domingo, 14 de julio de 2019

INTRAHISTORIA ENTERRADA


 Don Miguel de Unamuno acuñó el término “intrahistoria” para referirse a la vida diaria de las épocas pasadas que sirve de telón de fondo a la historia visible, aquella de la que ha quedado constancia en las fuentes. Para entendernos, los avatares de la gente de a pie como ustedes y como yo que nos hemos tenido que buscar las habichuelas desde que el mundo es mundo mientras tienen lugar las pendencias de los “personajes”  cuya vida y milagros han pasado a la posteridad, ya sea por méritos propios o no.

 Aquí en Málaga hay mucho de historia, hechos documentados,  pero encontramos mucho más de la intrahistoria porque a poco que se escarba en el suelo salen a la luz restos de la vida cotidiana de nuestros paisanos del pasado. Tres mil años dan para mucho. Sabemos por ejemplo que en toda la zona que rodea la colina de la Alcazaba no se tenía que poder parar de la peste a pescado podrido durante la época romana,  por las chorrocientas factorías de garum  que allí se acumulaban. Las representaciones en el teatro (justo al lado) debían ser difíciles de soportar, pero a todo se acostumbra uno y mucho más si vamos a ver  el “Miles Gloriosus” de Plauto, que unas risas son unas risas y no es plan ponerse exquisitos.

 No hace muchos años apareció aquella famosa tumba de un soldado de buen porte. Un hoplita griego del siglo V a. JC por el equipamiento, que había ido a morir muy lejos de casa. La imaginación del personal  (y la mía) se dispararon imaginando la azarosa existencia de un mercenario que viajaba por el Mediterráneo ofreciendo sus servicios al mejor postor. Su maravilloso casco corintio nos observa en silencio desde su vitrina en el Museo de Málaga guardando el secreto de la vida de su dueño, de las batallas libradas, las alegrías y las tristezas.

 Y hace poco ¡oh, maravilla! por obra y gracia de las obras del metro, pasa lo que tenía que pasar: emerge no una casa, una tumba o un templete… sino un barrio entero de la época musulmana:  El arrabal Attabanim, origen del barrio del Perchel.  Tenía que pasar porque por las fuentes históricas se sabía que estaba ahí. A fines de los 70 tuvo que aparecer cuando construyeron el edificio del Corte Inglés, pero como en aquella época aún pesaba el empuje del desarrollismo  franquista y el patrimonio histórico importaba una higa (salvo que sirviera para proclamar las gestas imperiales) se arrasó con todo a la chita callando. Ahora estamos liados con el metro y los restos históricos están justo en medio. ¿Qué hacemos?

 Los malagueños se quejan mucho de  las obras del metro, pero lo cierto es que Málaga necesita el metro. Es un medio que eleva el transporte urbano a otro nivel y vuelve practicables las grandes urbes. ¿Qué sería de Madrid, Barcelona, Londres, París, Nueva York y otras grandes ciudades sin sus ferrocarriles suburbanos? ¿Tender el metro es echar un huevo a freír? Desde luego que no. Es una obra faraónica en cuanto a los recursos precisos, pero útil. Hay que soportar las molestias que crea, porque el futuro de la ciudad lo necesita. Que la gestión sea más o menos eficaz o transparente es otro cantar sobre el que no me detendré aquí. Las voces que afirman que Málaga no lo necesita no saben lo que dicen. Málaga seguirá creciendo y creciendo hasta que las limitaciones orográficas se lo impidan. El metro es esencial. Negarlo es no mirar más allá de las propias narices.

 Entonces ¿qué hacemos con los restos del arrabal? Tan extremo es ir a saco con la piqueta como plantear que a cada resto que aparece hay que poner el suelo de cristal para se vean. De ser así Málaga entera tendría el suelo de cristal desde el Perchel a Puerta Oscura y desde el Paseo del Parque hasta el Molinillo, porque nuestra ciudad está levantada sobre otras. Exponer toda la extensión de los restos hallados es impracticable. Se encuentran en una zona de máximo tráfico y la ciudad ha de ser habitable y practicable para los ciudadanos de hoy, no un parque temático. Eso sí, preservar una parte después de haber excavado y documentado el hallazgo, retirar los elementos de interés y construir un centro de interpretación con una exposición permanente sobre el arrabal Attabanim y su importancia en la historia de la ciudad. Eso es posible y extremadamente necesario.

 Lo es porque tenemos que saber quiénes eran las personas que vivieron por aquí antes que nosotros, que el patrimonio histórico es más que las iglesias, las procesiones o las obras de arte de los museos. La historia es algo vivo, es entender cómo vivieron las pasadas generaciones, qué les motivaba, por qué vivían aquí y no en otro lugar. Eran seres humanos como nosotros, conocerles en la mayor medida posible es ser más conscientes de nuestra propia identidad. Por eso era importante conservar la Mundial, porque era parte de Málaga, porque era un edificio notable y singular y podría haber aguantado en pie doscientos años más, por eso es importante conservar todos aquellos edificios que puedan seguir siendo parte del urbanismo actual, porque son parte de nosotros.  

  Las voces que afirman que el progreso es imparable están equivocadas. 

 El progreso de la humanidad será parado en seco por la miseria moral y cultural de los seres humanos, si no ponemos remedio. Hace poco escuchábamos a Donald Trump, paradigma del éxito (y del fracaso) económico, afirmar que George Whashington había tomado aeropuertos durante la Guerra de Independencia. (¡!) Tamién le oímos mentar en dicho conflicto batallas de otra guerra... Y un gañán como ese tiene acceso al maletín nuclear. Eso es el fracaso del progreso de la humanidad, la incultura institucionalizada.

 Ser culto no es haber leído a Gabriel García Márquez o a Jean Paul Sartre. Eso está muy bien, pero no es esencial. Se culto es poseer conocimientos que aseguren el pensamiento crítico y para ello un conocimiento del pasado, libre de manejos interesados por fuerzas ideológicas, es inexcusable.


 Hay que preservar esos restos en la medida que se pueda, asegurando el correcto funcionamiento del metro y de la ciudad. La ingeniería da para eso y para más. Lo que falta es voluntad y presión de la ciudadanía.

1 comentario:

  1. Me ha encantado, te sobra sentido común y coherencia, justo lo que suele faltar por las redes.

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