viernes, 19 de agosto de 2016

EL TEMIBLE BURKINI



 Siguiendo en la línea de mi artículo del treinta  de julio sobre la intolerancia religiosa contra el Islam, me veo abocado a poner el grito en el cielo sobre la prohibición impuesta en algunos municipios franceses sobre el uso en sus playas del bañador de cuerpo entero, estúpidamente denominado burkini. En el caso de la localidad de Cannes, la orden municipal se refiere a “toda prenda que manifieste de manera ostentosa la pertenencia a una creencia  religiosa (…) en un contexto en que Francia y los lugares de culto son objeto de ataques terroristas”. Finalmente se justifica la medida por respeto a los principios de laicidad, por higiene y para prevenir altercados.

 Si no fuera tan aberrante, sería para partirse de risa. Lo de respetar el principio de laicidad es un chiste, lo de la higiene un insulto y lo de prevenir altercados una concesión a los neandertales que buscan en lo más nimio una ocasión  de liarse a guantazos. La prohibición es xenófoba, racista, atenta contra la libertad individual y para más INRI es ridícula. ¿Una mujer ataviada de una determinada manera puede recordar a los atentados  que perpetran unos pobres necios manipulados por el más brutal adoctrinamiento que nada tiene que ver con la religión que dice defender? ¿Qué sensibilidad se puede ver afectada? ¿La de un molusco?    


 Partamos de una verdad: el uso del hijab, del chador o de cualquier otra forma de vestimenta distintiva para las mujeres en público no es parte de la revelación del profeta Muhammad. Es decir, no está en Corán, texto sagrado que sí hace referencias al recato que debe caracterizar la vestimenta de hombres y mujeres. El Corán en cambio sí mejoraba la condición social de las mujeres en un contexto histórico y social (las Arabia tribal del siglo VII)  en que eran poco más que esclavas domésticas y máquinas de producir hijos. Posteriores interpretaciones de los clérigos (siempre hombres) tergiversarían las disposiciones coránicas, utilizando la religión para legitimar los postulados machistas de una sociedad tradicionalmente patriarcal.

 De este modo vemos que el hijab no surge de la revelación de Muhammad, sino de la costumbre o de las decisiones de hombres con poder dentro de la religión. En el caso del Cristianismo surgen de este modo realidades como el celibato de los sacerdotes (o el mismo concepto del sacerdocio), las procesiones, la vida monástica, el sacramento de la penitencia (o tener que confesar tus culpas a un sacerdote para que te sean perdonadas)… la lista sería interminable. Nada de eso fue prescrito por Cristo pero los cristianos lo aceptan y muy dueños son, pues lo aceptan libremente (yo no lo acepté y por ello me aparté de la Iglesia Católica). Igualmente, una mujer musulmana que use el hijab  tiene todo el derecho del mundo a ir a la playa cubierta de poliéster de pies a cabeza si le da la gana, como si a una monja o a un fraile con hábito (que aún los hay) les diese por acudir a la orilla del mar, remangárselo y refrescarse alegremente las pantorrillas. 

Tan inaceptable es obligar a vestir el hijab, como prohibirlo. Son dos extremos de dogmatismo e intolerancia que se tocan para generar violencia y división entre los pueblos. Una señora sevillana profería en su canal de Youtube  que el Islam es una religión que maltrata a las mujeres. ¡Pobre ignorante! Es derecho y obligación de todo ser humano la libre búsqueda de la verdad ¡pero hay que buscarla! No podemos conformarnos con la primera interpretación interesada que nos encontramos en los medios. La ignorancia engendra miedo, el miedo engendra odio y el odio engendra violencia. Prohibir una cierta forma de vestir es un acto de violencia, no es un hecho trivial. No podemos verlo como tal. Seamos valientes y rememos en contra de tanta corriente vil e intolerante. 

 Tengo ahora en mente dos mujeres musulmanas que he conocido recientemente, una con hijab y otra sin él. Ambas se consideran libres, ambas son creyentes y siguen los preceptos del Islam, la que lleva hijab estudia una carrera universitaria, la otra no. ¿Qué las diferencia por lo demás? Su personalidad individual y una prenda de vestir. Punto. Rizar más el rizo no tendría sentido y respondería a intereses creados. Yo paso.

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