Si hay un lugar central en el urbanismo malagueño de los postreros años
del siglo XIX es, sin duda, la glorieta del Marqués de Larios, donde confluyen
la calle del mismo nombre, la Alameda y la Plaza de la Marina, antesala del
Paseo del Parque. Un sitio de privilegio, sin duda, presidido por la
impresionante estatua que representa a Don Manuel Domingo, segundo marqués de
tal estirpe. El conjunto estaba rematado por la mansión de los Larios, que ya
no existe, ocupando su lugar el edificio de la Equitativa.
Todo un símbolo de dominio.
¿Quiénes eran estos Larios y qué méritos les
asistían para ocupar tan preminente posición en el urbanismo de una ciudad? Se ha pintado a los Larios como artífices del
desarrollo de Málaga, a los que hay que estar agradecidos. Yo no diría tanto,
pero tampoco pretendo demonizarlos. La historia brinda datos para ver a los
hombres y mujeres de cada tiempo como fruto de su época, menos cuando
cometieron crímenes de lesa humanidad. Eso no admite justificación en época
alguna.
Tenemos
que remontarnos a finales del siglo XVIII, para encontrarnos a Pablo Larios,
nativo de la comarca de Cameros, en la Rioja, una zona de cría de ovejas,
como media España, por lo que probablemente don Pablo fuese ganadero, aunque
con más ambiciones que el resto. El buen señor tiró para el sur, lo mismo que
muchos de sus paisanos, seguido por una pequeña tropa de hijos fruto de dos
matrimonios en los que enviudó. Nos han llegado noticias de cuatro vástagos:
Martín, Pablo, Manuel Domingo y Juan. ¿Qué resultaba tan atrayente de Málaga?
Pues la promesa de negocio que brinda un puerto abierto al comercio
ultramarino. En tiempos de Carlos III se
había modificado la situación de privilegio de la que disfrutaban Sevilla y
Cádiz, con el Reglamento de Libre Comercio (1778) y otros puertos son autorizados
a comerciar con América.
Los datos de la llegada del pequeño clan de los Larios a Málaga son
escasos y confusos. Lo seguro es que en la década de 1820 nos encontramos a los
hijos de Don Pablo en dos frentes: Manuel Domingo y Pablo dirigen una sociedad
comercial en Málaga, mientras que Martín (el del retrato adjunto) y Juan hacen lo propio en Cádiz y
Gibraltar. Tenemos noticias de los pingües beneficios generados por las
actividades de Martín y de Juan en Cádiz. Aparte de comerciantes, fueron
prestamistas y dicen las malas lenguas que no hicieron ascos al contrabando.
Por favor, no nos pongamos mojigatos, si tienes sede en Cádiz y en Gibraltar…
¿quién se resiste a sacar tajada del comercio ilegal en un lugar donde es parte
de la cultura local? Esto nos da idea de los perfectos productos del
liberalismo económico que fueron los Larios: por el beneficio, me lo paso todo
por el forro… hasta las leyes.
Manuel Domingo fallece en 1830 y Martín se va
a Málaga para hacerse cargo de los negocios familiares, constituyendo una nueva
sociedad: Larios Hermanos y cía. Martín es ya el líder indiscutible de la
familia. Durante esa década la actividad de la sociedad es el comercio, pero en
la década siguiente tiene lugar el trascendental salto a la industria, como ya
hicieran los Heredia, otra familia de cameranos emigrados que también hiciera
sus pinitos en el contrabando. El modelo
industrial es directamente copiado del británico, incluso se traen técnicos de
dicha nacionalidad para la puesta en marcha de las fábricas. Mientras que los
Heredia apostaron principalmente por la siderurgia, los Larios se decantaron
por la producción textil y azucarera.
Desde pequeño me fascinó la alta chimenea de
los Guindos (dada después en llamar Torre Mónica por un simpático, romántico y
osado acto vandálico). Aunque data de una época posterior a la que nos
referimos, es mudo testigo de una época industrial que se fue. La apuesta
industrial de los Larios, los Heredia, los Loring… fue eso, una apuesta, y se
perdió principalmente por una razón muy
simple: el carbón, o más bien la falta de él.
Las fábricas del siglo XIX necesitaban ingentes cantidades de carbón
para mantener la presión de sus máquinas de vapor. Las minas de carbón más
cercanas estaban en Córdoba y no existió línea de ferrocarril que salvara esa
distancia hasta 1866, cuando ya era tarde, porque otras zonas industriales
habían tomado la delantera. Hasta ese momento, las calderas de las fábricas
malagueñas se tragaron todo el carbón vegetal que se pudo producir y los montes
que forman nuestra hoya quedaron pelados de árboles. El florecimiento económico
de la industria malagueña, pues, tenía fecha de caducidad. No se hundió de la
noche a la mañana, pero la pujanza inicial se perdió. La plaga de filoxera de
la década de los 70 se cargó la industria vinícola, otro puntal. Los Heredia llegarían
a conocer la bancarrota ya en el siglo XX, de la cual los Larios se salvaron gracias a una mayor
diversificación de sus negocios.
Pero sigamos con los Larios. La expansión de
sus explotaciones azucareras y textiles proporcionó fabulosos beneficios en la
época de pujanza. Esta ingente cantidad de dinero les da poder e influencia en
todos los ámbitos de la vida malagueña. En 1865 Martín (ya maduro y cediendo
poco a poco el timón de los negocios a su primogénito, Manuel Domingo) recibe
de Isabel II (menudo honor, ser ennoblecido por tal esperpento de reina) el
título de marqués, lo cual en aquella época vestía mucho más que hoy. Todo
parecía gloria y honor para los Larios.
Pero en 1868 tuvo lugar la Septembrina o
Revolución Gloriosa, que dio lugar al Sexenio Revolucionario. Isabel II tuvo
que salir del país con cierta precipitación. En Málaga, el proceso
revolucionario estuvo jalonado por momentos muy convulsos, uno de los cuales
fue la huelga en La Industria Malagueña SA (propiedad de los Larios) motivada
por la decisión de Martín de no permitir la vuelta al trabajo a un grupo de
obreros participantes en actividades políticas y también por reivindicaciones
salariales. La tensión iría en aumento a lo largo del mes de octubre,
produciéndose el paro general de la fábrica el día 20 y formándose un gran
tumulto en la Alameda, durante el cual tuvo lugar el asalto a la casa de los
Larios. La familia tuvo que huir por el tejado del edificio, auxiliada por
fuerzas militares.
¿Qué ha pasado? ¿No eran estos los prohombres
que habían dinamizado la vida económica de la ciudad? ¿A cuento de qué los
quieren linchar?
(Continuará)
CREO QUE ESTOS COMENTARIOS SON MUY PARTIDISTAS Y CARENTES DE TODA OBTIVIDAD ,POR LO QUE AMI MANERA DE ENTENDER CARECEN DE CUALQUIER VALIDEZ HISTORICA
ResponderEliminarNo se enfade, hombre. Casi todo lo que pongo aquí está contrastado o lo dicen personas mucho más doctas que lo que yo pueda ser en toda mi vida.
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