jueves, 8 de diciembre de 2016

FEMINAZIS (I)

 Rush Limbaugh, locutor de radio y prototipo del norteamericano de carnes blancas, obeso y republicano (en el sentido made in USA del término), popularizó a principios de los noventa la palabra “feminazi” en alusión a las activistas defensoras del derecho al aborto afirmando que “una feminazi es una mujer que cree que lo más importante en la vida es asegurarse de que se practiquen tantos abortos como sea posible”. Cometarios como este dan idea de la catadura del sujeto en cuestión. La dichosa palabreja ha quedado como apelativo para cierto tipo de feministas que sustentan una ideología de odio visceral hacia los hombres. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que el feminismo es un movimiento social que se caracteriza por defender la igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades entre hombres y mujeres, eliminando toda discriminación basada en los roles de género impuestos por las sociedades a lo largo de la historia.

 A mí, personalmente me da mucha rabia oír la odiosa palabreja en boca de personas muy diversas, incluso de aquellas que para nada asociaríamos, en principio, a la defensa de posturas machistas; pues se ha extendido la creencia de que “las feministas” (haciéndose la referencia a ellas de forma vaga e imprecisa) “a veces se pasan” (sin precisar tampoco en qué). Por otra parte, los grupos ultra conservadores de siempre, con su inevitable coro de palmeros en redes sociales, barras de bar y otros foros, nos venden la imagen de unas feministas feroces, dispuestas a arrasar con el modelo de familia tradicional, convirtiendo la sociedad en un caos y dispuestas a salir a la calle como una horda de fieras desatadas, quemando sus sujetadores, exhibiendo sus bebés abortados ensartados en lanzas y pidiendo la cabeza de cualquier hombre que ose cederles el paso  (el rollizo Limbaugh, de hecho, comparaba la existencia del derecho al aborto con el holocausto perpetrado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, de ahí el burdo juego de palabras).

 Tales simplismos, dirigidos a orientar la voluntad de una masa necia y descerebrada, darían risa si no fueran porque tanta gente se los cree.

 El machismo, entendido como la creencia en una superioridad inexplicable e incontestable de los hombres sobre las mujeres, existe. Está íntimamente entretejido con las fibras de nuestro tejido social y cultural y adquiere múltiples formas. Algunas furiosamente explícitas y otras más sutiles.

 Recuerdo a una mujer muy querida, ya fallecida, que puso a mi esposa de vuelta y media por el horrible pecado de permitir que yo me planchara una camisa mientras ella estaba tranquilamente sentada. Tal cosa le resultaba sencillamente inadmisible. He visto a mujeres llevando el alcohol en botellitas a sus maridos alcoholizados perdidos para que se tomen el combinado de después de la comida en una reunión familiar. He visto a una mujer llevar un vasito de agua a su marido porque a éste debía pesarle demasiado cierta parte para levantarse e ir a por agua él mismo. He sabido de mujeres que se han tatuado o se han puesto prótesis mamarias sólo porque a sus maridos les pone… La lista de sinsentidos es vasta, horrible… Pero las feministas exageran.

   Una mujer tiene que soportar que su jefe le diga que si encontrara a un hombre con su mismo currículum, la despediría y lo contrataría a él (esto es un hecho real). La brecha salarial entre hombres y  mujeres en España es del 19,3%… Pero las feministas exageran.

 Una mujer tiene que soportar que la miren mal mientras da de mamar a su hijo cobijada por una marquesina que muestra una modelo luciendo un escote inusitadamente generoso… Pero las feministas exageran.

 “Es que se saca las cosas de quicio con la violencia de género, hay muchas denuncias falsas”. El 0,006% de las denuncias por violencia de género se han demostrado como falsas según datos recopilados desde 2009 (fuente: Fiscalía General del Estado)… Pero las feministas exageran.

 “También hay muchos hombres maltratados por sus parejas, de eso no se habla…”  En el año 2014 fueron 54 las mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas (aparte de cuatro hijos e hijas que estaban en el peor lugar y en peor momento), mientras que fueron 8 los hombres asesinados (fuente: Informe del Consejo General del Poder Judicial). La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha sido censurada por sectores… (¿cómo catalogarlos? ¿machistas? ¿neomachistas? ¿posmachistas? ¿reaccionarios? no se me ocurre) de este país por afirmar que la violencia de género “es un enfrentamiento puro entre la cultura tradicional masculina de la violencia y la femenina, que es la vida”. Al menos con las cifras en la mano y opiniones aparte, hay que darle la razón. En 2014 fueron cometidos 370 asesinatos en España, de los que 344 fueron cometidos por varones. El 31% de las víctimas fueron mujeres, unas 114, de las cuales 54, como ya hemos dicho han sido asesinadas en un contexto de violencia de género. Es decir: los hombres matan muchísimo más que las mujeres y tienden a matar a otros hombres, pero cuando se trata de matar a una mujer a casi una de cada dos se la mata “porque era mía”.  El machismo reconvertido que sufrimos hoy día marea con el tema de los hombres maltratados porque pretende deformar la realidad y enturbiar la visibilidad de la violencia estructural contra las mujeres. Bajo el lema de “todo es violencia y debe tratarse igual” se esconde la intención de desinformar y desprestigiar a un movimiento social que pretende lograr la igualdad, no crucificar a nadie. Mientras que el machismo pretende y pretenderá humillar, someter y anular a las mujeres para satisfacer sus propios fines.

 Pero las feministas exageran.

 (Continuará)





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