domingo, 26 de agosto de 2018

YO NO SOY RACISTA


 Llamar racista a alguien es de lo peor que se le puede hacer a una persona, aunque lo sea. Automáticamente se producirá una alzada de cejas tal que parezca que van a salir disparadas hacia el cielo, una apertura desmesurada de ojos, un dedo índice apuntado hacia el propio pecho y un “¿racista, yo?” surgido desde lo más profundo del alma. Nadie (o casi nadie, que hay gente para todo) va a encontrarse a gusto bajo semejante etiqueta. Parto de la teoría de que identificamos el racismo con estereotipos que nos pillan muy lejos: una horda de tipos con túnicas y capuchas blancas quemando cruces de madera y ahorcando afroamericanos en postes de telégrafo… Eso me recuerda una vez que vi a una señora del Ku-Klux-Klan, con su túnica y capucha, pero con la cara descubierta, en una entrevista del show de Ophra Winfrey (hace falta tener aplomo). Ni siquiera la buena señora, con su túnica y todo, se sentía cómoda bajo la denominación de racista. Se calificaba a sí misma como segregacionista, que lo único que busca es separar unas razas de otras, sin odiar a nadie, mientras que el racista odia. Ella no odiaba a nadie, como buena cristiana que era. Supongo que su fervor segregacionista se basaba en una variante del trastorno obsesivo compulsivo, un afán desmesurado de poner cada cosa en su sitio y que haya un sitio para cada cosa. Los negros, los hispanos, los asiáticos y todo lo que no sea de un  blanco lechoso… lo más lejos posible, por si acaso.

 En su maravillosa novela El Manuscrito Carmesí, Antonio Gala pone en boca de un desesperanzado Boabdil  las siguientes palabras: 

  “¿Quién hay de pura raza aquí? Ni siquiera los mejores caballos. De los doscientos cincuenta mil habitantes, no llegarán a diez los que conservan una sola sangre. Todos somos aquí andaluces, que es bastante. Y es necio empeñarse en el orgullo de las aristocracias y de las genealogías.”

 Y es que aquí en España, mezclados y todo como somos a lo largo de siglos de oleadas de conquistadores y colonizadores, somos muy racistas. ¿Usted no? Pues yo sí.

 Racista se puede ser de varias maneras. Al menos tres:

 -Racista declarado. Hace alarde público de ello. Sin pudor alguno proclama su superioridad por haber nacido con un tono de piel determinado. Es escaso porque hoy día no resulta políticamente correcto.

 -Racista en rehabilitación. Es consciente de la semilla racista plantada en su persona por la educación y las influencias recibidas, reniega de ella y permanece alerta para evitar las manifestaciones de la misma, que le resultan altamente vergonzosas y rechazables. Esta es la categoría donde me incluyo.

  -Racista de tapadillo (más o menos). Vaga por el mundo creyendo (a menudo sinceramente) estar libre de la semilla del racismo por poder jalear los logros de deportistas de múltiples razas o bailar ritmos caribeños o acostarse con prostitutas de cualquier raza (no es necesario presentar todos estos comportamientos) sin que le dé un sarpullido. No obstante, jalea ferozmente mitos como que los inmigrantes copan ayudas sociales, hacen aumentar el nivel de criminalidad allá por donde pasan o que van a invadir la vieja Europa arrasando nuestra cultura. Hoy día hacen mucho ruido en las redes sociales y constituyen un caladero de votos significativo para los partidos y partidillos que se disputan la supremacía en la derecha política.

 Espabilemos. Hemos nacido en España, un país en el que los cutis tienen más tonalidades distintas que las mezclas de café y leche que se sirven en los bares de Málaga (nube, sombra, mitad… ya saben) pero en el que nos consideramos de raza blanca (risas de fondo)… blanco roto será (más risas de fondo). Somos herederos de un imperio en el que no se ponía el sol. Somos la raza hispánica y desconfiamos de todos los que son más oscuros (de piel) que nosotros.

 Nos pesa. Nos pesa más de lo que estamos dispuestos a admitir.

 El racismo es como una patología mental. Hay que aceptar su presencia y luego combatirla. Eso de “yo no soy racista, pero…” suele ser el antecedente de una completa memez y en la mayor parte de los casos, esconde una terrible hipocresía.

 Hágaselo mirar, si quiere. Yo ya estoy en ello.

sábado, 25 de agosto de 2018

AQUEL VERANO DE 1936


 Comparto con ustedes este fragmento del testimonio del escritor británico Gerald Brenan, que evoca los días del estallido de la Guerra Civil, cuando vivía con su esposa, la también escritora Gamel Woolsey, en el barrio malagueño de Churriana. El caos se precipitaba.

 “La tarde del sábado 18 de julio cogí el autobús de Málaga para hacer algunas compras. Estaba tan acostumbrado a ver caras tensas y sonrisas heladas, llenas de aprensión, que en un principio no noté nada especial en el ambiente. Después me di cuenta de que los policías en la plaza de la Constitución parecían más nerviosos de lo normal. Estiraban el cuello para mirar calle arriba y calle abajo, se manoseaban los cinturones y uno de ellos estaba decididamente ojeroso. Lo achaqué a que llevaban muchos meses haciendo horas extraordinarias y no dormían lo suficiente. Después de comprar las cosas que necesitaba fui a una librería de la calle Larios, atendida por dos jóvenes muy serios e inmaculadamente vestidos. No tenían el libro que yo quería, una nueva publicación sobre la reforma agraria, así que cogí un ejemplar del diario local El Popular y  e m p e c é    a  leerlo. Los titulares decían: Rebelión militar  en Marruecos. Ceuta y Melilla capturadas por los facciosos, pero a continuación venían unas declaraciones tranquilizadoras del primer ministro, Casares Quiroga: El Gobierno es dueño absoluto de la situación. Nadie, absolutamente nadie en España, ha participado en esa absurda conspiración.

 Decidí tomar un café rápidamente, recoger unos pantalones que estaban en el tinte y coger el trenecito para Churriana, antes, de que pasara algo. Pero cuando iba aún camino del café oí la música de una banda y vi al final de la calle un grupo de gente, hombres en su mayor parte, que avanzaban por la Alameda. Más allá venía una compañía de soldados. Un oficial marchaba delante de ellos mirando al frente, los hombres seguían con las armas al hombro y a continuación venía una banda de música. Detrás la calle estaba abarrotada de obreros, y otros avanzaban junto a los soldados hablando con ellos. “¿Qué Vais a hacer?” preguntaban.”Vamos a la Aduana a proclamar la ley marcial por orden del Gobierno. -  N  o,   e l  G o b i e r n o   n o  h a   o r d e n a d o   e s o.     
-  B u e n o,  e s a s   s o n   n u e s t r a s   ó r d e n e s .

  Todos gritaban o hablaban muy excitados, así que como yo no deseaba verme envuelto en lo que fuera a suceder, decidí prescindir del café y volver a casa inmediatamente. Parece ser que otras personas tuvieron la misma idea que yo, porque las tiendas estaban echando los cierres, las mujeres y las personas mejor vestidas se apresuraban y las calles, laterales se iban quedando desiertas. De repente, en lo alto de la calle Larios, apareció un tropel de hombres corriendo para reunirse con los que seguían, a los soldados. Pero, ¡y mis pantalones! Me hacían mucha falta, de manera que entré en el tinte, que estaba muy cerca, y me enteré de que no estarían listos hasta día siguiente por causa de una huelga. Cuando salía oí unos disparos que venían de la Aduana y después el tableteo de los fusiles ametralladores. -Ay, Dios mío  -exclamó la mujer de la tienda- ¿Qué es eso? -El levantamiento militar -contesté. Por Dios, no me diga eso -dijo ella- ¡Qué criminales! Aunque no venían balas hacia la calle donde estábamos, todo el mundo había empezado a correr; unos pocos hacia donde sonaban los disparos, pero la mayoría en dirección opuesta. Abandoné la idea de llegar a la estación, que hubiera significado cruzar la línea de fuego, y decidí coger el autobús. Tenía la parada muy cerca del m e r c a d o  y  s a l d r í a   a l   c a b o  d e   u n o s   m i n u t o s .  Aumentaba el tiroteo. Además del metódico tableteo de los fusiles ametralladores se podía oír el seco ladrido de los rifles y de las pistolas. La intensidad del ruido era sorprendente: se diría que estaba en marcha una verdadera batalla. No parecía haber ninguna razón para dejarse ganar por el pánico y no corrí como todo el mundo, aunque apreté el paso. Al torcer la esquina antes de llegar al mercado vi desaparecer e l   a u t o b ú s  e n   l o n t a n a n z a.   U n   h o m b re   de  e d a d  llegó al mismo tiempo que yo. Sacó un enorme reloj niquelado y lo miró. -Ha salido siete minutos antes de la hora -exclamó-. Todo porque se están oyendo unos tiros. ¡Vaya, qué cobardes! Y nos pusimos en camino. Al llegar al puente al final de la Alameda descubrimos que las balas pasaban zumbando entre las ramas de los árboles y rebotaban en el parapeto de piedra. El autobús se había aventurado a cruzarlo. No nos sentimos inclinados a correr ese riesgo, de manera que dimos la vuelta para cruzar el río por otro puente. Tuvimos que atravesar un barrio popular. Las calles estaban llenas de hombres y mujeres que se afanaban como hormigas cuando se mete un palo en un hormiguero. Unos cuantos corrían pistola en mano para unirse a la lucha.   L l e g a m o s   a      la   c a r r e t e r a     y   c o n s e g u i m o s     q u e    u n   ca m i ó n    n o s    l l e v a r a .

 Cuando me desperté a la mañana siguiente lo primero que hice fue escuchar. No se oía nada. Vi a María, nuestra criada, cogiendo unas rosas en el jardín y salí a preguntarle qué noticias había. -Dicen que los fascistas han sido derrotados -contestó-, y que ahora van a hacer la revolución. Hablaba muy enfadada y casi sin mirarme, porque no le gustaba nada el comunismo libertario ni, a decir verdad, cualquier otra cosa nueva. -Puede verlo desde el mirador -dijo- La mitad de Málaga está ardiendo. Fui a mirar. Altas columnas de humo se alzaban desde varias partes de la ciudad. La noche anterior vimos dos fuegos antes de irnos a la cama;  ahora  parecía  haber por lo m e n o s  v e i n t e . Desayunamos como de costumbre en el jardín, debajo del níspero. Antonio escardaba las patatas como si nada hubiera sucedido. Las cañas de Indias, las dalias y las rosas brillaban con el sol de las primeras horas de la mañana y las mariposas rojas y de color azufre revoloteaban perezosamente. María salió con aire serio a retirar los platos del desayuno. -Se pueden ver unas cosas estupendas en la calle–dijo. Se quedó allí con los brazos cruzados y una sonrisa irónica en los labios. -Vaya a verlo usted mismo -dijo-. Quizá quiera unirse a ellos.
 
 Entramos en la casa y miramos por una de las ventanas del piso alto. Camiones y automóviles cruzaban a toda velocidad llenos hasta los topes de obreros armados con fusiles, pistolas, cuchillos e incluso espadas. Iban sentados sobre el techo, de pie sobre los guardabarros colgando del cuello de los conductores o asomando por las ventanillas; todos apuntando con sus armas hacia la calle, de manera que los camiones estaban literalmente erizados de ellas. Saludaban a los que pasaban con el brazo izquierdo doblado y el puño cerrado, exclamando ¡Salud! y seguían apuntando con sus armas hasta que se les devolvía el saludo de la misma manera. En todos los  c a m i o n e s    y   c o c h e s   o n d e a b a n   a l  v i e n t o   b a n d e r a s   r o j a s   c o n   l e t r a s  p i n t a d a s   s o b r e   e l l a s:   CNT, FAI, UGT, UHP, pero nunca PC.

 -¿Qué están haciendo? -pregunté.-Son patrullas armadas -dijo Rosario-, y buscan fascistas.-Fusilan a todos los ricos -dijo María-. Tenga cuidado no le fusilen a usted.-Calla, mujer -dijo su hermana-. Don Gerardo no es un fascista. Aquí la única fascista de verdad eres tú.-Sí -dije yo- Vamos a denunciarla. Alonso, el pintor, nos había seguido al piso de arriba.-Estoy seguro -dijo-, si se trata de eso, que don Gerardo es tan buen comunista comocualquiera de nosotros.-Claro que lo soy -dije. Quiero que todo el mundo sea tan rico como yo.-Eso es verdadero comunismo -dijo Alonso-. Aquí la mayoría de los comunistas sólo quieren que todos sean tan pobres como ellos.-Bien -exclamé-, ¡la gran Revolución ha llegado al fin!-¡Qué revolución! -dijo despectivamente- ¿Qué se cree usted que va a pasar? Nada.

 Una pareja de jóvenes del comité del pueblo, con unos mosquetes antiquísimos, vino a hacer un registro en busca de armas. Fueron, muy corteses. Dije no poseer ninguna; pero que no tenía inconveniente a que registrasen la casa. Aunque evidentemente no me creyeron, puesto que cualquier persona en España que podía comprar una pistola lo había hecho, fingieron lo contrario.-Estas son las armas de don Gerardo -dijo Rosario apareciendo con una porra de endrino irlandés que yo llevaba cuando salía de patrulla durante la primera guerra mundial .-Está a su servicio -dije. La examinaron admirativamente.  Caramba, con eso se puede matar fascistas -dijeron-, pero no se la vamos a quitar -Por supuesto que no -dijo Rosario, que tenía un carácter algo agitanado-. Lo necesitamos nosotros. Aunque no lo sepáis, don Gerardo es más comunista libertario que vosotros.
 
 Una gran nube de humo flotaba sobre Málaga. Con los prismáticos pude distinguir treinta o cuarenta casas que estaban ardiendo. Me dijeron que prendían fuego a todas las casas de los fascistas. Al anochecer el espectáculo era impresionante y nos llegamos hasta la iglesia para verlo mejor. Un pequeño grupo se había reunido allí, pero nadie parecía saber, más que nosotros sobre lo que estaba ocurriendo. Debido al fracaso de la sublevación militar en Málaga, se daba por hecho que había sucedido lo mismo en todas partes. Pocos miembros de la clase obrera veían más allá de su provincia."


lunes, 20 de agosto de 2018

VIVA LA FERIA


 Pues ya acabó la feria de Málaga, la popular feria de agosto. Menos mal.

 Las ferias no son malas, ni buenas, en sí mismas. Todo depende del talante del respetable público que las frecuente. Sin duda habrá muchos malagueños honrados y bien intencionados que hayan disfrutado de las casetas bailando, cantando, comiendo y bebiendo, lo cual está muy bien; pero también ha habido muchos malagueños (y no pocos foráneos) que han aprovechado la coyuntura para beber, beber, beber… y volver a beber, como los peces en el río del villancico, sólo que no por ver a Dios nacer y no precisamente agua.

 Ferias ha habido siempre; mercados de mucha fama en las tierras circundantes que atraían a gentes de toda condición, no sólo comerciantes. Junto con aquellos que iban a comprar y vender, frecuentemente ganado, acudían vendedores de comida y bebida, juglares, acróbatas, adivinadores, prostitutas… y ya teníamos el jolgorio montado. La feria de Córdoba tuvo su origen en uno de estos eventos  en 1284. La de Sevilla también, pero muchísimo más tarde, en 1847 (para tener tanta fama, tiene una historia muy breve).

 La feria de Málaga, sin embargo, tiene un origen un tanto más oscuro, ya que conmemora la toma de la ciudad por las fuerzas de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón en 1487. Se trata de una efemérides desgraciada, por mucho que traten de quitarle hierro, pues la toma de Málaga constituyó un episodio cruento incluso para los estándares de la Edad Media peninsular. Fernando III, rey de Castilla entre 1217 y 1252, al tomar Sevilla y Córdoba permitió que la población musulmana saliera en paz llevado todos los bienes propios que pudiesen transportar. Fue la misma suerte que sufrieron los habitantes de Antequera en 1410 y de Ronda en 1485. Era una suerte triste, sin duda, que condenaba a una vida de penurias dejando atrás el hogar; pero en Málaga fue aún peor. Los malagueños que no murieron durante el asedio fueron reducidos a la esclavitud, salvo un pequeño número de familias, afines a la facción que quiso rendir la ciudad. Supongo que la ferocidad de la resistencia de los malagueños (intento de asesinato de los reyes incluido) hizo volar cualquier rastro de piedad de los corazones de Isabel y de Fernando, pero aún así… Muertos o esclavos. No hay medias tintas.

 La ciudad se repobló con familias cristianas, como siempre se hacía. Entonces, las fuerzas vivas debieron decidir que era una buena idea conmemorar los sangrientos hechos habidos unos añitos antes. Oye, ¿habrá santos y santas para inventarse una celebración? Aparte de las ya existentes en el calendario oye, que puestos a celebrar… Pues no, el 19 de agosto, día en que el regio matrimonio hizo su triunfal entrada, fue el elegido para salir en procesión con el estandarte real que ondeó durante el asedio y los asaltos. Y se hizo todos los años, con jolgorios varios y castillo de fuegos artificiales y todo.

  Hombre, yo lo entiendo. Cuando te has metido a vivir en las casas de aquellos que murieron o fueron cargados de cadenas, cuando tu ciudad no tiene una personalidad propia porque la que había se fue con los esclavos y con los muertos y te has metido a vivir en una cáscara vacía… de algún modo hay que construirse una conciencia colectiva. “Estamos aquí porque sus católicas majestades reconquistaron la ciudad para la cristiandad  y salimos en procesión cada año para que no se nos olvide.”

 Suena de puta madre.

  ¡Pero oiga, es que toda la maldita población fue muerta o esclavizada! ¡Bah, eran moros y judíos! ¿no? ¿A quién coño le importa?

 En 1887, coincidiendo con el cuarto centenario del hecho de marras, se da un nuevo impulso al festejo y ya va pareciéndose más a una feria, con las inevitables corridas de toros también. Malpensado como soy, no puedo evitar considerar el agravio comparativo que pudo suponer el hecho de que Sevilla empezara a montar un festejo por todo lo alto en abril, unos años antes… y es que dudo que la competencia y antipatía Málaga-Sevilla date de ayer mismo.

 Debo ser idiota. La feria le gusta a todo el mundo, o casi. Toca irse a pasarlo bien, bailarse unas sevillanas, que las malagueñas son mu complicás, y echarse al coleto el fino de rigor y los taquitos de jamón y queso con el pincho de tortilla papas. Y ole, ole y ole… que somos muy salaos y ya quisieran en Sevilla tener nuestra feria, tan popular, que allí todas las casetas son privadas y si no eres socio te comes una poca…

 Y los culturetas recordando la historia… Que si la talla de la Virgen de la Victoria regalada a Málaga por los reyes, que si el escudito de la ciudad, que si el campamento de Don Fernando estaba donde hoy se encuentra la iglesia de la Victoria… Todo retratado como en una película en tecnicolor de los años cincuenta, esas en las que la sangre no se veía y los personajes no se despeinaban.

 Miren, pues a mí las quince mil personas muertas o esclavizadas me causan cierta incomodidad, lo mismo que ver el centro de Málaga convertido en un macro botellón durante la maldita semana me da ganas de vomitar. Estamos bebiendo como cosacos oiga, ¿qué celebramos?

 ¿Qué vamos a celebrar? ¡Pues que es feria!


 Pues que bien.

domingo, 19 de agosto de 2018

RADICALIZACIÓN


 Mi pensamiento se está radicalizando. Es un hecho innegable. No hay que más que echar una mirada atrás en las entradas de este blog, que empecé en 2011 y que ha conocido periodos –largos- de total inactividad. Actualmente tengo una posición definida, muy definida, en cuestiones en las que hace unos años me mostraba bastante tibio. Me he dado cuenta al releer algunas entradas  antiguas. En una de ellas, por ejemplo, paso con desgana sobre los nostálgicos que acuden al Valle de los Caídos a recordar al dictador, sin darle demasiada importancia. Hoy se me ponen los pelos de punta, sólo de verlos. ¿A qué es debido? Supongo que a la lectura, al seguimiento de la actualidad tomando todos los puntos de vista posible y eligiendo el que creo más justo. Además… con los años ha ido surgiendo en mí un íntimo convencimiento, una especie de calor interno que crece y crece hasta llenarme entero, que me lleva a pensar que en la neutralidad hay escondida una trampa. Me parece que la neutralidad en cualquier asunto de peso es una indiferencia encubierta… Un “me la suda” revestido de buen rollo. La moderación tengámosla  en las costumbres, amigos, no se puede ser moderado, que es lo mismo que tibio, en los asuntos que atañen a la sociedad entera. Sean neutrales si quieren en el fútbol, pero en política (entendiendo como política todo lo que tiene que ver con los asuntos de la ciudadanía, no la visión restrictiva de la política de partidos) no se puede ser neutral. Ser neutral en este caso es decir aquello de “yo paso de política”  y eso es mirarse al ombligo.  

 Esta clase política de tercera división que nos asiste nos quiere justamente así, de espaldas a los asuntos que determinan nuestra situación como ciudadanos. Sólo se acuerdan de nosotros para ir a votar y que les regalemos las cuotas de poder para ir a despellejarse a las cámaras. En principio no es que nos dejen hacer mucho más, pero hay una cosa que podemos hacer.

 Podemos gritar. ¿Gritando se nos llamará radicales?

 Pues gritemos muy alto. Si alguien nos llama radicales será que algo estamos haciendo bien.

martes, 14 de agosto de 2018

EL POLÍGONO


 Seré breve. Sin tener coche, trasponer hasta un polígono industrial para ir a comprar un grifo a un almacén se convierte en algo molesto. No había opción. Es feria, todo cierra por la tarde, mañana es festivo y tengo el cuarto de baño sin lavamanos.  Sin embargo, tomar el tren de cercanías y caminar media hora bajo un sol de justicia ha sido lo de menos. Lo de más ha sido ver los inequívocos signos que delatan los sitios donde se apostan las mujeres que ejercen la prostitución en estos lugares. Desvencijadas sillas de plástico rodeadas de paquetes de tabaco vacíos, colillas, latas de refresco y otros restos de las tediosas esperas delatan los puestos en que se exponen a la visión… y a la amenaza de los potenciales clientes. No había ninguna mujer. El calor era insufrible y no había un alma. ¿Para qué molestarse? Sí, habrá alguien que piense que son unas cochinas tirándolo todo al suelo. Ahí no voy a quitarles la razón. Ser explotada no te convierte necesariamente en santa.

 Me vino a la mente el maldito artículo que mencioné en la anterior entrada de este blog, el de Despiertainfo.com, dando las cifras de mujeres que abortaron por segunda y sucesivas veces en 2015. ¿Cuántos embarazos no deseados tienen al cabo del año las 45.000 mujeres (cifras estimadas oficiales) que ejercen la prostitución en España? No se pueden contabilizar. ¿En algún momento el reaccionario y posiblemente beato autor del articulito de marras se habrá parado a pensar en ello? ¿En algún momento se habrá parado a pensar cómo sus afirmaciones denigran a las mujeres en general e invisibilizan en particular a las que sufren condiciones de vida extremas?

 Porque prostituirse es muy extremo. Que nadie lo niegue. Que alguien venga a decir que muchas se prostituyen porque es más fácil abrirse de piernas que ponerse a fregar escaleras.  ¿Saben cuál es el problema? Que hay más puteros que escaleras para fregar… y cuando la miseria aprieta no hay medias tintas… Y eso cuando no se trata directamente de mujeres esclavizadas por algún grupo criminal. Siempre hay más puteros esperando. Siempre hay demanda… y puteros que no quieren ponerse condón… y puteros que se ponen bravos y te encajan dos hostias si no haces lo que quieren… Y sí, estoy en el descanso de las pastillas, pero hay que salir a trabajar porque estoy sin blanca… Sí hija, pero estás ahí porque quieres y vas a abortar por tercera vez porque quieres.

 Señor redactor de Despiertainfo.com, hágame el maldito favor de irse a la mierda, pues no es otra cosa lo que sale de su enferma mente.

domingo, 12 de agosto de 2018

ABORTO ANTICONCEPTIVO


 “La loca del bebito” es como se conoce en Argentina a Mariana Rodríguez Varela, cabeza visible de una de tantas campañas anti abortistas protagonizadas por elementos de extrema derecha. En este caso la señora viene de casta, siendo hija de Alberto Rodríguez Varela, ministro de justicia durante la sangrienta dictadura de Jorge Rafael Videla y abogado defensor de éste durante el proceso judicial que se le abrió por crímenes de lesa humanidad. La señora se pasea repartiendo a diestro y siniestro modelos en yeso o plástico de fetos humanos con un discurso plagado de insensateces. Sin duda está que no cabe en sí de gozo por el rechazo de la ley por un aborto libre en el senado argentino. Ducho rechazo es muestra del sinsentido y sectarismo que asiste a la clase política cuando motivos  ajenos  a la razón entran por la puerta.
 
  Me pregunto cómo puede haber personas con tan poquísima vergüenza como para afirmar que el aborto se está tomando como un método anticonceptivo más.  Una cosa es que la Organización Mundial de la Salud lo considere una herramienta a aplicar cuando las técnicas al uso de planificación familiar fallan, pero otra muy distinta es afirmar que una mujer pueda considerar tal opción con la misma familiaridad que tomarse la píldora o ponerle un condón a su pareja.

 Madre mía, si hasta la píldora del día después te deja el cuerpo fatal por el bombazo hormonal que supone. Un aborto puede ser una putada si no se dan unas condiciones mínimas: como que las personas del  entorno tengan la decencia suficiente como para no juzgar o siquiera cuestionar a la mujer que toma la decisión, limitándose a apoyarla y acompañarla; que la intervención vaya a tener lugar con las garantías necesarias y que el personal sanitario tenga el tacto imprescindible en un contexto que no es precisamente como ir a quitarse una verruga. Atención, apoyo y respeto a una mujer que al fin y al cabo  decide libremente sobre su cuerpo y su futuro.

 Pero no, claro. El aborto es un crimen. Un crimen nefando. Lo dice la Santa Madre Iglesia, pues en los Salmos, en el Antiguo Testamento, podemos leer:
Tú creaste mis entrañas;
me formaste en el vientre de mi madre.
  ¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas,
y esto lo sé muy bien!
 Mis huesos no te fueron desconocidos
cuando en lo más recóndito era yo formado,
cuando en lo más profundo de la tierra
era yo entretejido.
Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:
todo estaba ya escrito en tu libro;
todos mis días se estaban diseñando,
aunque no existía uno solo de ellos.

  Salmo 139. 13-16 

 Pues entonces, ya que Dios nos conoce desde que estamos en el seno materno y ya toda nuestra historia está escrita en su libro (con lo que aquello del libre albedrío se convierte en un timo), da igual que el embarazo se interrumpa en el mismo momento de la concepción o a los cinco meses. Un crimen es un crimen y punto. Entonces van unos señores (y señoras) de ideas rancias, posiblemente de derechas, muy católicos y católicas, con la Santa Madre Iglesia detrás, a votar en el Senado para mantener el aborto fuera de la ley, imponiendo sus creencias a todos los demás. Eso es lo que ha pasado en Argentina.

  A ver si lo decimos claro: imponer creencias a los demás es INMORAL. Condicionar la vida de los demás en base a creencias que no tienen es INMORAL. Meter la religión en la vida política para coartar el libre albedrío de otras personas es INMORAL. Sólo el científico tiene potestad para asesorar al político sobre la pertinencia o no de un aborto libre y gratuito.


  El biólogo, para ilustrar sobre la diferencia entre embrión, feto y ser humano. Porque lo dicho en un libro escrito hace cuatro mil años no puede condicionar las vidas de las personas hoy en día. Un embrión no es un ser humano.



 El médico, para llamar la atención sobre el espantoso problema de salud pública que se da cuando las mujeres sin recursos tienen que abortar sin garantías sanitarias. Las que tienen recursos viajan fuera del país y punto.

  El psicólogo para ilustrar sobre el despropósito de niñas de quince años criando bebés... o sobre las secuelas de dar a luz el fruto de una violación e incluso sobre el hecho de que emocionalmente el aborto no es una experiencia inocua y que las mujeres no asisten a él con frivolidad.

  Dicho de otra manera. La Iglesia no tiene nada que decir, salvo a los cristianos practicantes. Por ello su injerencia en los asuntos del resto de la sociedad debe ser atajada de raíz. Detrás de los autodenominados grupos  pro-vida  está  la  derecha  más  reaccionaria,  codo  a  codo  con   la  Iglesia  en  su  arcaica  alianza. Una alianza entre cuyos objetivos se cuenta mantener a la mujer en un segundo plano. Una mujer sometida, incapaz de decidir sobre su propia vida. Una alianza que estigmatiza a la mujer que vive su sexualidad de manera libre y sin estar sometida a los dictados de los hombres. Porque si una señora ha salido por la noche con unas amigas, conoce a un señor, tiene relaciones sexuales con él y se queda embarazada porque el condón se rompe, porque se olvidó de tomar la pastilla o sencillamente porque estaba tan pedo o tan entusiasmada que no pensó en nada más… tiene derecho a poner fin a ese embarazo dentro de los límites que marca la ley amparada por la ciencia, porque no quiere ser madre y no tiene por qué serlo, porque con esa interrupción del embarazo no se va a asesinar a nadie, porque no hay nadie a quien asesinar. Ese embrión no es un ser humano.  Considerarlo así es creencia y las creencias deben ceñirse al ámbito privado, no invadir el público cuando hay otras personas que no las comparten y la ciencia da sobradas explicaciones al respecto.

  Antes de redactar estas líneas me di un paseo por la red, para tomar el pulso del tema. Topé con un artículo del asqueroso panfleto de derechas Despiertainfo.com.  El título no podía ser más significativo: El aborto como método anticonceptivo, una triste realidad. Focaliza la atención sobre algunos datos del Informe sobre Interrupciones Voluntarias del Embarazo, publicado por el Ministerio de Sanidad, correspondiente a 2015, concretamente sobre las mujeres que abortaron por segunda o sucesivas veces.  Ese año se llevaron a cabo en España 94188 abortos, dentro de una población de mujeres en edad fértil de cerca de 11 millones. Unas 23000 abortaron por segunda vez, unas 8000 por tercera, unas 2500 por cuarta, unas 1000 por quinta y unas 800 por sexta o más.

 Ahora bien, cerca de 60000 abortaron por primera vez y lo más probable es que no vuelvan a hacerlo. Sería interesante poder realizar un estudio estadístico sobre la situación social de esos miles de mujeres que abortaron por segunda o sucesivas veces. Me vienen a la mente los miles de mujeres que se dedican a la prostitución en este país, por poner el caso... El Centro de Inteligencia Contra el Crimen Organizado, dependiente del Ministerio del Interior, estimó en 2012 unas 45000. Pocas me parecen, pero eso es otro maldito problema. 

 Eso sí, los mamarrachos de Despiertainfo.com pasan por alto un dato curioso del informe: al año siguiente de la aprobación de la nueva Ley del Aborto por el gobierno de Zapatero (2010) hubo un repunte del número de abortos, pero en los años sucesivos dicha cifra no ha hecho sino bajar. En 2011 fueron 118611 y en 2016 fueron 93131. Evidentemente a los grupos pro vida no les interesa vociferar que en España hay cada vez menos abortos, con una ley que lo despenaliza totalmente y todo. Es más efectivo pintar un panorama de mujeres casquivanas follando como conejas y yendo alegremente a abortar cada vez que se quedan preñadas.

  Malditos, malditos sean, por embusteros, por hipócritas, por fanáticos y por oscurantistas herederos de la más antigua tradición de inquisidores. Antes llamaban brujas a las mujeres que querían librarse del yugo de los hombres. Hoy las llaman feministas con un deje despectivo, cuando no feminazis… o cosas peores.

El aborto libre y gratuito, acompañado de una educación sexual sin mojigaterías es un requisito esencial para una sociedad libre e igualitaria.

  Y los curas… a sus iglesias. Con sus fieles, con la loca del bebito y sus fetos de plástico, a la cabeza.


HITLER, EL INCOMPETENTE