jueves, 28 de junio de 2012

TELEBRUTA

Hace algunos años leí una novela de ciencia-ficción (género que me apasiona) escrita por Stephen King bajo seudónimo. Su título es “El Fugitivo” se ambienta en un futuro próximo y trata sobre una cadena de televisión que se dedica a la emisión de concursos, pero unos concursos muy particulares, en los que se puede ganar muchísimo dinero, pero al precio de que los concursantes puedan ser humillados, heridos e incluso resultar muertos. Pero el concurso estrella, el que hace que se dispare la audiencia, es “El Fugitivo”: la retransmisión de la persecución a muerte de un hombre por parte de una banda de asesinos profesionales. La novela es sórdida, aterradora y brutal, como la mayoría de las obras de King. No da un momento de respiro y el final está a la altura del conjunto. No se la destripo. Léanla.

 Cuando acabé la lectura, corría el año 86 o el 87, la novela me pareció ciencia ficción pura, típico ejemplo de anticipación con leves tintes apocalípticos, advirtiendo sobre el peligro de que una sociedad caiga en la completa amoralidad. Sin embargo, unos años más tarde vi un concurso en Tele 5 llamado “Humor Amarillo”: esperpento plagado de talegazos y mamporros varios amortiguados con grandes cantidades de goma espuma. Nadie salía herido, al menos aparentemente, pero no pude reprimir un escalofrío. Sin embargo, a la vuelta de unos pocos de años más, aquella payasada japonesa (tiene gracia cómo los japoneses, tan serios y ceremoniosos ellos, se desmelenan a la primera ocasión) me parece absolutamente inocente a la luz del giro que están tomando los acontecimientos.

 El deterioro de los concursos televisivos está alcanzando cotas que, hace unos años, nos habrían parecido increíbles, de hecho a mí hoy todavía me lo parecen. Desde ese “Mujeres, hombres y viceversa”, donde un grupo de muchachas con exceso de estrógenos y muy poca dignidad se afanan por ganar la atención y los favores de un chulo de playa;  sin olvidarnos de “¿Quién quiere casarse con mi hijo?”, donde los hijos están mentalmente enfermos y las madres más enfermas aún y, por supuesto, el sublime “Gran Hermano”, que convierte el voyeurismo en asunto de interés nacional.

 ¿Qué es lo que mueve a las personas que participan en estas exhibiciones de degradación humana? ¿El dinero? ¿La fama fugaz? A mí me cuesta trabajo imaginar a alguien con su vida razonablemente organizada y comprometida con esa clase de cosas que suelen valer la pena (familia, amigos, un trabajo serio, un tiempo libre que relaje y realice…) acudiendo al proceso de selección de un concurso de esta catadura. Pienso que debe tratarse de personas con algún tipo de carencia personal. Lo suficientemente vacías existencialmente como para considerar como algo positivo salir en televisión haciendo el pamplinas, con sus vergüenzas emocionales (cuando no las físicas) al aire.

 Lo más terrible es que hay mucho público atento. Hay gente enganchada al Gran Hermano de 24 horas ávidas de carnaza. En la antigua Roma la pasión por la carnaza, esta en sentido literal, era declarada y febril. El pueblo acudía con entusiasmo a los anfiteatros para ver a hombres y animales combatiendo y muriendo. Los cadáveres eran arrastrados a cientos fuera de la arena mientras que los vencedores eran reverenciados por la masa hasta que ellos mismos caían y eran sustituidos por otros. Hoy día se considera políticamente incorrecto excitarse viendo la muerte (bueno, en las corridas de toros la muerte del diestro es ocasional parte de la fiesta, la del toro siempre, pero eso es otra historia… ¿o no?), sin embargo el ver a seres humanos diseccionados emocionalmente en público o sencillamente vejados, ridiculizados y siendo objeto de pública befa y mofa pone a cien a un sector nada despreciable de la audiencia. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que para nuestra sociedad cada día más mutilada moralmente no sea censurable ver correr la sangre de una persona en directo como parte del espectáculo, cumpliendo así la fantasía macabra de Stephen King? Han pasado treinta años desde el inocuo “Un, dos, tres” hasta las monstruosidades actuales. Hagamos cálculos.

 Por suerte, siempre nos quedará “Pasapalabra”.

domingo, 24 de junio de 2012

Hacienda NO somos todos

 Estoy de un humor de perros. Me sale la declaración de la renta a pagar y si bien es cierto que la cantidad no es grande, para mi economía resulta un bocado considerable. Hay quien me ha dicho que si me sale a pagar, será porque ingreso. Pues será cierto. Resulta que soy uno de esos infelices cuyo único ingreso es una nómina. No hay escapatoria posible.

 Ahora que está en el candelero el tema del recurso de inconstitucionalidad que va a presentar el PSOE (abanderados de la legalidad y la decencia desde que están en la oposición) ante la amnistía fiscal llevada a cabo por el gobierno, debemos pensar un poco sobre lo que esta medida supone. La edición digital de La Vanguardia lo resume con pocos datos: un contribuyente que haya defraudado 100.000 euros pagará 10.000 y todo estará olvidado. De haberlo declarado en su momento tendría que hacer pagado 48.000 y si lo declarase ahora tendría que pagar 56.000 (los 8.000 euros de diferencia en concepto de recargos e intereses de demora).  Sumemos a esto que en 2010 el 85% de la recaudación del IRPF correspondía a los rendimientos por el trabajo, o sea, los bocados que le pegan a su nómina y la mía todos los meses. De ese ejercicio se recaudaron 66.977 millones de euros. En España había censadas a 1 de enero de 2010,  3.287.374 empresas. En ese mismo momento, la Agencia Tributaria contabilizaba 19.310.627 asalariados, de los cuales el 57% cobraba alrededor de los 1000 euros al mes o menos. De todo esto, deduzco lo siguiente que el Estado Español se financia estrujando a los currantes más asfixiados, principalmente. El volumen de economía sumergida, dinero negro y evasión de capitales es, a la fuerza, apabullante. No lo digo yo, lo dice el Cuerpo de Inspectores de Hacienda. Defrauda a Hacienda quien quiere y puede. Usted o yo, currantes asalariados, no podríamos aunque quisiéramos. Defraudan  empresarios y  profesionales autónomos, que pueden elegir entre declarar o no sus ingresos.

 Ahora que las arcas están vacías y la Unión Europea va a soltar una pasta al Estado Español para que una serie de bancos de mierda engrosen sus fondos de pérdidas (pasta que habrá que devolver, por supuesto), o sea, que se necesita dinero en cantidad,  se ofrece a esta ralea de delincuentes fiscales la posibilidad de pagar el 10% de su dinero negro y quedar en paz con el Estado. Solidariamente, el año que viene nos subirán a todos el IRPF y todo apunta que nos subirán el IVA del 18 al 20%. Por otra parte el Cuerpo de Inspectores de Hacienda es a todas luces insuficiente, mientras que en este país soportamos una Administración cara e ineficaz plagada de funcionarios que se tocan las narices con mucha profesionalidad. Habiendo una base de mileuristas a la que esquilmar ¿para qué preocuparse de tomar las medidas precisas para combatir el fraude fiscal?

El afán reformista de este Gobierno, tan esperado por la legión de inconscientes que lo votaron, pasa por joder al ciudadano medio y favorecer al vago y al sinvergüenza. Las medidas que se están tomando no van a sacarnos de la crisis, van a agudizarla, pues tienden a aumentar en abismo entre ricos y pobres.  Tenemos un país grande, de gente muy sufrida, pero una Administración del Estado para llorar.

 Pero todos tranquilos, tenemos una gran selección de fútbol que ya está en semifinales de la Eurocopa. Quien no se consuela es porque no quiere. Yo no quiero. Es mi problema.

jueves, 21 de junio de 2012

LA GRAN DESILUSIÓN

 Hay una concejala de mi localidad, perteneciente al partido en el gobierno de la nación a cuyas publicaciones en Facebook estoy suscrito. Me encanta. Es divertidísima. Publica cualquier acontecimiento, por nimio que sea, en el que aparece algo relacionado con su partido y lo cojonudamente bueno que es, lo íntegros que son sus líderes y lo justas y acertadas que son sus decisiones. Parece sincera… de verdad, lo parece. Supongo que su cuantioso sueldo ayuda a su bucólica visión de la realidad, de inauguración en inauguración, de mitin en mitin, de homenaje en homenaje… De las más de 50.000 personas que no tienen que comer en su ciudad y que hoy día son beneficiarios del Banco de Alimentos no habla. En las postrimerías del anterior gobierno colgaba todas las noticias sobre los escándalos de corrupción. Hoy, que su partido ya en el gobierno nos falta al respeto ofendiendo nuestra inteligencia con la leche esta del rescate, guarda silencio. Lo mismo que nuestro bienamado Presidente del Gobierno, escondido detrás de su Vicepresidenta, que se encarga de decir perlas como esa de “tenemos que aceptar que nuestros hijos vivirán peor que nosotros”. Sobre todo el tuyo, guapa, sobre todo el tuyo.

 Cuando yo era niño y adolescente, los adultos gustaban de criticar a los políticos. Eso no es nada nuevo. Ha sido común a todas las épocas. Sin embargo, en este país no asistimos a un desprestigio social tan atroz de la clase política desde los tiempos de la Segunda República. Los ingenuos creían que darle un vuelco al ruedo político daría un vuelco a la situación en general, pero no ha sido así. Esta claro que nuestra economía, como todas, está vendida a oligarquías, la soberanía nacional es un mito y los gobiernos unos peleles con sueldos indecentes que nos llaman al ahorro y a la austeridad mientras ellos no se privan de nada. Los que tienen mi edad o más recordarán aquel episodio de Alfonso Guerra cuando fletó un avión de la Fuerza Aérea para un desplazamiento privado de su familia. Hoy, habituados a casos de corrupción que dan vértigo y al penoso espectáculo de arrojar millones de euros al pozo sin fondo de bancos en quiebra por gestiones de trápalas, pícaros y usureros, la anécdota del avión parece eso, una anécdota, casi una pequeñez.

 Ni siquiera nos queda ya el consuelo de lo campechano que es nuestro rey, suegro de un descerebrado y de un ladrón, tiroteador  de indefensos elefantes que, eso sí, pide perdón por sus desmanes. Es el único. Nuestro gobierno elude convocar este año el Debate Sobre el Estado de la Nación. Será que no hay cosas por las que dar explicaciones.

 Pero no sufran, tenemos a Rafa Nadal, a Fernando Alonso y a la Selección de Fútbol, campeones del mundo. El deporte es lo único capaz de despertar una vaga conciencia nacional (que no nacionalista, no vayan a confundirse, que no es lo mismo). “Pan y Circo”, la vieja fórmula sigue siendo válida.

 “Rescate”, “Prima de riesgo”, “Crisis financiera”… Todos estos conceptos me parecen una burla ante la realidad de que en España hay gente (y no poca) que pasa hambre. Las crisis económicas son fruto de la rapacidad de los que tienen mucho dinero y quieren más. Así ha sido siempre y siempre será. Antes solía escuchar las tertulias políticas de la radio por las mañanas, camino del trabajo. Hoy apenas las aguanto, suenan a disco rayado. Acabo casi siempre poniendo Radio 3, de RNE. Música clásica sin parar. Me gusta centrarme en que el ser humano es capaz de crear belleza y no sólo engaños y monstruosidades.

viernes, 15 de junio de 2012

LA FIESTA DEL COLEGIO

 Detesto las fiestas de fin de curso de los colegios. A fuerza de detestar tantas cosas, quizá ya haya quien empiece a considerarme detestable, pero creo que soy un tipo bastante tratable… si se me sabe tratar. Al menos me considero más tratable que los energúmenos que casi nos aplastan hoy cuando tratábamos de conseguir un asiento para ver las actuaciones de la dichosa fiesta de fin de curso en el colegio de mi hija, cuyo nombre, por decoro, omitiré. La ración de empujones ha sido generosa, ya que la dirección ha mantenido las puertas del colegio cerradas casi hasta el último momento y cuando se han abierto, la multitud congregada ha iniciado una carrera para coger asiento. Sencillamente patético. Las personas, unos animales y la dirección del centro, unos irresponsables que tratan a las personas como animales. En fin, todo cuadra.

 Hay muchos padres a los que se les cae la baba cuando sus hijos hacen cualquier cucamona. Yo no soy de esos. El baile que hizo la clase de mi hija el año pasado tuvo su gracia, pero el de este ha sido infumable. La profesora que lo ha organizado, una momia absolutamente idiotizada, tuvo la idea de organizar una especie de baile regional pidiendo un vestuario disparatado:

 Camisa blanca: unos veinte euros.
 Falda negra de baile: otros veinte euros.
 Zapatos de baile: treinta euros.
 Fajín rojo: diez euros.
 Biznagas: quince euros.

 Total: noventa y cinco euros.

 Sacarle el cerebro por la nariz con un gancho de bronce  a la profesora de marras, como buena momia egipcia que es, no tiene precio. Por lo demás, sólo restaba moverse para conseguir que nos prestaran las cosas, pues no está la coyuntura como para gastarse semejante pastizal en un vestuario que sólo va a ser utilizado cinco minutos. Mi mujer llamó a todas las puertas y lo reunió en un tiempo récord. Prueba conseguida.

 En otro orden de cosas… los mismos momentos chorra patéticos de siempre. Homenaje a la profe de turno que todos critican a las espaldas, presentación de la gala (por llamarla de algún modo) por dos alumnas de cuarto de la ESO que son jaleadas por sus compañeros mientras el resto no les hace ni puñetero caso, las alumnas púberes rivalizando por llevar la falda más corta y el tacón más alto y los alumnos púberes rivalizando por ser los más chulos y ordinarios del gallinero, niños chillando y corriendo, gente que te pisa inmisericorde al pasar por delante de ti…

 En fin, supongo que son momentos que hay que vivir. Mi padre no me llevó a ni una sola de las fiestas de mi cole.  Yo no privaré a mi hija de los momentos patéticos que viven los mortales y que constituyen los ritos sociales. Los ritos sociales son importantes, aunque me parezcan un soberano coñazo.

martes, 12 de junio de 2012

ALCOHOL (y II)

 Hace algunos años visité a unas personas (con las que por ciertos avatares he perdido relación) en su localidad de residencia: un municipio fundamentalmente agrícola de poco más de 20.000 habitantes cuyo nombre, por decoro, evitaré citar. Me invitaron a tomar algo a eso de las siete de la tarde y tras algunas dudas consideré que no era excesivamente temprano para pedir una cerveza. Mi sorpresa fue mayúscula al percatarme de que todos los hombres presentes en el bar (sólo había hombres) estaban bebiendo como cosacos a base de combinados de licores fuertes… hombres asiduos del “cacharro”, el “cubata”, el “pelotazo”… o como carajo se les quiera llamar. Yo era el único blandengue que se estaba tomando una cervecita. La cerveza está bien para tapear a media mañana, ¡pero los machos bragados alternan después del curro con whisky, ron o ginebra! ¡Y se desayunan con un copazo de brandy o de anís, sobre todo cuando el frío aprieta! ¡Es lo normal!

 “Normal” es una palabra sobre cuya peligrosidad me advirtieron desde el primer día que puse el pie en la facultad de psicología.

 Para los médicos de atención primaria no resulta extraño el cuadro que les voy a relatar: varón en torno a la cincuentena que acude a consulta por los primeros achaques de un cuerpo que no ha llevado el mantenimiento recomendado por el fabricante.  Pregunta de protocolo:
 “¿Bebe usted?”

 “Sí.”

 “¿Con qué frecuencia?”

 “Lo normal: un carajillo por la mañana, una cervecita o dos con el bocadillo, dos o tres vasos de vino en la comida y un par de pelotazos después de trabajar. A veces me tomo un par de copas en casa.” 

 Lo peor es que el tío se queda tan ancho. Ni se ha parado a pensar que su consumo de alcohol pueda minar su salud. Manteniendo esta pauta no se emborracha. Sólo “se harta” en las ocasiones especiales. “Todo el mundo lo hace, ¿no?” Si este señor, que posiblemente en los últimos treinta años nunca ha suspendido el consumo probara a hacerlo durante, digamos, cuarenta y ocho horas, probablemente comenzaría a experimentar cierto temblor de manos, preámbulo del temible delirium, el síndrome de abstinencia alcohólica. El único síndrome de abstinencia capaz de matar a una persona.

 Una vez, un usuario alcohólico de la Comunidad Terapéutica, de apenas treinta años (este había corrido) me contó como cada mañana tenía que beberse una copa llena hasta el borde de brandy para poder trazar una línea recta (era pintor de profesión), sin este desayuno de campeones sus manos resultaban incontrolables.

 No es preciso llegar a este grado de dependencia física para que el alcohol sea un problema. El binomio alcohol-diversión campa por sus respetos y yo mismo coqueteé con él en una época de mi vida. La adicción acecha a los que buscan el estado alterado de conciencia un fin de semana tras otro. Algunos padres se llevarán las manos a la cabeza y se pondrán histéricos si pillan a sus tiernos vástagos fumando porros o esnifando cocaína, pero seguramente no tendrán una reacción tan dramática si sus nenes beben alcohol para coger “el punto”. “Bueno, todos hemos sido jóvenes, ¿no?”

 Así es. Pero lo suyo es  poder llegar a viejos.

 Cuando uno trabaja en el campo de las adicciones cierto tiempo, descubre que meter miedo al personal es algo que no funciona. La gente tiene una tendencia rara a meter la mano en el fuego para saber que realmente quema, aunque vea a su vecino achicharrarse entre alaridos.  La presencia del alcohol es tan abrumadora y la hipocresía social al respecto tan abominable que es preciso vigilarlo como a un viejo enemigo que nos acecha, pero que en el fondo nos cae bien, tanto que  nos gustaría tenerlo de nuestro lado. Pero no nos conviene engañarnos ya que nos dará una puñalada por la espalda a la primera ocasión. El vino está bueno, la cerveza también, un licorcito mola de tanto en tanto, pero mientras te sirven la copa la pregunta del millón es “¿podré tomarme sólo una y parar?”

 De la respuesta depende la vida o la muerte.

lunes, 11 de junio de 2012

ALCOHOL (I)

  Llevaba tiempo queriendo sentarme a escribir sobre esto, pero el tema era postergado una y otra vez. Ayer, sin embargo, se renovaron mis ganas al contemplar a una pareja sentada a una mesa vecina durante mi café de la mañana. Se estaban desayunando con  bocadillos y sendos botellines de cerveza. No es nada insólito, de hecho me consta que es algo relativamente frecuente en no pocos lugares de nuestra geografía, pero fue el aspecto de la pareja lo que me impactó: ambos debían rondar  la cuarentena; el era seco de carnes, de piel muy delgada y venas abultadas; ella por su parte, parecía tener ya un pie en la tumba con su delgadez extrema y sus mejillas hundidas y sienes descarnadas que daban a su cabeza el macabro aspecto de una calavera con pelo y ojos, unos ojos bonitos,  debía haber sido guapa… en otro tiempo. Puede que el demacrado aspecto de ambos se debiera a factores que nada tuviesen que ver con una vida de excesos, o puede que no. El caso es que verlos bebiendo a esas horas de la mañana me revolvió el estómago.

 Yo mismo he bebido copiosamente en más ocasiones de las que quisiera recordar, de noche siempre, yendo de farra. He tenido problemas para mantener la verticalidad, he vomitado hasta la primera papilla (nunca quise los potitos, buen paladar que tiene uno) y he dicho más gilipolleces por segundo de las que digo sobrio, que ya es decir. Llegó, no obstante, un momento en mi vida en que opté por empezar tomarme el alcohol en serio, sin pasarse, lo justo para reconocer mi límite y no pasarlo, ni siquiera acercarme.

 Esto del alcohol me joroba mucho. Causa infinitamente más perjuicio social que el tabaco y no está tan demonizado (recomiendo la lectura de FUMAR MATA, una de las entradas más antiguas de este blog). Si no bebes, eres un raro, si te pasas, eres un borracho. Hay circunstancias en las que hay que beber poco menos que por cojones. Incluso hay personas que te ofrecen de beber y si resulta que ese día no te apetece y educadamente declinas el ofrecimiento, sufren una especie de amnesia selectiva y al rato te vuelven a ofrecer. A mí me ha pasado. La presión a la uniformidad en este sentido es, sencillamente, brutal.

(Continuará)

sábado, 9 de junio de 2012

TALENTAZOS

Alguna que otra persona, plena de  ignorancia y quiero pensar que de  una sincera preocupación por mi seguridad, me ha preguntado a lo largo de la última década si no me asusta quedarme de guardia por la noche en la Comunidad Terapéutica. “¡Figúrate, tú sólo con tantos…!” La palabra en cuestión no me gusta usarla y menos por escrito. Yo me limito a sonreír discretamente y a afirmar que la Comunidad Terapéutica es, después de mi propia casa, el lugar en el que me siento más seguro, pues si bien es cierto que las personas que allí residen están aquejadas de problemas de adicción y arrastran pasados que preferirían olvidar, no es menos cierto el hecho de que en la Comunidad Terapéutica abundan la calidad humana y el talento.

 Talentos para lo bueno, para todas las cosas que usted y yo estimamos. Los auténticos sinvergüenzas no están ingresados en un centro de rehabilitación, sino que ocupan despachos en pulcras oficinas, beben cócteles junto a amplias piscinas y conducen coches que yo sólo podré tener en mi querido videojuego Need for Speed. Son los que tienen estómago y sangre fría para cometer una tropelía tras otra sin descomponer el gesto y sin dejarse pillar. Aquellos con los que yo trabajo no son unos santos ni unas víctimas, pero no han podido soportar la tensión de la vida del sinvergüenza. Para todo hay que valer y ellos no valen. Ellos se han roto. Sin embargo luchan por vivir de otra manera y tienen mucho de decir y que ofrecer.

 Hoy he participado en el Décimo Encuentro Provincial del Voluntariado de Proyecto Hombre y es costumbre que dichos encuentros finalicen con un pequeño espectáculo musical o humorístico y como fuera que lo previsto fallase por un imponderable se recurrió a los chicos de la Comunidad Terapéutica (y a un servidor, que tiene ya alguna experiencia en estas lides, modestia aparte). Muy poco tiempo para preparar lo que fuese menester, un puñado de voluntarios, unos textos seleccionados a toda prisa (en este sentido, mis admirados cómicos y músicos argentinos “Les Luthiers” constituyen un enorme filón; otro día escribiré sobre ellos) y el espectáculo está servido. Yo mismo no pude resistirme a hacer una pequeña intervención. Me encanta. El público aplaudió a rabiar. Objetivo conseguido. Estos chicos desarrollan una capacidad de improvisación, de adaptación y  una creatividad enormes.

 Algunas de las mejores comidas con las que me he regalado en mi vida (y es que me encanta comer, lo hago con una voluptuosidad casi indecente) las he comido en nuestra Comunidad Terapéutica y elaboradas por los mismos usuarios. Él ultimo ejemplo fue la paella de mi reciente guardia de domingo. Me emocionó tanto que la fotografié y la colgué en Facebook. Estaba para morirse. En la calle me han vendido paellas deleznables con toda esa parafernalia chorra de tener que encargarla y demás. Ese domingo hubo personas en los restaurantes de Torre del Mar, Torrox, Rincón de la Victoria y demás localidades de la costa que, pagando por ello, no comieron tan bien como nosotros.

 Otro momento revelador en la Comunidad Terapéutica es el sábado tarde, dedicado a actividades de tiempo libre. He pasado momentos muy agradables conversando sobre música, sobre cine, disfrutando de una buena película con el posterior comentario… En fin. Personas que respondan al estereotipo del imaginario colectivo sobre el usuario medio de un centro de rehabilitación no dan tanto de sí. Allí hay riqueza, riqueza humana, de la que realmente vale la pena cuidar y potenciar. Ese es el sentido que tiene mi trabajo. No son sólo personas dignas, se trata de personas dignas con mucho talento. Es preciso que ellas mismas se lo crean y que el mundo también se lo crea. Estamos en ello.

miércoles, 6 de junio de 2012

VIDA DE PERROS

No me gustan especialmente los animales y tengo tres perros. Por si no lo saben, vivo en un piso de setenta metros cuadrados con mi esposa, mis dos hijos y la jauría. No es masoquismo. A mi esposa le dan mucha compañía y consuelo y con su enfermedad eso ayuda. El hacinamiento me trae al fresco. He aprendido a priorizar.

 La primera que tuvimos fue Candela, mitad caniche enano, mitad yo qué sé más. Siendo cachorrita mi esposa la rescató del escaparate de una tienda de animales de la que ya iban a dar el bote porque no la vendían. Estaba raquítica, con el pelo reducido a una pelusilla blanca y era todo huesos y ojos desorbitados. Su destino de no haberse cruzado con nosotros habría sido el sacrificio. El de la tienda nos la regaló.

 La segunda fue Triana, hija de Candela y de un engendro de veintiocho razas y media que también tuvimos y que para evitar nuevas montas y no tener que castrarlo   regalamos a una vecina que lo envió a la protectora cuando mordió levemente  a su hijo, un mocoso insufrible que merecía acabar él mismo en la protectora antes que el pobre perrillo. Luego la buena mujer se compró un cachorro de golden retriever (el del anuncio del papel de wáter). A ver si hay suerte y el perro se come al niño cuando crezca, pero no lo creo. Esos perros son muy nobles. Seguramente el niño se lo comerá a él.

 El tercer perro es Shubby. Frente a las otras dos, que son talla “S”, este es talla “XXXL”: un golden retriever de cincuenta kilos, más bueno que el pan.

 La historia de Shubby es curiosa. Mi esposa vio su foto colgada en Internet. Su ama lo regalaba a cualquiera que le diera un hogar. Por no se qué dificultad para cuidarlo el perro llevaba dos años amarrado en un patio, más solo que la una, recibiendo una sola visita al día de una persona que le daba de comer. El perro es de pura raza, con pedigrí y todo. Nos lo dieron pulcramente rapado (a estos perros no se les corta el pelo, pues su piel es extraordinariamente sensible) y sin testículos. No sé por qué.

Ya he dicho que no soy un particular amante de los animales. Como carne con gran placer y creo que tener por mascota a un conejo es una soberana gilipollez, pues su lugar es la cazuela. Se castra a caballos y toros desde hace milenios para tornarlos más dóciles para las faenas agrícolas y de transporte. Pero castrar a un perro… Un perro es algo diferente. No es un animal cualquiera. Es inteligente, empatiza con tus estados de ánimo… Te lo da todo.

 A Shubby y a una hembra de su misma raza los usaron durante cuatro años para criar. Cuando tuvieron una mejor pareja de cría los arrinconaron. A la hembra la esterilizaron y a Shubby lo castraron antes de regalarlo. No me quito de la cabeza la sospecha de que la castración tenía como objetivo único que quien lo adoptase no lo usara para criar. Y ahora lo mejor: ¡la antigua ama de Shubby es veterinaria!

 No sé por qué algunas personas tienen perros. No los educan, los dejan sueltos, no recogen sus cacas y algunos los castran para que sean más dóciles. En algunas webs de supuestos amantes de los perros se defiende esta práctica “para mejorar la calidad de vida del animal” pues incluso ayuda a prevenir el cáncer de próstata. Pues mira, ¿Qué les parece si implantamos entre los varones humanos la práctica de cortarles los huevos a partir de los cuarenta años para prevenir el cáncer de próstata? En esas webs dicen que la extirpación de los testículos no es tan traumática para un perro como para un humano. ¿A cuantos perros han entrevistado para llegar a esa conclusión?

 Seré un ignorante en la materia, pero a mí me parece una animalada. Nuestro perro nunca nos abandonaría en una gasolinera, pero tampoco nos cortaría las pelotas. Los animales somos nosotros. Shubby tiene ahora un buen hogar y una familia que le quiere, pero los dos años de encierro no se los devuelve nadie, lo mismo que sus testículos. Lo dio todo a esa familia y lo trataron como basura cuando ya no les fue útil.

 Malditos sean.

sábado, 2 de junio de 2012

¡BAJO PRESIÓN!

Todos vivimos bajo presión, sólo que unos eligen darse cuenta y otros no. La presión es despiadada y no da tregua, como dice la famosa canción de Queen, en la que el genial Freddie Mercury tuvo a su lado al no menos genial David Bowie:

PRESSURE PUSHING DOWN ON ME
PRESSING DOWN ON YOU NO MAN ASK FOR
UNDER PRESSURE
THAT BURNS A BUILDING DOWN
SPLITS A FAMILY IN TWO
PUTS PEOPLE ON STREETS

 O más o menos traducido al castellano:

PRESIÓN APLASTÁNDOME
APLASTÁNDOTE, NINGÚN HOMBRE LA PIDE
BAJO
PRESIÓN

DERRUMBA UN EDIFICIO
DIVIDE UNA FAMILIA EN DOS
PONE A LA GENTE EN LA CALLE

 Es cierto que nadie la pide, pero nos alcanza y sólo la eluden aquellos lo suficientemente ingeniosos y egoístas para desviarla sobre otros, pero esto supone un problema. Dejen que se lo explique mediante un símil en física, en unos términos de andar por casa, obviamente. No voy a intentar dármelas de lo que no soy. Yo soy de letras.

 La forma ideal para un recipiente que deba soportar altas presiones, ya sean interiores o exteriores, es la esfera, ya que cualquier punto de su superficie es eficientemente apoyado por todos los demás. De este modo un recipiente hermético de forma esférica puede soportar la misma presión que otro de forma cilíndrica, por poner un ejemplo, de paredes más gruesas. El problema es que fabricar un recipiente esférico es mucho más complicado y costoso que fabricar un recipiente cilíndrico y el ahorro de material no lo compensa. Un recipiente esférico es una joya, un lujo, casi una rareza. Tanto que su fabricación se reserva para empresas excepcionales, como la inmersión a gran profundidad.

 Este aparato de aspecto un tanto desgarbado que pueden ver en la imagen es un batiscafo, un ingenio realmente sorprendente: el único capaz de transportar  seres humanos a las profundidades abisales (entre los 2000 y los 6000 metros) y aún más abajo, hasta las ignotas fosas de la zona hadal. Pese a su gran tamaño, sólo la esfera inferior constituye la zona habitable para una tripulación de dos personas como máximo. El casco alberga grandes depósitos que se llenan de un fluido más ligero que el agua, generalmente gasolina. Es algo así como un globo dirigible submarino.

 La presión del agua aumenta una atmósfera por cada diez metros de profundidad, así que la más mínima fisura en el casco esférico de la cabina del batiscafo condenaría a muerte sin remisión a sus tripulantes, aplastados como huevos. Sólo la estabilidad estructural de la esfera de acero que les envuelve protege sus vidas.

 Algo parecido sucede en los grupos humanos, ya sean familias, equipos de trabajo, empresas o países enteros. La dinámica diaria genera presiones que pueden ser abrumadoras y todos ustedes saben de qué les hablo. Sin uno de los miembros de un grupo humano no soporta solidariamente su parte de presión, ésta redundará en todos los demás y pondrá en peligro la estabilidad del sistema. Evidentemente todos podemos tener un mal día o una mala racha que nos lleve a flaquear, pero convendrá que pongamos los medios para reponernos o aquellos que nos rodean empezarán a resentirse, con lo cual se corre el riesgo de que todo se vaya al garete.

 En estos días estamos asistiendo al penoso espectáculo de ver como nuestro gobierno asiste con millones de euros a Bankia, para salvarla de la debacle por una gestión ruinosa. Casualmente tengo mi cuenta en esta entidad, pero como casi siempre estoy en números rojos me trae un poco al fresco. Sin duda se trata de un escándalo, un desperdicio atroz de recursos en un país que se asfixia sin que ningún directivo asuma ni la más mínima responsabilidad. ¿Tendrían ustedes un trato tan benigno si cometieran una cagada de tal calibre? Evidentemente no. Casos así constituyen el tipo de desequilibrios que de manera lenta e insidiosa conducen al colapso de una civilización. El pueblo abnegado soporta las negligencias y los abusos de líderes incompetentes o abiertamente rapaces hasta que el vaso se colma y todo salta por los aires. Puede que esta vez no sea así… o puede que sí sea. Ya veremos.

 A menor escala es exactamente igual. ¿Quiere usted ser la fisura que haga estallar la cabina de su batiscafo particular?  Yo tengo claro que no. Hagamos lo que podamos para evitarlo.

 No quiero dejarles con mal sabor de boca, así que les obsequiaré con la canción a la que aludí al principio. Disfrútenla y cuídense.

 

HITLER, EL INCOMPETENTE