viernes, 8 de marzo de 2013

NON HABEMUS PAPAM (y II)


 Para acercarnos a la figura de Joseph Ratzinger desde una perspectiva humana conviene que nos alejemos del coro de voces aduladoras que se han alzado desde que hizo pública su decisión de abandonar (hacía tiempo que no teníamos ocasión de ver tanta coba gratuita por parte de todo tipo de sujetos, incluidos esos típicos periodistas afines al Vaticano cuya abanderada es la vetusta Paloma Gómez-Borrero, la cual parece que roza el éxtasis siempre que habla de un papa, el que sea). Tampoco nos iremos al otro extremo, como el de los idiotas que sacan de contexto su pasado en las juventudes hitlerianas y en ejército alemán durante la IIª Guerra Mundial (no es que tuviese mucha elección). Recomiendo encarecidamente una entrevista realizada a un hombre que lo conoce  y que a pesar de haber tenido serios conflictos con él nos lo describe sin ira: el teólogo Leonardo Boff.  Éste fue condenado por Ratzinger (cuando era cardenal y prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, la institución directamente heredera de la inquisición) a no publicar sus escritos, por la abierta hostilidad de Roma a las ideas que defendían. Boff es uno de los representantes de la llamada Teología de la Liberación, corriente teológica surgida en América Latina y que postula ideas tan peligrosas como la lucha contra la injusticia, la pobreza y la explotación. Aquí les dejo el enlace.


 Benedicto XVI queda como un papa que ha continuado con el impulso reaccionario que mueve actualmente a un sector demasiado grande de la iglesia católica y que engloba a la alta jerarquía y a todos los que le son afines, muy alejada de la realidad social, del dolor de los que sufren, ajena a la denuncia de las injusticias perpetradas por el poder político y económico, condenadora de todo aquel que se atreve a proferir en público que el mensaje de Cristo está fuera de lugar en las amplias y brillantes salas del Vaticano. 


 La iglesia católica pierde credibilidad como institución debido a los muchos casos de abusos sexuales por parte de clérigos; insuficientemente aclarados e intervenidos por parte de la jerarquía; por la radicalización de las posturas contra la homosexualidad y el empecinamiento en relegar a las mujeres a la subordinación. Para completar el cuadro, la banca vaticana es investigada por prácticas irregulares y por si ya fuera poco, el diario italiano “La República” va y publica que a finales del año pasado se entregó al pontífice un informe sobre la investigación por parte de tres cardenales de una trama de corrupción y tráfico de influencias dentro del Vaticano, con referencias también a prácticas sexuales. Dicen las malas lenguas que el papa se va tras haber leído este informe, con la esperanza de que alguien más joven y enérgico ponga orden. Si todo esto es así, ¿no debería rodearse de un equipo de colaboradores a toda prueba y haciendo uso de su suprema autoridad e infalibilidad directamente refrendada por Dios en asuntos de doctrina (esto es dogma de fe desde el Concilio Vaticano I) ponerse manos a la obra y empezar a cortar cabezas)?

 Pues no, simplemente se va, dejando expedito el paso al siguiente papa reaccionario.

 ¿Saben ustedes lo que me parece a mí Joseph Ratzinger? Un pobre hombre, hastiado, desengañado y frustrado por toda una vida dedicada a deformar el mensaje de Jesús de Nazaret  para adaptarlo a los intereses de una monstruosa maquinaria de opresión que si no es el anticristo, poco le queda.

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