Crecí con cierta manía a los taxistas. La
culpa la tiene mi madre, principalmente. Me recuerdo de
chico, en el viejo Ford Fiesta del 79 que conducía mi
padre, rebotando en el asiento trasero sin sillita, ni cinturón de seguridad
(debe ser que las leyes de la física eran distintas entonces o que los niños
estábamos hechos a prueba de golpes). Una de las frases típicas de mi madre
yendo en el coche, aparte del consabido “no corras tanto, Paco” era “no te
pegues tanto al taxista, que son unos chulos”. Mi padre, acaso temiendo un
menoscabo en su hombría, no le hacía caso… y se pegaba.
Así, por puro condicionamiento clásico, fui
asociando las palabras “taxista” y “chulo”. No mejoraron mi percepción los
estereotipos clásicos del cine y la literatura, que los suelen pintar, en el
mejor de los casos, como pícaros que te llevan por el camino más largo. La
película “Taxi”, un petardo infumable de Carlos Saura, echó más leña al fuego.
Incluso una vez, en Madrid, vi a un taxista encajarle una patada en el pecho a
otro tipo, con fulminante resultado, por una disputa de tráfico. En definitiva:
unos matones estafadores que mueven el retrovisor para mirarle con disimulo el
escote a las clientas, que te hablan de fútbol aunque no quieras, que ponen
Radiolé o la COPE… y te aguantas y que conducen pegando acelerones y frenazos
constantemente… (bueno, esto es verdad muchas veces, una vez casi echo la pota
en Madrid por este motivo).
¡Qué asco! ¿no? Pues no, mire. En todas partes
hay indeseables, pero últimamente cojo taxis con relativa frecuencia y no tengo
experiencias desagradables. También he conocido a bastantes taxistas. Personas
normales ¿eh? Nada siniestro ni terrible. Sin embargo, una cosa hay que
reconocer: cuando se ponen en huelga, se ponen… y se entera todo dios.
Pero pasa una cosa curiosa. Cuando los
taxistas se ponen en huelga una parte nada desdeñable de la opinión pública se
les pone en contra. Pasó algo parecido con la huelga de estibadores portuarios del
año pasado. Se les pintó como un colectivo semi mafioso que defendía unos privilegios.
Privilegio. Curiosa palabra.
Resulta que es un privilegio pagar un pastizal por la licencia, tener que
gastar constantemente en el mantenimiento de un vehículo que se mueve continuamente
por ciudad, asalariar a alguien para que haga el turno que el propietario no
puede hacer si quiere tener vida. Un
taxista es un pequeño empresario que tiene que trabajar un montón para lograr
cierto bienestar económico. Si lo consigue, ole sus huevos. No es un
privilegiado. Es un currante. La pequeña empresa es la base de una economía
próspera para los ciudadanos.
Ahora irrumpen estas empresas VTC, cuya manera de operar se basa en estrujar a
sus conductores hasta la extenuación, alegando con cara de no haber roto un
plato, que los taxistas tienen un monopolio.
Dice la Real Academia (copio y pego):
Monopolio
Del lat. monopolĭum, y
este del gr. μονοπώλιον monopṓlion.
- m. Concesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para
que esta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio.
- m. Convenio hecho entre los mercaderes de vender los géneros a un
determinado precio.
- m. Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia
consiguientes. Monopolio del poder político, de la enseñanza.
- m. Situación de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor.
Los taxistas no tienen un monopolio, oiga. No
son una empresa, cada uno es una pequeña empresa con uno, dos o como mucho tres
empleados. Las condiciones de trabajo, requerimientos, tarifas… están reguladas
en gran medida por la administración, pues se trata de un servicio público y la
administración tiene la obligación de regular los servicios públicos. El otro
día asomaba la jeta por televisión el portavoz de las empresas VTC, un niñato
con las cejas depiladas (muy mal depiladas, le daban un aspecto mefistofélico,
a lo Fu-Manchú) repitiendo lo del monopolio; con absoluta incorrección, como
pueden ustedes cotejar en la definición reproducida, y haciendo el viejo
alegato a favor de la libre empresa.
La libre empresa.
La libre empresa es una de las peores lacras
de la historia de la humanidad. A día de hoy cuando hablamos de libre empresa
hablamos de sueldos miserables, horarios de esclavitud y te callas o vas a la
puta calle.
La libre empresa. La misma libre empresa que
causó el crack del 29 y que nos precipitó en la crisis del 2008… ¿Va a hacerse
cargo de los servicios públicos? Que Dios nos pille confesados. Donde tal cosa
sucede, el despropósito es brutal. Es cargarse el estado del bienestar. Es
reservar los servicios para los que se los pueden pagar. El resto de la plebe…
al sumidero.
¿No van a ponerse en huelga los
taxistas cuando, agobiados como están por todos los requisitos que le impone la
administración, han de ver como unas empresas explotadoras y casi sin
regulación irrumpen en el mercado haciendo la competencia desleal? Y luego el público se las da de clientela
insatisfecha que apuesta por la libre competencia para mejorar la calidad del
servicio… Joder, tal y como están las cosas cualquier parroquiano que gana más
de 1500 pavos ya cree que puede andar un palmo sobre el suelo con palo metido
por el culo. “Que espabilen los taxistas…
No sé que se creen con el mal servicio que dan… En Uber te preguntan hasta qué
música quieres o si el aire está demasiado fuerte… Todos los conductores llevan
corbata…”
¿Pero qué demonios os pasa,
caterva de señoritos y señoritas de mierda? ¿No os dais cuenta mentecatos y
mentecatas de que la tendencia general
es precarizar el empleo? ¿No os dais cuenta de que los taxistas, aunque miran
por su puchero (como yo por el mío, joder) se están poniendo en el camino de
esa máquina inhumana que es el capitalismo salvaje? Cuando vengan a por
nosotros, más todavía de lo que ya están viniendo, o sea, a jodernos más de a
lo que ya estamos habituados, lloraremos.
En un país donde ya deberíamos estar en las putas
barricadas, nos dedicamos a criticar a los que osan defender lo suyo con uñas y
dientes. Merecemos que nos barran, por idiotas.
Y si hay algún memo o mema que vaya a venirme
con el rollo de que se están pasando con eso de patear coches de Uber, le diré
que sí, que tiene mucha razón; pero que quizá lo que habría que patear serían
los culos de tanto mileurista aburguesado de pacotilla que se pasa por el forro
los auténticos males de su país y de su planeta.
Yo me quito el sombrero ante los taxistas.
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