Esta mañana me despertaba mi querido Salvador
con un sonoro mensaje de Whatsapp y la noticia de la muerte de Fidel Castro. Es
curioso como nos afecta la muerte de los personajes famosos… o al menos
conocidos. Es casi como si hubiese muerto alguien a quien conoces de toda la
vida. Hay que admitir que Fidel Castro fue una de las figuras prominentes del
siglo XX, sin la cual la historia habría sido muy distinta, no dejaba de ser un
señor de noventa años que andaba delicado de salud. Tuvo sus glorias y sus vilezas,
unos le veneran y otros le tienen por el mal personificado. Descanse en paz.
Que eso es lo que hay que hacer con los
difuntos: dejarlos descansar en paz.
En estos días hemos sido testigos de cómo no
se ha hecho justamente eso con la ex
alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Resulta aberrante ver la manera en que se
puede instrumentalizar la muerte de una persona. Esta semana he experimentado
vergüenza ajena viendo cómo unos pedían un minuto de silencio en el Congreso en
su memoria cuando semanas atrás la trataban como una paria (gesto vacuo);
viendo cómo los otros se negaban a hacerlo y abandonaban ostentosamente el
hemiciclo (gesto igualmente vacuo); viendo cómo a través de internet han
proliferado los memes y chanzas varias a costa de la difunta (lo cual
constituye un gesto de infinito mal gusto); viendo cómo la colección de jerarcas
y gerifaltes de su otrora partido se presentaban en el funeral, contrariando la
petición expresa de la familia de la finada, a fin de hacer las oportunas
declaraciones ante los medios cantando las loas de la “compañera”. Y de fondo
las teorías conspirativas que hablan de la “sospechosa” muerte de la ex
alcaldesa como la última de una serie de defunciones de personas relacionadas
con la trama Gürtell. ¿Silenciados todos ellos para que no aporten pruebas
incómodas para otros? Sabe Dios…
Todos bailando sobre la tumba de Rita para
hacer ver lo buenos chicos que son. Tan infames son como los que hacen mofa de
ella.
¿Formaba parte Rita Barberá de tramas de
corrupción? Estoy convencido de ello. ¿Y qué? Ya no se la puede interrogar.
Está muerta. Quizá nos frustra no poderla ver condenada, enriquecida en una
época en la que España se empobrece, y sentimos la tentación de quemarla en
efigie (a lo que tan dados eran nuestros antepasados) o desenterrarla para
quemarla o ahorcarla después de muerta
(práctica esta también muy extendida en épocas pasadas). Está muerta. Ha muerto
sola en la habitación de un hotel. Una manera triste de abandonar este mundo.
Tras ella quedan las colas para firmar en el libro de condolencias (más de
cuatro mil valencianos fueron a rendirle homenaje, parece que no todo el mundo
la odiaba) y los elogios mecánicos de sus ex compañeros de partido. Realmente
no sabemos nada de ella: alcaldesa, senadora, corrupta… La persona queda
oculta. Es denigrante alegrarse o al menos reírse ante la muerte de un ser
humano. Tan denigrante es hablar mal de los muertos como hablar demasiado bien,
sin venir a cuento. Las almas continúan su viaje y dejan atrás las miserias de
este mundo. Dejémoslas en paz.
No soporto acabar así. Necesito hacer un guiño. ¿Recuerdan la canción de Siniestro Total a la que he tomado prestado el título de esta entrada? Ahí se la dejo. Es un recuerdo de la época en que todo parecía más fácil y no podíamos ni imaginar la cantidad de mierda que se nos venía encima. Me hago eco de la dedicatoria de la persona que ha subido la canción a YouTube:
"Con cariño y de corazón a todos aquellos que intentan (sin éxito) amargarnos la existencia día a día".
Ahí queda eso.
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