“La loca del bebito” es como
se conoce en Argentina a Mariana Rodríguez Varela, cabeza visible de una de
tantas campañas anti abortistas protagonizadas por elementos de extrema
derecha. En este caso la señora viene de casta, siendo hija de Alberto
Rodríguez Varela, ministro de justicia durante la sangrienta dictadura de Jorge
Rafael Videla y abogado defensor de éste durante el proceso judicial que se le
abrió por crímenes de lesa humanidad. La señora se pasea repartiendo a diestro
y siniestro modelos en yeso o plástico de fetos humanos con un discurso plagado
de insensateces. Sin duda está que no cabe en sí de gozo por el rechazo de la
ley por un aborto libre en el senado argentino. Ducho rechazo es muestra del sinsentido y
sectarismo que asiste a la clase política cuando motivos ajenos
a la razón entran por la puerta.
Me pregunto cómo puede haber personas con tan poquísima vergüenza como para afirmar que el aborto se está tomando como un método
anticonceptivo más. Una cosa es que la
Organización Mundial de la Salud lo considere una herramienta a aplicar cuando las técnicas al uso de planificación
familiar fallan, pero otra muy distinta es afirmar que una mujer pueda
considerar tal opción con la misma familiaridad que tomarse la píldora o
ponerle un condón a su pareja.
Madre mía, si hasta la píldora del día después
te deja el cuerpo fatal por el bombazo hormonal que supone. Un aborto puede ser
una putada si no se dan unas condiciones mínimas: como que las personas del entorno tengan la decencia suficiente como para
no juzgar o siquiera cuestionar a la mujer que toma la decisión, limitándose a apoyarla
y acompañarla; que la intervención vaya a tener lugar con las garantías
necesarias y que el personal sanitario tenga el tacto imprescindible en un
contexto que no es precisamente como ir a quitarse una verruga. Atención, apoyo
y respeto a una mujer que al fin y al cabo decide libremente sobre su cuerpo y su futuro.
Pero no, claro. El aborto es un crimen. Un
crimen nefando. Lo dice la Santa Madre Iglesia, pues en los Salmos, en el
Antiguo Testamento, podemos leer:
Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas,
y esto lo sé muy bien!
Mis huesos no te fueron desconocidos
cuando en lo más recóndito era yo formado,
cuando en lo más profundo de la tierra
era yo entretejido.
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos.
Salmo
139. 13-16
Pues entonces, ya que Dios nos conoce desde
que estamos en el seno materno y ya toda nuestra historia está escrita en su
libro (con lo que aquello del libre albedrío se convierte en un timo), da igual
que el embarazo se interrumpa en el mismo momento de la concepción o a los
cinco meses. Un crimen es un crimen y punto. Entonces van unos señores (y
señoras) de ideas rancias, posiblemente de derechas, muy católicos y católicas,
con la Santa Madre Iglesia detrás, a votar en el Senado para mantener el aborto
fuera de la ley, imponiendo sus creencias a todos los demás. Eso es lo que ha pasado
en Argentina.
El médico, para llamar la atención sobre el
espantoso problema de salud pública que se da cuando las mujeres sin recursos
tienen que abortar sin garantías sanitarias. Las que tienen recursos viajan
fuera del país y punto.
El psicólogo para ilustrar sobre el
despropósito de niñas de quince años criando bebés... o sobre las secuelas de dar a
luz el fruto de una violación e incluso sobre el hecho de que emocionalmente el
aborto no es una experiencia inocua y que las mujeres no asisten a él con
frivolidad.
Dicho de otra manera. La Iglesia no tiene nada
que decir, salvo a los cristianos practicantes. Por ello su injerencia en los
asuntos del resto de la sociedad debe ser atajada de raíz. Detrás de los
autodenominados grupos pro-vida está la derecha más reaccionaria, codo a codo
con la Iglesia en su arcaica alianza. Una alianza entre cuyos objetivos se cuenta
mantener a la mujer en un segundo plano. Una mujer sometida, incapaz de decidir
sobre su propia vida. Una alianza que estigmatiza a la mujer que vive su
sexualidad de manera libre y sin estar sometida a los dictados de los hombres. Porque
si una señora ha salido por la noche con unas amigas, conoce a un señor, tiene relaciones sexuales con él y se queda embarazada porque el condón se rompe, porque se olvidó de tomar
la pastilla o sencillamente porque estaba tan pedo o tan entusiasmada que no
pensó en nada más… tiene derecho a poner fin a ese embarazo dentro de los
límites que marca la ley amparada por la ciencia, porque no quiere ser madre y
no tiene por qué serlo, porque con esa interrupción del embarazo no se va a
asesinar a nadie, porque no hay nadie a quien asesinar. Ese embrión no es un
ser humano. Considerarlo así es creencia
y las creencias deben ceñirse al ámbito privado, no invadir el público cuando
hay otras personas que no las comparten y la ciencia da sobradas explicaciones al respecto.
Antes de redactar estas líneas me di un paseo
por la red, para tomar el pulso del tema. Topé con un artículo del asqueroso
panfleto de derechas Despiertainfo.com. El título no podía ser más significativo: El aborto como método anticonceptivo, una
triste realidad. Focaliza la atención sobre algunos datos del Informe sobre
Interrupciones Voluntarias del Embarazo, publicado por el Ministerio de Sanidad, correspondiente a 2015, concretamente
sobre las mujeres que abortaron por segunda o sucesivas veces. Ese año se llevaron a cabo en España 94188
abortos, dentro de una población de mujeres en edad fértil de cerca de 11
millones. Unas 23000 abortaron por segunda vez, unas 8000 por tercera, unas
2500 por cuarta, unas 1000 por quinta y unas 800 por sexta o más.
Ahora bien, cerca de 60000 abortaron por
primera vez y lo más probable es que no vuelvan a hacerlo. Sería interesante
poder realizar un estudio estadístico sobre la situación social de esos miles
de mujeres que abortaron por segunda o sucesivas veces. Me vienen a la mente
los miles de mujeres que se dedican a la prostitución en este país, por poner el caso... El Centro
de Inteligencia Contra el Crimen Organizado, dependiente del Ministerio del Interior, estimó en 2012 unas 45000. Pocas me parecen, pero
eso es otro maldito problema.
Eso sí, los mamarrachos de Despiertainfo.com pasan por alto un dato
curioso del informe: al año siguiente de la aprobación de la nueva Ley del
Aborto por el gobierno de Zapatero (2010) hubo un repunte del número de
abortos, pero en los años sucesivos dicha cifra no ha hecho sino bajar. En 2011 fueron
118611 y en 2016 fueron 93131. Evidentemente a los grupos pro vida no les interesa vociferar que en España hay cada vez menos
abortos, con una ley que lo despenaliza totalmente y todo. Es más efectivo
pintar un panorama de mujeres casquivanas follando como conejas y yendo
alegremente a abortar cada vez que se quedan preñadas.
Malditos, malditos sean, por embusteros, por hipócritas,
por fanáticos y por oscurantistas herederos de la más antigua
tradición de inquisidores. Antes llamaban brujas a las mujeres que querían
librarse del yugo de los hombres. Hoy las llaman feministas con un deje
despectivo, cuando no feminazis… o cosas peores.
El aborto libre y gratuito, acompañado de una
educación sexual sin mojigaterías es un requisito esencial para una sociedad
libre e igualitaria.
Y los curas… a sus iglesias. Con sus fieles,
con la loca del bebito y sus fetos de plástico, a la cabeza.
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