domingo, 25 de agosto de 2013

EL MUNDO CON 100 PERSONAS: PERSPECTIVA DEL MAL A ESCALA MUNDIAL.

Mi hija, que es tan friki como yo, estaba viendo el otro día una web de internet especializada en animaciones, de carácter humorístico o fantástico la mayoría, pero el descubrimiento de lo que voy a sugerirles me pareció un hallazgo interesante para la reflexión.

 Se trata de una exposición de datos sobre la ficción de que el planeta estuviese habitado sólo por cien personas, trasladando a esta exigua cantidad las proporciones de algunas variables reales como la distribución de sexos, credos, razas y el acceso a los recursos. Los datos son antiguos de, los últimos años del siglo XX, pero no veo razón para suponer que se hayan modificado significativamente y si lo han hecho probablemente haya sido para empeorar. Aquí les dejo el enlace.


 Lo cierto es que me ha dado que pensar. Pensar que pese a todas mis quejas por lo caro  de la lista de la compra y lo que cuesta llegar a fin de mes; por tener una nevera llena, ropa en el armario, una cama para dormir y un techo sobre mi cabeza soy más rico que el 75% de la población mundial.

 El 75%, las tres cuartas partes, tres de cada cuatro. Vivo mejor que ellos. Para morirse.

 Claro que resulta mucho más fácil compararse con el porcentaje ridículamente pequeño de súper-ricos. Ese 6% que acumula más de la mitad de la riqueza del planeta y que poseen palacios, yates, coches deportivos, relojes que valen varias veces lo que mi coche (cuando era nuevo) y saldos bancarios que de tantos ceros redonditos y perfectos parecen una fábrica de donuts. Ese difícil sentirse rico ante semejante despliegue de riqueza al que no se podrá tener acceso, pero…

 La idea de que para esa ingente masa de desposeídos, el acceso a nuestro nivel de riqueza aparece tan lejano e improbable como el nuestro al de los niveles de los “ricos y poderosos” me resulta muy perturbadora. Pero también me da por pensar que mientras el acceso de las personas a una vivienda digna, una alimentación adecuada y en general la satisfacción de las necesidades básicas es un anhelo lícito, el anhelo de bienes materiales desproporcionados sólo lleva a la idiocia, el embrutecimiento y la miseria del alma humana. Pero, claro ¿qué podemos considerar desproporcionado? Para el honesto banquero que conduce su Bentley de camino al amarradero de su yate, tras salir de su mansión mientras consulta la hora en su Rolex todos estos sencillos actos cotidianos son lo más normal del mundo.

 Lamentablemente he caído en un tópico. Criticar al súper-rico es muy fácil, sobre todo cuando la miseria moral acecha a cualquiera que se afana en lograr bienes que no necesita, se los pueda permitir o no. Eso puede incluirle a usted o a mí. También podemos concluir que si todos viviéramos estrictamente con lo que necesitamos para la supervivencia seríamos todos unos anacoretas viviendo en chozas de barro o en cuevas y hemos evolucionado lo suficiente como para vivir con algo más de comodidad. Sin embargo toda nuestra evolución no ha servido más que para una minoría vivan como sátrapas a expensas de los peones que dependemos de una nómina y de los millones de oprimidos que viven con el equivalente de uno o dos dólares por día.

 Imagine su vida con el acceso diario a recursos por valor de dos dólares (2,5 € aproximadamente).

 Que en el mundo con 100 personas 75 vivan en esa miseria material, 19 tengan al menos casa, cama, ropa y comida y 6 vivan como marajás es delito de lesa humanidad. Es la injusticia atroz y la muestra más cotidiana y normalizada del MAL (con mayúsculas) sobre la faz tierra. Un mal sustentado por el mundo de la gran empresa que explota y se lucra, la clase política que le da carta blanca y está en su nómina y la masa de consumidores que compran los productos que defeca el sistema, según las posibilidades de cada cual. Es un mal insidioso, omnipresente pero escondido tras carteles publicitarios y luces de neón. Es el mal del que usted y yo somos cómplices.


 Ahora a esperar que alguien me tilde de comunista.

domingo, 11 de agosto de 2013

MURMURACIONES

 Últimamente disfruto del privilegio de poder sentarme a conversar regularmente con un grupo de personas sensatas y bondadosas. Hace unos días salió a la palestra el tema de las murmuraciones, los rumores, los cotilleos… ya saben, uno de los pasatiempos nacionales.

 Tan arraigados están los rumores en la cultura occidental (que es la que conozco, no voy a presumir de saber más de lo que sé) que tenían su personificación en el imaginario colectivo de la cultura grecolatina bajo la forma de Feme, una criatura alada veloz como una centella con un ojo tras cada pluma y una lengua por cada ojo. No se trataba de una criatura esencialmente maligna, pero tampoco benigna, pues mientras ensalzaba a unos lo merecieran o no, también difamaba a otros por honrados que fuesen. Su razón de ser era crear confusión y malos entendidos entre los mortales y se la consideraba un mensajero de Zeus. Teniendo en cuenta el cúmulo de bajos instintos atesorados por el mandamás del Olimpo, los mensajes de Feme debían ser bastante aciagos. En su versión latina pasó a llamarse Fama. Miren ustedes por donde. El rumor, sus efectos y la permisividad social al respecto están fuertemente arraigados en nuestro tejido cultural.

 Lo cierto es que el rumor es devastador. La información pasa de boca en boca y en cada transmisión se añade este detalle o se elimina aquel, se deforma el contexto o se elimina directamente, se agrava, se recrudece… lo más grave es que en numerosísimas ocasiones las personas que propagan rumores no tienen la conciencia de estar haciendo algo con graves consecuencias. Una de las personas con las que conversaba se refirió a una de las frases típicas para justificar la murmuración: “esto no es criticar, sino referir” que junto con el “no se lo digas a nadie” aseguran una extensión del cotilleo tan rápida como la de un incendio forestal en el mes de agosto.

 También es cierto que mentar a otras personas resulta satisfactorio, pero sólo en estados de aburrimiento extremo, vacío existencial y falta general de satisfacción con la vida propia, con lo que resulta más gratificante poner los sentidos en las vidas ajenas.


 Seguí meditando con posterioridad sobre el efecto de las murmuraciones, recordando con notorio sonrojo momentos de mi vida en los que me he dedicado a echar pestes de determinadas personas sin considerar la falta de respeto que ello conlleva, por no hablar de la degradación de mi propia persona que va ligada a semejante acto. Tendré que permanecer vigilante, pues a estas alturas de mi vida no me interesa degradarme, todo lo contrario… debo crecer.

sábado, 3 de agosto de 2013

MARIANICO ES TONTO

  Es oficial: Marianico Rajoy es tonto. Lo ha dicho él mismo. El Diccionario de la Real Academia, fuente ineludible de rigor en el uso de la lengua española, define TONTO como “falto o escaso de entendimiento o razón”.

 Verdaderamente es un hito histórico ver a un señor de posición tan prominente decir ante los medios que “de puro bueno, es tonto”. Si de puro bueno (o de puro lo que sea) es usted tonto ¿qué hace dirigiendo nuestros destinos? ¿Qué hace representando al país? ¿Qué hace formando gobierno? ¿Qué hace tomando decisiones de Estado? ¿Qué hace asumiendo algo que a todas luces le supera en detrimento de miles de mentes lúcidas y sabias que pululan a manta por nuestra escarpada y variopinta geografía?

 El cuerpo de registradores de la propiedad (al cual Marianico pertenece) debe estar pensando en quemarse colectivamente lo bonzo por la mala imagen que da semejante botón de muestra. ¡Qué bajo hace caer al gremio!

 Circula por la red un artículo de la escritora Lucía Etxebarría cuyo título “Rajoy es tonto y analfabeto” es absolutamente demoledor (lo mismo que su contenido). El artículo en su día, según la autora, fue objeto de bloqueo y borrado en redes sociales y páginas web, pero se ve que la difusión usuario a usuario mantiene Internet libre y a prueba de censura (o eso quiero creer, que no se puede controlar a cientos de miles de internautas cabreados). Les dejo un vínculo para que lean tal escrito, porque no tiene desperdicio.


 Desde luego que Marianico, con semejante despliegue de basura dentro de su propio partido y la inoperancia de la que hace gala o es tonto (cosa que me resisto a creer) o es un pusilánime, o un pelele o un corrupto consciente y cínico o todo ello a la vez.

 Pero sin duda alguna, el lamentable episodio del “fin de cita” que lo ha convertido en el hazmerreír de la prensa del uno al otro confín del universo conocido da idea de lo hecho polvo de está Marianico: sin credibilidad, sin empaque, sin dignidad, sin valor… dimita hombre, deje la política, vuelva a su cómoda plaza de registrador de la propiedad y abandone la vida pública para la cual, evidentemente, no está hecho.

 Señor Rajoy, los gobernantes rara vez son caros a los gobernados y es derecho del pueblo criticarlos sin piedad, pero usted ya causa vergüenza ajena y eso es demasiado, incluso para España, con su historia plagada de gobernantes indignos. Váyase, por favor, no se ponga más en evidencia que causa ya más risa  que ZP (que ya es decir). Me atrevería a afirmar que es usted el gobernante que más mofa causa en la piel de toro desde José Bonaparte, el rey títere impuesto por su hermano Napoleón I durante la ocupación francesa de principios del siglo XIX al fin y al cabo un pobre hombre maltratado por la historia y por un hermano más carismático. El pueblo lo llamó “Pepe Botella” y eso que no era bebedor. Cruel que es la gente. Pero usted, señor Rajoy, usted las pone a huevo y eso no tiene perdón. Tonto no sé si será, pero torpe sí... a rabiar.

 Déjelo ya. Hágase un favor a sí mismo y háganoslo a todos.

HITLER, EL INCOMPETENTE