Rush Limbaugh, locutor
de radio y prototipo del norteamericano de carnes blancas, obeso y republicano
(en el sentido made in USA del
término), popularizó a principios de los noventa la palabra “feminazi” en
alusión a las activistas defensoras del derecho al aborto afirmando que “una
feminazi es una mujer que cree que lo más importante en la vida es asegurarse
de que se practiquen tantos abortos como sea posible”. Cometarios como este dan
idea de la catadura del sujeto en cuestión. La dichosa palabreja ha quedado
como apelativo para cierto tipo de feministas que sustentan una ideología de
odio visceral hacia los hombres. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe
que el feminismo es un movimiento social que se caracteriza por defender la
igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades entre hombres y
mujeres, eliminando toda discriminación basada en los roles de género impuestos
por las sociedades a lo largo de la historia.
A mí, personalmente me da mucha rabia oír la
odiosa palabreja en boca de personas muy diversas, incluso de aquellas que para
nada asociaríamos, en principio, a la defensa de posturas machistas; pues se ha
extendido la creencia de que “las feministas” (haciéndose la referencia a ellas
de forma vaga e imprecisa) “a veces se pasan” (sin precisar tampoco en qué).
Por otra parte, los grupos ultra conservadores de siempre, con su inevitable
coro de palmeros en redes sociales, barras de bar y otros foros, nos venden la
imagen de unas feministas feroces, dispuestas a arrasar con el modelo de
familia tradicional, convirtiendo la sociedad en un caos y dispuestas a salir a
la calle como una horda de fieras desatadas, quemando sus sujetadores,
exhibiendo sus bebés abortados ensartados en lanzas y pidiendo la cabeza de
cualquier hombre que ose cederles el paso (el rollizo Limbaugh, de hecho, comparaba la
existencia del derecho al aborto con el holocausto perpetrado por los nazis en
la Segunda Guerra Mundial, de ahí el burdo juego de palabras).
Tales simplismos, dirigidos a orientar la
voluntad de una masa necia y descerebrada, darían risa si no fueran porque
tanta gente se los cree.
El machismo, entendido como la creencia en una
superioridad inexplicable e incontestable de los hombres sobre las mujeres,
existe. Está íntimamente entretejido con las fibras de nuestro tejido social y
cultural y adquiere múltiples formas. Algunas furiosamente explícitas y otras
más sutiles.
Recuerdo a una mujer muy querida, ya
fallecida, que puso a mi esposa de vuelta y media por el horrible pecado de
permitir que yo me planchara una camisa mientras ella estaba tranquilamente
sentada. Tal cosa le resultaba sencillamente inadmisible. He visto a mujeres
llevando el alcohol en botellitas a sus maridos alcoholizados perdidos para que
se tomen el combinado de después de la comida en una reunión familiar. He visto
a una mujer llevar un vasito de agua a su marido porque a éste debía pesarle
demasiado cierta parte para levantarse e ir a por agua él mismo. He sabido de
mujeres que se han tatuado o se han puesto prótesis mamarias sólo porque a sus
maridos les pone… La lista de sinsentidos es vasta, horrible… Pero las
feministas exageran.
Una
mujer tiene que soportar que su jefe le diga que si encontrara a un hombre con
su mismo currículum, la despediría y lo contrataría a él (esto es un hecho
real). La brecha salarial entre hombres y
mujeres en España es del 19,3%… Pero las feministas exageran.
Una mujer tiene que soportar que la miren mal
mientras da de mamar a su hijo cobijada por una marquesina que muestra una
modelo luciendo un escote inusitadamente generoso… Pero las feministas
exageran.
“Es que se saca las cosas de quicio con la
violencia de género, hay muchas denuncias falsas”. El 0,006% de las denuncias
por violencia de género se han demostrado como falsas según datos recopilados
desde 2009 (fuente: Fiscalía General del Estado)… Pero las feministas exageran.
“También hay muchos hombres maltratados por
sus parejas, de eso no se habla…” En el
año 2014 fueron 54 las mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas (aparte
de cuatro hijos e hijas que estaban en el peor lugar y en peor momento),
mientras que fueron 8 los hombres asesinados (fuente: Informe del Consejo
General del Poder Judicial). La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha sido
censurada por sectores… (¿cómo catalogarlos? ¿machistas? ¿neomachistas?
¿posmachistas? ¿reaccionarios? no se me ocurre) de este país por afirmar que la
violencia de género “es un enfrentamiento puro entre la cultura tradicional
masculina de la violencia y la femenina, que es la vida”. Al menos con las
cifras en la mano y opiniones aparte, hay que darle la razón. En 2014 fueron
cometidos 370 asesinatos en España, de los que 344 fueron cometidos por
varones. El 31% de las víctimas fueron mujeres, unas 114, de las cuales 54,
como ya hemos dicho han sido asesinadas en un contexto de violencia de género.
Es decir: los hombres matan muchísimo más que las mujeres y tienden a matar a
otros hombres, pero cuando se trata de matar a una mujer a casi una de cada dos
se la mata “porque era mía”. El machismo
reconvertido que sufrimos hoy día marea con el tema de los hombres maltratados
porque pretende deformar la realidad y enturbiar la visibilidad de la violencia
estructural contra las mujeres. Bajo el lema de “todo es violencia y debe
tratarse igual” se esconde la intención de desinformar y desprestigiar a un
movimiento social que pretende lograr la igualdad, no crucificar a nadie.
Mientras que el machismo pretende y pretenderá humillar, someter y anular a las
mujeres para satisfacer sus propios fines.
Pero las feministas exageran.
(Continuará)
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