Ahora
que mi hija se ha empeñado en hacer la Primera Comunión, sabe Dios por qué, me
veo en la tesitura de tener que acompañarla a misa todos los domingos. Porque
pasan lista ¿saben? Supongo que la culpa la tengo yo, por haberla bautizado y
haberla metido en un colegio de la fundación diocesana. Cometí este acto por
dos razones, principalmente. Una de ellas fue la que es un centro mucho menos
masificado que el centro público que me corresponde por la zona. Otra razón fue
mi suposición de que el profesorado, por aquello de ser personal contratado y
no funcionarios, estarían más motivados. La tercera es que yo mismo estuve en
un colegio religioso y tuve la oportunidad de descubrir la fe. No veo razón
para negar tal oportunidad a mi hija.
Lo cierto es que me parece bien que en la
parroquia donde mi hija va a hacer la comunión exijan la asistencia a la misa
dominical de los niños comulgantes. ¡Si quieren hacerla que se lo curren! Y si no, que la hagan por lo civil (1), o
mejor, que no la hagan.
Sin embargo, para mí supone una dificultad
todo esto, porque es que he perdido la fe. Al menos la fe tal y como la
entendía en mis tiempos de cristiano practicante. Para serles franco, nunca me
paré a pensar demasiado en todo lo que le fe católica exige creer a aquellos
que militan en sus filas y que resumiremos en el Credo, La mayor parte del cual se
me empezó a atragantar y provocó (aparte otras razones) mi alejamiento personal
de la Iglesia.
Yo creo en Dios. Creo en la existencia de un ser supremo, creador del
universo, inherentemente bueno. No me pregunten por qué. Simplemente creo y ya
está. En eso debe consistir la fe. Pero si hoy alguien me pregunta si soy
cristiano católico, tal y como fui bautizado, deberé responder que no, ya que
poder responder que sí debo creer a pies juntillas que Dios se divide en Padre,
Hijo y Espíritu Santo; que María concibió y dio a luz siendo virgen por obra y
gracia del Espíritu Santo y que Jesús (hombre y Dios al mismo tiempo), después
de morir crucificado, se levantó de su sepulcro para subir a los cielos en
cuerpo y alma. Miren, me parece que a
los musulmanes se lo ponen mucho más fácil. Sólo tienen que creer que no hay
más Dios que Alá (o sea, Dios, el mismo Dios al que rezan cristianos y judíos)
y que Mahoma es su profeta. Como fe, es bastante más simple.
Por otra parte, pienso que si Jesús de Nazaret
hubiese sido un hijo fruto del amor de María y José, con hermanos y hermanas y
que se hubiese casado con María Magdalena antes de perecer en el horrendo
suplicio de la cruz, ello no restaría ni un ápice de validez al mensaje de los
evangelios.
No voy a entrar a en las críticas que se le
han hecho a la Iglesia sobre sus incongruencias con los valores que dice
defender. Otros han escrito sobre ello sobradamente. Pero si diré que echo en
falta una toma de posición clara, pública y difundida de los pastores de la
Iglesia, desde el papa al último cura, sobre los conflictos sociales que
vivimos hoy día, sobre la rapacidad de la clase política, de la banca y de los
grandes empresarios, sobre el dolor que están causando, con una condena hacia
ellos al menos tan virulenta como la que están lanzando contra el matrimonio
homosexual. Será que la infalibilidad del papa en materia doctrinal (dogma de
fe desde el Concilio Vaticano I de 1870) es tan sorda y ciega cuando hablamos
del sufrimiento humano más inmediato como cruel y despiadada cuando una persona se enamora de alguien de su mismo sexo.
¿Continuará?
(1) Pincha aquí, esas cosas existen.
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