentro de un par de fines de semana nos la llevaremos al
Tívoli (el hortera y desfasado parque de atracciones de la Costa del Sol) con
alguna amiguita y fin de la historia.
Pese a tan modestos preparos (si los
comparamos con la pompa y el boato que otros que se lo pueden permitir y no
pocos que no dotan a la historia) ha sido un coñazo: la modista que arreglaba
el vestido ha sido una completa inútil que se ha demorado hasta el último
momento para hacer una mierda al final, llevar a la niña a catequesis y
llevarla a misa todos los domingos a las diez de la mañana… otro coñazo. Por no
hablar de la ceremonia… por cierto ¿dónde estaban los 360€ en concepto de
flores abonados religiosamente (nunca mejor dicho) por los padres a razón de
30€ por cabeza? (de niño). Las flores dispuestas por la iglesia no valdrían ni
la mitad. Una modesta contribución al sostenimiento de la Iglesia. Si quieren
un donativo por lo menos que lo pidan directamente.
No sé por qué la mayoría de la gente asiste a
la ceremonia si se pasan la mayor parte del tiempo de la misma parloteando a
diestro y siniestro para desesperación del cura y de los beatos de turno,
especialmente el miserable hombrecillo de suaves maneras y doble moral (yo me
entiendo) que corta el bacalao en la parroquia. La peña no se callaba ni a la
de tres, pero en su descargo diré que el cura resultó soporífero: peor orador
que Mariano Rajoy o que Mª Dolores de Cospedal si cabe y desde luego igual de
convincente. Con semejante plantilla no me extraña que la institución pierda
tirón.
Lo que me sorprendió fue la cantidad de gente
que se levantó a comulgar. Yo no lo hice, pues pese a mi distancia personal
guardo respeto al sacramento y a quienes creen en él. Dudo mucho que la mayor
parte de los que lo hicieron fueran a misa regularmente. Llamó particularmente
mi atención una muchacha de tacones inverosímilmente altos y falda inverosímilmente
corta que ni siquiera sabía lo que tenía que hacer ante el cura para comulgar.
El solícito beato que sostenía el cáliz le instruyó en coger la hostia y
mojarla en el vino antes de metérsela en la boca. “Lo siento” se disculpaba
ella “es que hace tanto tiempo”. Mi
propia hija tuvo que reprimir una arcada al engullir la hostia mojada. El remate
de los tomates habría sido que vomitara. Algún beato podría haber culpado al
padre por su impiedad
Y se terminó. Mi hija cumplió su deseo de
vestirse de Sisí emperatriz (estaba para comérsela, no como los niños con esos absurdos trajes de marinerito o de almirante) y ser el centro de atención por un día. No tiene la
menor intención de volver a ir a misa y yo no tengo la menor intención de
decirle que lo haga. Le estoy dando las mismas posibilidades que tuve yo y
dejaré que tome sus propias opciones… al igual que yo las tomé. Empecinarme en
que no la hiciera habría sido una forma de fanatismo… y detesto el fanatismo.
El circo de las primeras comuniones, lo mismo
que el circo de las bodas, es parte del precio que paga la iglesia católica para
continuar firmemente adherida al tejido social y tener cierta posición de
fuerza. Si pensáramos que semejante tinglado se ha mantenido durante dos
milenios a fuerza de fe… en fin. Sin embargo aún se oye por ahí ese comentario
de que si el bebé muere sin bautizar “muere morito”. Superstición, folclore,
fiesta… el hombre es animal de costumbres. De ello se han aprovechado.
Para terminar con buen humor… un chiste.
Están dos macarras fumando porros y bebiendo
cerveza frente a una catedral y pregunta uno a otro señalándola:
“Oye, tío ¿eso qué es?”
“No sé” le
responde “ahí se reúne una gente mu rara que se llaman los jatólicos”
“¿Y qué hacen?”
“No sé… se reúnen… cantan… yo que sé”
“Pos yo voy a entrar a ver”
“¡No tío, pasa de ostias, que ahí te comen el
tarro cosa mala!”
“¡Bah, pasa de mí, tío! ¡Yo entro!
Y va y entra, saliendo al rato con cara de muy
mala leche.
“¿Qué ha pasao?” le pregunta su colega.
“¿Qué ha pasao? ¿Que qué ha pasao?” le
responde “¡Un marrón del quince, tío! Entro y están tos ahí mirando palante, pa
una mesa mu grande con un mantel blanco. Va y entra un fantasma, vestio de
blanco con dos enanos a los laos y con un bastón mu largo y un gorro mu alto.
Va el fantasma, se quita el gorro, lo deja en lo alto de la mesa y un enano va
y se lo lleva y digo yo: ¡oye, que la mierdael enano sallevao el gorrito!”
“¿Y qué pasó?”
“¡Na, tío! Me hacen callar y pasan de mí. Y
tol puto rato buscando el fantasma el gorro. Se pone de pie, se sienta, mira
arriba y abajo, abre un armarito, lo cierra, levanta una copa mu grande pa
mirar debajo… na.”
“¿Ya está?”
“¿Ya está? ¡Una mierda ya está! ¡Al final el
puto gorro lo pagamos entre todos tío, entre todos!”
Lo que yo te diga. El
puto gorro lo pagamos entre todos… y no solo con dinero.