lunes, 26 de diciembre de 2016

OH, ¿PERRA? NAVIDAD

  Pues ya ha pasado la Navidad, ¿no? Pues no. Ya sea por los dictados litúrgicos de la Iglesia Católica o por los dictados comerciales de la industria, aún nos queda un tirón. Total, y todo porque el primitivo clero cristiano, en los últimos tiempos del Imperio Romano, decidieron hacer coincidir, así porque sí, en una pura operación de mercadotecnia, la nueva fiesta del nacimiento de Cristo con el festival en honor a Saturno en la semana del solsticio de invierno, las saturnales, celebraciones estas profundamente arraigadas en la cultura romana (regalos, banquetes familiares... ¿les suena?). Casualmente, en el solsticio de invierno también se celebraba el nacimiento de Mitra, dios de origen oriental cuyo culto estaba muy extendido en el imperio, especialmente entre los militares. A esto se le llama carambola doctrinal, o cómo meterle una fe nueva a una cultura pagana a presión y con calzador.  No hay base alguna para afirmar que Cristo naciera en esa fecha y los datos históricos que se facilitan en los evangelios, como el reinado de Herodes el Grande y el censo ordenado por el emperador Augusto, se presentan de manera imprecisa y contradictoria.  Por no haber base no la hay ni para afirmar que naciera en Belén, pero sí hay motivos para sospechar que se le atribuyese el nacimiento allí para  “cumplir” las antiguas profecías del pueblo judío sobre el nacimiento del esperado “Mesías” (al que, por cierto, siguen esperando).

 Lo que tenemos, entonces, es un rosario de tradiciones locales más o menos antiguas, repartidas a lo largo y ancho del mundo para aderezar la celebración del nacimiento de Cristo. Regalos, costumbres pintorescas en mayor o menor grado, platos típicos, dulces empalagosos, canciones almibaradas con buen rollito… La Navidad aquí y allá tiene un poco de eso y un poco de ese “vamos a llevarnos bien unos días aunque no venga a cuento”. En el mundo industrializado, cómo no, se convierte en excusa para gastar lo que se tiene y lo que no a fin de costear unos fastos que se tienen por inevitables y cuya ausencia se considera una desgracia.

 Devastadora resultaba la viñeta que alguien compartía en Facebook estos días. Un niño le preguntaba a Papá Noel, Santa Claus o como infiernos se le quiera llamar, por qué ningún año le dejaba regalos. El anciano barbiblanco, ataviado con su inevitable uniforme rojo y blanco, cortesía de los publicistas de Coca Cola, le respondía despiadadamente la razón: “porque tus padres son pobres”. Así de simple. La navidad moderna es dulce si se tiene con qué pagarla.

 Sin embargo, tengo la inquebrantable creencia de que cualquier cosa es tan buena o tan mala como aquello para lo que sirve, con lo que hay muy pocas cosas que sean intrínsecamente buenas o malas. La Navidad sirvió para que diversos contingentes de soldados alemanes y británicos cesaran el fuego el día de Navidad de 1914 y se encontraran a lo largo del frente occidental, recién iniciada la Primera Guerra Mundial, para  compartir sus raciones,  intercambiar pequeños regalos y jugar algún partido de fútbol.  No parece una gran cosa en medio de un conflicto  que acarreó millones muertos y plantó las semillas de la siguiente guerra mundial, pero así son las llamitas del esperanza que se dan en el seno del género humano, aparentemente frágiles, pero de una potencia moral tan intensa que son capaces impedir que los corazones desfallezcan, por mucho que apriete la oscuridad. El vídeo que les dejo es un anuncio que recrea magistralmente aquel suceso.


Hoy, en la devastada Alepo, se celebra la Navidad, en iglesias cuya única cubierta es el cielo, en medio de las ruinas y los escombros. Las personas se aferran a aquello que les reconforta y hallan las fuerzas para seguir adelante. Si la Navidad sirve para eso, bienvenida sea.



 Tampoco es justo demonizar la Navidad por los pecados del sistema capitalista. Si los villancicos me crispan y los fastos me enferman y las felicitaciones ñoñas me dan arcadas es mi problema. Me aguantaré.

domingo, 18 de diciembre de 2016

¡ESE CUADRO ES UNA MIERDA!

 Hace un par de días me encontraba dando una de mis clases particulares a un niño de ocho años al que me referiré por su inicial: A. Estábamos repasando inglés y en el libro apareció uno de los muchos retratos cubistas pintados por Pablo Ruiz Picasso. Sin vacilar, clavó el dedo en la página y proclamó: “¡Este cuadro es una mierda!” Quedose tan ancho el muchacho y envalentonado por la seguridad que mostraba en esta súbita irrupción en el mundo de la crítica artística, señaló otro cuadro, un retrato clásico de una joven   que yo no había visto en mi vida, pero que por las trazas habría situado en la segunda mitad del siglo XIX, y anunció: “¡Este sí que me gusta!”.

 Sonriendo para mis adentros, traté de ponerme muy serio y le dije con voz dulce (o todo lo dulce de lo que soy capaz): “Mira, A. No debes decir eso de ningún cuadro, ni de ninguna obra. El arte es así, tiene formas muy diferentes. Te pueden gustar más o te pueden gustar menos, pero el arte nunca es eso que dices. No faltes al respeto”.

 Entonces A. (que en el fondo es un nene encantador) puso cara como de estar enfrascado en profundas reflexiones, frunció un poquito los labios y asintió con la cabeza.

 Este episodio me recordó a otro similar (aunque también radicalmente distinto) vivido con mi hijo Pablo (sí, como es mi hijo  escribo aquí su nombre de pila si me da la gana) en una exposición de pintura que fuimos a ver hace ya bastantes años. Exponía un artista en cuyas obras las figuras humanas tenían los rostros exageradamente estilizados, aparte de presentar otras características alejadas de la realidad. Pablo no se cortó un pelo, contaría doce o trece años (hoy tiene veintidós), a la hora de dictaminar que los cuadros eran una porquería y que él podría hacerlos igual. Aquello me molestó profundamente, ya fuera porque Pablo me tenía calentito de antes por múltiples comportamientos, ya fuera porque la petulancia en un niño de trece años me resulta menos soportable que en uno de ocho o ya fuera porque la confianza da asco (o quizá desde entonces me he vuelto un poquito más sabio –esto es para consolarme-). El caso es que me encaré con él y le espeté: “Mira, ese hombre primero se tomó la molestia y el esfuerzo de pintar los cuadros, después se ocupó de buscar representante, llamar a muchas puertas y comerse mucha mierda antes de poder exponer. Por eso ese hombre es un artista y tú eres un pringao”.

 Lo sé, no estuvo bien, así que no voy a tratar de disculparme. Pablo me miró como si yo hubiese acabado de salir de una ostra y seguimos la visita sin más ceremonia.

 Meditaba sobre estos dos episodios mientras visitaba esta mañana en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga una exposición del artista norteamericano Mark Ryden (la recomiendo encarecidamente). Sin duda me enfadé tanto con Pablo porque me molestó profundamente escuchar argumento tan manido, tan vulgar y ¿por qué no decirlo? tan estúpido en boca de mi propio hijo. “¡Si eso lo hago yo!” es la cantinela del gañán de turno ante el cuadro o la escultura que no entiende y que no hay necesidad alguna de entender. ¡No es cierto! Eso no lo haces tú, grandísimo cretino. Tú podrás hacer el lila un rato ante un papel con cuatro rotuladores o con un bote de témperas, pero en quince minutos te aburrirás y te irás a beberte unos vinos con tapitas. El artista se encierra en su taller, el alma le sale a través de las manos y crea… Ante el resultado hay que acercarse con respeto. Te puede gustar o no, pero ten respeto. Igualmente ridículo me resulta el que se pone delante de un cuadro y trata de teorizar sobre lo que el artista quiere decir.  Yo me pongo ante un cuadro o ante una escultura o ante una pieza musical o ante una obra literaria  o ante una película y mi experiencia es puramente emocional. No solo en términos de “me gusta” o “no me gusta”, sino “me provoca algo” o “no me lo provoca”. Porque el arte no tiene por qué ser bonito, ni gustar. El arte es expresión pura y dura y su mensaje puede ir mucho más allá del encorsetamiento de la palabra. Es algo espiritual, aunque no necesariamente agradable. Los poemas de Bukowski (por los que una amiga ha despertado recientemente mi interés) no son bonitos, pero provocan algo, no evocan bellas imágenes, evocan los antros nocturnos de Los Ángeles y los seres que los pueblan, pero son arte. Negarlo es una necedad.

 La cuestión no es decidir si un cuadro formado por líneas perpendiculares y manchas de color es arte. Nadie negaría que las manos de seres humanos del paleolítico impresas en las paredes de las cuevas son una manifestación artística, ¿por qué entonces hay quien se queja de que esos cuadros “hechos a brochazos” son una estafa? A Goya lo criticaban sus maestros por pintar “a brochazos” y ¿quién negaría que es un autor indispensable en la historia del arte? La expresión es libre. El arte ha de ser libre y no ceñirse a ningún estereotipo ni exigencia. Ello no siempre es posible, sin embargo, porque no nos engañemos, la mayoría de veces el arte es producto de consumo, pues el artista ha de vivir y las obras se elaboran para ser vendidas, pero ello no les resta mérito necesariamente.

 ¿Entonces una canción de Justin Bieber es arte? Mi intelecto no da para tanto. Tan espinosa cuestión se la dejo a ustedes, si no les importa.



domingo, 11 de diciembre de 2016

FEMINAZIS (II) - o cómo utilizar esta palabra es un completo desatino-.

 Lo realmente terrible de la discriminación basada en el género es que se encuentra donde menos te lo esperas. A menudo oculta y agazapada como un depredador al acecho. Junto con la estupidez humana es lo que la hace tan  resistente. Más difícil de sacar que la mancha que te hace un bolígrafo al reventar dentro del bolsillo.

 Hace poco saltaba a los medios de comunicación y a las redes sociales el caso de Carmen Truyols, una anestesista de Madrid que se presentaba a unas oposiciones. Habiendo avisado al tribunal con mucha antelación de que se había quedado embarazada, les solicitaba que fijaran una fecha en la que pudiera presentarse en igualdad de condiciones al resto de opositores. Si bien la fecha de un parto no se puede predecir con exactitud, el margen de error es escaso. Un embarazo dura 36 semanas, poco más o menos y si no sobreviene se provoca. Avances de la obstetricia. Un parto ya no es una moneda lanzada al aire a vida o muerte como antaño. Es algo rutinario, duro para quien lo afronta, pero rutinario. La fecha podría haberse fijado con un margen de garantía razonable, de no haber sido porque los señores (y alguna señora) del tribunal pasaron olímpicamente con tan mala fortuna que la fecha del examen coincidió con la del parto y algunos miembros del tribunal se desplazaron al hospital donde había dado a luz la anestesista y hete aquí que la susodicha tuvo que hacer el examen sola en una habitación recién parida, con los sueros puestos, las piernas semiparalizadas por la epidural, cuatro puntos de la episiotomía en la vulva, sin haber comido ni dormido desde el día anterior y con el cuerpo bueno solo para meterse en la cama.

 Una auténtica salvajada.

 Las autoridades de la Comunidad de Madrid defienden al tribunal de la oposición arguyendo que se ha cumplido escrupulosamente la ley. Será hasta cierto, pero las leyes humanas son falibles y en este caso amparan una brutalidad aberrante y descabellada.

 Hasta ahora podríamos ver un caso de negligencia o de falta de sensibilidad por parte de las instituciones, pero el tema cambia de óptica cuando vemos la ferocidad con que Carmen Truyols ha sido atacada en los comentarios de cuantas webs han publicado su historia. Básicamente el mensaje que le lanzan (tomando un poco de aquí y allá) es el siguiente: “Eres una quejica que trata de dar lástima echando mano de tu condición de mujer. Si no puedes presentarte al examen por un imprevisto como coger una gripe o que se te pinche una rueda, te aguantas y ya está. Ya estamos sacando de quicio las cosas con la leche del género. Cuando te preparas a unas oposiciones tienes que renunciar a muchas cosas. Nadie te obligó a dejar tu bebé recién alumbrado e irte en bata de hospital a hacer un examen. Si te hubieran hecho el examen después de recuperarte cualquiera podría haberlo impugnado.”

 A esta sarta de barrabasadas se les pueden hacer varias objeciones:

 Primero: Carmen Truyols no trata de dar lástima, sólo quisiera que ninguna otra mujer se viera en su situación.

 Segundo: Quedarse embarazada, al menos en este caso, no puede considerarse precisamente como un imprevisto. Insisto en que Carmen avisó al tribunal y la fecha del examen se podría haber adecuado sin perjuicio para nadie. Por otra parte, si un opositor se ha preparado a conciencia un examen y no va a poder repetirlo hasta varios años después irá a hacerlo con gripe, con diarrea y vómitos, dejando el coche en una cuneta o con un balazo en el hombro. ¿Acaso esta mujer no lo ha hecho recién parida? (Alguno creerá que parir, incluso con la epidural, es como sacarse una muela).

 Tercero: Sin duda cuando preparas oposiciones debes renunciar a muchas cosas, como irte de juerga cada vez que te apetece, marcharte de vacaciones al Caribe o entrenarte para hacer el “Iron Man” (salvo que te presentes para bombero, en cuyo caso igual te viene bien); pero ¿se ha de renunciar a ser madre?

 ¿Una mujer que aspire a medrar en su profesión ha de renunciar a ser madre? A juzgar por lo puñeteros que se ponen los empresarios a la hora de contratar o mantener el empleo de mujeres que tienen la desagradable costumbre de quedarse embarazadas, así es. El mensaje resulta abrumador por su brutalidad: para realizarte como mujer has de ser madre, pero si eres madre no puedes trabajar, porque tienes que pedir un permiso de maternidad para parir y criar y le cuestas dinero a la empresa. Además, después podrías tener el atrevimiento de hacer absurdas reivindicaciones sobre horarios y eso de la “conciliación entre la vida familiar y la laboral”. Por otra parte, si eliges renunciar al privilegio de tu sexo, que es la maternidad, y te empeñas en luchar como una jabata por hacerte un hueco en este puto mundo de hombres, esquivas como puedes el acoso sexual de jefes y compañeros y te pones en tu sitio a sangre y fuego serás una frustrada, cuarentona a la que se le ha pasado el arroz. Una feminazi de mierda.

 Una mujer tiene el derecho a ser madre y medrar en su profesión. Las instituciones y la sociedad tienen el deber de garantizar una igualdad real de oportunidades. Y la ilustre ciudadanía aullando a través de internet se la niega a Carmen Truyols porque, fíjese usted, le ha dado por quedarse embarazada.

 Resumiendo: no te puedes salir del redil. A casa a parir y criar bebés llorones. Si te sales del orden natural de las cosas, pagarás las consecuencias.

 Cada vez que un hombre utiliza la palabra feminazi planta una pica en Flandes por los sacrosantos valores del patriarcado. Cada vez que una mujer utiliza la palabra feminazi allana el camino (más o menos voluntariamente) a la causa del machismo.

 La fe Bahá`í tiene unos conceptos muy claros sobre el papel de la mujer. ´Abdu´l-Bahá, dirigiéndose a ellas proclama: “¡Benditas seáis! ¡Benditas seáis! Verdaderamente sois merecedoras de todos los dones. Verdaderamente merecéis adornar vuestras cabezas con la corona de la gloria sempiterna, porque en ciencia y en artes, en virtudes y perfecciones, vosotras seréis iguales al hombre, y en cuanto a ternura de corazón y abundancia de misericordia y simpatía vosotras sois superiores”. Y en otro texto afirma: “El mundo de la humanidad tiene dos alas: una es la mujer y la otra es el hombre. Hasta que ambas alas no se hayan desarrollado igualmente, el pájaro no podrá volar. Hasta que el mundo de las mujeres no llegue a ser igual que el mundo del hombre en adquisición de virtudes y perfecciones no se podrá alcanzar el éxito y la prosperidad como debiera ser”.  No hay que olvidar que le fe Bahá`í nació en Persia a mediados del siglo XIX, un contexto social, cultural y religioso donde la mujer se encontraba absolutamente subordinada al hombre en todos los ámbitos de la vida. Sin embargo, su claridad de visión en cuanto al papel de las mujeres en una sociedad que desarrolle todo su potencial no puede iluminar más verdad que esta: hombres y mujeres han de ser absolutamente iguales en cuanto a derechos, obligaciones y oportunidades.

 Eso es lo que defiende el feminismo. 

 Hemos de ver el poder de reivindicación de las mujeres como una de las fuerzas que buscan el progreso de la sociedad y no la desintegración de ésta, como intentan hacernos creer los que temen el recorte o aún la desaparición de sus privilegios, basados en la desigualdad y el abuso.

 Como ejemplo de esto que afirmo y aunque no se trate de un movimiento que se declare explícitamente como feminista, cabe destacar la iniciativa de un amplio grupo de mujeres israelíes que están impulsando acciones en pro de la paz para acabar con el largo y terrible conflicto que su gobierno mantiene con los palestinos. En España no hemos tenido conocimiento de ello a través de los medios de comunicación, pero en internet la información fluye. El movimiento se hace llamar “Women wage peace” (que podemos traducir como “Las mujeres libran la paz”) y ha promovido eventos tan importantes como una multitudinaria marcha de mujeres musulmanas, judías y cristianas hacia Jerusalén partiendo desde distintos puntos del país, a fin de exigir al gobierno acuerdos claros para conseguir la paz.

 En un caso así lo vemos claro como el día. Donde los hombres llevan generaciones matándose y llevándose por delante a miles de mujeres y niños en el proceso; las mujeres se poner de acuerdo para exigir la paz que asegure un futuro de prosperidad para las próximas generaciones. Habrá que dar nuevamente la razón a doña Manuela Carmena (mal que les pese a muchos) cuando afirma que la cultura masculina es de muerte, mientras que la femenina es de vida. Y la rúbrica la pone ´Abdu´l-Bahá y aún a riesgo de repetirme cansinamente vuelvo a escribir sus palabras “[…]en cuanto a ternura de corazón y abundancia de misericordia y simpatía vosotras sois superiores.”

 Les dejo el vídeo de la canción “Prayer of the Mothers” de la cantautora israelí Yael Deckelbaum, que promociona este movimiento. Es difícil no emocionarse con la música y  las imágenes de las marchas que se intercalan a lo largo del vídeo.



 Para terminar un ruego: no se aproximen al feminismo con prejuicios con prejuicios alentados por grupos con intereses creados. No usen palabras denigrantes como la que titula este artículo o expresiones manidas y vacías de sentido. Tengamos el debido respeto por  las reivindicaciones busquen la supresión de toda clase de discriminación. Seamos seres libre pensantes.

 Y sobre todo pensemos un poco antes de abrir la boca.





jueves, 8 de diciembre de 2016

FEMINAZIS (I)

 Rush Limbaugh, locutor de radio y prototipo del norteamericano de carnes blancas, obeso y republicano (en el sentido made in USA del término), popularizó a principios de los noventa la palabra “feminazi” en alusión a las activistas defensoras del derecho al aborto afirmando que “una feminazi es una mujer que cree que lo más importante en la vida es asegurarse de que se practiquen tantos abortos como sea posible”. Cometarios como este dan idea de la catadura del sujeto en cuestión. La dichosa palabreja ha quedado como apelativo para cierto tipo de feministas que sustentan una ideología de odio visceral hacia los hombres. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe que el feminismo es un movimiento social que se caracteriza por defender la igualdad de derechos, oportunidades y responsabilidades entre hombres y mujeres, eliminando toda discriminación basada en los roles de género impuestos por las sociedades a lo largo de la historia.

 A mí, personalmente me da mucha rabia oír la odiosa palabreja en boca de personas muy diversas, incluso de aquellas que para nada asociaríamos, en principio, a la defensa de posturas machistas; pues se ha extendido la creencia de que “las feministas” (haciéndose la referencia a ellas de forma vaga e imprecisa) “a veces se pasan” (sin precisar tampoco en qué). Por otra parte, los grupos ultra conservadores de siempre, con su inevitable coro de palmeros en redes sociales, barras de bar y otros foros, nos venden la imagen de unas feministas feroces, dispuestas a arrasar con el modelo de familia tradicional, convirtiendo la sociedad en un caos y dispuestas a salir a la calle como una horda de fieras desatadas, quemando sus sujetadores, exhibiendo sus bebés abortados ensartados en lanzas y pidiendo la cabeza de cualquier hombre que ose cederles el paso  (el rollizo Limbaugh, de hecho, comparaba la existencia del derecho al aborto con el holocausto perpetrado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, de ahí el burdo juego de palabras).

 Tales simplismos, dirigidos a orientar la voluntad de una masa necia y descerebrada, darían risa si no fueran porque tanta gente se los cree.

 El machismo, entendido como la creencia en una superioridad inexplicable e incontestable de los hombres sobre las mujeres, existe. Está íntimamente entretejido con las fibras de nuestro tejido social y cultural y adquiere múltiples formas. Algunas furiosamente explícitas y otras más sutiles.

 Recuerdo a una mujer muy querida, ya fallecida, que puso a mi esposa de vuelta y media por el horrible pecado de permitir que yo me planchara una camisa mientras ella estaba tranquilamente sentada. Tal cosa le resultaba sencillamente inadmisible. He visto a mujeres llevando el alcohol en botellitas a sus maridos alcoholizados perdidos para que se tomen el combinado de después de la comida en una reunión familiar. He visto a una mujer llevar un vasito de agua a su marido porque a éste debía pesarle demasiado cierta parte para levantarse e ir a por agua él mismo. He sabido de mujeres que se han tatuado o se han puesto prótesis mamarias sólo porque a sus maridos les pone… La lista de sinsentidos es vasta, horrible… Pero las feministas exageran.

   Una mujer tiene que soportar que su jefe le diga que si encontrara a un hombre con su mismo currículum, la despediría y lo contrataría a él (esto es un hecho real). La brecha salarial entre hombres y  mujeres en España es del 19,3%… Pero las feministas exageran.

 Una mujer tiene que soportar que la miren mal mientras da de mamar a su hijo cobijada por una marquesina que muestra una modelo luciendo un escote inusitadamente generoso… Pero las feministas exageran.

 “Es que se saca las cosas de quicio con la violencia de género, hay muchas denuncias falsas”. El 0,006% de las denuncias por violencia de género se han demostrado como falsas según datos recopilados desde 2009 (fuente: Fiscalía General del Estado)… Pero las feministas exageran.

 “También hay muchos hombres maltratados por sus parejas, de eso no se habla…”  En el año 2014 fueron 54 las mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas (aparte de cuatro hijos e hijas que estaban en el peor lugar y en peor momento), mientras que fueron 8 los hombres asesinados (fuente: Informe del Consejo General del Poder Judicial). La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha sido censurada por sectores… (¿cómo catalogarlos? ¿machistas? ¿neomachistas? ¿posmachistas? ¿reaccionarios? no se me ocurre) de este país por afirmar que la violencia de género “es un enfrentamiento puro entre la cultura tradicional masculina de la violencia y la femenina, que es la vida”. Al menos con las cifras en la mano y opiniones aparte, hay que darle la razón. En 2014 fueron cometidos 370 asesinatos en España, de los que 344 fueron cometidos por varones. El 31% de las víctimas fueron mujeres, unas 114, de las cuales 54, como ya hemos dicho han sido asesinadas en un contexto de violencia de género. Es decir: los hombres matan muchísimo más que las mujeres y tienden a matar a otros hombres, pero cuando se trata de matar a una mujer a casi una de cada dos se la mata “porque era mía”.  El machismo reconvertido que sufrimos hoy día marea con el tema de los hombres maltratados porque pretende deformar la realidad y enturbiar la visibilidad de la violencia estructural contra las mujeres. Bajo el lema de “todo es violencia y debe tratarse igual” se esconde la intención de desinformar y desprestigiar a un movimiento social que pretende lograr la igualdad, no crucificar a nadie. Mientras que el machismo pretende y pretenderá humillar, someter y anular a las mujeres para satisfacer sus propios fines.

 Pero las feministas exageran.

 (Continuará)





domingo, 27 de noviembre de 2016

BAILARÉ SOBRE TU TUMBA

 Esta mañana me despertaba mi querido Salvador con un sonoro mensaje de Whatsapp y la noticia de la muerte de Fidel Castro. Es curioso como nos afecta la muerte de los personajes famosos… o al menos conocidos. Es casi como si hubiese muerto alguien a quien conoces de toda la vida. Hay que admitir que Fidel Castro fue una de las figuras prominentes del siglo XX, sin la cual la historia habría sido muy distinta, no dejaba de ser un señor de noventa años que andaba delicado de salud. Tuvo sus glorias y sus vilezas, unos le veneran y otros le tienen por el mal personificado. Descanse en paz.

 Que eso es lo que hay que hacer con los difuntos: dejarlos descansar en paz.

 En estos días hemos sido testigos de cómo no se ha hecho justamente eso  con la ex alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Resulta aberrante ver la manera en que se puede instrumentalizar la muerte de una persona. Esta semana he experimentado vergüenza ajena viendo cómo unos pedían un minuto de silencio en el Congreso en su memoria cuando semanas atrás la trataban como una paria (gesto vacuo); viendo cómo los otros se negaban a hacerlo y abandonaban ostentosamente el hemiciclo (gesto igualmente vacuo); viendo cómo a través de internet han proliferado los memes y chanzas varias a costa de la difunta (lo cual constituye un gesto de infinito mal gusto); viendo cómo la colección de jerarcas y gerifaltes de su otrora partido se presentaban en el funeral, contrariando la petición expresa de la familia de la finada, a fin de hacer las oportunas declaraciones ante los medios cantando las loas de la “compañera”. Y de fondo las teorías conspirativas que hablan de la “sospechosa” muerte de la ex alcaldesa como la última de una serie de defunciones de personas relacionadas con la trama Gürtell. ¿Silenciados todos ellos para que no aporten pruebas incómodas para otros? Sabe Dios…

 Todos bailando sobre la tumba de Rita para hacer ver lo buenos chicos que son. Tan infames son como los que hacen mofa de ella.

 ¿Formaba parte Rita Barberá de tramas de corrupción? Estoy convencido de ello. ¿Y qué? Ya no se la puede interrogar. Está muerta. Quizá nos frustra no poderla ver condenada, enriquecida en una época en la que España se empobrece, y sentimos la tentación de quemarla en efigie (a lo que tan dados eran nuestros antepasados) o desenterrarla para quemarla o ahorcarla  después de muerta (práctica esta también muy extendida en épocas pasadas). Está muerta. Ha muerto sola en la habitación de un hotel. Una manera triste de abandonar este mundo. Tras ella quedan las colas para firmar en el libro de condolencias (más de cuatro mil valencianos fueron a rendirle homenaje, parece que no todo el mundo la odiaba) y los elogios mecánicos de sus ex compañeros de partido. Realmente no sabemos nada de ella: alcaldesa, senadora, corrupta… La persona queda oculta. Es denigrante alegrarse o al menos reírse ante la muerte de un ser humano. Tan denigrante es hablar mal de los muertos como hablar demasiado bien, sin venir a cuento. Las almas continúan su viaje y dejan atrás las miserias de este mundo.  Dejémoslas en paz.

 No soporto acabar así. Necesito hacer un guiño. ¿Recuerdan la canción de Siniestro Total a la que he tomado prestado el título de esta entrada? Ahí se la dejo. Es un recuerdo de la época en que todo parecía más fácil y no podíamos ni imaginar la cantidad de mierda que se nos venía encima. Me hago eco de la dedicatoria de la persona que ha subido la canción a YouTube:

 "Con cariño y de corazón a todos aquellos que intentan (sin éxito) amargarnos la existencia día a día".

 Ahí queda eso.

domingo, 20 de noviembre de 2016

¡RABIA!

 Revisando las tres anteriores entradas de este blog, me veo obligado a reconocer que presentan el carácter un tanto agresivo que caracterizó a buena parte de los artículos de “Predicando en el desierto” durante su primera y más prolífica época. La explicación es simple: cuando entonces caía en ese tono lo hacía influido por la rabia que me ocasionaba la realidad concreta sobre la que escribía y la rabia me vuelve agresivo. Volcaba mi agresividad en el mensaje. He vuelto a hacerlo.

 Seamos claros: no voy a arrepentirme, ni mucho menos retractarme, sobre una sola de las palabras escritas en “Sobre los líderes indignos”, “Nunca se fíen de un político” y “Con la iglesia hemos dado, otra vez”. Sería un hipócrita si lo hiciera. Esas entradas han tenido su origen en la rabia que me ha asaltado al ver que males endémicos de la vida pública nacional se han visto palpablemente y a menor escala en un ámbito al que dedico buena parte de mi vida. Ello no me ha dejado indiferente. Creo firmemente en todo lo dicho y no he pronunciado falsedad alguna. Evidentemente son discursos que se dan de patadas con las actitudes conciliadoras y comedidas que han de dirigir la vida de un bahá`í, pero en el momento no me salió otra cosa. No he dado más de mí.

 Sin embargo, todo ello me ha dado que pensar acerca de los peligros de la rabia. Más bien, sobre los peligros de dejarse arrastrar por ella; aunque los motivos que la originan sean reales y contrastados. Sobre todo a raíz de que Donald Trump haya ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Se preguntarán ustedes qué tienen que ver las churras con las merinas. Voy a tratar de explicárselo.

 No pretendo dármelas de analista político, pero creo que un sujeto de la catadura de Trump (empresario millonario que hace ostentación de su riqueza hasta niveles obscenos, machista recalcitrante, racista hasta la naúsea…) es presidente del país más poderoso de la tierra porque el estadounidense medio de barbacoa dominical y banderita en el porche se puede identificar más con un hombre de negocios capaz de hacer resurgir sus empresas desde la ruina que con una típica representante del poder político común norteamericano de los últimos setenta u ochenta años, más volcado en las relaciones internacionales (de dominio, sobre todo) que en la realidad social de un país donde, pese a su poder y proyección internacional, las desigualdades son graves. Fuentes independientes cifran el porcentaje de la población estadounidense en riesgo de exclusión social en el 33%, mientras que el 7% vive en extrema pobreza. “Haz América grande de nuevo” rezan las gorras de los jóvenes que jalean el triunfo del empresario en las elecciones. Esa es la esperanza depositada en él. Se espera que sea un salvador de la patria, una patria que los rabiosos ciudadanos ven empobrecida y traicionada por la clase política. La rabia les ha llevado a castigarles por inoperantes y corruptos, dando el poder a un promotor inmobiliario con pretensiones.

 Algo similar ocurrió en Alemania en las elecciones parlamentarias de 1933. El Partido Nacionalsocialista del Pueblo Alemán de Adolf Hitler obtuvo cerca del 44% de los votos.  ¿Cómo una fuerza política tan nueva conseguía este apoyo tan abrumador? La razón es que Hitler proporcionaba esperanza en un momento en que Alemania estaba hundida por los efectos de la Gran Depresión. Gran parte del pueblo alemán le apoyó. Gracias a esto y a su falta de escrúpulos se convertía en dictador en menos de dos meses.

 Los pueblos rabiosos y desencantados se arrojan en los brazos de los salvadores de la patria. Las consecuencias pueden ser funestas. Hitler encendió la mecha del más terrible conflicto bélico que haya conocido el mundo.

 Aquí en España la rabia y el desencanto no le van a la zaga en los vividos en la Norteamérica actual o en la Alemania de la República de Weimar, pero los salvadores de la patria que han surgido no parecen gustar a sectores de votantes lo suficientemente grandes como para resultar decisivos. Aquí habría ganado Hilary Clinton, pues a los españoles nos gusta lo malo  conocido, por malo y conocido que sea. La pobre ha pagado muy caro el caso (oportunamente reabierto por el FBI en vísperas de las elecciones) de los correos electrónicos enviados a través de su servidor privado. En España no sólo la habríamos elegido, sino que el director del FBI habría sido destituido pocos meses después. Así somos. La rabia nos lleva a pelearnos con el vecino, con lo cual los salvadores de la patria tienen aquí que provocar golpes de estado y guerras civiles para poder  llegar a algo. Pobre país.


 Pobre mundo rabioso, loco por echarse en brazos de alguien que lo salve. Trataré de controlar la rabia. Más me vale. Rabioso se hacen demasiadas estupideces.

lunes, 31 de octubre de 2016

CON LA IGLESIA HEMOS DADO (otra vez)


  Últimamente, por razones personales, medito mucho sobre las sinrazones de la Iglesia Católica, pero confieso que me ha sorprendido mucho ver el revuelo que se ha armado con la prohibición de la dispersión en la naturaleza o del mantenimiento en un domicilio de las cenizas de un difunto. No se trata de nada nuevo, pues aunque la doctrina católica tolera la cremación, se muestra inflexible sobre el hecho de que los restos mortales de los cristianos han de reposar en terreno consagrado. Se ha tratado nada más que de un recordatorio sobre algo que ya estaba muy claro, pero que un amplio número de cristianillos de bautizo, boda, comunión y entierro se saltaban (y saltan) alegremente a la torera. Y es que eso de esparcir las cenizas al viento tiene su punto romántico… Siempre que se tome la precaución de situarse con el aliento de Eolo soplando a la espalda… y no de cara.
 
 ¿Por qué me sorprende el revuelo? Por la sencilla razón de que si una persona se alinea dentro de una determinada fe, tiene que plegarse a las exigencias de ésta. Pero claro, en una Iglesia Católica donde las bodas, bautizos y comuniones se han convertido en un circo, se pagan misas por los difuntos y se declaran nulidades matrimoniales a golpe de talonario es fácil creerse que todo el monte es orégano y cuando el clero se pone tonto con las prohibiciones la gente se mosquea en un típico “¿ahora os ponéis serios?”


 Esta tendencia a la frivolidad dentro de la Iglesia Católica, sobre todo cuando hay dinero de por medio, insuficientemente compensada por los desvelos de la Congregación de la Doctrina de la Fe (triste heredera de la Santa Inquisición) resulta, con todo, menos desagradable que la insufrible costumbre del clero de meterse donde no le llaman. Porque seamos claros: el clero, si debe tener algún poder,  es el  que los fieles le dan para aconsejar dentro del ámbito de influencia de las comunidades cristianas (y eso con tacto). Yendo más allá caen en una triste y patética querencia al mangoneo, querencia heredada de siglos viviendo y engordando a la sombra de las estructuras de poder. 


 De hecho aún siguen engordando a la sombra de dichas estructuras, lo cual se nos recuerda cada primavera al hacer la declaración de la renta.   La ONG Europa Laica estimó en 2015 que el Estado Español cedió a la iglesia Católica, ya fuese directamente mediante aportaciones o de manera indirecta dejando de cobrarle impuestos y tributos diversos, la friolera de 11.000 millones de euros, lo que equivale al 1% del PIB. Eso, en un país que proclama su aconfesionalidad en la Constitución, no deja de resultar incoherente. Naturalmente, semejante trato de favor en lo económico, síntoma de su enraizamiento en las altas esferas del poder, da idea de lo seguros y asentados que se sienten los clérigos, sobre todo los de alto rango,  para manipular. Es brutal.


 Es brutal que la Conferencia Episcopal presione para que la enseñanza de la fe se convierta en una asignatura de religión impartida en los colegios públicos, puntuable como todas las demás, para compensar la falta de poder de convocatoria de sus parroquias. Eso es adoctrinamiento y proselitismo.


 Es brutal que cargos públicos juren ante la Biblia y la imagen de Cristo Crucificado. ¿No sienten vergüenza de mancillar lo sagrado?


 Es brutal que un obispo diga que en el hogar “el varón es signo de fortaleza y de autoridad que ayuda a crecer” y que “la mujer tiene una aportación específica: da calor al hogar”.


  Es brutal que un arzobispado publique un libro que bajo el título “Cásate y se sumisa”  atesore perlas como “La mujer lleva inscrita la obediencia en su interior. El hombre, en cambio, lleva la vocación de la libertad y de la guía”.


  Es brutal que un obispo diga en una charla ante quinientos escolares que "la legislación española sobre el matrimonio es la peor del mundo, porque se habla de "cónyuge 1 y cónyuge 2, que bien podría ser dos hombres, un hombre y un perro o un bebé y un anciano de 70 años".


 Es brutal que un obispo presione para el cese del hermano mayor de una Cofradía de Semana Santa por ser divorciado.


 Es brutal que un obispo presione para el cese de un profesional por ser un fraile secularizado casado con una divorciada y coloque a dedo en su lugar a alguien que le es afín por amistad e ideología, mientras las razones técnicas saltan por la ventana.


 La lista de las injerencias en la vida pública de estos clérigos, malos refritos de Torquemadas y dominicos de sambenito y hoguera, sería interminable. Son primitivos, irresponsables, pagados de sí mismos y muy peligrosos, por el daño que pueden causar en las vidas de las personas y el poder que les otorgan aquellos que les bailan el agua.


 Jesús de Nazaret, llamado Cristo, fue el mensajero divino que vino al mundo hace dos milenios a renovar el mensaje de paz y unidad transmitido por la religión de Dios (que es una) desde el origen de la humanidad. Muhammad, el Báb y Bahá ´u´ lláh lo citan con amor y respeto como parte de la Revelación habida a lo largo de la historia, pero la iglesia instituida sobre los hombros de Pedro, aquel pobre pescador, está moralmente en ruinas, la pobre. Los ministros que supuestamente hablan en su nombre, sueltan por la boca en demasiadas ocasiones, auténticas inmundicias que desprestigian a la religión. Menos mal que Dios todo lo perdona, porque lo que es a mí… me cuesta trabajillo. A los cristianos de base (yo mismo fui uno hace tiempo) no les envidio el plan en absoluto.





sábado, 22 de octubre de 2016

NUNCA SE FÍEN DE UN POLÍTICO



 Esta semana acompañé a una persona muy querida, aquejada de una enfermedad crónica, al hospital a su enésima consulta externa y por fin pudo llevarse la alegría de  entrar en los criterios de inclusión en un nuevo programa de tratamiento con un fármaco que asegura la curación total en un 99% de casos, con mínimos efectos secundarios. Tres meses con una pastillita diaria con un coste para la Administración de 10.000 euros. De este modo, el Estado se pone al lado del ciudadano asumiendo el precio desmedido, obsceno, grotesco e inmoral que impone una empresa farmacéutica a la salud de las personas, porque si un tratamiento cura a alguien hay que ponerlo a precio de oro. Los tratamientos asequibles son los que duran toda la vida.

 El Estado del Bienestar ha hecho su trabajo, esta vez, no sabemos hasta cuándo podrá hacerlo, porque nuestra clase política se está encargado progresiva y metódicamente de desmantelarlo. Es de todos sabido: recortes en educación, recortes en la sanidad, sablazos continuos al fondo de reserva de las pensiones… mientras se gastan sin empacho alguno 800.000 euros en un anacrónico desfile de las Fuerzas Armadas, se dan por perdidos millones de euros en ayudas a la banca que no se recuperarán y se pagan sueldos y dietas de escándalo a politicastros y asesores diversos que no necesitamos. Los cargos de responsabilidad en las instituciones están ocupados las más veces por personas incompetentes sin la formación necesaria para atender el área que les ha sido encomendada, personas que no han trabajado de verdad en su vida y que se hallan absolutamente desconectadas de la realidad social.

 Una constante en este país es que las decisiones en los niveles altos de la Administración Pública se toman por razones políticas o económicas (es decir, de sablear al ciudadano para beneficiar al amigo-cuñado-tío-primo-querida-o-lo-que-sea de turno) y no por criterios técnicos o profesionales, ello es debido a que esos niveles altos de la administración están ocupados por políticos, no por expertos en economía, sanidad, educación, seguridad…  y esos políticos no tienen vocación alguna  por el servicio público y si alguna vez la tuvieron se les fue de una ostia en el primer encontronazo con la pútrida realidad de las estructuras de gobierno.

 José Múgica,  que fuera presidente de Uruguay entre 2010 y 2015 y que pese a ello sigue viviendo en su pequeña casa y conduciendo un viejo Volkswagen Escarabajo, (bendita excepción a la regla) vino a decir en una ocasión que a la gente que le guste el dinero se dedique a ganarlo en la industria o en el comercio, que no es pecado, pero que no se meta en política, que la política es para servir a la gente. 

 Los políticos españoles han olvidado este sencillo concepto, si es que alguna vez lo supieron y aunque un político no se haya enriquecido tras su paso por las estructuras de gobierno (ya sean municipales, provinciales, autonómicas o nacionales) ha quedado “manchado”… inutilizado para la vida fuera de la política. Si tienen la ocasión de ver a un ex político que se integra en una organización cualquiera, podrán ver que tome la decisión que tome no será fruto de criterios profesionales, pero que se las apañará por aparentar que es así. Porque si a algo se aprende en política es a mentir y a manipular.

 No se fíen de nadie que haya andado enfangado en política. Es algo así como ser sacerdote católico: imprime carácter y no se deja de serlo aunque te salgas.

HITLER, EL INCOMPETENTE