Don
Miguel de Unamuno acuñó el término “intrahistoria” para referirse a la vida
diaria de las épocas pasadas que sirve de telón de fondo a la historia visible,
aquella de la que ha quedado constancia en las fuentes. Para entendernos, los
avatares de la gente de a pie como ustedes y como yo que nos hemos tenido que
buscar las habichuelas desde que el mundo es mundo mientras tienen lugar las
pendencias de los “personajes” cuya vida
y milagros han pasado a la posteridad, ya sea por méritos propios o no.
Aquí en Málaga hay mucho de historia, hechos
documentados, pero encontramos mucho más
de la intrahistoria porque a poco que se escarba en el suelo salen a la luz
restos de la vida cotidiana de nuestros paisanos del pasado. Tres mil años dan
para mucho. Sabemos por ejemplo que en toda la zona que rodea la colina de la
Alcazaba no se tenía que poder parar de la peste a pescado podrido durante la
época romana, por las chorrocientas
factorías de garum que allí se
acumulaban. Las representaciones en el teatro (justo al lado) debían ser
difíciles de soportar, pero a todo se acostumbra uno y mucho más si vamos a
ver el “Miles Gloriosus” de Plauto, que
unas risas son unas risas y no es plan ponerse exquisitos.
No hace muchos años apareció aquella famosa
tumba de un soldado de buen porte. Un hoplita griego del siglo V a. JC por el
equipamiento, que había ido a morir muy lejos de casa. La imaginación del
personal (y la mía) se dispararon
imaginando la azarosa existencia de un mercenario que viajaba por el Mediterráneo
ofreciendo sus servicios al mejor postor. Su maravilloso casco corintio nos
observa en silencio desde su vitrina en el Museo de Málaga guardando el secreto
de la vida de su dueño, de las batallas libradas, las alegrías y las tristezas.
Y hace poco ¡oh, maravilla! por obra y gracia
de las obras del metro, pasa lo que tenía que pasar: emerge no una casa, una
tumba o un templete… sino un barrio entero de la época musulmana: El arrabal Attabanim, origen del barrio del
Perchel. Tenía que pasar porque por las
fuentes históricas se sabía que estaba ahí. A fines de los 70 tuvo que aparecer
cuando construyeron el edificio del Corte Inglés, pero como en aquella época
aún pesaba el empuje del desarrollismo
franquista y el patrimonio histórico importaba una higa (salvo que
sirviera para proclamar las gestas imperiales) se arrasó con todo a la chita
callando. Ahora estamos liados con el metro y los restos históricos están justo
en medio. ¿Qué hacemos?
Los malagueños se quejan mucho de las obras del metro, pero lo cierto es que
Málaga necesita el metro. Es un medio
que eleva el transporte urbano a otro nivel y vuelve practicables las grandes
urbes. ¿Qué sería de Madrid, Barcelona, Londres, París, Nueva York y otras
grandes ciudades sin sus ferrocarriles suburbanos? ¿Tender
el metro es echar un huevo a freír? Desde luego que no. Es una obra faraónica en cuanto a los recursos precisos,
pero útil. Hay que soportar las molestias que crea, porque el futuro de la
ciudad lo necesita. Que la gestión sea más o menos eficaz o transparente es
otro cantar sobre el que no me detendré aquí. Las voces que afirman que Málaga
no lo necesita no saben lo que dicen. Málaga seguirá creciendo y creciendo
hasta que las limitaciones orográficas se lo impidan. El metro es esencial.
Negarlo es no mirar más allá de las propias narices.
Entonces ¿qué hacemos con los restos del arrabal? Tan
extremo es ir a saco con la piqueta como plantear que a cada resto que aparece
hay que poner el suelo de cristal para se vean. De ser así Málaga entera
tendría el suelo de cristal desde el Perchel a Puerta Oscura y desde el Paseo
del Parque hasta el Molinillo, porque nuestra ciudad está levantada sobre otras. Exponer toda la extensión de los restos
hallados es impracticable. Se encuentran en una zona de máximo tráfico y la
ciudad ha de ser habitable y practicable para los ciudadanos de hoy, no un
parque temático. Eso sí, preservar una parte después de haber excavado y
documentado el hallazgo, retirar los elementos de interés y construir un centro
de interpretación con una exposición permanente sobre el arrabal Attabanim y su
importancia en la historia de la ciudad. Eso es posible y extremadamente necesario.
Lo es porque tenemos que saber quiénes eran
las personas que vivieron por aquí antes que nosotros, que el patrimonio
histórico es más que las iglesias, las procesiones o las obras de arte de los
museos. La historia es algo vivo, es entender cómo vivieron las pasadas
generaciones, qué les motivaba, por qué vivían aquí y no en otro lugar. Eran
seres humanos como nosotros, conocerles en la mayor medida posible es ser más
conscientes de nuestra propia identidad. Por eso era importante conservar la
Mundial, porque era parte de Málaga, porque era un edificio notable y singular
y podría haber aguantado en pie doscientos años más, por eso es importante
conservar todos aquellos edificios que puedan seguir siendo parte del urbanismo
actual, porque son parte de nosotros.
Las voces que afirman que el progreso es
imparable están equivocadas.
El progreso de la humanidad será parado en
seco por la miseria moral y cultural de los seres humanos, si no ponemos
remedio. Hace poco escuchábamos a Donald Trump, paradigma del éxito (y del
fracaso) económico, afirmar que George Whashington había tomado aeropuertos
durante la Guerra de Independencia. (¡!) Tamién le oímos mentar en dicho conflicto batallas de otra
guerra... Y un gañán como ese tiene acceso al maletín nuclear. Eso es el fracaso
del progreso de la humanidad, la incultura institucionalizada.
Ser culto no es haber leído a Gabriel García
Márquez o a Jean Paul Sartre. Eso está muy bien, pero no es esencial. Se culto
es poseer conocimientos que aseguren el pensamiento crítico y para ello un
conocimiento del pasado, libre de manejos interesados por fuerzas ideológicas,
es inexcusable.
Hay que preservar esos restos en la medida que
se pueda, asegurando el correcto funcionamiento del metro y de la ciudad. La
ingeniería da para eso y para más. Lo que falta es voluntad y presión de la
ciudadanía.
Me ha encantado, te sobra sentido común y coherencia, justo lo que suele faltar por las redes.
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