martes, 7 de julio de 2015

EL AMABLE DESCONOCIDO

 Esta mañana me tocó ir de trámites, oficinas y colas. Nada serio, sólo recoger una documentación, pero al ser el lugar en cuestión un hospital uno se expone a toparse con historias delicadas, como la de la señora que me antecedía en la cola. que se pasó un buen rato siento atendida por la funcionaria de turno, con múltiples dificultades para rellenar la documentación entre sollozos, pues la mujer estaba muy afectada por algo que no llegué a saber, ya que no soy dado a poner el oído en conversaciones ajenas.

  Confieso con cierta vergüenza que me desesperé un poco y pensé mal de la señora. "Podría haber traído rellena la documentación como he hecho yo", pensé, pero enseguida me di cuenta del estado de nervios en que se encontraba y como yo no tenía que ir a apagar fuego alguno me serené y esperé, reparando con admiración, eso sí, en la amabilidad con que era tratada por la funcionaria, una mujer de mediana edad, que incluso le dedicó unas palabras de apoyo a la señora cuando se marchaba. 

 -¿Qué desea? -preguntó al momento dirigiéndose a mí-. Le pido perdón por la espera.

 -No se preocupe- respondí-. Parecía un asunto delicado.

 Mi asunto se resolvió en un par de minutos y la señora funcionaria me obsequió con un "que tenga un buen día" y una sonrisa. Por mi parte salí de allí dudando de si estaba en el Hospital Materno Infantil de Málaga o en una película de Hollywood de los años cincuenta.

 Qué sencilla sería la existencia si todos procurásemos manejarnos en nuestra vida diaria como esta señora funcionaria capaz de introducir el trato humano en el frío trabajo burocrático. Cuánta razón tenía Bahá `u` lláh cuando escribió que "una lengua amable es el imán para los corazones de los hombres", un bálsamo que cura las más profundas heridas y abre posibilidades que de otra manera estarían cerradas.

 Mi agradecimiento para esta señora funcionaria, por darme una lección de generosidad.

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