"¡Cuatro melones, dos euros!" resuena el grito por el cutre megáfono que suena cascado de tantos años de ponerlo a tope. "¡Cuatro melones a dos euros, señora! ¡Esto no es vendío, es regalao, señora! ¡Que me lo quitan de las manos, oiga! ¡Por dos euros, melones pa toa la semana!"
La gran furgoneta blanca está estratégicamente aparcada en la esquina, violando todos los reglamentos de estacionamiento habidos de aquí a Pekín, pero con una visión inmejorable de las posibles rutas de llegada de la policía, por si hay que poner rápidamente pies en polvorosa. Que no está la cosa para ir pagando multazos por vender en la vía pública sin licencia y hay que buscarse la vida. Una pequeña multitud se agolpa junto al vehículo que apesta a melones podridos. Hace calor y muchos ya están que se les puede meter el dedo, pero la mano sucia del vendedor desecha éstos cuando los elige del montón para meterlos en una anónima bolsa de plástico blanco. Las monedas cambian de manos y los vecinos se marchan contentos con su botín.
Los melones son pequeños, de esos que el intermediario no se dignaría ni a mirar y que sólo compraría a una cantidad ridícula, si es que llegara a decidirse a comprarlos. Melones pequeños que no entran por el ojo... pero son comida. El agricultor prescinde de la cadena de distribución, echa los melones a la furgoneta y se va a venderlos él mismo arriesgándose a que le metan una multa que le deje en la cuneta para los restos.
Escenas de la crisis. Hay que buscarse la vida.
La gente ha de vivir en estos tiempos, y hace lo posible, y comida es comida, hay gente en españa que no tiene que comer
ResponderEliminar