domingo, 22 de julio de 2018

SOBRE LA (FALSA) UNIDAD DE ESPAÑA (y II)


  No quiero ponerme ahora a hacer una valoración del nacionalismo catalán, del vasco… o del que sea. No me considero capacitado para ello. Son fenómenos demasiado complejos desde el punto de vista histórico, social, cultural, económico… como para pararme a hacer análisis. Mi intención con estas líneas sólo es llamar la atención sobre lo insostenible del concepto de España como unidad indivisible. Lo que se une a la fuerza, nunca va a estar realmente unido, máxime si el pegamento es la voluntad de reyes a los que mueven intereses muy alejados del bienestar de los ciudadanos o, más recientemente en el tumultuoso siglo XX, la presión de movimientos conservadores que tienen como única razón de ser cortar de raíz toda iniciativa dirigida a mejorar las condiciones de vida del pueblo, con el fin de asegurar la supremacía de unos pocos. Tanta presión que se forzó una guerra civil, que como hemos visto no ha sido la única y ojalá sea la última.

  No sé qué forma debería adquirir el Estado Español para ser un conjunto más coherente de lo que ha sido en los últimos trescientos años. Sí, cuento a partir de 1700. A los dos siglos anteriores, los siglos de los Austrias, si bien nefastos en muchos aspectos por la horrenda corrupción de la monarquía (entre otras causas) les atribuyo cierto tino en cuanto a respetar las distintas nacionalidades de los reinos peninsulares y buscar alguna suerte de equilibrio. Claro que estos años estuvieron jalonados de conflictos: Rebelión de las Comunidades de Castilla, Rebelión de las Germanías, Sublevación de Cataluña o Guerra de los Segadores… Pero el despotismo de los Borbones se llevaría la palma en cuanto a convertir España entera (no solo Castilla) en un cortijo.

 A día de hoy, el artificial concepto de unidad de España está ligado a la idea de monarquía, un concepto tan arcaico y fuera de lugar en una sociedad moderna como pudiera ser el de la inquisición o la financiación del Estado a la iglesia católica (ups). Una democracia moderna tiene que ser republicana, con un jefe de Estado  y representantes electos por sufragio universal en el marco de una ley electoral que no favorezca a los grandes partidos (como es el caso de la española). Que un Borbón, descendiente de una estirpe de cobardes, traidores, pusilánimes y viciosos (digno miembro de tal ralea ha resultado ser Juan Carlos I, “el campechano”) sea el jefe de estado de España es un desatino histórico y una burla, máxime cuando está ahí por la voluntad de un dictador que se meó encima de la pluralidad de España tras haberla arrasado.

 Como decía al principio de este escrito: España no es una, nunca lo ha sido. Si alguna vez es grande y libre aún está por ver. Depende de si logramos sacudirnos de encima lacras como el fascismo de nuevo cuño subyacente en nuestra sociedad, la corrupción institucional, esta raza de políticos “profesionales” pijos y pijas que no saben lo que es trabajar para ganarse el pan y también depende de si conseguimos convivir como lo que somos, varias naciones unidas en una entidad supranacional llamada España y formada por azarosos avatares de la historia.  Quizá la fórmula sea una federación, pero para eso necesitamos una sociedad más madura que la que tenemos, una sociedad en la que el orgullo nacional sea una cosa moderada, un sentimiento comparable al placer que te da tomarte una cervecilla en tu terraza favorita del barrio donde te criaste, donde te sientes cómodo y a gusto… y no una furia desatada que te autoriza a cagarte en los muertos del vecino convencido de que haces lo correcto y de que quien no se comparte como tú no es un patriota.

 Hablando de patriotas… Ahí les dejo la foto de unos que se han hecho muy populares en los últimos días. Si a estos les cuestionas la unidad de España te parten la cabeza. Argumento incontestable de los que no saben argumentar. A ver si alguien se siente identificado…




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