martes, 17 de abril de 2012

SOBRE LO TRASCENDENTAL...

 Hoy me ha llenado de consternación un comentario que alguien ha dejado en la anterior entrada de este blog. Aquí lo reproduzco:

 Siento decirte, querido amigo, que te estás degradando en tus publicaciones. Ya escribes sobre cualquier tema: el rey y sus escarceos. Te animo a que pienses en temas algo más trascendentales para tus artículos. Con todo mi cariño. 

Una lectora/admiradora.

 Cuando yo hago algún comentario en algún sitio lo hago acerca del tema que se está tratando, si es que tengo una opinión al respecto y me interesa darla, si no, hago mutis. Lo admitiré sin rodeos: me ha molestado que alguien que ni siquiera se toma la molestia de identificarse haga un juicio de valor sobre lo que escribo. Sobre todo porque empecé este blog porque me dio la gana, con la única intención de escribir lo que me diese la gana, sobre lo que me diese la gana y cuando me diese la gana. No me comprometí a mantener un nivel de calidad, pues no soy periodista ni escritor y no cobro por escribir. Me limito a comunicar lo que me pasa por la cabeza y si a alguien le puede interesar, que lo lea y si alguien se digna a comentar algo para poder iniciar un dialogo sobre un tema concreto, que lo haga y estaré encantado. Pero meterse con la supuesta trascendencia o intrascendencia de lo que escribo no me parece de recibo y mucho de menos afirmar que “me estoy degradando”. Eso resulta muy desagradable para alguien que afirma dirigirse a mí “con todo su cariño”.  La expresión es libre, eso sí, y asumo el riesgo de encontrarme con este tipo de exabruptos por parte del personal en cuanto me asomo tímidamente al mundo publicando un blog en la red. Pero como la expresión es libre también ejerzo mi derecho a patalear, porque estoy enfadado. Será pueril y desproporcionado por mi parte, pero es lo que hay.

 Tenía yo unos amigos hace tiempo, una pareja, que a su vez tenían otros amigos que también eran pareja. Eran un chico y una chica absolutamente perfectos, tanto que casi daban asco de perfectos que eran. Todo en su vida tenía que ser perfecto: siempre tenían que hablar de temas importantes (con lo divertido que es hablar de banalidades de vez en cuando) como los desequilibrios estructurales del sistema económico mundial, o leer cosas importantes, como la biografía de Gandhi o de Martin Luther King (con lo que molan los comics)… y así con todo. No eran más que una exageración esperpéntica de lo que era común en el ambiente en que yo me movía, donde existía una cierta presión hacia la uniformidad, todo hay que decirlo, había que responder a un cierto esquema solidario-izquierdista-radical de fin de semana y si no corrías el riesgo de ser un superficial, un niño pijo o peor aún, de aburguesarte. Pero nos estamos desviando. El límite de mi paciencia con este par de dos llegó una noche que íbamos al cine en grupo. Yo tenía ganas de ver “Dragonhearth” un entretenimiento palomitero sin pretensiones, pero que molaba un puñao (como tuve la ocasión de comprobar más tarde) pero esa noche acabamos viendo “Taxi” de Carlos Saura, un bodrio infumable, porque esta especie de Barbie y Ken del universo de las ONG y de la intelectualidad impusieron su criterio. “Es que es de Carlos Saura” como si eso fuese una garantía de algo y como si sólo por eso hubiese que partirse en dos haciendo genuflexiones. Desde entonces les evité como a la peste. No los soportaba. Ignoro si llegaron a casarse, pero si así fuera no quisiera entrar en su casa, por no contaminarla con mi superficialidad, mi chabacanería y mi intrascendencia.

 Odio la uniformidad, odio ceñirme a un esquema concreto, adoro la diversidad. Disfruto con el heavy metal y con la música clásica, con Cervantes y con un cómic de Spiderman, con un Velázquez y con un grafiti, con el teatro y con los videojuegos. No comulgo con izquierdas ni con derechas, no me adhiero a ninguna religión, ni a idearios ni códigos. Puedo adoptar la mayor de las seriedades y ser un payaso de tomo y lomo si me apetece. Depende de sólo de dos cosas: de las circunstancias y de lo que a mí me dé la gana sin incordiar a nadie.

 Por todo esto  me ha molestado el comentario dichososo, porque si debo escribir sobre algo “trascendental” depende de lo que a mí me apetezca en ese momento y no de responder a las expectativas de nadie.

 Respecto a mi anónima crítica, quisiera que me aclarase a cuál de las acepciones de “trascendental” en el Diccionario de la Real Academia se refiere, porque es importante saber de qué hablamos.

 Trascendental.
(De transcendente).
1. adj. Que se comunica o extiende a otras cosas.
2. adj. Que es de mucha importancia o gravedad, por sus probables consecuencias.
3. adj. Fil. Se dice de los conceptos que se derivan del ser y se aplican a todos los entes.
4. adj. Fil. En el kantismo, se dice de lo que se refiere a la realidad pero excede de los límites de la experiencia.


1 comentario:

  1. Querido amigo: creo recordar que en cierto artículo tú mismo publicaste que los lectores de tu blog comentásemos e hiciésemos críticas de lo que escribías.
    Moraleja: si sabes que una crítica te va a hacer enfadar, no la pidas. (Enfadarse envejece).

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