domingo, 19 de julio de 2020

HITLER: DE LA PRISIÓN A LA CANCILLERÍA



Tras huir de los tiroteos del fallido intento de golpe de estado en Munich, Adolf Hitler se refugió en una finca propiedad de su colaborador Ernst Hanfstaengl, junto al lago Staffel. Allí, magullado pero en general ileso, considera seriamente el suicidio, que la esposa de Hanfstaengl, Helene, consigue evitar. El día 11 de noviembre de 1923 lo localizan, es arrestado y llevado a la prisión de Landsberg.

 En prisión se encuentra con la agradable sorpresa de que recibe trato de favor. Le reservan un alojamiento con dos habitaciones relativamente cómodas. La mayor parte del personal de la prisión es de ideología afín, nacionalistas sobre todo. Simpatizan con él y lo miman.

 El juicio por alta traición tiene lugar entre el 24 de febrero y el 11 de abril de 1924. Adopta un aire desafiante. No tiene nada de que arrepentirse. Ha actuado por Alemania. La condena a cinco años no le amilana. Ha recuperado la presencia de ánimo.

Cuando falló el Putsch pensaba que estaba perdido, pero ahora percibe que sigue teniendo apoyos. Las manifestaciones de apoyo a los nacionalsocialistas se suceden, aunque el partido ha sido ilegalizado.

 En Landsberg su vida es tranquila. Dispone de alojamiento cómodo y alimentos y artículos a los que el común de los presos no tienen acceso. Despacha su correo y recibe visitas prácticamente a diario.
A sus invitados no les falta la cerveza. Es casi como un hotel, solo que sin poder salir. Lee la biblioteca entera de la prisión en un par de meses y cuando se la termina empieza a escribir. Bueno, el que escribe es Rudolf Hess   y cuando Hess se cansa le releva a la máquina de escribir Emil Maurice, su chófer. Ambos cumplen condena con él, como muchos correligionarios.

 Lo que Hitler está dictando es “Mi Lucha”, un librito en el que hace un relato (un tanto novelado) de su vida y expone las líneas generales de su pensamiento. A saber:

  Su profunda aversión hacia los judíos, de los que afirma que, al carecer de patria propia, se dedican a parasitar las de los demás pueblos actuando siempre como comerciantes e intermediarios, sin producir nada, sin crear nada, sólo enriqueciéndose a costa de los honrados ciudadanos.

 La superioridad de la raza aria. Ello implica la existencia de razas inferiores, como los eslavos del este, que pueden ser  utilizadas como mano de obra no especializada después de arrebatarles sus tierras para que los pueblos de raza germánica tengan su “espacio vital”, necesario para expandirse y prosperar.

 Retuerce el concepto de “superhombre” expuesto por Niezsche en “Así hablo Zaratustra”. Para Nieztche el “superhombre” es capaz de generar sistemas de comportamiento y de pensamiento propios que le permiten liberarse de los sistemas de pensamiento y creencias que solo sirven para condicionarle y oprimirle. No habla de ningún aspecto nacional ni racial, pero Hitler lo reduce a eso.
   
 Este panfleto no se vende demasiado hasta 1933, año de la subida al poder de los nazis. A parir de ahí sus ventas se disparan.

 El 20 de diciembre de 1924 es excarcelado por buena conducta. Ha cumplido poco más de un año si sumamos la prisión preventiva.

 Y ahora es famoso en toda Alemania, no solo en Baviera.

 El partido nazi está disuelto, pero diversos grupúsculos siguen activos e incluso han concurrido a las elecciones. Gregor Strasser, miembro del partido que también fue encarcelado, pero salió pronto de prisión es diputado del Reichstag.  Ello le permite viajar y ejercer como cabeza visible del partido, pues el gobierno de Berlín, contra cuyo criterio Hitler ha sido excarcelado, le ha prohibido hablar en público hasta 1929. A Hitler no le gusta Gregor Strasser ni su hermano Otto, también del partido. Los considera demasiado apegados a los obreros y a las clases populares, por así decirlo son del ala “izquierdista” dentro del partido nazi.

Hitler lo tiene muy claro a ese respecto: la gente de pie es un instrumento para lograr su visión de Alemania, darles cierto bienestar tiene que ser un medio, no un fin en sí mismo. Si se acerca uno demasiado al pueblo, se pierde la perspectiva. Por el contrario, los hermanos Strasser censuran el acercamiento de Hitler a la burguesía adinerada. Son revolucionarios a su manera. Hitler es un oportunista. Y un oportunista hambriento de dinero, ahora que hay que relanzar el partido. Gregor  Straser no le gusta, pero puede moverse y hablar en público y es competente. Lo necesita,  pero lo vigila. Además, tiene un colaborador experto en promoción y en comunicación que parece un buen elemento. Un tal Joseph Goebels. Le gusta tanto que se lo quita.

 Goering, que tras librarse de sus heridas se había marchado del país y se estaba ganando la vida como piloto en Suecia, regresa a Alemania en 1927, bastante más gordo y enganchado a la morfina, que empezó a consumir para aliviar los dolores durante la convalecencia. Se pone al servicio de Hitler y es uno de los  12 diputados nazis que se sentarán en el Reichtag en 1928.

 La camarilla de Hitler se va reuniendo poco a poco.

 La política alemana era un hervidero. De las elecciones de 1928 salió un gobierno de coalición muy inestable presidido por los socialdemócratas. En marzo de 1930 el gobierno no pudo seguir por la imposibilidad simple de ponerse de acuerdo.

El presidente Hindemburg, jefe del Estado, lo disolvió y nombró a Heinsich Brüning canciller, o jefe de gobierno, un gobierno minoritario e impopular al que le tocó afrontar la crisis económica de 1929, tras el crack de Wall Street.   Se convocaron nuevas elecciones y esta vez el partido nazi obtuvo 103 escaños.

 La razón es simple. A partir del 1924 hubo una cierta recuperación económica en Alemania. Tanto que incluso se puso en marcha una pujante industria cinematográfica. En este clima los discursos de comunistas y nacionalsocialistas no tenían tanto tirón en el electorado, aunque sus respectivos paramilitares (que los comunistas también los tenían) seguían peleándose por las calles.

 Los que votaban a los nacionalsocialistas eran los fieles de siempre. Sin embargo, la crisis de 1929 reavivó todos los miedos de los alemanes y el voto del miedo fue para los nazis. El clima político y social no se estabilizó. Todo lo contrario. Hubo tres elecciones más hasta 1933. Los nazis siguieron mejorando sus resultados, pero sin llegar a tener una mayoría decisiva. Mucha gente les apoyaba, sí, pero mucha gente también desconfiaba de ellos. Habían echado el resto con su campaña, recorriendo Alemania de cabo a rabo en avión y con la maquinaria de propaganda de Goebels a todo gas. Pero no tenía una mayoría decisiva. Hindemburg, sin embargo, acabó nombrándolo canciller a regañadientes (Hitler no le gustaba y desconfiaba de él), bajo las presiones de políticos conservadores como Franz Von Papen y de  importantes empresarios. Los muy necios pensaban que Hitler podría ser controlado.
Una buena parte de Alemania se había dejado embaucar por el despliegue de banderas, desfiles, uniformes y cánticos y por el discurso facilón  de los que buscan cabezas de turco.

 El 30 de enero de 1933 Hitler era canciller de Alemania.

 Ludendorf, el héroe de guerra que acompañara a Hitler en el Putsch, se había distanciado de él al darse cuenta de qué clase de sujeto era. Escribió a Hindemburg (se conocían, habían luchado juntos en la Gran Guerra) diciéndole que se arrepentiría de haber puesto a Alemania en manos de aquel sujeto.  No sabemos si Hindemburg hasta su muerte, año y medio después, tuvo tiempo de arrepentirse.

 Hay un aspecto muy oscuro de este periodo que conviene traer a colación si queremos aproximarnos más a la personalidad de Hitler. Cuando la hermanastra de Hitler, Ángela, enviudó, ejerció durante un tiempo de ama de llaves de Hitler y llevó consigo a sus hijas. Una de ellas, Geli, de 17 años, se volvió inseparable de su tío, 19 años mayor que ella. Tanto que se la llevó a vivir con él a un apartamento en Munich. Su relación se volvió exclusiva, la tenía fuertemente controlada y la impedía tener contacto con personas de su edad.

¿Hubo sexo? Otto Strasser afirmaba que sí, pero era un opositor político de Hitler ¿Hemos de creerle? Hubiera sexo o no, el maltrato psicológico es claro y la dependencia establecida por Hitler, también. Geli se suicidó de un disparo en el apartamento de Munich en 1931.

 Hitler quedó aparentemente devastado. Pero no le duró mucho. Pocos meses después inició su relación con Eva Braun. Ayudante de su fotógrafo oficial. Una mujer, también bastante más joven que él, que había llevado a cabo un intento de suicidio, se especulaba para llamar la atención de Hitler.  La tomó como amante, pero la mantuvo oculta a los ojos del público. Otra prisionera.


 Incluso sin tener en cuenta todo lo que vino después, sólo atendiendo a su enfermiza relación con las mujeres, ya podemos catalogar a Hitler como un sujeto bastante desagradable.

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