domingo, 29 de julio de 2018

CAL VIVA


 Hace cuatro días seiscientos hombres procedentes de países subsaharianos se lanzaron  contra la valla que rodea Ceuta y la superaron. Nada pudieron hacer los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional para contenerlos. Fue un asalto en toda regla: radiales para cortar los alambres, palos, algún coctel Molotov, cal viva… Resulta impactante el uso de cal viva como arma en el siglo XXI. Está documentado su uso desde la Antigüedad, como arma química, sola o en combinación con otras sustancias. Hoy día, frente a los  arsenales químicos y bacteriológicos de los ejércitos modernos, parece una cosa ridícula, fuera de contexto; pero en el cuerpo a cuerpo resulta eficaz. Está al alcance de cualquiera… Es un arma de pobres.

 Circula por las redes un supuesto mensaje de una enfermera de Ceuta que se lamenta del estado de los policías y guardias heridos: “son guardias civiles bastante jóvenes a los que los cabrones de los inmigrantes les han echado cal viva”.

 Los cabrones de los inmigrantes.

 En efecto, hay que ser un cabrón para arrojar cal viva a la cara de una persona. ¿O no?

 También hay que ser un cabrón para colocar concertinas (tiene gracia que este alambre de cuchillas comparta nombre con un instrumento musical) en lo alto de una valla, sabiendo que  van a subirse igualmente y que el único resultado será que los inmigrantes que se suban tendrán cortes más brutales que con el simple alambre de púas.

 Porque van a seguir subiéndose ¿saben? Por una razón muy simple: les mueve la desesperación. La única manera de pararlos sería exterminarlos. Habrá por ahí más de uno (y de una) que lo haría… y más de mil… y de un millón. Exterminarlos a tiros, a bombazos, como hace con los palestinos el ejército israelí, el brazo armado de la organización terrorista que gobierna en Tel-Aviv.

 Nos resulta fácil ponernos en el lugar de los guardias y policías heridos. Son compatriotas nuestros, tipos con los que compartimos cultura, gustos, preocupaciones… Además su función en zonas fronterizas tan calientes como Ceuta o Melilla es muy perra. Ni tienen los medios adecuados ni, en el fondo, están preparados para ello. Y seamos claros, que te tiren mierda, meados, cal viva e intenten abrirte la cabeza con un palo o lo que sea no tiene perdón de Dios. Es una canallada. Tú solo estás ahí haciendo tu trabajo, eres buena persona joder… pero eso al inmigrante le importa una mierda.

 Y a mí, si estuviera en el lugar del inmigrante, también me importaría una mierda.

 Dignémonos desde nuestra posición de ricos habitantes del mundo desarrollado a tratar de ponernos en el pellejo de ese inmigrante que arroja la cal viva. Sí, he dicho ricos, tenemos electricidad, agua corriente en nuestra casa (agua potable, se entiende), comemos todos los días razonablemente bien, tenemos una taza de wáter que hace desaparecer nuestros residuos orgánicos en un santiamén… Todas esas pijadas nos convierten en ricos, al menos en la mitad rica (así a ojo y redondeando) del planeta. La otra mitad no tiene aseguradas esas cosas que usted y yo damos por supuestas. Si la palabra rico le resulta incómoda, llámese privilegiado. Bien, las gentes que cada verano se lanzan a atravesar el Mediterráneo, así como los que se atreven con las vallas de Ceuta y Melilla, pertenecen a esa mitad pobre. La que no tiene los recursos básicos asegurados. La que vive en entornos sociales tan deteriorados que la vida en ellos no vale nada. Vienen huyendo de la miseria, del hambre, de una certeza de muerte violenta en no pocas ocasiones, pues en el mundo hay decenas de conflictos abiertos de los que no tenemos noticia porque no salen en los medios de comunicación. ¿Acaso alguien cree que una persona puede arriesgarse a atravesar el desierto del Sahara porque no tiene nada mejor que hacer?  ¿Acaso no se enfrentan a un viaje en el que el riesgo de muerte es enorme porque les empuja la absoluta certeza de que lo que dejan atrás es peor?

 Porque luego está la promesa de la tierra prometida. Creen que Europa es el puto paraíso. Lo creen firmemente. Tienen la visión de los turistas, de los pilotos majaras que atraviesan África en coche o en moto, ven deslumbrados la publicidad del norte desarrollado que llega a los lugares donde viven. ¿No van a creer que aquí atamos a los perros con longanizas? Eso del efecto llamada es una completa memez. Europa lleva décadas llamando a los desposeídos de África, lo mismo que Estados Unidos lleva décadas llamando a los desposeídos de América Latina. Los llama como con cantos de sirena, de un modo implacable e irresistible.

 Si intento ponerme en el lugar del joven subsahariano, llego a la certeza de que una valla no va a pararme. Por mucha concertina o por mucho guardia civil que se ponga delante. Me los llevo por delante o muero en el intento.

 Total, en cierto modo ya estoy muerto, porque al mundo entero le importo un carajo.

 ¿Y qué culpa tengo yo?  Puede lamentarse el pobre europeíto de a pie que paga sus impuestos, está acojonado por la invasión que se nos viene encima y se lamenta de que se dan ayudas sociales a los inmigrantes. Pues mire, culpa, lo que se dice culpa… Esos países tienen una economía de mierda fundamentalmente porque sus recursos y mano de obra están vendidas por cuatro duros a las mega corporaciones que controlan la economía mundial y que dictan su ley a todo el mundo libre, que se dice que está liderado por Estados Unidos , pero que es mentira. Bueno, no del todo. El mundo libre está dirigido por Wall Street, que está en Estados Unidos. La economía manda en la política y la política dicta las leyes para favorecer a la economía que beneficia a unos pocos mega ricos mientras a los demás nos dejan las migajas (tener casa, comida, un cochecito…) para satisfacernos y ponernos como basiliscos ante los más pobres por miedo a perder el bienestar material que tenemos.

 Culpa lo que se dice culpa… bueno. Usted y yo somos siervos. Siervos de un sistema económico criminal que produce pobres y a otros más pobres todavía que se enfrentan entre ellos.

 Las redes arden con mensajes patrioteros en apoyo a la guardia civil, la policía e incluso invocando la intervención del ejército para frenar la invasión. Van a arrasar nuestra cultura, nuestra forma de vida, tenemos que pararlos… porque a los hijos de a gran puta que los han sumido en la miseria y que explotan nuestro miedo para que no levantemos la cabeza, hagamos una maldita revolución y los arranquemos de sus impolutos despachos, no los para ni Dios mientras el populacho del los países desarrollados siga clamando por un líder que les salve el culo de los inmigrantes malos malísimos que vienen a cargarse nuestra civilización.

 Al final los pobres, los pobres de verdad, los últimos de los últimos, nos barrerán… ¿Y saben qué? Lo tendremos merecido. Por cobardes, por pusilánimes, por idiotas… por no invertir un solo gramo de energía contra los capitalistas que han convertido este planeta en un enorme montón de basura. Porque nos quieren divididos, ignorantes, pendientes solo de proteger nuestra jodida parcelita… y dispuestos a votar al mamón que prometa hacerlo.

 Hitler subió al poder así. No lo olviden.

 Mientras tanto los inmigrantes seguirán viniendo. Se haga lo que se haga.   Y si empezamos a matarlos vendrán más y vendrán armados y tendremos una guerra. ¿Tienen idea de cuantos fusiles AK-47 de garrafa y armas obsoletas, pero aún funcionales, hay por  el mundo? Si ponemos más saña en impedir su entrada, reforzaremos la creencia de que pasar a Europa es el premio gordo y vendrán por oleadas que harán que la de Ceuta parezca un picnic.

  Las instituciones tienen la responsabilidad de solucionar el problema y destinar medios y planes a la gestión de los movimientos migratorios. Eso es lo que un ciudadano responsable exigirá… y no que se electrifique la puta valla de Ceuta. No basta con cortarlos con las concertinas, ahora también hay que asarlos. Hay ser cafre. Mantén al inmigrante fuera mientras me acabo la cerveza y el pincho de tortilla.

 Ignorante, ingenuo… Completo idiota. La cal viva la tienes tú… donde tendría que estar tu cerebro.

domingo, 22 de julio de 2018

SOBRE LA (FALSA) UNIDAD DE ESPAÑA (y II)


  No quiero ponerme ahora a hacer una valoración del nacionalismo catalán, del vasco… o del que sea. No me considero capacitado para ello. Son fenómenos demasiado complejos desde el punto de vista histórico, social, cultural, económico… como para pararme a hacer análisis. Mi intención con estas líneas sólo es llamar la atención sobre lo insostenible del concepto de España como unidad indivisible. Lo que se une a la fuerza, nunca va a estar realmente unido, máxime si el pegamento es la voluntad de reyes a los que mueven intereses muy alejados del bienestar de los ciudadanos o, más recientemente en el tumultuoso siglo XX, la presión de movimientos conservadores que tienen como única razón de ser cortar de raíz toda iniciativa dirigida a mejorar las condiciones de vida del pueblo, con el fin de asegurar la supremacía de unos pocos. Tanta presión que se forzó una guerra civil, que como hemos visto no ha sido la única y ojalá sea la última.

  No sé qué forma debería adquirir el Estado Español para ser un conjunto más coherente de lo que ha sido en los últimos trescientos años. Sí, cuento a partir de 1700. A los dos siglos anteriores, los siglos de los Austrias, si bien nefastos en muchos aspectos por la horrenda corrupción de la monarquía (entre otras causas) les atribuyo cierto tino en cuanto a respetar las distintas nacionalidades de los reinos peninsulares y buscar alguna suerte de equilibrio. Claro que estos años estuvieron jalonados de conflictos: Rebelión de las Comunidades de Castilla, Rebelión de las Germanías, Sublevación de Cataluña o Guerra de los Segadores… Pero el despotismo de los Borbones se llevaría la palma en cuanto a convertir España entera (no solo Castilla) en un cortijo.

 A día de hoy, el artificial concepto de unidad de España está ligado a la idea de monarquía, un concepto tan arcaico y fuera de lugar en una sociedad moderna como pudiera ser el de la inquisición o la financiación del Estado a la iglesia católica (ups). Una democracia moderna tiene que ser republicana, con un jefe de Estado  y representantes electos por sufragio universal en el marco de una ley electoral que no favorezca a los grandes partidos (como es el caso de la española). Que un Borbón, descendiente de una estirpe de cobardes, traidores, pusilánimes y viciosos (digno miembro de tal ralea ha resultado ser Juan Carlos I, “el campechano”) sea el jefe de estado de España es un desatino histórico y una burla, máxime cuando está ahí por la voluntad de un dictador que se meó encima de la pluralidad de España tras haberla arrasado.

 Como decía al principio de este escrito: España no es una, nunca lo ha sido. Si alguna vez es grande y libre aún está por ver. Depende de si logramos sacudirnos de encima lacras como el fascismo de nuevo cuño subyacente en nuestra sociedad, la corrupción institucional, esta raza de políticos “profesionales” pijos y pijas que no saben lo que es trabajar para ganarse el pan y también depende de si conseguimos convivir como lo que somos, varias naciones unidas en una entidad supranacional llamada España y formada por azarosos avatares de la historia.  Quizá la fórmula sea una federación, pero para eso necesitamos una sociedad más madura que la que tenemos, una sociedad en la que el orgullo nacional sea una cosa moderada, un sentimiento comparable al placer que te da tomarte una cervecilla en tu terraza favorita del barrio donde te criaste, donde te sientes cómodo y a gusto… y no una furia desatada que te autoriza a cagarte en los muertos del vecino convencido de que haces lo correcto y de que quien no se comparte como tú no es un patriota.

 Hablando de patriotas… Ahí les dejo la foto de unos que se han hecho muy populares en los últimos días. Si a estos les cuestionas la unidad de España te parten la cabeza. Argumento incontestable de los que no saben argumentar. A ver si alguien se siente identificado…




sábado, 21 de julio de 2018

SOBRE LA (FALSA) UNIDAD DE ESPAÑA (I)


 Y dale con la unidad de España…

 ¿Se puede ser más pesado?  España no es una. Nunca ha sido una… y lo de grande y libre está aún por ver.

 Cuando se ve a tanto politicastro de turno enarbolando el concepto una y otra vez… hasta la náusea, como apoyo para discursos trasnochados, vacíos y con toda seguridad interesados, cuesta trabajo no dejarse llevar por la más profunda de las indignaciones. ¿Realmente esta gente se cree lo que dice? ¿Realmente creen que España es una nación? Una nación en el sentido más extenso del término, quiero decir. La palabra nación tiene dos acepciones. La primera se refiere al conjunto de habitantes de un determinado territorio regido por el mismo gobierno y la segunda se refiere al conjunto de personas con una misma identidad cultural, que generalmente hablan el mismo idioma y tienen una tradición común. Nos quieren vender la burra de que lo primero lleva, por arte de magia, a lo segundo, pero no es cierto.

 La unidad cultural de España es una ficción y ni siquiera de las buenas. Para evaluar la calidad de su unión política hay que retroceder unos cuantos siglos.

 A mediados del siglo XV la Península Ibérica estaba dividida en los siguientes reinos: Granada (extinto desde enero de 1492), Portugal, Castilla, Navarra y la Corona de Aragón. Aragón no era un reino al uso, sino que estaba dividido en diversos territorios, además de otros fuera de la península  y esparcidos por el Mediterráneo. Cada uno de estos territorios tenía una marcada autonomía política jurídica y económica y el rey tenía que andarse con mucho cuidado por no herir susceptibilidades locales. Castilla por el    contrario era una monarquía fuertemente centralizada.                         I

 En 1469 tiene lugar la boda entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón y ello constituyó un hecho de enorme trascendencia, pero no hasta el punto que quiso pintar la historiografía patriotera posterior.  Lo siguiente está extraído de un viejo libro de texto de mi padre, que aún atesoro en mi modesta biblioteca:

 “Por designio providencial, al unirse los que después fueron los Reyes Católicos, Doña Isabel y Don Fernando, todos los reinos cristianos estaban unidos en dos grandes grupos: de un lado Castilla y León y del otro Aragón y Cataluña. Y cuando ambos príncipes subieron a sus respectivos tronos, que luego no fue más que uno, la unidad nacional quedó realizada.”

 Así, por obra y gracia de un matrimonio,  quedan mezclados el agua y el aceite. De un lado Castilla, una monarquía centralizada de carácter fuertemente rural, con una nobleza cafre e iletrada curtida en las luchas con los Nazaríes de Granada cuando éstos olvidaban pagar sus tributos y por otro Aragón, un mosaico de territorios semi autónomos cuya nobleza tenía que bregar con una pujante burguesía enriquecida por el comercio ultramarino.  Ambos reinos funcionaron de manera coordinada en algunos asuntos de política exterior y Fernando luchó por introducir en Castilla algunas medidas para relanzar su atrasada economía de criadores de ovejas. En esencia, Castilla siguió siendo Castilla y Aragón siguió siendo Aragón en lo jurídico y en política interior durante los siglos XVI y XVII, aunque los reyes de la casa de Austria ostentasen el título de reyes de España y esto último solo fue posible gracias a que Fernando el Católico no pudo engendrar un heredero varón con su segunda esposa, Germana de Foix, viudo ya de Isabel, y su hija Juana (la loca) heredó la corona de Aragón. Se incorporó  Navarra en 1512 tras hostialidades e intrigas, pero no fue una unión duradera, no se logró controlarla y en los siglos siguientes estuvo vinculada con Francia. Hasta 1841 no pasa a ser considerada provincia foral española.

 O sea, que hasta el inicio del siglo XVIII nos encontramos un reino de España que es una unidad solo de cara al exterior. De puertas para dentro los territorios de la Corona de Aragón tienen una gran autonomía y el rey de España no se encuentra tan cómodo en ellos como en su cortijo castellano. Cuando el último rey Austria, Carlos II el Hechizado, ese pobre diablo fruto de la consanguinidad y de la paupérrima calidad genética de los Austrias, muere sin descendencia, se abre la lucha por el poder entre dos pretendientes: Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV de Francia “el Rey Sol” y también bisnieto de Felipe IV de España (imagen de la izquierda), y Carlos de Austria, de la rama germánica de los Absburgo (imagen de la derecha).  Fue la llamada Guerra de Sucesión, de facto una auténtica guerra civil entre Castilla (alineada con el Borbón) y la Corona de Aragón (alineada con el Austria). El Borbón se alzó con el triunfo, inauguró la podrida dinastía que hoy reina en nuestro país y con los Decretos de Nueva Planta barrió de un plumazo todo el ordenamiento político y jurídico de la Corona de Aragón. Especialmente dura fue la represión en Cataluña, la última en capitular. Vascos y Navarros pierden sus fueros, o leyes propias, a raíz de las Guerras Carlistas del siglo XIX, guerras ocasionadas por la disputas en la sucesión al trono.


 Dicho de otro modo: la independencia política y jurídica de territorios que históricamente eran naciones de pleno derecho y que durante dos siglos convivieron dentro de una entidad supranacional llamada España, se suprimió a golpe de bayoneta, de bayoneta borbónica por más señas.

 Esa es la base de la unidad de España.

 (Continuará)






domingo, 8 de julio de 2018

LA FOTO


Todo comenzó con una foto. Ni siquiera  una buena foto. Una auténtica porquería, la verdad, aunque incluso una porquería lo suficientemente antigua puede tener cierto valor histórico.

 Representa la supuesta ejecución de dos sacerdotes durante la Guerra Civil Española. Digo supuesta porque para cualquier observador con dos dedos de luces salta a la vista que se trata de un montaje. Son con toda seguridad figurantes posando, que ni siquiera se toman la tarea demasiado en serio. Probablemente la foto fuese tomada con intenciones propagandísticas. 

   Eso sí, de ningún modo voy negar la persecución de la Iglesia Católica en las zonas controladas por la República durante la guerra, que se saldó con el asesinato de cerca de 7000 personas entre sacerdotes, frailes, monjes y monjas.

 El caso es que esta foto fue publicada en el grupo de Facebook “Sólo fotos antiguas de Málaga” en respuesta a la publicación de fotos alusivas al “estudio” llevado a cabo en 1939 en la prisión de Málaga por el psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera con cincuenta presas republicanas. Un miembro del grupo consideró que si se publicaba acerca de los desmanes del bando sublevado, también debía publicarse algo sobre los desmanes de la República (por aquello del equilibrio del universo, el jin y el jan y esa clase de cosas supongo) y colgó la foto de marras, que aparte de ser un auténtico churro no tiene relación demostrable con Málaga. Este usuario fue expulsado del grupo y yo lo agradecí públicamente mediante un comentario en el mismo, pues la historia debe tratarse con rigor y no pasando lo falso por lo auténtico y un grupo sobre fotos antiguas de Málaga es para eso y no para otra cosa.

 Para qué dije nada.

 Saltaron infinidad de furibundos comentarios, unos más que otros. “Que si la república hizo esto”, “que si los franquistas lo otro”, “que si Azaña”, “que solo nos molestamos cuando ponen las cosas malas que hizo Franco”…  que si pitos y flautas.

 Metí un dedo en la charca y saltaron como locas un millar de pirañas. Dispuestas a morderme a mí… y entre ellas. Evidentemente las heridas de la Guerra Civil no han cerrado y si alguna vez cierran lo harán de mala manera, como un viejo corte, feo y profundo, que se ha curado de forma chapucera y supura continuamente.

 Esas heridas al final matan.

 Rara es la familia española que no está tocada por los desastres de la guerra. Parientes caídos en el frente, muertos en los bombardeos, fusilados sumariamente frente a una tapia o dejados morir lentamente en prisión después de la guerra. Por miles se cuentan los muertos en fosas comunes sin documentar. Eso es la “micro historia” la historia de los seres humanos, de las familias que sufren la ausencia y el dolor del agravio que nada puede reparar. Para unos los republicanos eran los buenos, mientras que Franco era Satanás encarnado… o viceversa. Hay demasiado dolor, demasiado odio, como para ver las cosas con claridad.

 En cambio la “macro historia” es más clara. Voy a hacer una semblanza esquemática y asumo que muchos me tilden de partidista (y cosas peores).

 En 1936 España es una república muy inestable política y socialmente debido a la fragmentación de los partidos de uno y otro signo y atroces desigualdades sociales entre una masa proletaria y campesina empobrecida y una burguesía preocupada por mantener su estatus en medio de la crisis económica (no hace tanto del crack del 29) y la proliferación de movimientos  revolucionarios. En España surge también un movimiento de corte fascista, la Falange, que se erige en guardiana de los valores tradicionales. Como vemos no es más que un reflejo de lo que sucede en otras partes de Europa en ese momento histórico.

 Una alianza entre fuerzas conservadoras, la Falange, la Iglesia y buena parte del ejército, a fin de mantener el statu quo, auspicia la organización de un golpe de estado que fracasa en buena parte. No queda a los sublevados más opción que seguir adelante, pues lo contrario supondría afrontar la pena por traición. Así que atacan a la República seguros de poder imponerse, ya que aunque apenas cuentan con unidades navales, tienen las tropas más eficaces y cuentan con el apoyo efectivo de la Alemania e Italia. Las violencias, abusos y muertes son terribles por parte de ambos bandos, como en toda guerra. La población civil sufre horriblemente. La República opone una resistencia encarnizada, pero la falta de ayuda internacional significativa y las propias divisiones internas dan al traste con todos los esfuerzos.

 Franco, al que las muertes de José Antonio Primo de Rivera (ideólogo del Movimiento Nacional) y el general Mola (auténtico cerebro de golpe) dejan expedito el camino al poder desata una furiosa represión sobre el bando perdedor y gobierna España como dictador durante 40 años,  con las libertades individuales suprimidas y todos los poderes bajo su control.

 Franco designa como sucesor en la jefatura del Estado a Juan Carlos I, nieto del rey que se exilió al proclamarse la República. Se redacta una constitución, refrendada por referéndum, pero en la práctica no se produce una reforma del aparato policial, militar ni judicial. La Ley de Amnistía de 1977 elimina la posibilidad de investigar y juzgar todo abuso habido durante la dictadura y las empresas más importantes de España que hicieron su fortuna a la sombra del régimen de Franco, influyen descaradamente en la vida política. La división de poderes es más que dudosa y la polarización de la sociedad nunca ha dejado de sentirse.

 En efecto, Franco lo dejó todo atado y bien atado. Además, la sociedad española ha dado dos productos de valor inapreciable para toda dictadura fascista, ya sea declarada o encubierta: el obrero de derechas y el apolítico. El primero, aún sin tener donde caerse muerto, defiende los mismos valores que los gerifaltes que le ponen la soga al cuello; el segundo mete la cabeza en la tierra como el avestruz y se vanagloria de que la política no le interesa porque todos los políticos son unos sinvergüenzas… y se queda tan ancho. Los griegos tenían un nombre para esto: idiotes, que designaba al ciudadano que se desentendía de los asuntos públicos e iba a lo suyo. Sí, el castellano idiota deriva directamente… Por algo será.

 La dictadura de Franco fue el único régimen fascista que no se alineó contra los Aliados en la II Guerra Mundial. Por ello no fue erradicada.  En los años 50 pudo congraciarse con las potencias occidentales (EEUU a la cabeza) permitiendo el emplazamiento de bases aéreas y navales de la OTAN en plena Guerra Fría. Así pudo entrar en el concierto de las naciones, legitimarse como aliado contra el comunismo y sobrevivir. Finalmente, mediante una transición pretendidamente modélica (una enorme farsa en el fondo) ha logrado perpetuarse en las instituciones, en el poder económico y en buena parte de la masa popular hasta nuestros días.

 Que no cuenten conmigo.

 ¿Y con usted?

HITLER, EL INCOMPETENTE