El que escriba sobre esto en noviembre, que no
es precisamente época de bodas, obedece a un motivo muy concreto: dos señoritas
muy significativas para mí se casan en el año que está próximo a empezar y lo
van a hacer en toda regla, no de modo clandestino como un servidor. Es por ello
que últimamente asisto a no pocas conversaciones sobre vestidos, convites,
gestiones con el sacerdote y demás asuntos de importancia para el evento en
cuestión. Conviene, por otra parte, que el lector conozca dos aspectos a tener
en cuenta sobre mi persona: uno, en determinadas ocasiones soy un bocazas; dos,
en demasiadas ocasiones doy por sentado que las personas de mi entorno han de
compartir mi visión cínica y cruel sobre el mundo que me rodea. Hace pocos días
lamenté ambas cosas. Ocurrió así: me encontraba inmerso en una de estas
conversaciones con ambas señoritas a la vez cuando me enteré por ellas de que
las casas de costura dedicadas a la venta de los carísimos vestidos de novia
firman contratos de exclusividad para evitar que dos clientas no se casen con
el mismo vestido el mismo día en espacios próximos.
El comentario me surgió de lo más hondo, como
si de un eructo se tratara.
-¡Menuda gilipollez!
-¡Es que tú eres muy radical!-replicó una de
estas señoritas con una indignación que me cogió desprevenido-¡no todo el mundo
puede casarse como tú en bermudas y sandalias!
Me quedé de una pieza, dándome cuenta de que
había metido la pata hasta el fondo. Farfullé una torpe disculpa y rogué por un
agujero en el que esconderme como la rata miserable que fui. Preferiría que me
frotasen sal en una herida antes que dañar sin razón a ciertas personas de mi
vida. Esta señorita es una de ellas. Me había burlado gratuitamente de su ilusión
de vivir un día muy especial, de ser una novia radiante y sentirse divina
mientras a su novio se le desboca el corazón al verla acercarse del brazo de su
padre. Eso con lo que sueñan un gran número de muchachas, eso con lo que puede
que algún día sueñe mi propia hija. Pero naturalmente yo tengo un espíritu
demasiado elevado para conmoverme por intereses tan mundanos. Sufro demasiado por el calentamiento global,
la crisis de Oriente Medio, las desigualdades económicas de este perro mundo y
otros temas profundos y graves como para que me parezca importante el simple
hecho de que una muchacha a la que quiero mucho le haga ilusión casarse de
blanco. Eso es demasiado superficial para mí, demasiado vano…
Señor, soy el menos sabio de los hombres.
Una vez, hace muchos años, fui a una boda que
se celebró en el campo y todos los asistentes llevamos algo de comer para la
celebración. Fue muy hermosa y emotiva y no costó un duro (ya digo que fue hace
muchos años). Además, la pareja que se casaba es un ejemplo de vida para mí en cuanto a austeridad, coherencia, humildad y
compromiso social. Sin embargo, ¿quién soy yo para establecer comparaciones? ¿Quién
me ha nombrado juez y árbitro de lo que
es lícito o ilícito?
Hace poco hemos visto a alguien que se ha
creído juez de lo que es lícito o no y acabó organizando un asalto a un
supermercado y lo llamó expropiación.
No quiero ser radical en cuanto a mis juicios
o mis críticas. No si ello me lleva a ser profundamente injusto. Quiero ser
radical en cuanto al modo en que amo a las personas. Lo otro son farfolladas.
Si yo me casé como el que va a sellar el paro es mi problema. Tengo mis
prioridades, que otros tengan las suyas mientras no le hagan la puñeta a nadie
y sus vidas vayan dirigidas a un sentido. El resto da igual. La humanidad de
una persona se mide por el bien que hace a su alrededor, no por lo radical que es.
Estas señoritas me han hecho el honor de
reservarme un huequito en un día tan especial para ellas. Tendré el buen gusto
de ponerme el traje arduamente pagado a plazos en el Corte Inglés para no
desentonar y me ahorraré los chistes mordaces. Ambas son buenísimas personas. ¿Qué
más se necesita?
Pido perdón humildemente desde este rincón que
he convertido en mi ventana al mundo. Este viejo radical de fin de semana ya no
quiere ser sino una buena persona, sin más pretensiones. El cinismo para quien
lo merezca. Vosotras no lo merecéis.
Os necesito y os quiero.
¡Ohhhhh, qué bonito!
ResponderEliminarCon qué, expiando tus culpas, ¿no? Bueno, al menos es una señal de que tienes conciencia y sentimientos.
Por supuesto que tendrás un huequecito de parte de las dos y eso es porque eres importante en nuestras vidas. Hablo en plural porque sé que puedo.
Por cierto, creo que flaqueas porque tienes un error gramatical en el texto. Anímate y encuéntralo.
Lo primero.... Yo también te necesito y te quiero!! Lo segundo... me he reído muchísimo leyendo esto y es lo que más me gusta de ti. Desde luego que ese día me sentí muy mal y así te lo hice saber, casi lloro...pero también sé que a pesar de tus opiniones y tu intolerancia en ocasiones (que por cierto últimamente se dan en demasiadas)me encanta compartir estas conversaciones contigo. Ahh!! Ese día no desentonarás porque adoro los numerosos registros que tienes para adaptarte a cualquier situación.
ResponderEliminarUn gran abrazo