domingo, 3 de febrero de 2013

MUERTE INÚTIL

El título de esta entrada me parece, con todo, un tanto absurdo pues resulta difícil asimilar que la muerte de un ser humano pueda servir para algo. Sin embargo todo lector de estas líneas podría rememorar algún fallecimiento famoso o no  que por su significación o relevancia ha servido a otros de estímulo o inspiración. Otras culturas valoran mucho la inmolación de una persona por una causa, como los guerreros sagrados musulmanes o muyahidines que llegan al acto suicida para lograr su objetivo o las famosas auto cremaciones a lo bonzo llamadas así porque los primeros en practicarla fueron los bonzos (del francés bonze) o monjes budistas que protestaban en los años sesenta contra el régimen político de Vietnam del Sur. También en nuestra cultura occidental la muerte ocasionada por el riesgo personal asumido de manera altruista está considerada como la más sublime muestra de sacrificio y sujeta a grandes honores póstumos (“Only the good die young” o “sólo los buenos mueren jóvenes”  como dice la gran canción de Billy Joel). Sin embargo el suicidio nos deja helados. Supongo que será por el peso de la tradición judeo cristiana que lo tilda de crimen nefando contra Dios, el único con la potestad de dar y quitar la vida. Ya me he referido a esta terrible manera de morir en este blog, pero me veo en la necesidad de hacerlo de nuevo. Un hombre que pasó por la Comunidad Terapéutica se ha suicidado. Eso deja un hueco dentro…
 Nunca se me ocurrirá juzgar a un suicida. ¡Tan fácil es tildar de cobarde a quien se quita la vida! Los suicidas no van al infierno, vienen del infierno. Estas son las palabras que pone el dibujante José Luis Cortés en boca de su personaje Abba, que no es otro que Dios Padre, misericordioso, tierno y cercano. ¿Cómo se les va a juzgar de pecadores contra Dios si la oscuridad interior que les atenazaba ha sido más fuerte que ellos hasta el punto de superar una de las pulsiones más profundamente arraigadas en nuestro ser desde que el mundo es mundo: la supervivencia?
 Pero cuando la ayuda estaba al alcance de la mano… Cuando se tiene a unos padres, hermanos… un hijo. ¿Qué es lo que ha pasado?
 La conmoción en la Comunidad Terapéutica ha golpeado como un mazazo. Las muestras de dolor han sido genuinas, pues esto de la terapia en grupo durante las veinticuatro horas une a la gente, crea cariño y la sensación de vacío que queda ante la ablación de una vida deja sin aliento. Mirando a mi alrededor me reafirmo, una vez más, en que dentro de la Comunidad Terapéutica (esa sobre las que los ignorantes bienintencionados me preguntan si no me asusta por las noches cuando estoy “solo” de guardia) hay mucha calidad humana.
 La ley me prohíbe citar aquí el nombre del muchacho fallecido. Pronuncio su nombre en la soledad de mi sala de estar, frente a este ordenador que es mi ventana al mundo. Desde mi creencia en Dios Padre, solitaria y lejana de cualquier religión, ruego por el descanso de su alma que le fue negado en vida y por el alivio del dolor de esa familia que nos pidió ayuda, pero a la que no hemos podido ayudar como habríamos querido. Ruego también por ese hijo, porque no crezca odiando a su padre, porque algún día pueda superar que su padre se fue cuando más lo necesitaba.
 Sobre todo ruego porque, si algún día la oscuridad se hiciera en mí de tal manera que me viese al borde de un balcón, haya alguien que me detenga.

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