Últimamente, por razones personales, medito mucho sobre las sinrazones de la Iglesia Católica, pero confieso que me ha sorprendido mucho
ver el revuelo que se ha armado con la prohibición de la dispersión en la naturaleza o del mantenimiento en un domicilio de las cenizas de
un difunto. No se trata de nada nuevo, pues aunque la doctrina católica tolera
la cremación, se muestra inflexible sobre el hecho de que los restos mortales
de los cristianos han de reposar en terreno consagrado. Se ha tratado nada más
que de un recordatorio sobre algo que ya estaba muy claro, pero que un amplio
número de cristianillos de bautizo, boda, comunión y entierro se saltaban (y
saltan) alegremente a la torera. Y es que eso de esparcir las cenizas al viento
tiene su punto romántico… Siempre que se tome la precaución de situarse con el
aliento de Eolo soplando a la espalda… y no de cara.
¿Por qué me sorprende el revuelo? Por la
sencilla razón de que si una persona se alinea dentro de una determinada fe,
tiene que plegarse a las exigencias de ésta. Pero claro, en una Iglesia
Católica donde las bodas, bautizos y comuniones se han convertido en un circo,
se pagan misas por los difuntos y se declaran nulidades matrimoniales a golpe
de talonario es fácil creerse que todo el monte es orégano y cuando el clero se
pone tonto con las prohibiciones la gente se mosquea en un típico “¿ahora os
ponéis serios?”
Esta tendencia a la frivolidad dentro de la
Iglesia Católica, sobre todo cuando hay dinero de por medio, insuficientemente
compensada por los desvelos de la Congregación de la Doctrina de la Fe (triste
heredera de la Santa Inquisición) resulta, con todo, menos desagradable que la
insufrible costumbre del clero de meterse donde no le llaman. Porque seamos
claros: el clero, si debe tener algún poder,
es el que los fieles le dan para
aconsejar dentro del ámbito de influencia de las comunidades cristianas (y eso
con tacto). Yendo más allá caen en una triste y patética querencia al mangoneo,
querencia heredada de siglos viviendo y engordando a la sombra de las
estructuras de poder.
De hecho aún siguen engordando a la sombra de
dichas estructuras, lo cual se nos recuerda cada primavera al hacer la
declaración de la renta. La ONG Europa
Laica estimó en 2015 que el Estado Español cedió a la iglesia Católica, ya
fuese directamente mediante aportaciones o de manera indirecta dejando de cobrarle
impuestos y tributos diversos, la friolera de 11.000 millones de euros, lo que
equivale al 1% del PIB. Eso, en un país que proclama su aconfesionalidad en la
Constitución, no deja de resultar incoherente. Naturalmente, semejante trato de
favor en lo económico, síntoma de su enraizamiento en las altas esferas del
poder, da idea de lo seguros y asentados que se sienten los clérigos, sobre
todo los de alto rango, para manipular.
Es brutal.
Es brutal que la Conferencia Episcopal
presione para que la enseñanza de la fe se convierta en una asignatura de
religión impartida en los colegios públicos, puntuable como todas las demás,
para compensar la falta de poder de convocatoria de sus parroquias. Eso es
adoctrinamiento y proselitismo.
Es brutal que cargos públicos juren ante la
Biblia y la imagen de Cristo Crucificado. ¿No sienten vergüenza de mancillar lo
sagrado?
Es brutal que un obispo diga que en el hogar “el varón es signo de fortaleza y de
autoridad que ayuda a crecer” y
que “la mujer tiene una aportación
específica: da calor al hogar”.
Es brutal que un arzobispado publique un
libro que bajo el título “Cásate y se
sumisa” atesore perlas como “La mujer lleva inscrita la obediencia en su
interior. El hombre, en cambio, lleva la vocación de la libertad y de la guía”.
Es
brutal que un obispo diga en una charla ante quinientos escolares que "la
legislación española sobre el matrimonio es la peor del mundo, porque se habla
de "cónyuge 1 y cónyuge 2, que bien podría ser dos hombres, un hombre y un
perro o un bebé y un anciano de 70 años".
Es brutal que un obispo presione para el cese
del hermano mayor de una Cofradía de Semana Santa por ser divorciado.
Es brutal que un obispo presione para el cese
de un profesional por ser un fraile secularizado casado con una divorciada y
coloque a dedo en su lugar a alguien que le es afín por amistad e ideología,
mientras las razones técnicas saltan por la ventana.
La lista de las injerencias en la vida pública
de estos clérigos, malos refritos de Torquemadas y dominicos de sambenito y
hoguera, sería interminable. Son primitivos, irresponsables, pagados de sí
mismos y muy peligrosos, por el daño que pueden causar en las vidas de las
personas y el poder que les otorgan aquellos que les bailan el agua.
Jesús de Nazaret, llamado Cristo, fue el
mensajero divino que vino al mundo hace dos milenios a renovar el mensaje de
paz y unidad transmitido por la religión de Dios (que es una) desde el origen
de la humanidad. Muhammad, el Báb y Bahá ´u´ lláh lo citan con amor y respeto
como parte de la Revelación habida a lo largo de la historia, pero la iglesia
instituida sobre los hombros de Pedro, aquel pobre pescador, está moralmente en
ruinas, la pobre. Los ministros que supuestamente hablan en su nombre, sueltan
por la boca en demasiadas ocasiones, auténticas inmundicias que desprestigian a
la religión. Menos mal que Dios todo lo perdona, porque lo que es a mí… me
cuesta trabajillo. A los cristianos de base (yo mismo fui uno hace tiempo) no
les envidio el plan en absoluto.
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