sábado, 1 de septiembre de 2018

AQUEL VERANO DE 1936 (continuación)


  Aquel día 18 de julio de 1936, en el que el señor Gerard Brenan había bajado al centro de Málaga a recoger sus pantalones del tinte, se estaba produciendo un golpe de estado por todo el territorio español. Una insurrección dirigida por el general Emilio Mola  y lo más granado de los oficiales de alto rango fogueados en Marruecos. El plan establecía un papel importante para Málaga, ya que su puerto debía recibir una de las dos columnas en que se había dividido el ejército de África (estaba planeado que la otra desembarcara en Algeciras), que se reunirían en Córdoba para dirigirse a Madrid atravesando Despeñaperros.  El paso de las tropas africanas no se produjo con la eficacia prevista debido al amotinamiento de varias tripulaciones de buques de guerra contra sus oficiales, implicados en el golpe.

 Comandaba las fuerzas militares de Málaga el general Francisco Patxot, un oficial cuyo historial retrata a un gestor de recursos, negociador y mantenedor del orden más que a un inspirado líder militar. Su  superior, el general  José Fernández de Villa-Abrille, jefe de la II División Orgánica (como entonces se llamaba a la II Región Militar), ni apoyó la sublevación ni acató los requerimientos del gobierno republicano para combatirla. Las órdenes de declarar el estado de guerra en Málaga fueron dadas por general Queipo de Llano, que se disponía a tomar Sevilla.

 Aunque enterado de la conjura e incluido en ella, Patxot no estaba convencido del todo. Sin embargo acató las órdenes y sacó a la calle las fuerzas bajo su mando, junto con el destacamento de la Guardia Civil de la ciudad, con la intención de tomar el Gobierno Civil, ubicado en el Palacio de la Aduana, produciéndose  tiroteos con las milicias obreras.  La situación se complicó cuando el gobernador civil, José Antonio Fernández Vega, se negó a dejar su puesto y se atrincheró en la Aduana con los efectivos de la  Guardia de Asalto y un contingente de milicianos. Ante esta circunstancia, los efectivos de la Guardia Civil se retiraron a sus cuarteles. Sea por la razón que fuere y ya de madrugada, Patxot dio a sus soldados la orden de retirarse al cuartel de Capuchinos. Se ha repetido mucho que lo hizo engañado por Diego Martínez Barrio, efímero presidente de la República, a través de una llamada telefónica que le aseguraba el fracaso del golpe en la práctica totalidad de España. Ello no ha sido suficientemente probado.

 Ese día y esa noche ardió una enorme cantidad de edificios en Málaga, residencias de clase acomodada, instituciones religiosas… Ya contaba Brenan que sobre la ciudad pendía una oscura nube de humo y que al caer la oscuridad el resplandor se veía desde Churriana, donde residía. Las milicias detuvieron y asesinaron a muchas personas sólo por suponerles ser de derechas. El general Patxot fue detenido, lo mismo que su lugarteniente, el capitán Agustín Huelin, que le recriminase su decisión de retirarse arrancándose las insignias del uniforme. Militares, falangistas, clérigos, políticos conservadores y también personas que poco tenía que ver con política, pero que eran de clase acomodada, fueron encarcelados. El control de la ciudad, de facto, pasó al Comité de Salud Pública una junta constituida por las milicias obreras. Aquel que fuera sospechoso de simpatizar con posturas conservadoras tenía razón para temer por su vida.

 El 22 de agosto la aviación italiana, en ayuda de los sublevados, inició una campaña de bombardeos sobre Málaga. Se ha hablado mucho del bombardeo de los depósitos de CAMPSA el día 22, pero hubo más hasta el día 31. En represalia, empezaron las sacas de presos… y los fusilamientos.  La primera se hizo el mismo día 22 y en ella murieron Patxot y Huelin. También murió con ellos José María Hinojosa Lasarte, poeta de la generación del 27, amigo de Federico García Lorca. Ambos poetas murieron con tres días de diferencia, fusilados por bandos distintos. Crueles ironías de la existencia humana. En los días siguientes hubo más sacas. Se ha estimado que desde el alzamiento hasta la caída de la ciudad en manos de los sublevados, en febrero del año siguiente, murieron alrededor de un millar de personas a manos de las milicias obreras.  Mientras esto sucedía, Queipo de llano, a través de la radio, lanzaba sus violentas amenazas:

 «¡Sí, canalla roja de Málaga, espera hasta que llegue ahí dentro de diez días! Me sentaré en un café de la calle Larios bebiendo cerveza y por cada sorbo mío caeréis diez. Fusilaré a diez por cada uno de los nuestros que fusiléis, aunque tenga que sacaros de la tumba para hacerlo. »

  No sé si llegaría a tomarse la cervecita en calle Larios, pero la amenaza se cumplió.

  Hay personas que se otorgan el derecho de decidir qué vida humana vale más. Yo no soy capaz de hacerlo. Una vida humana es una vida humana. No voy a justificar nada. Como español y como ser humano siento vergüenza por todas y cada una de las víctimas de la Guerra Civil. Las acciones de las milicias obreras en Málaga me parecen aberrantes; las sacas, una atrocidad, absolutamente injustificable. Son crímenes de guerra.

 Sin embargo, fueron parte de una reacción en cadena. Un fuego desatado que tuvo un desencadenante.

 Lo tengo muy claro. Los que iniciaron el incendio fueron unos militares que se olvidaron de cuál era su lugar.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

HITLER, EL INCOMPETENTE