domingo, 19 de agosto de 2018

RADICALIZACIÓN


 Mi pensamiento se está radicalizando. Es un hecho innegable. No hay que más que echar una mirada atrás en las entradas de este blog, que empecé en 2011 y que ha conocido periodos –largos- de total inactividad. Actualmente tengo una posición definida, muy definida, en cuestiones en las que hace unos años me mostraba bastante tibio. Me he dado cuenta al releer algunas entradas  antiguas. En una de ellas, por ejemplo, paso con desgana sobre los nostálgicos que acuden al Valle de los Caídos a recordar al dictador, sin darle demasiada importancia. Hoy se me ponen los pelos de punta, sólo de verlos. ¿A qué es debido? Supongo que a la lectura, al seguimiento de la actualidad tomando todos los puntos de vista posible y eligiendo el que creo más justo. Además… con los años ha ido surgiendo en mí un íntimo convencimiento, una especie de calor interno que crece y crece hasta llenarme entero, que me lleva a pensar que en la neutralidad hay escondida una trampa. Me parece que la neutralidad en cualquier asunto de peso es una indiferencia encubierta… Un “me la suda” revestido de buen rollo. La moderación tengámosla  en las costumbres, amigos, no se puede ser moderado, que es lo mismo que tibio, en los asuntos que atañen a la sociedad entera. Sean neutrales si quieren en el fútbol, pero en política (entendiendo como política todo lo que tiene que ver con los asuntos de la ciudadanía, no la visión restrictiva de la política de partidos) no se puede ser neutral. Ser neutral en este caso es decir aquello de “yo paso de política”  y eso es mirarse al ombligo.  

 Esta clase política de tercera división que nos asiste nos quiere justamente así, de espaldas a los asuntos que determinan nuestra situación como ciudadanos. Sólo se acuerdan de nosotros para ir a votar y que les regalemos las cuotas de poder para ir a despellejarse a las cámaras. En principio no es que nos dejen hacer mucho más, pero hay una cosa que podemos hacer.

 Podemos gritar. ¿Gritando se nos llamará radicales?

 Pues gritemos muy alto. Si alguien nos llama radicales será que algo estamos haciendo bien.

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