lunes, 26 de noviembre de 2012

UN COLLAGE PARA VOLVERSE LOCO


En un rincón de un parque cualquiera, en una ciudad cualquiera, un hombre que vive en la calle cuenta su triste historia a cualquiera que quiera escucharla. Se llama Miguel y quemó su juventud en los barcos atuneros. Mucho trabajo y poca paga que demasiadas veces acababa castigándole el hígado y el cerebro convertida en vino del barato o algo más fuerte si así encartaba. En su relato se mezclan malas mujeres, malos hombres y mucha indulgencia para sí mismo. La culpa siempre es de otro. Pide al solitario viandante que le escucha si puede traerle un bocadillo al día siguiente, al mismo día y a la misma hora. El viandante lo promete y cumple al día siguiente, pero Miguel no aparece. La demencia debe haber engullido el recuerdo del día anterior, como de todos los días que siguieron al momento en que su consciencia empezó a resquebrajarse.

 Un domingo cualquiera, en una iglesia cualquiera, un católico de expresión beatífica escucha devotamente la palabra y recibe la comunión. No hace mucho tiempo explotaba varios servicios automáticos de alquiler de DVDs con el inevitable catálogo de vídeos pornográficos. Eso fue antes de que la piratería informática mandase su negocio al infierno.  Que la mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.

 Una tarde cualquiera, en un estanco cualquiera, una niña de siete u ocho años entra con un billete de veinte euros pidiendo cambio. El estanquero toma el billete y lo examina brevemente, pero ya sabe lo que hay: es falso. No es la primera vez. La madre de la niña la espera sentada en un banco de la plaza cercana. El estaquero le devuelve el billete a la niña y por enésima vez le dice que vaya y le diga a su madre que el billete no es bueno. La niña protesta con descaro. Ya apunta maneras.

 En un teatro cualquiera, una artista (que no es una artista cualquiera) canta por amor al arte para recaudar fondos que ayuden a un grupo de profesionales a recuperar mentes y vidas que han perdido el rumbo. Los recortes de una administración rapaz amenazan con cortar las alas a aquellos que luchan por el bien común, que tratan de construir una sociedad mejor ayudando a las personas a ser mejores.

 Todo esto ocurre en la misma ciudad, la mía, en cuarenta y ocho horas. Almas rotas, almas hipócritas, almas abandonadas y almas nobles que se luchan contra viento y marea. Todas juntas componen un collage abigarrado de claroscuros brutales que se multiplica en un gigantesco caleidoscopio por todo el planeta. Asomarse a los informativos marea y da vértigo. ¿Qué nos queda?

 Queda usted, quedo yo… quedamos los que no perdemos la esperanza.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

GALA BENÉFICA EN BENEFICIO DE PROYECTO HOMBRE MÁLAGA


 Hoy me dirijo a ustedes para pedir su ayuda. Ya he mencionado en alguna ocasión que trabajo en el programa terapéutico Proyecto Hombre de Málaga, dedicado al tratamiento de las adicciones. Se trata de un programa con una andadura ya respetable, de más de 25 años, que ha ido creciendo y evolucionando al mismo ritmo que la sociedad a la que sirve. Sin embargo, en la actualidad empieza a acusar el mordisco de la crisis económica, como tantas instituciones y colectivos. Buscar recursos para mantener el servicio abierto y a pleno rendimiento se convierte en una tarea ardua y uno de los medios utilizados para ello es la organización de eventos, como en el caso que me ocupa al escribir estas líneas.

 
 El próximo domingo, día 25 de noviembre, tendrá lugar en el Teatro Cervantes de Málaga a las 19:30 horas una Gala Benéfica organizada por la cadena de televisión local PTV, que contará con la presencia de la cantante Joana Jiménez, ganadora de la primera edición del programa emitido por Canal Sur Televisión “Se llama copla”.  Sin embargo no se trata de una artista novel, sino de una trabajadora de la música con una sólida formación, ya que estudió solfeo en el Conservatorio Superior de Sevilla y ha cultivado también el baile. Lleva actuando desde los ocho años, ha publicado varios discos y ganado diversos concursos, aparte del ya mencionado, entre ellos el primer premio en el Homenaje a la Niña de Écija. Generosamente actúa este domingo por puro amor al arte, ya que toda la recaudación será donada al programa terapéutico.

 Les guste la copla más o menos, les animo a la asistencia, ya que el lenguaje de la música es universal en sus diversas formas y la música en vivo siempre se disfruta de un modo especial. Y si no les fuera posible estar presentes, consideren  la adquisición de una localidad de la fila cero, la fila de los ausentes físicamente, pero presentes en su afán solidario de ayudarnos a seguir luchando contra las adicciones. Las localidades pueden adquirirse también en las oficinas centrales de Proyecto Hombre Málaga en el nº 4 de la calle Eduardo Carvajal de la misma localidad.

 Miren, sé que no soy objetivo en absoluto al escribir lo siguiente, pero lo haré de todas maneras, porque este es mi blog y escribo en él lo que me viene en gana. Hay que luchar por Proyecto Hombre porque es  esperanza y sabe Dios que hace mucha falta.

 Gracias a todos y a todas.

martes, 20 de noviembre de 2012

SUFRIENTES


He pasado más días que de costumbre sin escribir porque he estado muy liado y además al final he terminado muerto de agotamiento. No es una disculpa. Es un hecho.

Alguien definió la psicología como la ciencia que estudia el comportamiento humano, sin embargo yo creo que lo que da un sentido a su existencia es el alivio del sufrimiento humano. Para eso entré en la facultad hace veinte años y para eso voy a trabajar todos los días. Quizá algunas personas se sobrecogerían si pudiesen sentir en carne propia la intensidad del sufrimiento que se agazapa dentro de quien llega a la comunidad terapéutica para tratar sus problemas de adicción.

 El sábado regresé a casa después de pasar dos días trabajando con un grupo de veinte usuarios de la comunidad junto con una compañera de equipo. La temática del trabajo terapéutico a trabajar era delicada y no la mencionaré. Baste decir que dentro de aquella casa los terapeutas sólo nos limitamos a acompañar a aquellas personas en su ardua tarea de exteriorizar el dolor e iniciar un duro camino para integrarlo en su psique de la manera más equilibrada posible. El proceso que ha de seguir un alma atormentada para aceptar todo lo que rechaza de  sí misma es largo y accidentado.

 Como he dicho, regresé a casa molido como la pimienta, pero pletórico, satisfecho y agradecido de que un grupo de usuarios y de sus familiares nos hayan dejado aportar un pequeño granito de arena en sus historias personales. Se siente uno abrumado por la conmovedora necesidad que se ve en ellos de dejar de sufrir por sufrir.

 Los que trabajamos en esto tenemos claro que nosotros no aliviamos nada, sólo acompañamos a otros mientras se alivian a sí mismos. Esa es la función del terapeuta. Sé que en los tiempos que vivimos con crisis económica, paro, desahucios, dos millones de niños viviendo por debajo del umbral de la pobreza y toda la realidad atroz que amenaza con arruinar nuestra sociedad, pueden parecer insignificantes los dramas personales de personas que han errado su camino; sin embargo es así justamente, sólo parecen insignificantes. A veces, cuando paseo a los perros por la noche, mi mirada se eleva hacia las ventanas iluminadas de los edificios y me pregunto cuanto mal anida detrás de ellas. Antes o después una parte de ese mal entrará por las puertas de la comunidad terapéutica. Así ha sido, es y será con o sin crisis.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

A HUELGAZO LIMPIO... OTRA VEZ

 Miren, hoy que ha sido día de huelga general, la segunda en lo que va de año, yo he ido a trabajar. ¿Por qué? Porque me ha dado la gana. Sencillamente por eso. Porque trabajo en una ONG, porque presto un servicio público, porque unos sindicatos que no me representan no tienen derecho a decirme lo que tengo o lo que no tengo que hacer... en definitiva, porque soy libre y los sindicatos en este país coartan la puñetera libertad individual de las personas.

 No voy a hacer valoraciones sobre la huelga. Eso lo dejo para los periodistas pelotilleros (los serios son otra cosa), los políticos y demás gentes de mal vivir que gustan de hablar por hablar. Además,  estoy demasiado cansado después de una guardia. Sin embargo no me privaré de decir que no sé que es más patético: un piquete "informativo" apedreando camiones o esos periodistillas de tres al cuarto, tertulianos que proliferan por esos programas asquerosos destinados a  modelar la opinión pública. Resultaba absolutamente patético verlos en visperas de la huelga haciendo todo tipo de bromas fáciles sobre los sindicalistas, tachándolos de esto o de aquello, como si el poder al que ellos sirven fuera inmaculado. Especialmente patética ha resultado la patronal, advirtiendo sobre el brutal coste económico de un día de huelga. En una tertulia de radio, fijense, un economista independiente (que los hay) decía que si en España un día de huelga supusiese tantas pérdidas querría decir que la actividad económica estaría tan desarrollada que crecería a razón del 50% anual. O sea, el presidente de la patronal es un embustero. Tan embustero como los dirigentes sindicales que estiman el seguimiento de la huelga en un 75% mientras que el descenso en el gasto eléctrico (indicador irrefutable sobre un descenso en la actividad industrial) no ha llegado hoy al 12%. ¡Y qué me dicen del PSOE apoyando la huelga! Sencillamente grandioso.

 Periodistas pelotilleros, políticos, empresarios trápalas, banqueros, sindicalistas de puño en alto... un atajo de facinerosos que sólo buscan arrimar el ascua a su sardina. Sólo quiero una cosa: que me dejen en paz.

sábado, 10 de noviembre de 2012

SUICIDADOS


   Hace muchos años leí en una revista una viñeta del gran humorista gráfico y escritor Jaume Perich Escala, “el Perich”, como solía firmar. En ella se representaba a sí mismo junto a un precipicio diciendo: “¡Qué ganas tengo de que alguien se caiga por aquí y se mate para que pongan de una vez la valla protectora!”. Que Dios lo tenga en su gloria, pues falleció en 1995. Su agudo sentido del humor nos habría venido muy bien en estos aciagos momentos.

 Así es como funcionamos en este país… cuando funcionamos. Esta vez ha sido preciso que salte por un balcón una ex concejal de un partido mayoritario acosada por una orden de embargo y con los agentes judiciales pulsando en el portero electrónico para que los politicastros de turno desplacen sus culos  y se pronuncien públicamente sobre la brutal y arcaica ley hipotecaria vigente en este país y tomen alguna medida… que ya veremos en qué queda al final. El mes pasado se suicidó en su casa, la víspera del desahucio, un quiosquero granadino y no hubo tal reacción. “Es que se trata del segundo suicidio por un desahucio en menos de treinta días” dirá algún bienintencionado políticamente correcto. Lo que es yo, que como muerto de hambre que soy me puedo dar el lujo de ser políticamente incorrecto, dudo que se hubiese armado tal revuelo entre la clase política si el segundo suicidado hubiera sido un albañil en paro con tres hijos pequeños.

 En cualquier caso, la muerte de un ser humano es una tragedia, se mire como se mire, sin embargo esta muerte tiene algunos detalles francamente sórdidos. Amaia Egaña se encontraba sola en su domicilio en el momento del desahucio. Estaba casada (con otro ex concejal) y ambos vivían con su hijo de 21 años. ¿Dónde demonios estaban los hombres de la casa? Un desahucio es una circunstancia que sacude hasta los cimientos la vida familiar, ¿cómo es posible que el marido se encontrara “trabajando” como se dice en la prensa, dejando a su esposa que afrontase en solitario la llegada de los agentes? Las respuestas van llegando a cuentagotas a través de los medios: el marido no sabía que la hipoteca iba a ser ejecutada. ¿Cómo es posible? ¿Qué volumen de deudas había acumulado esa familia para no poder afrontar la hipoteca con los dos cónyuges empleados y no precisamente fregando escaleras, pues cuenta la prensa que Amaia Egaña trabajaba en el departamento de recursos humanos de una empresa. El piso embargado en cuestión se encuentra en una cotizada zona de reciente construcción en Barakaldo, municipio que forma parte del área metropolitana de Bilbao. Llevaba un año a la venta en Servihabitat, el portal inmobiliario de La Caixa, por un precio de 233.180 € (precio que los vecinos consideran “moderado” para lo que se cobra a día de hoy en la zona ¡imaginen el precio al que tuvo que venderse en la época de vacas gordas!).

 Habrá quien piense que tengo muy mal gusto por expresarme en estos términos. Es posible que así sea, pero en este país los dramas sociales y familiares se llevan sucediendo todos los días desde hace años sin que a casi nadie le importe un pimiento. Muchas familias han ido a la puñetera calle y sólo se han movilizado por ellas las plataformas ciudadanas anti-desahucio exponiéndose a recibir los porrazos de la policía. Recientemente el poder judicial si que ha empezado a alzar su voz antes de que la pobre Amaia saltara por el balcón. La ley hipotecaria debe ser cambiada. 

 La historia de Amaia Egaña, sin duda alguna, es un drama personal, pues su voluntad de morir ha sido inequívoca y el método  elegido para ello expeditivo. Amaia Egaña no quería llamar la atención, quería morir, sin embargo su drama no ha sido el de la gente humilde aplastada por los poderosos. Su drama ha sido de otra índole y no por ello menos terrible, pero ha sido el que al final ha movido las voluntades.  ¡Qué le vamos a hacer! Parece que gracias a su suicidio alguien se ha acordado, como en la viñeta del Perich, que hay que poner la dichosa valla protectora. A ver si es verdad.

lunes, 5 de noviembre de 2012

SOBRE LAS BODAS Y LA INTOLERANCIA (y II)


 El que escriba sobre esto en noviembre, que no es precisamente época de bodas, obedece a un motivo muy concreto: dos señoritas muy significativas para mí se casan en el año que está próximo a empezar y lo van a hacer en toda regla, no de modo clandestino como un servidor. Es por ello que últimamente asisto a no pocas conversaciones sobre vestidos, convites, gestiones con el sacerdote y demás asuntos de importancia para el evento en cuestión. Conviene, por otra parte, que el lector conozca dos aspectos a tener en cuenta sobre mi persona: uno, en determinadas ocasiones soy un bocazas; dos, en demasiadas ocasiones doy por sentado que las personas de mi entorno han de compartir mi visión cínica y cruel sobre el mundo que me rodea. Hace pocos días lamenté ambas cosas. Ocurrió así: me encontraba inmerso en una de estas conversaciones con ambas señoritas a la vez cuando me enteré por ellas de que las casas de costura dedicadas a la venta de los carísimos vestidos de novia firman contratos de exclusividad para evitar que dos clientas no se casen con el mismo vestido el mismo día en espacios próximos.

 El comentario me surgió de lo más hondo, como si de un eructo se tratara.

 -¡Menuda gilipollez!

 -¡Es que tú eres muy radical!-replicó una de estas señoritas con una indignación que me cogió desprevenido-¡no todo el mundo puede casarse como tú en bermudas y sandalias!

 Me quedé de una pieza, dándome cuenta de que había metido la pata hasta el fondo. Farfullé una torpe disculpa y rogué por un agujero en el que esconderme como la rata miserable que fui. Preferiría que me frotasen sal en una herida antes que dañar sin razón a ciertas personas de mi vida. Esta señorita es una de ellas. Me había burlado gratuitamente de su ilusión de vivir un día muy especial, de ser una novia radiante y sentirse divina mientras a su novio se le desboca el corazón al verla acercarse del brazo de su padre. Eso con lo que sueñan un gran número de muchachas, eso con lo que puede que algún día sueñe mi propia hija. Pero naturalmente yo tengo un espíritu demasiado elevado para conmoverme por intereses tan mundanos.  Sufro demasiado por el calentamiento global, la crisis de Oriente Medio, las desigualdades económicas de este perro mundo y otros temas profundos y graves como para que me parezca importante el simple hecho de que una muchacha a la que quiero mucho le haga ilusión casarse de blanco. Eso es demasiado superficial para mí, demasiado vano…

 Señor, soy el menos sabio de los hombres.

 Una vez, hace muchos años, fui a una boda que se celebró en el campo y todos los asistentes llevamos algo de comer para la celebración. Fue muy hermosa y emotiva y no costó un duro (ya digo que fue hace muchos años). Además, la pareja que se casaba es un ejemplo de vida para mí  en cuanto a austeridad, coherencia, humildad y compromiso social. Sin embargo, ¿quién soy yo para establecer comparaciones? ¿Quién me ha nombrado  juez y árbitro de lo que es lícito o ilícito?

 Hace poco hemos visto a alguien que se ha creído juez de lo que es lícito o no y acabó organizando un asalto a un supermercado y lo llamó expropiación.

 No quiero ser radical en cuanto a mis juicios o mis críticas. No si ello me lleva a ser profundamente injusto. Quiero ser radical en cuanto al modo en que amo a las personas. Lo otro son farfolladas. Si yo me casé como el que va a sellar el paro es mi problema. Tengo mis prioridades, que otros tengan las suyas mientras no le hagan la puñeta a nadie y sus vidas vayan dirigidas a un sentido. El resto da igual. La humanidad de una persona se mide por el bien que hace a su alrededor, no por lo radical que es.

 Estas señoritas me han hecho el honor de reservarme un huequito en un día tan especial para ellas. Tendré el buen gusto de ponerme el traje arduamente pagado a plazos en el Corte Inglés para no desentonar y me ahorraré los chistes mordaces. Ambas son buenísimas personas. ¿Qué más se necesita?

 Pido perdón humildemente desde este rincón que he convertido en mi ventana al mundo. Este viejo radical de fin de semana ya no quiere ser sino una buena persona, sin más pretensiones. El cinismo para quien lo merezca. Vosotras no lo merecéis.

 Os necesito y os quiero. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

SOBRE LAS BODAS Y LA INTOLERANCIA (I)


Si les cuento cómo me casé, es posible que no me crean. Me arriesgaré. Mi señora y yo llevábamos viviendo juntos siete años y ya teníamos nuestros dos hijos y un buen día nos dijimos: “oye, habría que casarse, ¿no?”… por aquello de los papeles, de un libro de familia como Dios manda y eso. Sabíamos que íbamos a hacerlo por lo civil, de eso no cabía duda, pero poco a poco fuimos teniendo claro que queríamos hacerlo con la menor alharaca y molestias posibles. Así que al final acabamos casándonos de el ayuntamiento de Algarrobo, que no queda precisamente cerca de nuestra casa, pero sí cerca de mi trabajo, lo cual me facilitaba bastante acudir a hacer los trámites con total flexibilidad y esperas prácticamente nulas. Como además no reservamos salda de bodas sino que nos limitamos a firmar los papeles en una oficina, pudimos hacerlo cuando nos salió de las narices.

 Mi madre quería que hiciéramos alguna celebración, algo íntimo con la familia más cercana. A mí no me apetecía nada y a mi señora tampoco. Éramos ya una pareja consolidada, todas las promesas y todos los votos estaban  hechos desde hacía tiempo, se trataba sólo de un trámite administrativo, no había nada que celebrar (de hecho, en mi alianza de casado figura la fecha en que comencé a salir con mi esposa y no la fecha de la boda que, si debo serles sincero, no recuerdo). Así que una mañana fuimos, firmamos los papeles y luego  nos fuimos a comer pescaito frito con los testigos, que el día era soleado y caluroso (yo iba en sandalias y pantalón corto). La única foto que se hizo ese día fue de mi esposa tratando de quitarme la alianza que yo, obtuso de mí, me había puesto en el dedo equivocado y se obstinaba en no salir. La instantánea, por fortuna, duerme el sueño de los justos en una tarjeta de memoria olvidada en algún cajón. Al día siguiente fuimos a casa de mis padres y les dije que nos habíamos casado. Así de borde.

 Toda la parafernalia de la que se suele rodear una boda me desconcierta, debo confesarlo. Tuve una novia que soñaba en casarse de blanco en la capilla del colegio de monjas en el que estudió, con un montón de invitados  y un viaje de novios a Cancún o Punta Cana. Eso no es para mí. Ojeaba yo esta mañana en Internet los datos de un estudio realizado por la Federación de Usuarios y Consumidores Independientes, enterándome de que el gasto medio para una boda de alrededor de cien invitados en España en 2012 es de 13190 euros, lo que supone un 8% de caída respecto a 2011 y un 42% desde el inicio de la crisis económica, crisis que está impactando profundamente en mi pensamiento y en mi forma de entender la vida y nuestro modelo económico, que ya me parecía extremadamente podrido antes de todos los despropósitos a los que estamos asistiendo en los últimos meses.  

 ¿Es lícito desembolsar tal cantidad de dinero por una celebración, aunque sea una tan especial? Como tantas veces, depende del color del cristal con que se mire.   

 (Continuará)

jueves, 1 de noviembre de 2012

HALLOWEEN (Reedición)

 Se me ha antojado reeditar una de las primeras entradas de este blog, de hace un año... es que le tengo mucho cariño. Anoche también salimos en Halloween. Fuimos a un pasaje del terror improvisado por una comunidad de vecinos, algunos de los cuales se disfrazan para asustar a niños y grandes entre chillidos de terror y risas. Estuvo bien.

Hoy me apetece tratar un tema más ligero y a riesgo de ser poco o nada original (lo que, por otra parte, me importa un bledo) me referiré a esta controvertida fiesta de Halloween, celebrada esta noche en todo el orbe anglosajón y calcada, por obra y gracia del potencial publicitario estadounidense, en no pocos países del orbe latino, entre ellos el nuestro. Digo controvertida porque hay gente que mueve la cabeza disgustada cuando ve a los chiquillos (y no tan chiquillos) disfrazarse de monstruos cinematográficos para ir por las casas pidiendo golosinas. “Mira que hacer lo que los americanos…” cuando aquí llevamos décadas comiendo hamburguesas, bebiendo coca cola, vistiendo vaqueros y devorando películas de Hollywood sin ningún empacho… Ahora nos vamos a escandalizar porque los niños les haga ilusión vestirse de vampiro o de hombre lobo o de momia y salir a dar la matraca. Si les parece les sentamos esta noche a ver Don Juan Tenorio y mañana nos los llevamos al cementerio armados con un cubo, una esponja y un ramo de flores (con todo el respeto para quien lo haga). Lo que es yo, cuando me muera, espero que mis hijos me incineren y usen mis tristes cenizas para abonar las macetas, que en mi condición de urbanita empedernido me parecería una gran incoherencia pedirles que las tiraran al campo.

 La cosa esta del Halloween parece que deriva de una fiesta de los antiguos celtas, que en Irlanda (tierra donde el elemento céltico pervivió inalterado por más tiempo) dio en llamarse Samain. Venía a ser un festival de la cosecha en el que se sacrificaba el ganado y se preparaban las provisiones para pasar el invierno.   Marcaba además el año nuevo y le atribuían un carácter oscuro, en el que los límites entre nuestro mundo y el de los muertos se disolvían y éstos campaban a sus anchas entre nosotros. La festividad se acompañaba, cómo no, con hogueras y comilonas.  Existía además la costumbre de bailar con máscaras y disfraces grotescos para ahuyentar a los malos espíritus.



 (Descanso para ponerle la merienda a mi hija).
El temita de las calabazas también tiene su historia. Deriva de la leyenda de un tal Jack el Avaro, sujeto tan astuto y sinvergüenza (amén de despreciable) que logró estafar al diablo hasta tal punto que se libró de ir al infierno. El caso es que tampoco lo quisieron en el cielo cuando al fin murió y así quedó condenado a vagar por toda la eternidad alumbrándose con un nabo ahuecado en cuyo interior brillaba una vela, pasando a llamarse Jack O´lantern (Juanito el de la linterna, para entendernos). Cundió la costumbre de adornar las casas con nabos preparados de esta manera para ahuyentar (no se sabe bien cómo) a tan desagradable personaje. Sin embargo, como para ahuecar un nabo hasta el punto de meterle dentro una vela hay que ser poco menos que un ebanista (y si no lo creen, hagan la prueba) se empezaron a utilizar calabazas: abundantes, baratas y fáciles de vaciar y tallar para cualquiera con un simple cuchillo de cocina.

 Este es pues el origen de la fiesta, que llega a Estados Unidos y parte de Canadá llevada la masiva migración de irlandeses en la segunda mitad del siglo XIX. Halloween no es, sin embargo, la única manifestación asociada al más allá en la señaladas fechas de Todos los Santos. No hay más que mirar el célebre Día de los Muertos en México, durante el cual las familias van al cementerio no para limpiar las tumbas y llevar flores con la cara hasta el suelo, sino para hacer una comilona sobre la tumba del ser querido en cuestión con la comida que más le gustaba en vida, recordar anecdotas del difunto, tocar la música que más le gustaba… en fin, una auténtica fiesta. Aquí en España, sobre todo en el norte, perviven fiestas celebradas en esta noche cuyas alusiones a los muertos son explícitas, mientras se comen castañas a la luz de las hogueras y hay leyendas vinculadas a esta noche de inciden directamente en su carácter macabro. ¿Quién no se ha estremecido leyendo “El Monte de las Ánimas”? una antigua leyenda soriana novelada por Bécquer. Para mí Halloween es un festejo más en esta línea y tiene su gracia qué demonios. Algunos cenizos arguyen que es otra excusa más para que la juventud se emborrache. ¡Cómo si en un país con más bares por habitante que camas hospitalarias  hicieran falta excusas para coger un pedo! Yo hoy acompaño a mi hija en su correría en busca de golosinas, que nuestros barrios no son como los suburbios de las películas americanas, en los que nunca pasa nada hasta que aparece un psicópata con un machete cortando cabezas. Aquí somos menos extremistas y los incidentes son más frecuentes, aunque no tan cruentos.

 Todas estas las muestras culturales rezuman paganismo y eso no es malo. Es parte de nuestra herencia cultural.  La humanidad ha sido pagana muchos miles de años (parte de ella aún lo es), pero las culturas occidentales sólo son cristianas desde hace dos mil y el cristianismo, desde que salió de las catacumbas, ha tratado de anular sistemáticamente todos los elementos paganos que no le servían, mientras sin pudor alguno se dedicaba a sacralizar fiestas paganas para aprovechar el tirón de de éstas entre los pueblos (la fiesta del solsticio de verano-San Juan; la fiesta del solsticio de invierno-Navidad…) y convertía dioses locales en santos (la diosa celta Bigrid convertida en Santa Brígida…) Por otra parte durante siglos simples curanderas, conocedoras de antiguos saberes eran quemadas como brujas, víctima de la manía de los clérigos y píos en general de diversas épocas de ver hasta en la sopa al Demonio Pinchapapa.

 Parte de ese pensamiento irracional y atrasado aún pervive.

 De muestra, un botón.

 Hoy he visto una imagen en Facebook bastante impactante, una calabaza típica Jack O´lantern enmarcada en una señal de prohibido y con el siguiente mensaje: “I love Jesus, ¡abajo Halloween! Lo peor es que esta imagen es el avatar de una persona, por lo que hemos de creer que se cree lo que pone y lo lleva por bandera.

 Vamos a ver, dudo mucho que el Jesús de Nazareth en el que me han enseñado a creer, hombre, hijo de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, le importara tres pimientos que los niños del año 2011 salgan a pedir chucherías disfrazados de monstruos… y si semejante nimiedad le molesta… bueno, parafraseando al protagonista de la gran película “El Reino de los Cielos” un poco histórico pero atrayente Balian de Ibelin “entonces no es Dios… y no hay de qué preocuparse”.

HITLER, EL INCOMPETENTE