domingo, 24 de noviembre de 2013

LA HIPOCRESÍA DE LOS POLÍTICAMENTE CORRECTOS

 Una respetable señora a la que tengo el gusto de conocer (profesora de universidad con una profunda conciencia social, por más señas) escribía el otro día en Facebook sobre el desconcierto que le causa el anteproyecto de ley sobre seguridad ciudadana y la posibilidad de que en el futuro cercano pueda estar empujando a sus alumnos a caer en la ilegalidad si les anima a asumir un compromiso social. Uno de sus amigos en la vasta red social, abogado joven, atractivo y a todas luces bien situado, se apresuró a indicarle que la participación activa en la sociedad nunca será delito, que conviene informarse bien sobre las cosas antes de opinar sobre ellas, que la rebeldía y el inconformismo son positivos pero el ser molesto igual no lo es y que la interpretación de las leyes compete al poder judicial y que si no confiamos en los poderes democráticos mejor nos vamos del país o hacemos uno nuevo, entre otras cosas.

 Meditabundo me dejaron las palabras de este buen señor. Así que lo primero que intenté fue buscar por Internet el borrador de dicho anteproyecto de ley, sin éxito, ni siquiera en la web del congreso de los imputados  o en la del ministerio del interior (desde aquí pido a quien pueda facilitarme esta tarea, que tenga la bondad de hacerlo). Contrariado tuve que conformarme con las versiones, más o menos deformadas, que dan los diferentes medios de comunicación. Para no extenderme demasiado, expondré que parece ser que nuestro gobierno pretende sancionar hasta con 600 000 euros de multa la convocatoria o asistencia a concentraciones no autorizadas ante las instituciones  del Estado (como las recientes protestas ante el congreso brutalmente reprimidas por la policía) o dar a las fuerzas de seguridad potestad para crear “zonas de seguridad” que permitan evitar los escraches (para mi defensa a esta práctica de protesta remito a la siguiente entrada de este mismo blog). Voy a centrarme en estos dos puntos que, aunque presentados entre muchos más, constituyen en sí mismos desde mi punto de vista una sobreprotección ilegítima a la clase política, ya bastante endiosada y alejada de la realidad social en este país.

 En la antigua Roma, en la época republicana, la práctica del escrache (aunque entonces no se llamaba así, sino occentatio estaba totalmente normalizada, los cargos públicos salían a la calle protegidos por grupos de lictores, una especie de guardaespaldas, que le cruzaban la cara a cualquiera que osara acercarse más de la cuenta, pero no podían hacer nada para evitar que la plebe se ensañara verbalmente con el politicastro en cuestión, aunque fuese a un tiro de piedra del senado o de su propia casa. Era el único recurso que le quedaba al pueblo agraviado: patalear. Es el único recurso que le queda al pueblo agraviado por promesas electorales incumplidas, servicios públicos recortados, banqueros trápalas que viven como sátrapas a costa del ciudadano y con la connivencia del político, que también vive como un sátrapa y que ahora ni siquiera va a tener que oír los gritos de los agraviados porque la policía los obligará a estar a trescientos metros de su casa o la autoridad competente prohibirá toda concentración que pueda importunar en lo más mínimo a sus señorías. El pueblo podrá patalear, sí, pero donde no moleste.

 Señor abogado joven, atractivo y a todas luces bien situado, su discurso moderado le hace el juego a una clase política que nos maltrata y a la que nuestros sufrimientos le traen sin cuidado. Recortar el derecho al pataleo del pueblo es una medida autoritarista revestida de un barniz pseudo democrático. El colmo de la hipocresía lo encontramos también cuando en dicho anteproyecto de ley se tipifica como infracción grave a quien se oculte el rostro en una manifestación mientras los antidisturbios aporrean a los manifestantes pacíficos con la cara cubierta y la identificación metida en el bolsillo.


 El mensaje tácito de la clase política hacia el ciudadano es que ellos no son iguales que nosotros. Se rigen por otras normas y viven en un mundo distinto que ahora será un poquito más de color de rosa si esta ley prospera y ni siguiera han de soportar los gritos de los que protestan. Si el activismo social se queda dentro de los límites que convengan a los políticos ¿qué efectividad tendrá? Hay que ser molesto para el gobernante inoperante, para el corrupto, para el bienintencionado hipócrita… Señor abogado joven, atractivo y a todas luces bien situado: usted y los que son como usted promueven con su moderación y su lenguaje políticamente correcto que los que abusan del pueblo lo hagan con impunidad, sobre todo en un país en el que el órgano supremo de gobierno de los jueces está vendido al poder político y éste al poder económico. El lado del que usted está, señor, ha quedado muy claro, aunque usted mismo aún no lo sepa o no tenga las narices de aceptarlo.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

VÍCTIMAS DE PRIMERA Y VÍCTIMAS DE SEGUNDA

El 18 de noviembre de 2012 un cazabombardero israelí arrojó un artefacto explosivo contra la casa de la familia Al-Dalu, en Gaza. No fue un ataque al azar, el objetivo era Mohamed Jamal Al-Dalu, de 25 años, presuntamente miembro de Hamás. Murió, naturalmente… sólo que junto con otros nueve miembros de su familia, entre ellos varios niños. Este ataque formó parte de la operación “Pilar Defensivo”, que arrojó un saldo total de un centenar de civiles palestinos muertos (entre ellos 30 niños) y cuatro civiles israelíes muertos, pues Hamás también sacó el arsenal, no tan sofisticado como el del ejército israelí pero arsenal al fin y al cabo.

 Tres años antes, a caballo entre 2008 y 2009, tuvo lugar la operación “Plomo Fundido” que duró 22 días, una ofensiva israelí sobre la franja de Gaza con el objetivo de destruir la infraestructura de Hamás, en respuesta a los ataques con misiles y proyectiles de mortero efectuados por milicianos palestinos. Para darse cuenta de la desigualdad de la contienda sólo hay que ver las cifras. Del lado israelí hubo que lamentar 11 soldados muertos y 236 heridos, junto con 3 civiles muertos y 84 heridos. Sobre las bajas en el lado palestino hay baile de cifras, según sea quien contabilice, pero yo me quedo con los datos de la organización para los derechos humanos B´Tselem, que siendo israelí y cuestionando los métodos de su gobierno me parecen los menos predispuestos a falsear las cifras. Esta organización estima en 1387 el número de palestinos muertos, de los que al menos 774 serían civiles, 320 de ellos menores de 18 años. Los heridos rondarían los 5200.

 Diversos informes de Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch acusaban a ambos bandos de cometer crímenes de guerra. En efecto, disparar un misil contra una población es un crimen, lo dispare quien lo dispare.

 Amnistía Internacional lleva hasta hoy exigiendo que se investiguen debidamente y se exijan responsabilidades a los autores de ataques tan indiscriminados como el que arrasó la casa de los Al-Dalu. Pero no parece que los israelíes tengan mucha prisa por hacerlo, aunque sí por meterle cuatro tiros al palestino que dispare un misil contra un asentamiento en los territorios ocupados. La pérdida de una vida es irreparable, pero parece que tal condición de irreparable se da a las víctimas israelíes, mientras las palestinas se pueden amontonar sin ningún escrúpulo. Para estos señores es lícito llevarse por delante a una familia entera para eliminar a uno de sus miembros que,  parece ser, es terrorista.

 Atentado, acción de guerra; acción de guerra, atentado… Algunos dicen ver la diferencia, yo no la veo. Son crímenes de lesa humanidad… todos.

 Salvando distancias, algo parecido sucede aquí en España. Aunque nuestras fuerzas armadas no disparen (aún) misiles sobre las casas de ciudadanos privados de sus derechos, por lo menos nuestras fuerzas de seguridad se están adiestrando en el noble arte de abrir la cabeza a manifestantes y dejarles tuertos con bolas de goma (gracias al proyecto de ley de nuestro infecto gobierno podrán hacerlo con mayor celo profesional). Todo se andará. Además,  aquí también hay víctimas de primera y de segunda.

 Yo estudié en un colegio de alegres frailes, creo haberlo mencionado en alguna ocasión y recuerdo una placa conmemorativa que presidía el patio del recreo, en la cual podían leerse los nombres de los frailes asesinados durante la Guerra Civil, bajo el pomposo título de “Mártires de Nuestra Cruzada”. Para nadie es desconocido que las víctimas de dicha guerra afines al bando sublevado fueron ensalzadas durante toda la dictadura, mientras que los nombres de los caídos de la República, de los ejecutados sumariamente tras la derrota y la represión subsiguiente y de los que murieron en las prisiones o excavando el Valle de los Caídos cayeron en el polvo del olvido y no fueron recordados sino por sus familiares y amigos y esto en la intimidad de sus hogares y sin hacer mucho ruido, por si acaso. Las fosas comunes aún salpican nuestra geografía, llenas de los restos de personas asesinadas en las cunetas o junto a las tapias de los cementerios, como si de perros se tratara y aún hoy son muertos “incómodos”, cuya exhumación y pública rehabilitación afirmando lo que no es sino la pura verdad, que fueron asesinados por los esbirros de un régimen fascista fruto de un golpe militar que se alzó contra la legalidad vigente, sería “reabrir heridas”. Sólo los muertos republicanos reabren heridas en esta España fratricida que transmite el odio y la insensatez de generación en generación.

 Hace unas semanas, la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ángeles Pedraza, (foto de la derecha) afirmaba que le parecía “inaudito” que se comparase a las víctimas del franquismo con las de ETA porque “no son lo mismo” decía “unas víctimas de Estado, como puedan ser las del franquismo, que unas víctimas que lo son por culpa de una banda terrorista que siembra el terror en un país democrático”. ¿En qué consiste exactamente la diferencia, buena señora? ¿Sangraban de manera diferente?  ¿Caían al suelo de manera diferente? ¿Dejaban vacíos distintos en las vidas de sus seres queridos al morir? ¿O es que los muertos tienen fecha de caducidad? ¿Es que los asesinados hace setenta años son menos asesinados que los de hace veinte o treinta?


 Las víctimas de ETA, las víctimas del franquismo, las víctimas de los múltiples grupúsculos de los que se componía el ejército republicano… comparten el ser españoles, comparten el haber muerto por una puta ideología y comparten el haber visto pisoteados sus derechos humanos. Todo lo demás es paja mental. El PSOE instrumentaliza a las asociaciones por la memoria histórica para sus fines políticos, lo mismo que hace el PP con la Asociación de Víctimas del Terrorismo y así se escribe la historia. La señora Pedraza nos regala perlas como que España debería salir del Convenio Europeo de Derechos Humanos por haberse pronunciado el Tribunal de Estrasburgo contra la aplicación con carácter retroactivo de la Doctrina Parot a una convicta por terrorismo… o que el Tribunal Supremo debería desaparecer por no haberse opuesto a dicho fallo. Quizá habría que preguntar a esta buena mujer su opinión sobre el terrorismo de estado que aplica el gobierno israelí contra la población civil palestina. Quizá para ella el terrorismo de estado no es terrorismo siempre que se mate a terroristas… o a hermanos, esposas e hijos de terroristas. Es para volverse loco.  

 Con todo, la señora Pedraza al menos es honesta a su manera. Afirma de manera abierta que hay tipos de víctimas, que no es lo mismo una persona asesinada por un ejército o por un gobierno que por un grupo terrorista que vive al margen de la ley. Es el tipo de franqueza que podemos exhibir los que no tenemos donde caernos muertos. Los políticos nunca pueden permitirse ser tan francos. Ellos se limitan a firmar las órdenes mientras otros disparan los misiles.

 La náusea me sube  por la garganta con un regusto ácido y es que todo esto es para vomitar. Soldados, políticos, terroristas… se pasan la vida humana por el arco del triunfo y lo más demencial es que si les preguntáramos a cada uno si hacen lo correcto afirmarían sin vacilar que sí… además muy convincentemente. Pero eso no es lo peor, no es lo que da más miedo.


 Lo peor es que muchos, muchísimos ciudadanos de a pie les dan la razón.

lunes, 18 de noviembre de 2013

UN PAPA MOLESTO

 Aunque hace ya bastante tiempo que no me considero cristiano (que sí creyente, mi camino de fe se revitaliza tras largos años de letargo y les hablaré de ello en otra ocasión) sigo con bastante interés el modo en que el papa Francisco está sacudiendo la Iglesia Católica. Este papa que se ha ido a vivir a una residencia de sacerdotes desdeñando el lujoso apartamento papal, que ha jubilado el papamóvil blindado y conduce un utilitario Fiat llevado de cabeza a su servicio de seguridad y que en general está suprimiendo la pompa y el boato del protocolo pontificio es el artífice de un impulso reformista desconocido en la cátedra de Pedro desde aquel lejano en que Juan XXIII, el papa bueno, decidiese que la Iglesia necesitaba un soplo de aire fresco y convocara el Concilio Vaticano II.

 Francisco, en los cinco meses que han transcurrido desde su elección ha atacado virulentamente a los poderes económicos que acaparan la riqueza y condenan a la pobreza a millones de personas; ha condenado a los políticos que abusan del poder para llenarse lo bolsillos; ha afeado la conducta a los católicos “de golpe de pecho” que no viven como auténticos cristianos y a los clérigos que viven de espaldas a la realidad, que no salen a la calle y no se codean con el pueblo. Su primer viaje apostólico fue a Lampedusa, la hoy tristemente célebre isla italiana que alberga un centro de internamiento de inmigrantes. Francisco defiende vivamente que la Iglesia debe estar junto a los pobres, ser para los pobres. ¿Qué cara se les queda a todos los catolicastros opulentos de traje sastre, pelo engomando para atrás, escudito en la solapa, collar de perlas, falda por la rodilla y zapatitos de tacón que se acuerdan de los pobres en el rastrillo de turno, a ser posible cerca de Navidad? Porque es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que ver a un rico entrando en el Reino de los Cielos, o al menos eso dice Jesús de Nazaret en los Evangelios. Cuando el papa Francisco era aún el cardenal Bergoglio ya atacaba con severidad a ciertos miembros de determinadas Caritas que tras hacer su trabajo voluntario se iban a celebrar opíparas comilonas a restaurantes postineros. No me lo estoy inventando, aquí les dejo el vídeo de You Tube.



 Estos mensajes son tan incómodos como un puñetero grano en el culo para aquellos que piensan que la fe se lleva puesta y se limita a un fervor de pacotilla cara a la galería, con besamanos al obispo sobrealimentado de turno, rezo de rosarios, ramos de flores a María y misa los domingos y las fiestas de guardar. La fe cambia a la persona de dentro hacia fuera. La experiencia de Dios ilumina al ser humano desde lo profundo de su alma y emana su luz bañando con ella cuanto le rodea. Ello se traduce en buenas obras, comportamiento correcto, sometimiento del propio estilo de vida a los dictados recogidos en la Palabra de Dios revelada a la humanidad y recogida en los Textos Sagrados. La curia vaticana y todo el cortejo de católicos, apostólicos, romanos, beatos, mojigatos e hipócritas; sepulcros blanqueados que por dentro son todo podredumbre, parecen haberse olvidado de ello, sin menoscabar a la base de cristianos que sí viven su fe con coherencia. A éstos da esperanza un papa como Francisco, un papa por cuya vida algunos ya temen, como el teólogo Leonardo Boff o el jesuita José Enrique Ruiz de Galarreta; porque Francisco no se está quedando en palabras: está impulsando una enérgica política de saneamiento de las finanzas vaticanas, muy desprestigiadas por los escándalos aireados a mediados de año, al mismo tiempo que se rodea de un grupo de ocho cardenales de confianza para acometer una ambiciosa reorganización de la curia. Esto puede poner nerviosos a muchos elementos, algunos de ellos poco recomendables. Han circulado rumores sobre la animadversión que se está ganando Francisco entre capos de la mafia, que se dan por aludidos cuando el pontífice ataca la doble moral de los ricos y poderosos. También cunde el nerviosismo entre los sectores más reaccionarios del catolicismo, como el Opus Dei, que de posición tan prominente gozara en el Vaticano con los dos anteriores papas, pero que ahora podría verse fuera de lugar en este nuevo rumbo que Francisco defiende.


 No quisiera estar en el pellejo de Domenico Giani, jefe de la seguridad vaticana y escolta personal del papa. Tendría la sensación de tener una diana pintada en la espalda. Por Francisco hay que rezar, porque hay gente o gentuza que a la fuerza no tiene que quererle bien.

domingo, 10 de noviembre de 2013

A vueltas con la doctrina Parot...

 Ayer abandonó la prisión de Teixeiro, en La Coruña, Domingo Troitiño, uno de los miembros del Comando Barcelona de la organización terrorista ETA que perpetró el brutal atentado con coche bomba en un hipermercado de la ciudad condal en junio de 1987, dejando 21 muertos y 45 heridos. Troitiño fue condenado a más de mil años de cárcel pero teniendo en cuenta que el código penal vigente en el momento de su condena limitaba la estancia máxima en prisión a treinta años, sería excarcelado en 2017. La aplicación retroactiva de la doctrina Parot, validada por el Tribunal Supremo en 2006, forzaba su encierro por treinta años al aplicar los beneficios de reducción pena a cada una de las condenas y no a los dichos treinta años máximos que la ley permite que pase en prisión. Sin embargo la Audiencia Nacional decide la excarcelación de Troitiño y otros ocho convictos por terrorismo, al considerar que concurren las mismas circunstancias que en el caso de Inés del Río, también terrorista sobre el que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dictaminado la ilegalidad de la aplicación de la doctrina Parot con carácter retroactivo.

 Lo verdaderamente inaudito es que alguien en su sano juicio se sorprenda ante semejante fallo, si nos ceñimos a los aspectos puramente jurídicos. En el derecho penal español rige el principio de irretroactividad, refrendado además por la Constitución, según el cual no se pueden aplicar las disposiciones sancionadoras a  hechos anteriores a la entrada en vigor de las mismas, siempre que perjudiquen al penado. O sea, que si la doctrina Parot data de 2006 no puede ser aplicada a Troitiño, ni a Inés del Río ni a ninguno de los ayer excarcelados, pues se les condenó con anterioridad a ese año. Es de perogrullo. Lo único que ha hecho el tribunal de Estrasburgo es emitir un fallo que tira por tierra una cagada jurídica de primera magnitud, aparte de una arbitrariedad por parte del sistema judicial que no se ajusta a derecho. Las leyes no se pueden aplicar con efecto retroactivo al común de los ciudadanos, pero en el caso de los terroristas podemos puentear las leyes, la Constitución y no pasa nada.  ¡No señor! ¡Las leyes deben ser iguales para todos y si no son eficaces y no responden a la gravedad de los hechos, se cambian! Para eso sirve el poder legislativo, esos señores que van al congreso de los imputados a dormir la siesta o a putearse mutuamente, cuando van.

 Vamos a dejar clara una cosa: una mala bestia como Troitiño, capaz de accionar el disparador de una carga explosiva que se lleva por delante decenas de vidas humanas debe ser encerrado en una celda echando la llave al mar. Es un sujeto peligroso, un riesgo para el resto de la sociedad pues tiene algo averiado dentro, no es una persona como las demás, es un monstruo. Claro que otros sujetos hacen lo mismo y lo llaman “acción de guerra” y a ningún gobierno –occidental al menos- se le ocurriría llamarlos terroristas. Todo depende de cual sea el sistema ideológico y económico que respalde al tipo que acciona el disparador y al tipo que le da la orden de que lo haga. Es lo mismo detonar un coche bomba en el parking de un hipermercado que disparar un misil contra una aldea palestina, pero eso es otro problema.

 La cuestión no es si está bien o mal que Troitiño esté en la calle. Está mal, ¿no va a estar mal? La cuestión es que Troitiño no está en la calle porque en Estrasburgo sean unos insensatos (que no lo son, se limitan a cumplir la ley). Troitiño está en la calle porque las leyes en España parecen hechas con los pies, porque no es de sentido común que un asesino esté en la calle habiendo cumplido treinta años cuando ha sido condenado a más de mil. El tiparraco iba a salir en 2017, dentro de tres añitos de nada. ¿Tendría entonces la agraviada asociación de víctimas del terrorismo la sensación de que se ha hecho justicia?

 Miren ustedes, a mí todo el revuelo que se ha organizado con el rollo este de la sentencia del tribunal de Estrasburgo me parece una de tantas manipulaciones informativas a las que es tan aficionado el gobierno de España, sea el partido que gobierne el que sea, pero destacando el que tenemos ahora, que se está distinguiendo por su  explícita crueldad con los más pobres y su público descaro al proteger a los poderosos y no sabe ya qué va a hacer para que no se hable en los medios de parados, desahuciados y gente que no tiene para comer que acude a los comedores de beneficencia.  Este miserable ejecutivo busca airear cualquier tema que levante ampollas para desviar la atención de los estragos que está creando. La manipulación informativa ha sido brutal… “¡Estrasburgo deroga la doctrina Parot! ¡Mentira! Sólo decreta la ilegalidad de su aplicación en un caso concreto. “¡Decenas de etarras podrían acabar en la calle!” Sí, unos tres o cuatro años antes de que acaben de cumplir la reclusión máxima que permite la ley. Lanzar mensajes que toquen la parte emocional de las personas es una táctica muy eficaz y viene muy bien el revuelo que se ha armado en las redes sociales, en las manifestaciones con banderitas de España adornadas con el escudo del pollo al que no tardan en sumarse aquellos que se tragan lo primero que les cuelan. Es muy de patriota y si de paso le hacemos el juego a un gobierno incapaz, rastrero y mentiroso, mejor.

 ¡Aterricemos! Troitiño y los demás están en la calle a causa de unas leyes mal diseñadas. Punto pelota. El gobierno nos toma por imbéciles y los descerebrados dicen amén. Así se escribe la historia. 

domingo, 3 de noviembre de 2013

MI ÚLTIMO DÍA EN LA COMUNIDAD TERAPÉUTICA

 ¿Qué son catorce años en la vida de una persona? Cada cual sabrá, pero para mí ha sido el tiempo que he pasado trabajando en la Comunidad Terapéutica “Padre Benito Gil” del programa Proyecto Hombre de Málaga. Cerca de la mitad de lo que llevo vivido (espero vivir mucho más, toquemos madera). Mañana día cuatro de noviembre de 2013 comienzo una nueva andadura en el equipo de la fase de Acogida, la primera de las tres que tiene el programa. Nuevos compañeros, nuevos chicos a los que atender, un enfoque terapéutico distinto…

 ¿Por qué el cambio? ¿Por qué cambio de equipo y de lugar de trabajo después de tantos años? Sobre todo estando como estoy vinculado a la Comunidad Terapéutica y a los que en ella trabajan por fortísimos lazos afectivos. ¿Por qué cambiar?

 Porque era necesario. Necesario para mi familia y necesario para mí. Fui en busca de Juanjo, mi director terapéutico que me conoce metido dentro de un saco y le pedí cambiar de lugar de trabajo porque necesitaba pasar más tiempo en casa. Haciendo un cálculo aproximado pasaba más tiempo entre los viajes de ida y vuelta y en el trabajo que con mi familia, si descontamos el tiempo de sueño (cuarenta kilómetros de ida y otros tantos de vuelta no es moco de pavo). Lo cierto es que me estaba pesando y a mi esposa, que cada vez acusa más los estragos físicos y morales de la fibromialgia, también. Mis hijos también me necesitan más en casa… en fin. Esto fue lo que me llevó a pedir el cambio.

  A medida que se aproximaba la fecha del traslado, descubría que el bienestar de mi familia no era el único motivo por el que necesitaba cambiar. Realmente lo necesitaba por mí mismo. Hace dos o tres años pensaba que yo no iba a salir de la Comunidad Terapéutica salvo con los pies por delante. Me veía indisolublemente unido a ella. Pero hay ciertas cosas a las que no es bueno unirse indisolublemente, ni siquiera si  las amas muchísimo. Me daba cuenta de que mi persona se empezaba a entusiasmar por la idea de trabajar de un modo distinto y de afrontar nuevos desafíos. Me estaba cansando de hacer siempre lo mismo y de la misma manera.  Después de tantos años había alcanzado mi punto de saturación y no quería darme cuenta. Soy uno de los pocos privilegiados que pueden darse el lujo de cambiar de lugar de trabajo con tanta facilidad. No  me avergüenzo de haber aprovechado la oportunidad. Ha sido lo mejor.

 En esta vida todos somos valiosos, pero nadie absolutamente es imprescindible. ¡Ay de aquel que llegue a creerse tal! Sin embargo es conmovedor y muy intenso darse cuenta de que muchas personas te van a echar de menos. La despedida fue muy emocionante y el manteo, ritual inevitable para todos aquellos que salen con bien de la Comunidad… bueno, digamos que a pocos han arrojado tantas veces y tan alto pese a mis casi cien kilitos.

 Para la Comunidad Terapéutica, pese a los sudores, los dolores de cabeza, los berrinches, los momentos de pánico, las lágrimas vertidas y las canas adquiridas no tengo más que palabras de agradecimiento. En ella me he hecho adulto, adulto de verdad. Llegué como un niñato con la cabeza llena de aire y me voy como un sesudo señor cuarentón. Mi querida Sabine, la terapeuta que con más tino haya combinado jamás la dulzura con la firmeza, dice que soy un sabio. Ni por asomo me considero tal cosa. Algo pedante y con buena culturilla de Trivial, todo lo más. Lo que si soy es afortunado por haber pasado por un lugar tan alucinante como la Comunidad Terapética “Padre Benito Gil” y (¿por qué no decirlo?) haber sobrevivido.


 De corazón, a todos, muchas gracias.

HITLER, EL INCOMPETENTE