jueves, 21 de junio de 2012

LA GRAN DESILUSIÓN

 Hay una concejala de mi localidad, perteneciente al partido en el gobierno de la nación a cuyas publicaciones en Facebook estoy suscrito. Me encanta. Es divertidísima. Publica cualquier acontecimiento, por nimio que sea, en el que aparece algo relacionado con su partido y lo cojonudamente bueno que es, lo íntegros que son sus líderes y lo justas y acertadas que son sus decisiones. Parece sincera… de verdad, lo parece. Supongo que su cuantioso sueldo ayuda a su bucólica visión de la realidad, de inauguración en inauguración, de mitin en mitin, de homenaje en homenaje… De las más de 50.000 personas que no tienen que comer en su ciudad y que hoy día son beneficiarios del Banco de Alimentos no habla. En las postrimerías del anterior gobierno colgaba todas las noticias sobre los escándalos de corrupción. Hoy, que su partido ya en el gobierno nos falta al respeto ofendiendo nuestra inteligencia con la leche esta del rescate, guarda silencio. Lo mismo que nuestro bienamado Presidente del Gobierno, escondido detrás de su Vicepresidenta, que se encarga de decir perlas como esa de “tenemos que aceptar que nuestros hijos vivirán peor que nosotros”. Sobre todo el tuyo, guapa, sobre todo el tuyo.

 Cuando yo era niño y adolescente, los adultos gustaban de criticar a los políticos. Eso no es nada nuevo. Ha sido común a todas las épocas. Sin embargo, en este país no asistimos a un desprestigio social tan atroz de la clase política desde los tiempos de la Segunda República. Los ingenuos creían que darle un vuelco al ruedo político daría un vuelco a la situación en general, pero no ha sido así. Esta claro que nuestra economía, como todas, está vendida a oligarquías, la soberanía nacional es un mito y los gobiernos unos peleles con sueldos indecentes que nos llaman al ahorro y a la austeridad mientras ellos no se privan de nada. Los que tienen mi edad o más recordarán aquel episodio de Alfonso Guerra cuando fletó un avión de la Fuerza Aérea para un desplazamiento privado de su familia. Hoy, habituados a casos de corrupción que dan vértigo y al penoso espectáculo de arrojar millones de euros al pozo sin fondo de bancos en quiebra por gestiones de trápalas, pícaros y usureros, la anécdota del avión parece eso, una anécdota, casi una pequeñez.

 Ni siquiera nos queda ya el consuelo de lo campechano que es nuestro rey, suegro de un descerebrado y de un ladrón, tiroteador  de indefensos elefantes que, eso sí, pide perdón por sus desmanes. Es el único. Nuestro gobierno elude convocar este año el Debate Sobre el Estado de la Nación. Será que no hay cosas por las que dar explicaciones.

 Pero no sufran, tenemos a Rafa Nadal, a Fernando Alonso y a la Selección de Fútbol, campeones del mundo. El deporte es lo único capaz de despertar una vaga conciencia nacional (que no nacionalista, no vayan a confundirse, que no es lo mismo). “Pan y Circo”, la vieja fórmula sigue siendo válida.

 “Rescate”, “Prima de riesgo”, “Crisis financiera”… Todos estos conceptos me parecen una burla ante la realidad de que en España hay gente (y no poca) que pasa hambre. Las crisis económicas son fruto de la rapacidad de los que tienen mucho dinero y quieren más. Así ha sido siempre y siempre será. Antes solía escuchar las tertulias políticas de la radio por las mañanas, camino del trabajo. Hoy apenas las aguanto, suenan a disco rayado. Acabo casi siempre poniendo Radio 3, de RNE. Música clásica sin parar. Me gusta centrarme en que el ser humano es capaz de crear belleza y no sólo engaños y monstruosidades.

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