viernes, 15 de febrero de 2013

EMPACHO DE BASURA


 Hace sólo un año nadie habría imaginando hasta donde podían llegar las cosas.

 A los organismos vivos les pasa algo parecido a lo que a las sociedades humanas (que son también organismos vivos, en cierto modo): si no son capaces de eliminar convenientemente los elementos tóxicos (ya sean resultado de su propio funcionamiento interno o procedente del exterior) enferman y mueren. A lo largo de la historia grandes civilizaciones han sucumbido víctimas de su propia corrupción interna, manifestada principalmente a través de la rapacidad e incompetencia de sus gobernantes y el atroz individualismo de sus ciudadanos. Actualmente la sociedad española está muy enferma. Usted no tiene por qué estar de acuerdo conmigo en esto, pero creo que la realidad grita con desesperación: el desempleo está desbocado, agudizado porque los empresarios aprovechan la perra reforma laboral del gobierno para “tirar lastre”; los bancos cometen el delito tipificado en el código penal como “inducción al suicidio”; la policía apaliza a los ciudadanos como en los mejores tiempos del franquismo; la conferencia episcopal calla cobardemente ante tanta injusticia mientras clama contra el matrimonio homosexual y se lamenta por la renuncia del papa (dicho sea de paso: que me cuelguen si el papa se va por motivos de salud, pero eso es otra historia); la propia familia real se ve salpicada por la corrupción; el partido del gobierno está en el punto de mira por sangrantes chanchullos sin que se produzcan más dimisiones ni ceses que los de algún peón de cuarta o quinta fila; el ex tesorero de ese partido, investigado por corrupción, se marcha alegremente “a esquiar” a Canadá sin que nadie pestañee y el otrora partido del gobierno, ahora “leal oposición” y tan putrefacto como el otro, denuncia las mismas injusticias que antes perpetraba en un patético intento de congraciarse con una ciudadanía que atónita ha de contemplar como su secretario general se vanagloria de ganar al año “sólo” 60.000 eurillos. Eso en un país donde una burrada de currantes ya se pueden dar con un canto en los dientes si ganan 10.000. Hay que ser muy hijo de perra, tener la vergüenza perdida, muy perdida.

 Si esto ocurre en España, en Grecia las cosas se radicalizan: gente desesperada asalta supermercados; ciertos agricultores y ganaderos, hartos de la dictadura impuesta por la unión europea y sus multinacionales cómplices, regalan su producción en las plazas públicas y ante colegios y hospitales. Por otra parte, grupos anarquistas se han dedicado  a atracar bancos para dar el dinero a la gente que va a hacer la compra. Los que han sido detenidos han recibido salvajes palizas en la comisaría, lo que ha sido denunciado por Amnistía Internacional. Poca cobertura de todo esto hay en los medios españoles. Para que después digan que no hay censura informativa.

 En un momento histórico en que los occidentales se precian de haber construido el estado del bienestar (los mal llamados “países en vías de desarrollo” llevan décadas ahí llorando sangre, pero ¿a quién le importa?) el empacho de basura, podredumbre, miseria moral, desvergüenza manifiesta, hipocresía, criminalidad gubernamental e indecencia hace que el ciudadano de a pie esté cada vez más cabreado ¿o usted no ha fantaseado con la idea de cruzarle la cara a Marianico, a Rubalcaba, a Soraya, a Pepín Blanco o a Anita Botella, pese a lo feo que estaría? El meteorito gordo nos ha pasado rozando, pero puede que la explosión que lo mande todo al carajo venga desde dentro.


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