miércoles, 24 de octubre de 2012

ER METÁLICO DE LA PANTOJA


 El sufrido lector, si acostumbra a compartir mis delirios en este blog, sabrá que no soy asiduo de los mal llamados programas “del corazón”. Mi esposa sí que lo es y ayer, mientras yo escribía en el portátil la entrada sobre el primer cumpleaños de “Predicando en el Desierto” ella estaba viendo “Sálvame”, como tantas otras tardes en las que yo también miro a la pantalla de la tele desde el sofá por el rabillo del ojo. En este caso se emitían imágenes del juicio por el caso “Malaya” y a pesar de que ver a una celebridad como Isabel Pantoja sentada en una sala de juicios despierta un morbo innegable, debo admitir que el documento tenía cierto valor periodístico, aunque fuese para ver el cinismo de la buena señora negándose a declarar ante el fiscal y afirmando ante el juez que ella tiene habitualmente “musho” metálico en su casa, tanto como para soltar 300.000 eurazos para comprar una vivienda, así, a tocateja. Sólo quien tiene mucho dinero negro que ocultar guarda semejante pastizal fuera de un banco y la buena señora va y suelta semejante perla en un juzgado y se queda tan ancha. Luego, para más INRI tiene la desfachatez de encararse a su salida del juzgado (escoltada por dos agentes de la Guardia Civil) con una mujer que la increpaba tildándola de ladrona entre la pléyade de curiosos y fans que se agolpaban  por allí. Doña Isabel se plantó ante la mujer sosteniéndole la mirada con gesto arrogante y retándola a que se lo repitiera mirándola a la cara. Un gesto muy dramático, propio de una consumada actriz con mucho aplomo,  mucha mala leche y muy poca vergüenza.

 Departía yo esta mañana sobre esta y otras cuestiones con mi asesora personal en  estos temas, maravillándonos de que se den situaciones de esta categoría. Una de mis conclusiones es que son este tipo de personajillos los que dan mala imagen a un país. Un patán como Julián Muñoz (que ni siquiera sabe vestir un traje sastre como es debido, pues es cosa sabida que un pantalón debe caer dos dedos por debajo del ombligo y no dos dedos por debajo de los pezones, como él acostumbra a llevarlos) se forra gracias a sórdidos chanchullos urbanísticos, abusando de su poder político y juega al señorito andaluz que se enamora de  la folclórica, como en una mala película de Benito Perojo. El patán derrocha a manos llenas para tener como una reina a su enamorada y todo para terminar ambos al cabo de los años sentados en el banquillo, él con bastantes kilos menos y cara de circunstancias, ella sin arreglar para dar mucha pena (treta burda donde las haya), después de haberse creído que eran reyes de una Marbella que cuyo nombre Jesús Gil ya arrastró por el fango y que ellos y los de su ralea terminaron de esquilmar y avergonzar ante el mundo.

 Sin embargo, lo auténticamente vergonzoso es que esta mujer siga teniendo sus seguidores y no se la condene  a la exclusión de la vida pública como el  mal ejemplo que es, por muy buena artista que sea, que lo será para quien  le guste. En este país en que los adalides de la cultura del pelotazo nos han empobrecido a todos los que tenemos que vivir de una nómina o de un pequeño negocio, una folclórica arribista, madre de un holgazán se convierte en heroína de folletín. Sin embargo una heroína de folletín que se precie no tiene el armario lleno de kilos de billetes, como un traficante de drogas o un mafioso chino cualquiera. Eso la convierte en un personaje decididamente feo, soez e insultante para una España en que la pobreza material se extiende como una insidiosa mancha de aceite. ¿Llegaremos a verla en la cárcel?

 Yo diría que no.

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