Hoy se ha celebrado la festividad de Santa
María de la Victoria, patrona de Málaga y de un puñado de ciudades españolas e
iberoamericanas. Yo no me acordaba. No llevaba la cuenta de las fiestas de
guardar cuando podía considerarme cristiano, mucho menos ahora. Fui consciente
de ello al sufrir algunos contratiempos por no prever un día festivo: el
estanco cerrado… en fin, poca cosa, pero lo suficiente para cabrearme y de
coraje, investigar un poquillo.
Me da vergüenza (no mucha, no vayan a creerse) que habiendo sido
alumno de los Maristas de Málaga y habiéndome tragado misas a espuertas en el
Santuario de la Victoria, no haya sabido hasta años después que la imagen que
ha tenido que quedarse sin procesionar por la amenaza de lluvia es una talla
policromada tardo gótica de fines del siglo XV, de autoría desconocida, pero
probablemente de un maestro germano, lo cual no es tampoco una deducción digna
de Sherlock Holmes ya que si fue un regalo del Archiduque de Austria Maximiliano (aún no era el emperador del Sacro
Imperio Romano-Germánico) a su consuegro Fernando de Aragón es razonable pensar
que no se fuera a adquirir la talla más allá de las fronteras de su tierra, que
en ésta ya las habría suficientes y dignas de un rey.
Cuenta
la tradición que Fernando, como buen rey cristiano, tenía un oratorio en su
tienda de campaña (imaginen las dimensiones de la misma) mientras el combinado
castellano-aragonés asediaba Málaga. Instaló la imagen de la Virgen en el mismo
y también según la tradición, soñó con un anciano que a los pies de la Virgen,
rogaba para que los cristianos se alzaran con la victoria. Mientras el rey
soñaba, entraban en el campamento doce frailes de la orden de los Mínimos (un
ala radical de los Franciscanos, que practicaba el eremitismo). Iban a pedir el
permiso real para hacer algo de proselitismo, pero ya puestos, conminaron a los
reyes a no levantar el sitio (como si éstos hubieran tenido intención de
hacerlo) pues en tres días caería la ciudad y así fue.
Estas
historietillas, sin duda, constituían parte de la salsa con que las buenas
gentes sobrellevaban sus vidas anodinas en una época en que no existía el
Sálvame de Luxe. Las historietas de reyes con sueños píos en vísperas de una
victoria son prácticamente tan antiguas como la misma Iglesia (recordemos al
emperador Constantino, cuyo fervor cristiano era tan profundo como un charco,
soñando con la cruz en vísperas de la batalla del Puente Milvio). No sabemos si
Fernando era tan fervoroso como su señora Isabel (que no paraba de rogar a los
soldados que orasen pidiendo la rendición de la ciudad, como si el hambre y
otras penurias de los sitiados no bastasen para ello); pero, en cualquier caso,
era un oportunista de primera magnitud consciente del valor propagandístico de
una buena historia con tintes piadosos. Para todo buen cristiano quedó probado que la
Virgen María había intercedido para la victoria de los adalides de la verdadera
religión frente a la secta mahometana.
Con mi
perversa imaginación, no he podido evitar visualizar a María intercediendo por
los ejércitos cristianos allá en las estancias celestiales. María, como toda
madre sufrida, tiene serias dificultades para decir que no a nada, así que intercede por la
empresa de los reyes, aunque no acabe de verlo claro; así que se va en busca
del triumbirato celestial y encuentra primero al Hijo, a Jesús, que siempre está
más a mano, ya que es sabido que Padre y Espíritu Santo son más esquivos y
difíciles de ver.
-Oye,
hijo. A ver si os reunís y hacéis algo por estos pobres cristianos que llevan
ya una burrada ahí sitiando y los moros no se rinden.
Jesús, que desde cierto episodio con una boda en la que al parecer los
invitados no estaban lo suficientemente borrachos se encuentra ya prevenido
ante las peticiones excéntricas de su madre, la mira con cierto fastidio.
-No me
extraña que no se rindan-replica-sólo van a perder vida y haciendas.
Lanza
una mirada desde sus alturas celestiales y el panorama no puede ser más
desolador. Los ejércitos cristianos al límite de su resistencia, diezmados por
los feroces combates y por una epidemia de peste. Los sitiados famélicos,
hundidos en la más atroz desesperanza de saberse abandonados por todos. Alí
Dordux negociando la rendición mientras Hamed el Zegrí sube a Gibralfaro con
los últimos gomeres para ofrecer una resistencia efímera.
-Mira,
mamá-dice Jesús tristemente-no va a hacer falta. A esto le quedan dos
telediarios.
La idea
de una María de Nazaret que intercede por semejante crimen de lesa humanidad es
para hacer estallar cualquier cabeza.
La
imagen regalada por el futuro emperador del Sacro Imperio pasó a ser conocida
como Santa María de la Victoria, pues es esa victoria lo que cimentó la
conciencia colectiva de la nueva ciudad que surgió sobre las cenizas de la vieja
y la reforzó el sostén de algo tan potente para las mentes de las gentes
sencillas como una advocación mariana. Sin embargo no será hasta 1867 que el
papa Pío IX la declare de manera oficial patrona de toda la Diócesis de Málaga
y hasta 1943 no será coronada por el nuncio papal. Las leyendas religiosas surgen
veloces como una llamarada, pero los asuntos de palacio, van despacio.
Hoy la imagen de Santa María de la Victoria no
ha podido procesionar y lo lamento de corazón por aquellas personas que
encuentran consuelo, esperanza o simple disfrute en estas muestras de
religiosidad. Por lo que a mí respecta, una talla del siglo XV debería estar en
un museo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario