lunes, 18 de noviembre de 2013

UN PAPA MOLESTO

 Aunque hace ya bastante tiempo que no me considero cristiano (que sí creyente, mi camino de fe se revitaliza tras largos años de letargo y les hablaré de ello en otra ocasión) sigo con bastante interés el modo en que el papa Francisco está sacudiendo la Iglesia Católica. Este papa que se ha ido a vivir a una residencia de sacerdotes desdeñando el lujoso apartamento papal, que ha jubilado el papamóvil blindado y conduce un utilitario Fiat llevado de cabeza a su servicio de seguridad y que en general está suprimiendo la pompa y el boato del protocolo pontificio es el artífice de un impulso reformista desconocido en la cátedra de Pedro desde aquel lejano en que Juan XXIII, el papa bueno, decidiese que la Iglesia necesitaba un soplo de aire fresco y convocara el Concilio Vaticano II.

 Francisco, en los cinco meses que han transcurrido desde su elección ha atacado virulentamente a los poderes económicos que acaparan la riqueza y condenan a la pobreza a millones de personas; ha condenado a los políticos que abusan del poder para llenarse lo bolsillos; ha afeado la conducta a los católicos “de golpe de pecho” que no viven como auténticos cristianos y a los clérigos que viven de espaldas a la realidad, que no salen a la calle y no se codean con el pueblo. Su primer viaje apostólico fue a Lampedusa, la hoy tristemente célebre isla italiana que alberga un centro de internamiento de inmigrantes. Francisco defiende vivamente que la Iglesia debe estar junto a los pobres, ser para los pobres. ¿Qué cara se les queda a todos los catolicastros opulentos de traje sastre, pelo engomando para atrás, escudito en la solapa, collar de perlas, falda por la rodilla y zapatitos de tacón que se acuerdan de los pobres en el rastrillo de turno, a ser posible cerca de Navidad? Porque es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que ver a un rico entrando en el Reino de los Cielos, o al menos eso dice Jesús de Nazaret en los Evangelios. Cuando el papa Francisco era aún el cardenal Bergoglio ya atacaba con severidad a ciertos miembros de determinadas Caritas que tras hacer su trabajo voluntario se iban a celebrar opíparas comilonas a restaurantes postineros. No me lo estoy inventando, aquí les dejo el vídeo de You Tube.



 Estos mensajes son tan incómodos como un puñetero grano en el culo para aquellos que piensan que la fe se lleva puesta y se limita a un fervor de pacotilla cara a la galería, con besamanos al obispo sobrealimentado de turno, rezo de rosarios, ramos de flores a María y misa los domingos y las fiestas de guardar. La fe cambia a la persona de dentro hacia fuera. La experiencia de Dios ilumina al ser humano desde lo profundo de su alma y emana su luz bañando con ella cuanto le rodea. Ello se traduce en buenas obras, comportamiento correcto, sometimiento del propio estilo de vida a los dictados recogidos en la Palabra de Dios revelada a la humanidad y recogida en los Textos Sagrados. La curia vaticana y todo el cortejo de católicos, apostólicos, romanos, beatos, mojigatos e hipócritas; sepulcros blanqueados que por dentro son todo podredumbre, parecen haberse olvidado de ello, sin menoscabar a la base de cristianos que sí viven su fe con coherencia. A éstos da esperanza un papa como Francisco, un papa por cuya vida algunos ya temen, como el teólogo Leonardo Boff o el jesuita José Enrique Ruiz de Galarreta; porque Francisco no se está quedando en palabras: está impulsando una enérgica política de saneamiento de las finanzas vaticanas, muy desprestigiadas por los escándalos aireados a mediados de año, al mismo tiempo que se rodea de un grupo de ocho cardenales de confianza para acometer una ambiciosa reorganización de la curia. Esto puede poner nerviosos a muchos elementos, algunos de ellos poco recomendables. Han circulado rumores sobre la animadversión que se está ganando Francisco entre capos de la mafia, que se dan por aludidos cuando el pontífice ataca la doble moral de los ricos y poderosos. También cunde el nerviosismo entre los sectores más reaccionarios del catolicismo, como el Opus Dei, que de posición tan prominente gozara en el Vaticano con los dos anteriores papas, pero que ahora podría verse fuera de lugar en este nuevo rumbo que Francisco defiende.


 No quisiera estar en el pellejo de Domenico Giani, jefe de la seguridad vaticana y escolta personal del papa. Tendría la sensación de tener una diana pintada en la espalda. Por Francisco hay que rezar, porque hay gente o gentuza que a la fuerza no tiene que quererle bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HITLER, EL INCOMPETENTE