Siguiendo en la línea de mi artículo del
treinta de julio sobre la intolerancia
religiosa contra el Islam, me veo abocado a poner el grito en el cielo sobre la
prohibición impuesta en algunos municipios franceses sobre el uso en sus playas
del bañador de cuerpo entero, estúpidamente denominado burkini. En el caso de la localidad de Cannes, la orden municipal
se refiere a “toda prenda que manifieste de manera ostentosa la pertenencia a
una creencia religiosa (…) en un
contexto en que Francia y los lugares de culto son objeto de ataques
terroristas”. Finalmente se justifica la medida por respeto a los principios de
laicidad, por higiene y para prevenir altercados.
Si no fuera tan aberrante, sería para partirse
de risa. Lo de respetar el principio de laicidad es un chiste, lo de la higiene
un insulto y lo de prevenir altercados una concesión a los neandertales que
buscan en lo más nimio una ocasión de
liarse a guantazos. La prohibición es xenófoba, racista, atenta contra la
libertad individual y para más INRI es ridícula. ¿Una mujer ataviada de una
determinada manera puede recordar a los atentados que perpetran unos pobres necios manipulados
por el más brutal adoctrinamiento que nada tiene que ver con la religión que
dice defender? ¿Qué sensibilidad se puede ver afectada? ¿La de un molusco?
Partamos de una verdad: el uso del hijab, del chador o de cualquier otra forma de vestimenta distintiva para las
mujeres en público no es parte de la revelación del profeta Muhammad. Es decir,
no está en Corán, texto sagrado que sí hace referencias al recato que debe
caracterizar la vestimenta de hombres y mujeres. El Corán en cambio sí mejoraba
la condición social de las mujeres en un contexto histórico y social (las
Arabia tribal del siglo VII) en que eran
poco más que esclavas domésticas y máquinas de producir hijos. Posteriores
interpretaciones de los clérigos (siempre hombres) tergiversarían las
disposiciones coránicas, utilizando la religión para legitimar los postulados
machistas de una sociedad tradicionalmente patriarcal.
De este modo vemos que el hijab no surge de la revelación de Muhammad, sino de la costumbre o
de las decisiones de hombres con poder dentro de la religión. En el caso del
Cristianismo surgen de este modo realidades como el celibato de los sacerdotes
(o el mismo concepto del sacerdocio), las procesiones, la vida monástica, el
sacramento de la penitencia (o tener que confesar tus culpas a un sacerdote
para que te sean perdonadas)… la lista sería interminable. Nada de eso fue
prescrito por Cristo pero los cristianos lo aceptan y muy dueños son, pues lo
aceptan libremente (yo no lo acepté y por ello me aparté de la Iglesia
Católica). Igualmente, una mujer musulmana que use el hijab tiene todo el derecho
del mundo a ir a la playa cubierta de poliéster de pies a cabeza si le da la
gana, como si a una monja o a un fraile con hábito (que aún los hay) les diese
por acudir a la orilla del mar, remangárselo y refrescarse alegremente las
pantorrillas.
Tan inaceptable es obligar a
vestir el hijab, como prohibirlo. Son
dos extremos de dogmatismo e intolerancia que se tocan para generar violencia y
división entre los pueblos. Una señora sevillana profería en su canal de
Youtube que el Islam es una religión que
maltrata a las mujeres. ¡Pobre ignorante! Es derecho y obligación de todo ser
humano la libre búsqueda de la verdad ¡pero hay que buscarla! No podemos
conformarnos con la primera interpretación interesada que nos encontramos en
los medios. La ignorancia engendra miedo, el miedo engendra odio y el odio engendra
violencia. Prohibir una cierta forma de vestir es un acto de violencia, no es
un hecho trivial. No podemos verlo como tal. Seamos valientes y rememos en
contra de tanta corriente vil e intolerante.
Tengo ahora en mente dos mujeres musulmanas que he conocido recientemente, una con hijab y otra sin él. Ambas se consideran libres, ambas son creyentes y siguen los preceptos del Islam, la que lleva hijab estudia una carrera universitaria, la otra no. ¿Qué las diferencia por lo demás? Su personalidad individual y una prenda de vestir. Punto. Rizar más el rizo no tendría sentido y respondería a intereses creados. Yo paso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario