Hay quien me pregunta cómo soy capaz de
ponerme delante de un maltratador y hacer terapia con él. Entre las personas
que atendemos en la Comunidad Terapéutica no faltan aquellas que han maltratado
a sus parejas, a sus padres y madres, a sus hijos… La respuesta es clara: se
trata de una persona como yo. El problema no es lo que le hace persona, sino
aquello que la aleja de tal condición, es decir, sus comportamientos. Lo que
hay oculto tras éstos es el objeto del trabajo terapéutico, luego ¿por qué habría
de juzgarle o escandalizarme? Ayer mismo tuve una larga conversación con una
persona que ha maltratado a su madre y a su pareja. Lo que más llamó mi
atención es lo maltratado que se siente él mismo a día de hoy por las personas
que le rodean, cuando él mismo continúa manteniendo conductas de maltrato hacia
los demás. ¿Cuál puede ser el origen de esta
percepción tan deformada?
Nos gusta creer que somos significativa e
intrínsecamente distintos a las personas
que abusan de otras, que las humillan, que las golpean... Nos conmovemos y nos
llenamos de rabia ante las noticias en prensa y en televisión que aluden al
tema. Decimos que a esos habría que… ¿qué? ¿Qué habría que hacerles? Mi trabajo
consiste en entenderles.
Durante mi conversación con esta persona salió
a relucir el hecho de que siempre la percepción del maltrato recibido ha sido
siempre superior a la del maltrato infligido, aunque objetivamente las
magnitudes fueran justo las contrarias. Pero es nuestra percepción la que
condiciona la actitud que adquirimos ante el entorno y los hechos objetivos
pasan a un segundo plano. La percepción
se convierte en un instrumento que hay que aprender a manejar, afinándolo y
calibrándolo para que sea preciso y útil para el fin último que debería animar
a todo ser humano: cuidar de sus semejantes o al menos dañarlos lo menos
posible.
Hay una experiencia crucial que todos
deberíamos tener: poder vernos a través de los ojos de la persona que tenemos
delante. Si pudiera hacerse de manera física, real, podría ser algo devastador.
¿Cómo quedaría la mente del maltratador si se pudiese ver a sí mismo gritándole
y golpeándole? ¿Cómo cambiaría su visión de la realidad y de sí mismo?
¿Sufriría? Probablemente sí y pensaríamos que es justo castigo a todo el mal
que ha infligido. Esto del justo castigo es un arquetipo sólidamente incrustado
en el inconsciente colectivo. Nos
encanta. Se encarna incluso en personajes de cómic como el famoso Ghost Rider, “El Motorista Fantasma” que
con su cadena de fuego infernal atrapa a los malvados haciéndoles sentir
multiplicado todo el mal y el daño que han causado, con lo cual enloquecen y
quedan reducidos a masas sollozantes. Este tipo de personajes justicieros suelen
ser muy populares ya que responden a un anhelo ancestral de hacer sufrir a los
que sufren, pero claro, desde una concepción del mundo muy simplista, un mundo
de buenos y malos donde está muy claro quién es bueno y quien es malo. Las
cosas no son tan simples.
Esta mañana, saliendo de la Comunidad
Terapéutica tras una jornada de veinticuatro horas, me preguntaba si tendré el
coraje de verme a través de los ojos de los que más quiero. ¿Lo tendrá usted?
En esta entrada has humanizado a personas que están excluidas. Me has demostrado mi ingnorancia frente a todo esto. Mucho programa de callejeros, que me encana, `por cierto, pero este tipo de realidades también estaría bien conocer. Hay mucha ignorancia frente a muchos temas importantes de la siciedad. Personas que maltratan a sus padres, parejas ¿qué hay detrás? No creo que sea muy humano actuar así sin razón, sin nada de fondo, ¿qué pasa por la cabeza de estas personas?.. Con esta estrada has hechoo que cambie un poco mi percepcion de ellos. Me gusta!!en cierto modo, has cambiado un poco de mí y lo que es más importante, me has hecho pensar! Reflexionar en eso que dices... verse en los ojos de los que más quiero... GRACIAS.
ResponderEliminar