lunes, 5 de noviembre de 2012

SOBRE LAS BODAS Y LA INTOLERANCIA (y II)


 El que escriba sobre esto en noviembre, que no es precisamente época de bodas, obedece a un motivo muy concreto: dos señoritas muy significativas para mí se casan en el año que está próximo a empezar y lo van a hacer en toda regla, no de modo clandestino como un servidor. Es por ello que últimamente asisto a no pocas conversaciones sobre vestidos, convites, gestiones con el sacerdote y demás asuntos de importancia para el evento en cuestión. Conviene, por otra parte, que el lector conozca dos aspectos a tener en cuenta sobre mi persona: uno, en determinadas ocasiones soy un bocazas; dos, en demasiadas ocasiones doy por sentado que las personas de mi entorno han de compartir mi visión cínica y cruel sobre el mundo que me rodea. Hace pocos días lamenté ambas cosas. Ocurrió así: me encontraba inmerso en una de estas conversaciones con ambas señoritas a la vez cuando me enteré por ellas de que las casas de costura dedicadas a la venta de los carísimos vestidos de novia firman contratos de exclusividad para evitar que dos clientas no se casen con el mismo vestido el mismo día en espacios próximos.

 El comentario me surgió de lo más hondo, como si de un eructo se tratara.

 -¡Menuda gilipollez!

 -¡Es que tú eres muy radical!-replicó una de estas señoritas con una indignación que me cogió desprevenido-¡no todo el mundo puede casarse como tú en bermudas y sandalias!

 Me quedé de una pieza, dándome cuenta de que había metido la pata hasta el fondo. Farfullé una torpe disculpa y rogué por un agujero en el que esconderme como la rata miserable que fui. Preferiría que me frotasen sal en una herida antes que dañar sin razón a ciertas personas de mi vida. Esta señorita es una de ellas. Me había burlado gratuitamente de su ilusión de vivir un día muy especial, de ser una novia radiante y sentirse divina mientras a su novio se le desboca el corazón al verla acercarse del brazo de su padre. Eso con lo que sueñan un gran número de muchachas, eso con lo que puede que algún día sueñe mi propia hija. Pero naturalmente yo tengo un espíritu demasiado elevado para conmoverme por intereses tan mundanos.  Sufro demasiado por el calentamiento global, la crisis de Oriente Medio, las desigualdades económicas de este perro mundo y otros temas profundos y graves como para que me parezca importante el simple hecho de que una muchacha a la que quiero mucho le haga ilusión casarse de blanco. Eso es demasiado superficial para mí, demasiado vano…

 Señor, soy el menos sabio de los hombres.

 Una vez, hace muchos años, fui a una boda que se celebró en el campo y todos los asistentes llevamos algo de comer para la celebración. Fue muy hermosa y emotiva y no costó un duro (ya digo que fue hace muchos años). Además, la pareja que se casaba es un ejemplo de vida para mí  en cuanto a austeridad, coherencia, humildad y compromiso social. Sin embargo, ¿quién soy yo para establecer comparaciones? ¿Quién me ha nombrado  juez y árbitro de lo que es lícito o ilícito?

 Hace poco hemos visto a alguien que se ha creído juez de lo que es lícito o no y acabó organizando un asalto a un supermercado y lo llamó expropiación.

 No quiero ser radical en cuanto a mis juicios o mis críticas. No si ello me lleva a ser profundamente injusto. Quiero ser radical en cuanto al modo en que amo a las personas. Lo otro son farfolladas. Si yo me casé como el que va a sellar el paro es mi problema. Tengo mis prioridades, que otros tengan las suyas mientras no le hagan la puñeta a nadie y sus vidas vayan dirigidas a un sentido. El resto da igual. La humanidad de una persona se mide por el bien que hace a su alrededor, no por lo radical que es.

 Estas señoritas me han hecho el honor de reservarme un huequito en un día tan especial para ellas. Tendré el buen gusto de ponerme el traje arduamente pagado a plazos en el Corte Inglés para no desentonar y me ahorraré los chistes mordaces. Ambas son buenísimas personas. ¿Qué más se necesita?

 Pido perdón humildemente desde este rincón que he convertido en mi ventana al mundo. Este viejo radical de fin de semana ya no quiere ser sino una buena persona, sin más pretensiones. El cinismo para quien lo merezca. Vosotras no lo merecéis.

 Os necesito y os quiero. 

2 comentarios:

  1. ¡Ohhhhh, qué bonito!
    Con qué, expiando tus culpas, ¿no? Bueno, al menos es una señal de que tienes conciencia y sentimientos.
    Por supuesto que tendrás un huequecito de parte de las dos y eso es porque eres importante en nuestras vidas. Hablo en plural porque sé que puedo.
    Por cierto, creo que flaqueas porque tienes un error gramatical en el texto. Anímate y encuéntralo.

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  2. Lo primero.... Yo también te necesito y te quiero!! Lo segundo... me he reído muchísimo leyendo esto y es lo que más me gusta de ti. Desde luego que ese día me sentí muy mal y así te lo hice saber, casi lloro...pero también sé que a pesar de tus opiniones y tu intolerancia en ocasiones (que por cierto últimamente se dan en demasiadas)me encanta compartir estas conversaciones contigo. Ahh!! Ese día no desentonarás porque adoro los numerosos registros que tienes para adaptarte a cualquier situación.
    Un gran abrazo

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