domingo, 5 de agosto de 2018

¡TAXI!


 Crecí con cierta manía a los taxistas. La culpa la tiene mi madre, principalmente. Me recuerdo   de chico,  en el  viejo Ford Fiesta del 79 que conducía mi padre, rebotando en el asiento trasero sin sillita, ni cinturón de seguridad (debe ser que las leyes de la física eran distintas entonces o que los niños estábamos hechos a prueba de golpes). Una de las frases típicas de mi madre yendo en el coche, aparte del consabido “no corras tanto, Paco” era “no te pegues tanto al taxista, que son unos chulos”. Mi padre, acaso temiendo un menoscabo en su hombría, no le hacía caso… y se pegaba.

 Así, por puro condicionamiento clásico, fui asociando las palabras “taxista” y “chulo”. No mejoraron mi percepción los estereotipos clásicos del cine y la literatura, que los suelen pintar, en el mejor de los casos, como pícaros que te llevan por el camino más largo. La película “Taxi”, un petardo infumable de Carlos Saura, echó más leña al fuego. Incluso una vez, en Madrid, vi a un taxista encajarle una patada en el pecho a otro tipo, con fulminante resultado, por una disputa de tráfico. En definitiva: unos matones estafadores que mueven el retrovisor para mirarle con disimulo el escote a las clientas, que te hablan de fútbol aunque no quieras, que ponen Radiolé o la COPE… y te aguantas y que conducen pegando acelerones y frenazos constantemente… (bueno, esto es verdad muchas veces, una vez casi echo la pota en Madrid por este motivo).

 ¡Qué asco! ¿no? Pues no, mire. En todas partes hay indeseables, pero últimamente cojo taxis con relativa frecuencia y no tengo experiencias desagradables. También he conocido a bastantes taxistas. Personas normales ¿eh? Nada siniestro ni terrible. Sin embargo, una cosa hay que reconocer: cuando se ponen en huelga, se ponen… y se entera todo dios.

 Pero pasa una cosa curiosa. Cuando los taxistas se ponen en huelga una parte nada desdeñable de la opinión pública se les pone en contra. Pasó algo parecido con la huelga de estibadores portuarios del año pasado. Se les pintó como un colectivo semi mafioso que defendía unos privilegios.

 Privilegio. Curiosa palabra. Resulta que es un privilegio pagar un pastizal por la licencia, tener que gastar constantemente en el mantenimiento de un vehículo que se mueve continuamente por ciudad, asalariar a alguien para que haga el turno que el propietario no puede hacer si quiere tener vida.  Un taxista es un pequeño empresario que tiene que trabajar un montón para lograr cierto bienestar económico. Si lo consigue, ole sus huevos. No es un privilegiado. Es un currante. La pequeña empresa es la base de una economía próspera para los ciudadanos.

 Ahora irrumpen estas empresas VTC,  cuya manera de operar se basa en estrujar a sus conductores hasta la extenuación, alegando con cara de no haber roto un plato, que los taxistas tienen un monopolio. Dice la Real Academia (copio y pego):

 Monopolio
Del lat. monopolĭum, y este del gr. μονοπλιον monoplion.
  1. m. Concesión otorgada por la autoridad competente a una empresa para 
que esta aproveche con carácter exclusivo alguna industria o comercio.

  1. m. Convenio hecho entre los mercaderes de vender los géneros a un determinado precio.

  1. m. acaparamiento.

  1. m. Ejercicio exclusivo de una actividad, con el dominio o influencia consiguientes. Monopolio del poder político, de la enseñanza.

  1. m.   Situación de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor.

 Los taxistas no tienen un monopolio, oiga. No son una empresa, cada uno es una pequeña empresa con uno, dos o como mucho tres empleados. Las condiciones de trabajo, requerimientos, tarifas… están reguladas en gran medida por la administración, pues se trata de un servicio público y la administración tiene la obligación de regular los servicios públicos. El otro día asomaba la jeta por televisión el portavoz de las empresas VTC, un niñato con las cejas depiladas (muy mal  depiladas, le daban un aspecto mefistofélico, a lo Fu-Manchú) repitiendo lo del monopolio; con absoluta incorrección, como pueden ustedes cotejar en la definición reproducida, y haciendo el viejo alegato a favor de la libre empresa.

 La libre empresa.

 La libre empresa es una de las peores lacras de la historia de la humanidad. A día de hoy cuando hablamos de libre empresa hablamos de sueldos miserables, horarios de esclavitud y te callas o vas a la puta calle.

 La libre empresa. La misma libre empresa que causó el crack del 29 y que nos precipitó en la crisis del 2008… ¿Va a hacerse cargo de los servicios públicos? Que Dios nos pille confesados. Donde tal cosa sucede, el despropósito es brutal. Es cargarse el estado del bienestar. Es reservar los servicios para los que se los pueden pagar. El resto de la plebe… al sumidero.

¿No van a ponerse en huelga los taxistas cuando, agobiados como están por todos los requisitos que le impone la administración, han de ver como unas empresas explotadoras y casi sin regulación irrumpen en el mercado haciendo la competencia desleal?  Y luego el público se las da de clientela insatisfecha que apuesta por la libre competencia para mejorar la calidad del servicio… Joder, tal y como están las cosas cualquier parroquiano que gana más de 1500 pavos ya cree que puede andar un palmo sobre el suelo con palo metido por el culo. “Que espabilen los taxistas… No sé que se creen con el mal servicio que dan… En Uber te preguntan hasta qué música quieres o si el aire está demasiado fuerte… Todos los conductores llevan corbata…”

 ¿Pero qué demonios os pasa, caterva de señoritos y señoritas de mierda? ¿No os dais cuenta mentecatos y mentecatas  de que la tendencia general es precarizar el empleo? ¿No os dais cuenta de que los taxistas, aunque miran por su puchero (como yo por el mío, joder) se están poniendo en el camino de esa máquina inhumana que es el capitalismo salvaje? Cuando vengan a por nosotros, más todavía de lo que ya están viniendo, o sea, a jodernos más de a

lo que ya estamos habituados, lloraremos.

 En un país donde ya deberíamos estar en las putas barricadas, nos dedicamos a criticar a los que osan defender lo suyo con uñas y dientes. Merecemos que nos barran, por idiotas.

 Y si hay algún memo o mema que vaya a venirme con el rollo de que se están pasando con eso de patear coches de Uber, le diré que sí, que tiene mucha razón; pero que quizá lo que habría que patear serían los culos de tanto mileurista aburguesado de pacotilla que se pasa por el forro los auténticos males de su país y de su planeta.

 Yo me quito el sombrero ante los taxistas.



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