El pasado martes, víspera del paro general
convocado para los trabajadores de Bankia, andaba yo en mi oficina de
Cajamadrid de toda la vida cuando me dí cuenta de lo caldeados que estaban allí
los ánimos. Había rumores de que se había llegado a un acuerdo y reinaba cierta
confusión sobre sí la huelga se desconvocaba o no. El nerviosismo era patente y
una vez solventado el asunto que me
llevara allí acabé conversando unos minutos con el empleado sobre lo mal que
pintaba el ERE que se cernía sobre los trabajadores de la entidad. Al día
siguiente se confirmaba el acuerdo (una mierda de acuerdo desde mi punto de
vista) que sólo suavizaba un poco las condiciones draconianas del ERE. Meditaba
yo entonces sobre lo inmoral que resulta que un personaje tan patético como
Rodrigo Rato que suelta la entidad en un estado lamentable con deudas astronómicas,
cientos de afectados por un fiasco del quince como han sido las preferentes y
cientos de trabajadores que van a ir a la puñetera calle, tenga ahora un puesto
en telefónica para seguir cobrando pasta gansa por tocarse las narices. Lo
decente sería que ese sujeto fuese al paro, que de hambre no se iba a morir,
pues buenos dineros debe haber acumulado. Rodrigo Rato ha dimitido, pero sin
una disculpa, sin dar una explicación, saliendo como una Rata y con un premio
de consolación esperando. Así es como dimite un alto cargo en España… cuando
dimite.

Otra “esposa ignorante de los manejos de su
marido” ha sido la infanta Cristina. ¿En verdad estaba al margen de todo?
Alguien colgaba en Twitter el otro día el siguiente silogismo: “Ana Mato no se
enteró de los manejos de su marido, la infanta Cristina no se enteró de los
manejos de su marido… mi mujer se entera de todo, luego debo ser gilipollas”.
No me creo nada. Lo sí creo es que si un
yerno de la reina Isabel II de Inglaterra intentase meterse en negocios sin su
aprobación, ella le retorcería los huevos hasta que se le saltaran las lágrimas.
Juan Carlos por no reinar no reina ni en su propia casa.
Al final va a tener razón mi abuelo, que decía
“no hay más verdad, que todo es mentira”.
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