domingo, 3 de noviembre de 2013

MI ÚLTIMO DÍA EN LA COMUNIDAD TERAPÉUTICA

 ¿Qué son catorce años en la vida de una persona? Cada cual sabrá, pero para mí ha sido el tiempo que he pasado trabajando en la Comunidad Terapéutica “Padre Benito Gil” del programa Proyecto Hombre de Málaga. Cerca de la mitad de lo que llevo vivido (espero vivir mucho más, toquemos madera). Mañana día cuatro de noviembre de 2013 comienzo una nueva andadura en el equipo de la fase de Acogida, la primera de las tres que tiene el programa. Nuevos compañeros, nuevos chicos a los que atender, un enfoque terapéutico distinto…

 ¿Por qué el cambio? ¿Por qué cambio de equipo y de lugar de trabajo después de tantos años? Sobre todo estando como estoy vinculado a la Comunidad Terapéutica y a los que en ella trabajan por fortísimos lazos afectivos. ¿Por qué cambiar?

 Porque era necesario. Necesario para mi familia y necesario para mí. Fui en busca de Juanjo, mi director terapéutico que me conoce metido dentro de un saco y le pedí cambiar de lugar de trabajo porque necesitaba pasar más tiempo en casa. Haciendo un cálculo aproximado pasaba más tiempo entre los viajes de ida y vuelta y en el trabajo que con mi familia, si descontamos el tiempo de sueño (cuarenta kilómetros de ida y otros tantos de vuelta no es moco de pavo). Lo cierto es que me estaba pesando y a mi esposa, que cada vez acusa más los estragos físicos y morales de la fibromialgia, también. Mis hijos también me necesitan más en casa… en fin. Esto fue lo que me llevó a pedir el cambio.

  A medida que se aproximaba la fecha del traslado, descubría que el bienestar de mi familia no era el único motivo por el que necesitaba cambiar. Realmente lo necesitaba por mí mismo. Hace dos o tres años pensaba que yo no iba a salir de la Comunidad Terapéutica salvo con los pies por delante. Me veía indisolublemente unido a ella. Pero hay ciertas cosas a las que no es bueno unirse indisolublemente, ni siquiera si  las amas muchísimo. Me daba cuenta de que mi persona se empezaba a entusiasmar por la idea de trabajar de un modo distinto y de afrontar nuevos desafíos. Me estaba cansando de hacer siempre lo mismo y de la misma manera.  Después de tantos años había alcanzado mi punto de saturación y no quería darme cuenta. Soy uno de los pocos privilegiados que pueden darse el lujo de cambiar de lugar de trabajo con tanta facilidad. No  me avergüenzo de haber aprovechado la oportunidad. Ha sido lo mejor.

 En esta vida todos somos valiosos, pero nadie absolutamente es imprescindible. ¡Ay de aquel que llegue a creerse tal! Sin embargo es conmovedor y muy intenso darse cuenta de que muchas personas te van a echar de menos. La despedida fue muy emocionante y el manteo, ritual inevitable para todos aquellos que salen con bien de la Comunidad… bueno, digamos que a pocos han arrojado tantas veces y tan alto pese a mis casi cien kilitos.

 Para la Comunidad Terapéutica, pese a los sudores, los dolores de cabeza, los berrinches, los momentos de pánico, las lágrimas vertidas y las canas adquiridas no tengo más que palabras de agradecimiento. En ella me he hecho adulto, adulto de verdad. Llegué como un niñato con la cabeza llena de aire y me voy como un sesudo señor cuarentón. Mi querida Sabine, la terapeuta que con más tino haya combinado jamás la dulzura con la firmeza, dice que soy un sabio. Ni por asomo me considero tal cosa. Algo pedante y con buena culturilla de Trivial, todo lo más. Lo que si soy es afortunado por haber pasado por un lugar tan alucinante como la Comunidad Terapética “Padre Benito Gil” y (¿por qué no decirlo?) haber sobrevivido.


 De corazón, a todos, muchas gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HITLER, EL INCOMPETENTE