jueves, 5 de abril de 2012

SEMANA ¿SANTA? (II)

 Nuestras actuales cofradías de semana santa datan, las más antiguas, del siglo XIV. En Málaga, que no fue conquistada por los Reyes Católicos hasta 1487, no surgieron hasta entrado el XVI, al amparo de las Órdenes Religiosas que se habían establecido en la ciudad. Eran organizaciones orientadas a la realización de obras de caridad, pero también a fomentar el fervor popular en una época de convulsión religiosa, pues como ya sabemos en el siglo XVI surge el protestantismo en Europa y desde el Concilio de Trento (1545-1563) las autoridades religiosas alentaron más que nunca el sacar las imágenes a la calle para enfervorizar al pueblo. En aquella época los penitentes de las procesiones se dividían en dos tipos, los de sangre (flagelantes, ya se imaginan) y los de luz, que portaban cirios y son los que hoy se mantienen pues los primeros fueron prohibidos a finales del siglo XVII.  El siglo XVIII conoció el episodio de la concesión por parte de Carlos III del privilegio de excarcelar a un preso por año la cofradía de Nuestro Padre Jesús “el Rico” (habría que preguntarle al carpintero de Nazareth su opinión sobre semejante denominación), según la leyenda cuando los presos salieron a llevar los tronos estando la población diezmada por la peste, regresando todos a presidio una vez prestado el servicio. Un episodio, ya sea falso, verdadero o “exgerado” muy del gusto de la moral católica dada a los actos tremebundos. El siglo XIX fue un periodo aciago, tanto por la feroz Guerra de la Independencia como por la desamortización de Mendizábal, que se cebó en los bienes de la Iglesia y también arrambló con buena parte del patrimonio de las cofradías. Finalizando el siglo y empezado el XX vino la recuperación, que culmina en 1927 con la formación de la Agrupación de Cofradías de Málaga, primera de este género en España. Sin embargo estaban por venir tiempos malos de nuevo, ya que durante la IIª República y la Guerra Civil se perdieron gran cantidad de bienes eclesiásticos  y no volverían a gozar las cofradías de impulso suficiente hasta el advenimiento del Nacionalcatoliscismo (cágate lorito) tras la victoria de las tropas de Franco. En esta época fue cuando cundió la práctica de asociar unidades militares a uno u otro Cristo o Virgen y así vemos a los Regulares desfilando tras Jesús Cautivo y a la Legión trasladando y escoltando al Cristo de Mena entonando a pleno pulmón su canto guerrero por excelencia: El Novio de la Muerte.

 Hay un detalle que distingue a la Semana Santa malagueña y es su megalomanía. Los pasos (aquí llamados tronos) son de un tamaño descomunal excediendo algunos las dos toneladas holgadamente y precisando más de doscientos hombres para su transporte. Ello es debido a la costumbre que cundió de montar los tronos en tenderetes levantados al aire libre, en lugar de dentro de los templos. Así, sin restricciones de espacio, las cofradías pudieron dar rienda suelta a su gusto por el fasto y la majestuosidad. Una fiesta religiosa destinada a la oración y a la reflexión personal sobre lo que viejo que debe morir en el ser humano y lo nuevo que debe resurgir  en la Pascua de Resurrección cobra en la calle un sentido distinto, ni bueno ni malo, simplemente distinto: la penitencia, la mortificación, la promesa, el sacrificio. Religiosidad popular entendida no como un camino de crecimiento personal, sino como una devoción sumisa y pasiva ante imágenes que despiertan emociones exhacerbadas. ¿Hemos de censurarlo? No, porque hay personas a las que les vale, para las que supone un consuelo y ya por eso tiene valor.

 (Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

HITLER, EL INCOMPETENTE