Mi plan ideal para una noche de fin de año es
apalancarme en el sofá con mi señora después de las uvas y una razonable cena, ver una peli (para nada un
infumable especial televisivo lleno de actuaciones en play back y cuerpo de
baile luciendo cacha) y ponerme tibio a dulces. Hace años que dejé de
experimentar la pulsión de salir en semejante noche, total, para coger frío y
una cogorza. Las hubo, pasaron y ya está.
Por ello trabajar en nochevieja es algo que no
me supone gran trastorno, aparte el de no estar con mi esposa y mi hija (mi
hijo ya se va de farra), pero como sólo se trata de una guardia de nochevieja
cada cinco o seis años (los miembros del equipo terapéutico vamos rotando)
tampoco es un sacrificio del otro mundo. Habría gente, incluso gente de mi
edad, para la que trabajar en nochevieja sería o es extremadamente frustrante. Este
año me ha tocado y ha sido una noche
intensa.
Entre las responsabilidades del terapeuta que
se encuentra de guardia en fecha tan señalada está la de organizar una cena lo
suficientemente opípara y un ratillo de fiesta después de las uvas. No es
necesario mucho: un equipo de audio improvisado con un amplificador del año
mil, tres o cuatro altavoces y el portátil; bolsas de cotillón del todo cien, refrescos de marca blanca… y ganas de pasar un
buen rato. La mayoría lo pasaron, yo incluido, aunque estuviese trabajando.
Con todo, en la Comunidad Terapéutica
la nochevieja tiene luces, pero también sombras. Demasiados recuerdos de demasiadas
“tal-noche-como-la-de-hoy” pasadas a solas, ya fuese en habitaciones vacías o en
locales abarrotados de gente, pero a solas en cualquier caso, rodeados por
murallas invisibles, pero más espesas que cualquiera construida en piedra. Embotados
los sentidos por la sustancia que hubiese más a mano para caer finalmente en la
inconsciencia y despertar a la mañana siguiente con el cuerpo quebrantado y el
alma rota. Otro año más pasado sin sentido.
Para muchos usuarios de la Comunidad Terapéutica
esta noche es la primera en la que tienen la experiencia de divertirse a rabiar
estando totalmente serenos. Una muchacha se emocionaba diciendo que era la
primera vez que se acordaba de lo que había hecho esa noche. Ni usted ni yo
podemos hacernos una idea de la felicidad que puede general esa sensación. Ese
renacimiento. Yo me considero un privilegiado por poder ser testigo de algo así,
de presenciar la ilusión que nace por la promesa de una vida nueva.
Es mi decimocuarto año como terapeuta de
Proyecto Hombre y ha sido mi tercera nochevieja en la Comunidad Terapéutica.
Un placer, oigan.
Feliz año 2013 a todos y a todas.
Decimocuarto año????!!!!! Pero que mayor que te estás haciendo Xaverio!!!!! Doy fe de que es un placer.
ResponderEliminarBuenas Javier soy francisco Vázquez es el cuarto año ya.. cualquiera lo diría ... Con lo cabezón que yo estaba... Desade aquella noche siempre he estado trabajando o bien en la cocina o con los clientes y se me caen dos lagrimones como chorizos de felicidad por todos vosotros porque no hay mejor sitio donde pasar esa noche para los que luchamos cada día por nuestras vidas
ResponderEliminar