Hace cuatro días seiscientos hombres
procedentes de países subsaharianos se lanzaron
contra la valla que rodea Ceuta y la superaron. Nada pudieron hacer los
agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional para contenerlos. Fue un
asalto en toda regla: radiales para cortar los alambres, palos, algún coctel
Molotov, cal viva… Resulta impactante el uso de cal viva como arma en el siglo
XXI. Está documentado su uso desde la Antigüedad, como arma química, sola o en
combinación con otras sustancias. Hoy día, frente a los arsenales químicos y bacteriológicos de los
ejércitos modernos, parece una cosa ridícula, fuera de contexto; pero en el
cuerpo a cuerpo resulta eficaz. Está al alcance de cualquiera… Es un arma de
pobres.
Circula por las redes un supuesto mensaje de
una enfermera de Ceuta que se lamenta del estado de los policías y guardias
heridos: “son guardias civiles bastante
jóvenes a los que los cabrones de los inmigrantes les han echado cal viva”.
Los cabrones de los inmigrantes.
En efecto, hay que ser un cabrón para arrojar
cal viva a la cara de una persona. ¿O no?
También hay que ser un cabrón para colocar
concertinas (tiene gracia que este alambre de cuchillas comparta nombre con un
instrumento musical) en lo alto de una valla, sabiendo que van a subirse igualmente y que el único
resultado será que los inmigrantes que se suban tendrán cortes más brutales que
con el simple alambre de púas.
Porque van a seguir subiéndose ¿saben? Por una
razón muy simple: les mueve la desesperación. La única manera de pararlos sería
exterminarlos. Habrá por ahí más de uno (y de una) que lo
haría… y más de mil… y de un millón. Exterminarlos a tiros, a bombazos, como
hace con los palestinos el ejército israelí, el brazo armado de la organización
terrorista que gobierna en Tel-Aviv.
Nos resulta fácil ponernos en el lugar de los
guardias y policías heridos. Son compatriotas nuestros, tipos con los que
compartimos cultura, gustos, preocupaciones… Además su función en zonas
fronterizas tan calientes como Ceuta o Melilla es muy perra. Ni tienen los
medios adecuados ni, en el fondo, están preparados para ello. Y seamos claros,
que te tiren mierda, meados, cal viva e intenten abrirte la cabeza con un palo
o lo que sea no tiene perdón de Dios. Es una canallada. Tú solo estás ahí
haciendo tu trabajo, eres buena persona joder… pero eso al inmigrante le
importa una mierda.
Y a mí, si estuviera en el lugar del
inmigrante, también me importaría una mierda.
Dignémonos desde nuestra posición de ricos
habitantes del mundo desarrollado a tratar de ponernos en el pellejo de ese
inmigrante que arroja la cal viva. Sí, he dicho ricos, tenemos electricidad,
agua corriente en nuestra casa (agua potable, se entiende), comemos todos los
días razonablemente bien, tenemos una taza de wáter que hace desaparecer
nuestros residuos orgánicos en un santiamén… Todas esas pijadas nos convierten
en ricos, al menos en la mitad rica (así a ojo y redondeando) del planeta. La
otra mitad no tiene aseguradas esas cosas que usted y yo damos por supuestas.
Si la palabra rico le resulta
incómoda, llámese privilegiado. Bien,
las gentes que cada verano se lanzan a atravesar el Mediterráneo, así como los
que se atreven con las vallas de Ceuta y Melilla, pertenecen a esa mitad pobre.
La que no tiene los recursos básicos asegurados. La que vive en entornos
sociales tan deteriorados que la vida en ellos no vale nada. Vienen huyendo de
la miseria, del hambre, de una certeza de muerte violenta en no pocas
ocasiones, pues en el mundo hay decenas de conflictos abiertos de los que no
tenemos noticia porque no salen en los medios de comunicación. ¿Acaso alguien
cree que una persona puede arriesgarse a atravesar el desierto del Sahara
porque no tiene nada mejor que hacer?
¿Acaso no se enfrentan a un viaje en el que el riesgo de muerte es
enorme porque les empuja la absoluta certeza de que lo que dejan atrás es peor?
Porque luego está la promesa de la tierra
prometida. Creen que Europa es el puto paraíso. Lo creen firmemente. Tienen la
visión de los turistas, de los pilotos majaras que atraviesan África en coche o
en moto, ven deslumbrados la publicidad del norte desarrollado que llega a los
lugares donde viven. ¿No van a creer que aquí atamos a los perros con
longanizas? Eso del efecto llamada es
una completa memez. Europa lleva décadas llamando a los desposeídos de África,
lo mismo que Estados Unidos lleva décadas llamando a los desposeídos de América
Latina. Los llama como con cantos de sirena, de un modo implacable e
irresistible.
Si intento ponerme en el lugar del joven subsahariano,
llego a la certeza de que una valla no va a pararme. Por mucha concertina o por
mucho guardia civil que se ponga delante. Me los llevo por delante o muero en
el intento.
Total, en cierto modo ya estoy muerto, porque
al mundo entero le importo un carajo.
¿Y qué
culpa tengo yo? Puede lamentarse el
pobre europeíto de a pie que paga sus impuestos, está acojonado por la invasión
que se nos viene encima y se lamenta de que se dan ayudas sociales a los
inmigrantes. Pues mire, culpa, lo que se dice culpa… Esos países tienen una
economía de mierda fundamentalmente porque sus recursos y mano de obra están
vendidas por cuatro duros a las mega corporaciones que controlan la economía
mundial y que dictan su ley a todo el mundo
libre, que se dice que está liderado por Estados Unidos , pero que es
mentira. Bueno, no del todo. El mundo
libre está dirigido por Wall Street, que está en Estados Unidos. La
economía manda en la política y la política dicta las leyes para favorecer a la
economía que beneficia a unos pocos mega ricos mientras a los demás nos dejan
las migajas (tener casa, comida, un cochecito…) para satisfacernos y ponernos
como basiliscos ante los más pobres por miedo a perder el bienestar material
que tenemos.
Culpa lo que se dice culpa… bueno. Usted y yo
somos siervos. Siervos de un sistema económico criminal que produce pobres y a
otros más pobres todavía que se enfrentan entre ellos.
Las redes arden con mensajes patrioteros en
apoyo a la guardia civil, la policía e incluso invocando la intervención del
ejército para frenar la invasión. Van a
arrasar nuestra cultura, nuestra forma de vida, tenemos que pararlos… porque
a los hijos de a gran puta que los han sumido en la miseria y que explotan
nuestro miedo para que no levantemos la cabeza, hagamos una maldita revolución
y los arranquemos de sus impolutos despachos, no los para ni Dios mientras el
populacho del los países desarrollados siga
clamando por un líder que les salve el culo de los inmigrantes malos malísimos
que vienen a cargarse nuestra civilización.
Al final los pobres, los pobres de verdad, los
últimos de los últimos, nos barrerán… ¿Y saben qué? Lo tendremos merecido. Por
cobardes, por pusilánimes, por idiotas… por no invertir un solo gramo de
energía contra los capitalistas que han convertido este planeta en un enorme
montón de basura. Porque nos quieren divididos, ignorantes, pendientes solo de proteger
nuestra jodida parcelita… y dispuestos a votar al mamón que prometa hacerlo.
Hitler subió al poder así. No lo olviden.
Mientras tanto los inmigrantes seguirán
viniendo. Se haga lo que se haga. Y si empezamos a matarlos vendrán más y
vendrán armados y tendremos una guerra. ¿Tienen idea de cuantos fusiles AK-47
de garrafa y armas obsoletas, pero aún funcionales, hay por el mundo? Si ponemos más saña en impedir su
entrada, reforzaremos la creencia de que pasar a Europa es el premio gordo y
vendrán por oleadas que harán que la de Ceuta parezca un picnic.
Las
instituciones tienen la responsabilidad de solucionar el problema y destinar
medios y planes a la gestión de los movimientos migratorios. Eso es lo que un
ciudadano responsable exigirá… y no que se electrifique la puta valla de Ceuta.
No basta con cortarlos con las concertinas, ahora también hay que asarlos. Hay
ser cafre. Mantén al inmigrante fuera mientras me acabo la cerveza y el pincho
de tortilla.
Ignorante, ingenuo… Completo idiota. La cal
viva la tienes tú… donde tendría que estar tu cerebro.
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