miércoles, 20 de noviembre de 2013

VÍCTIMAS DE PRIMERA Y VÍCTIMAS DE SEGUNDA

El 18 de noviembre de 2012 un cazabombardero israelí arrojó un artefacto explosivo contra la casa de la familia Al-Dalu, en Gaza. No fue un ataque al azar, el objetivo era Mohamed Jamal Al-Dalu, de 25 años, presuntamente miembro de Hamás. Murió, naturalmente… sólo que junto con otros nueve miembros de su familia, entre ellos varios niños. Este ataque formó parte de la operación “Pilar Defensivo”, que arrojó un saldo total de un centenar de civiles palestinos muertos (entre ellos 30 niños) y cuatro civiles israelíes muertos, pues Hamás también sacó el arsenal, no tan sofisticado como el del ejército israelí pero arsenal al fin y al cabo.

 Tres años antes, a caballo entre 2008 y 2009, tuvo lugar la operación “Plomo Fundido” que duró 22 días, una ofensiva israelí sobre la franja de Gaza con el objetivo de destruir la infraestructura de Hamás, en respuesta a los ataques con misiles y proyectiles de mortero efectuados por milicianos palestinos. Para darse cuenta de la desigualdad de la contienda sólo hay que ver las cifras. Del lado israelí hubo que lamentar 11 soldados muertos y 236 heridos, junto con 3 civiles muertos y 84 heridos. Sobre las bajas en el lado palestino hay baile de cifras, según sea quien contabilice, pero yo me quedo con los datos de la organización para los derechos humanos B´Tselem, que siendo israelí y cuestionando los métodos de su gobierno me parecen los menos predispuestos a falsear las cifras. Esta organización estima en 1387 el número de palestinos muertos, de los que al menos 774 serían civiles, 320 de ellos menores de 18 años. Los heridos rondarían los 5200.

 Diversos informes de Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch acusaban a ambos bandos de cometer crímenes de guerra. En efecto, disparar un misil contra una población es un crimen, lo dispare quien lo dispare.

 Amnistía Internacional lleva hasta hoy exigiendo que se investiguen debidamente y se exijan responsabilidades a los autores de ataques tan indiscriminados como el que arrasó la casa de los Al-Dalu. Pero no parece que los israelíes tengan mucha prisa por hacerlo, aunque sí por meterle cuatro tiros al palestino que dispare un misil contra un asentamiento en los territorios ocupados. La pérdida de una vida es irreparable, pero parece que tal condición de irreparable se da a las víctimas israelíes, mientras las palestinas se pueden amontonar sin ningún escrúpulo. Para estos señores es lícito llevarse por delante a una familia entera para eliminar a uno de sus miembros que,  parece ser, es terrorista.

 Atentado, acción de guerra; acción de guerra, atentado… Algunos dicen ver la diferencia, yo no la veo. Son crímenes de lesa humanidad… todos.

 Salvando distancias, algo parecido sucede aquí en España. Aunque nuestras fuerzas armadas no disparen (aún) misiles sobre las casas de ciudadanos privados de sus derechos, por lo menos nuestras fuerzas de seguridad se están adiestrando en el noble arte de abrir la cabeza a manifestantes y dejarles tuertos con bolas de goma (gracias al proyecto de ley de nuestro infecto gobierno podrán hacerlo con mayor celo profesional). Todo se andará. Además,  aquí también hay víctimas de primera y de segunda.

 Yo estudié en un colegio de alegres frailes, creo haberlo mencionado en alguna ocasión y recuerdo una placa conmemorativa que presidía el patio del recreo, en la cual podían leerse los nombres de los frailes asesinados durante la Guerra Civil, bajo el pomposo título de “Mártires de Nuestra Cruzada”. Para nadie es desconocido que las víctimas de dicha guerra afines al bando sublevado fueron ensalzadas durante toda la dictadura, mientras que los nombres de los caídos de la República, de los ejecutados sumariamente tras la derrota y la represión subsiguiente y de los que murieron en las prisiones o excavando el Valle de los Caídos cayeron en el polvo del olvido y no fueron recordados sino por sus familiares y amigos y esto en la intimidad de sus hogares y sin hacer mucho ruido, por si acaso. Las fosas comunes aún salpican nuestra geografía, llenas de los restos de personas asesinadas en las cunetas o junto a las tapias de los cementerios, como si de perros se tratara y aún hoy son muertos “incómodos”, cuya exhumación y pública rehabilitación afirmando lo que no es sino la pura verdad, que fueron asesinados por los esbirros de un régimen fascista fruto de un golpe militar que se alzó contra la legalidad vigente, sería “reabrir heridas”. Sólo los muertos republicanos reabren heridas en esta España fratricida que transmite el odio y la insensatez de generación en generación.

 Hace unas semanas, la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ángeles Pedraza, (foto de la derecha) afirmaba que le parecía “inaudito” que se comparase a las víctimas del franquismo con las de ETA porque “no son lo mismo” decía “unas víctimas de Estado, como puedan ser las del franquismo, que unas víctimas que lo son por culpa de una banda terrorista que siembra el terror en un país democrático”. ¿En qué consiste exactamente la diferencia, buena señora? ¿Sangraban de manera diferente?  ¿Caían al suelo de manera diferente? ¿Dejaban vacíos distintos en las vidas de sus seres queridos al morir? ¿O es que los muertos tienen fecha de caducidad? ¿Es que los asesinados hace setenta años son menos asesinados que los de hace veinte o treinta?


 Las víctimas de ETA, las víctimas del franquismo, las víctimas de los múltiples grupúsculos de los que se componía el ejército republicano… comparten el ser españoles, comparten el haber muerto por una puta ideología y comparten el haber visto pisoteados sus derechos humanos. Todo lo demás es paja mental. El PSOE instrumentaliza a las asociaciones por la memoria histórica para sus fines políticos, lo mismo que hace el PP con la Asociación de Víctimas del Terrorismo y así se escribe la historia. La señora Pedraza nos regala perlas como que España debería salir del Convenio Europeo de Derechos Humanos por haberse pronunciado el Tribunal de Estrasburgo contra la aplicación con carácter retroactivo de la Doctrina Parot a una convicta por terrorismo… o que el Tribunal Supremo debería desaparecer por no haberse opuesto a dicho fallo. Quizá habría que preguntar a esta buena mujer su opinión sobre el terrorismo de estado que aplica el gobierno israelí contra la población civil palestina. Quizá para ella el terrorismo de estado no es terrorismo siempre que se mate a terroristas… o a hermanos, esposas e hijos de terroristas. Es para volverse loco.  

 Con todo, la señora Pedraza al menos es honesta a su manera. Afirma de manera abierta que hay tipos de víctimas, que no es lo mismo una persona asesinada por un ejército o por un gobierno que por un grupo terrorista que vive al margen de la ley. Es el tipo de franqueza que podemos exhibir los que no tenemos donde caernos muertos. Los políticos nunca pueden permitirse ser tan francos. Ellos se limitan a firmar las órdenes mientras otros disparan los misiles.

 La náusea me sube  por la garganta con un regusto ácido y es que todo esto es para vomitar. Soldados, políticos, terroristas… se pasan la vida humana por el arco del triunfo y lo más demencial es que si les preguntáramos a cada uno si hacen lo correcto afirmarían sin vacilar que sí… además muy convincentemente. Pero eso no es lo peor, no es lo que da más miedo.


 Lo peor es que muchos, muchísimos ciudadanos de a pie les dan la razón.

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