domingo, 29 de julio de 2012

EL ABORTO DE RUIZ GALLARDÓN


 Creía haber oído gilipolleces en mi vida, pero el otro día oí una que me dejó patitieso, cómo no, en televisión y en boca de una persona a la que siempre había tenido por razonable: el actual ministro de justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Decía el buen señor que existe actualmente “una violencia de género estructural que obliga a las mujeres a abortar”. Me pregunto a que se referiría exactamente. Desde luego hoy día hay que pensárselo dos veces antes de traer una criatura al mundo: inseguridad económica, deterioro del planeta, degradación socio cultural…  Eso sí que es violencia y  es presión. Si no entra en tu proyecto vital tener un hijo tienes todo un arsenal de métodos anticonceptivos a tu disposición, pero a veces fallan… y cuando fallan puedes que te des cuenta o puede que no. El ministro cree que cuando esto sucede y la mujer se da cuenta de que está embarazada no tiene más opción que gestar y dar a luz. El ministro cree que si a una mujer embarazada le notifican que el feto que está gestando tiene malformaciones o patologías que condicionarán severamente su vida (y la de la familia entera) está obligada a gestarlo y darlo a luz. Incluso el ministro cree que si una mujer es violada y queda embarazada un médico deberá determinar el riesgo de efectos perniciosos para el estado mental de la madre antes de que pueda abortar un hijo que no desea y que posiblemente, de nacer, le recordaría permanentemente las circunstancias de su concepción… ¡Carajo, eso sí que es violencia de género estructural, legislada e institucionalizada!

 Los activistas pro-vida estarán encantados con esta reforma de la Ley del Aborto que nos hará retroceder a los primeros años ochenta, cuando las mujeres que tomaban la dolorosa decisión de abortar (y esta decisión siempre es dolorosa en algún momento y afecta psicológicamente a la mujer) debían hacerlo clandestinamente en condiciones precarias o viajar a Londres o Ámsterdam, aquellas que se lo pudieran permitir. Los activistas pro-vida, como todos aquellos que se permiten corear proclamas, eslóganes, doctrinas y demás conceptos abstractos dejan de lado la realidad individual de las personas, piensan en los derechos de un ser en estado embrionario, pero no en el bienestar de las personas ya nacidas. Un aborto es una cosa muy seria y las mujeres no acuden al mismo como si fueran a hacerse una limpieza de boca. Es un trauma, pero si una mujer, libremente, decide que no es su momento de ser madre o que no quiere asumir el hecho de criar un hijo con problemas físicos de una u otra índole ¿es lícito obligarla a parir?

 Quienes asumen seguir adelante con el embarazo de un hijo con espina bífida o una cardiopatía severa merecen todo mi respeto y admiración. Habrá quienes los tilden de egoístas o fanáticos que condenan a una criatura al sufrimiento, pero los padres que dan este paso suelen derrochar cantidades de amor descomunales. De igual modo pienso que es horriblemente injusto condenar a quienes no se sienten con fuerzas o que sencillamente no desean hacerlo. Igualmente me parece una salvajada que con la ley actual una menor pueda ir a abortar sin el permiso de sus padres. Es otra decisión política, fruto de una ideología, sólo que de otro signo.

 Creo que legislar tan restrictivamente algo con tantas implicaciones como el aborto es inmoral. Que primen las ideologías sobre la libertad individual de las personas es inmoral. Oí a un activista pro-vida comparar el aborto con la eugenesia practicada en la Alemania Nazi. La eugenesia la inventaron los espartanos, que arrojaban desde lo alto del monte Taigeto a todos los recién nacidos con la más mínima malformación que les impidiese en el futuro  convertirse en perfectos ciudadanos soldados. Los nazis mataban a los minusválidos físicos y psíquicos que según ellos suponían una carga para el Estado. Comparaciones así son perversas, porque estigmatizan a las personas. Cuando alguien con una ideología determinada juzga a quien no piensa igual se convierte en un fanático y ello le torna peligroso.

 Alberto Ruiz Gallardón comete una estupidez. Las mujeres seguirán abortando de un modo u otro. Siempre lo han hecho y siempre ha habido personajes sin escrúpulos que se lo han hecho poniendo sus vidas en peligro. El Estado debe proteger a sus ciudadanos y ciudadanas. La mujer tiene derecho a poder elegir. No es una coneja. La ley actual permite hacerlo dentro de las primeras catorce semanas de gestación. A las catorce semanas un feto humano mide unos diez centímetros, pesa unos cincuenta gramos, su corazón late y se le mueven las extremidades. La mera idea de abortarlo da escalofríos y causa pesadillas. Si a usted y a mí se nos corta el cuerpo imagine cómo se sentirá la mujer que toma la decisión de hacerlo. Para un anti abortista es fácil tildar a esa mujer de asesina. Para mí no.

jueves, 26 de julio de 2012

¡CENSURA!

 Vivimos días convulsos… y los que nos quedan. La situación económica y social no deja de deteriorarse. Nuestro bienamado gobierno no deja de apretarnos para satisfacer los requerimientos de la Unión Europea con la profetisa Ángela Merkel a la cabeza, pero pese a ello la prima de riesgo no deja de subir. La gente desesperada se echa a la calle, la policía la emprende a leches contra indefensos ciudadanos y algunos ingenuos gritan pidiendo la Tercera República Española, como si la Primera y la Segunda hubiesen traído algo bueno.

 En este caldo de cultivo nos llegan los rumores de que el gobierno se propone censurar las redes sociales, vehículo de proclamas y encendidas críticas a la clase política y a los responsables de nuestra economía.  ¿Sería posible tal cosa? En otros países, como China, tal fenómeno ya se ha dado, pero es sabido que en China se pasan alegremente los derechos humanos y las libertades individuales por el arco del triunfo. Sin embargo, ¿no estamos viendo también en nuestro país como derechos fundamentales son pisoteados?

 La Declaración Universal de los Derechos Humanos garantiza el derecho a una vivienda, al trabajo y a no ser arbitrariamente detenido… Sin embargo en los últimos meses vemos como estos derechos son inalienables en nuestro país hasta que dejan de serlo (desahucios a familias que no pueden pagar sus hipotecas y no son ayudadas mientras los bancos a los que deben el dinero sí son ayudados; despidos abaratados  por una malhadada reforma laboral sacada adelante por un Poder Ejecutivo que gobierna sin oposición gracias a la irreflexión del electorado; policías que reparten porrazos a mansalva y meten en las “lecheras” a ciudadanos que sólo ejercen su derecho al pataleo, el que nos queda…)

 Mariano volvía a sorprender hace unos días anunciando la creación de un departamento de “Seguridad Nacional”, cuyas competencias están tan vagamente definidas que en ellas podría caber casi cualquier cosa. Vean el siguiente enlace del híper facha periódico de Internet “Libertad Digital”.
 ¿Y si alguna mente preclara del Gobierno, asesorada por algún chupatintas lameculos de alguna subsecretaría, decidiese que las redes sociales son peligrosas para la Seguridad Nacional dado su enorme poder de convocatoria? No creo que tuviesen narices de cerrarlas sin más, hay cosas que aún resultarían inaceptables en una democracia, incluso en una tan sui generis como la nuestra, pero una mano negra puede adquirir múltiples formas y ayer leí en Internet algo que me causó cierta incomodidad: al parecer Facebook eliminó una portada de la revista El Jueves (semanario satírico, borrico, soez  y absolutamente recomendable del que en otro tiempo fui lector asiduo) que les reproduzco junto a estas líneas. Un poquillo fuerte sí que es, pero tampoco demasiado, al menos no mucho más que otros contenidos que circulan a diario por esta y otras redes sociales. ¿Cuál es el problema pues? ¿El culillo de perfil de Mariano? ¿Los pezones medio ocultos de la Merkel? ¿La burra alegoría de la situación de nuestro gobierno frente al alemán? El caso es que alguien se ha sentido lo suficientemente molesto para que se elimine un contenido que no es más que una portada de una publicación legal que, por otra parte, se exhibe en los kioscos sin problema alguno? Además se ha inhabilitado un mes para incluir contenidos a la persona que la subió. Algo excesivo. Lo más curioso es que dicha portada se había subido anteriormente en noviembre y no pasó absolutamente nada. ¿Por qué ahora tanta alharaca? Me jode que se censure algo que no hace daño a nadie, no creo que Mariano se traumatice, bastante nos traumatiza él y bastante ya pisotea su propia dignidad sin que tenga que preocuparse nadie por ello. Valga lo mismo para la Merkel. Igual me cierran el blog o la cuenta de Facebook o la de Twitter por reproducir la dichosa portada. Sería algo interesante si ocurriese ¿no les parece?

 Hay que perseguir el porno infantil, la apología del terrorismo, los ataques racistas y sexistas… eliminar esta portada es mojigatería pura y dura. Una estupidez, que no deja de ser un poco siniestra. Avisados estamos. Podemos ser censurados y es posible que esto no haya hecho más que empezar.

sábado, 21 de julio de 2012

IN THE SUMMERTIME...


 Antes de nada y por aquello de la ambientación, nada mejor que una canción que a todos les sonará…




¿Qué más cabe decir después de este himno a la superficialidad veraniega? Han pasado más de cuarenta años desde que se lanzó esta canción, pero el mensaje sigue estando claramente vigente. Miren, a mí me gusta divertirme como el que más… a mi manera, pero el verano es una de esas épocas en las que parece que es de precepto divertirse de una determinada manera y a mí me toca las narices ir como Vicente, a donde va la gente.

 Tomemos como ejemplo el icono por excelencia del verano: la playa. No concibo lugar más incómodo. Una superficie de arena recalentada por el sol. Vale, puedes ir a bañarte al mar, pero ¿qué más ofrece? El calor es asfixiante, el sol quema, la arena quema y se te mete en todas partes, hay arena en tu ropa, en tu comida (en la playa hasta el alimento más blandito acaba siendo crujiente), en los rincones más escondidos de tu anatomía y más aún en las playas de mi querida Málaga, de arena gris, sucia y polvorienta. Los niños corren y levantan arena, el viento sopla y levanta arena, recordándote por qué los pueblos del desierto, que viven rodeados de arena, van cubiertos por tela de pies a cabeza.

 La palabra “veraneo” es prácticamente sinónimo de “aglomeración”. Seres humanos se hacinan gozosamente en playas, campings, parques acuáticos, piscinas públicas, fiestas populares, terrazas… Por supuesto esto es para el sufrido pueblo llano, las clases acomodadas disponen de su propio mundo privado donde la incomodidad no existe, pero es otro universo… Los pobres mortales pueden darse con un canto en los dientes si consiguen un miserable plato de plástico con media docena de croquetas en la barra portátil de una verbena de barrio o con un almuerzo a base de medias raciones de pescado frito en un merendero si aún el presupuesto se lo permite… que esa es otra. La pérdida de poder adquisitivo de la gente se va notando. Hace una semana llevé a mi hija a un parque acuático (ya he dicho en alguna ocasión que no caeré en el esnobismo de privarla de los momentos de socialización generalmente aceptada que pueda permitirme… tiene derecho a conocer la realidad aunque esta no me agrade) y mientras veía a la plebe alborozada apiñándose en la piscina de olas como garbanzos en un puchero me daba la impresión de que, si bien el parque no estaba precisamente vacío, no estaba tampoco todo lo lleno que cabría esperar en un domingo de julio. Ya no es tan difícil encontrar mesa en los restaurantes de la costa y los camareros se echan a las calles insistentes para captar clientes. Hay menos dinero en la calle. Se nota.

 Sin embargo, pese a la recesión económica, el verano continúa siendo época de jolgorio más o menos generalizado. Los adolescentes reivindican volver más tarde a casa mediante el grito de guerra “¡es que es verano!”. Jóvenes y no tan jóvenes aligeran las ropas que les cubren y se exhiben en los espacios públicos. Es un ritual social profundamente establecido. Los medios de comunicación bombardean con los estímulos acordes a la época y yo siento el deseo de ocultarme en mi cubil, lejos de tanto mundanal ruido. Sólo salgo a gusto por las mañanas, muy temprano, cuando voy a caminar, principalmente los fines de semana. El personal duerme y las calles son para mí. Aún no hace calor y los primeros rayos de sol son acariciadores. Respecto a la playa, me resulta soportable sólo a últimas horas de la tarde y por la noche. Igualmente sólo acudo por mi hija.

 Un plan veraniego ideal para mí sería viajar a un sitio sin mucho calor y con mucho verde, con ciudades monumentales y sitios cargados de historia en general. Los mejores recuerdos de verano que tengo son de mis dos peregrinaciones a Santiago. Raro que es uno.

 Shubby, mi golden retriever, se tumba en el suelo pelado buscando el fresquito. El pobre revienta de calor. Yo sudo como un pollo. Tolero mejor el frío que el calor, sobre todo este calor húmedo y empalagoso de mi Málaga natal. Bebo mucha agua y me aguanto. Ya llegarán el otoño y el invierno y dejaré de sentirme fuera de lugar. Los osos hibernan. Yo, si pudiera, dormiría durante todo el verano.

miércoles, 18 de julio de 2012

ALMAS PERDIDAS

 Hace unos días regresé a casa después de un día de guardia y encontré el inusual espectáculo de coches de policía con las luces giratorias encendidas en mi calle acordonada, los inevitables corrillos de curiosos que acuden a mirar y un coche fúnebre. Una señora había caído desde el duodécimo piso del edificio contiguo al mío, gigantescas torres de pisos herencia del desarrollismo franquista. No se trataba de un accidente, la fallecida había saltado e incluso había telefoneado a algunas personas conocidas para despedirse antes de su expeditivo suicidio. Digo expeditivo porque existen maneras y maneras de poner fin a la propia vida (o al menos de intentarlo).  Hay quien dice que ciertos intentos de suicidio no son sino llamadas de atención (puede que sea cierto, pero hay maneras de llamar la atención sin pasearse por el filo del precipicio; llamar la atención tragándose una docena de valium con un trago de whisky es algo a lo que hay que dar importancia) sin embargo, cuando hablamos de un salto al vacío desde cincuenta metros no cabe duda posible: esa persona estaba decidida a morir y lo hizo sin posibilidades de vuelta atrás o de un rescate in extremis.

 Intentar ponerme en el lugar de esa mujer, asomarme a la desesperación que tuvo que experimentar, me resulta prácticamente imposible. Creo (o quiero creer) que a mí se me ocurrirían al menos media docena de razones para alejarme de la barandilla del balcón e irme en busca de alguien; pero yo no era quien estaba allí, ni quien estaba viendo el mundo a través de un velo absolutamente negro.  Las razones que mueven a ello son tan personales que ponerlas en tela de juicio nos expone a ser terriblemente injustos. La moral occidental ha sido de hecho muy severa con el suicidio. Toda esa parafernalia cristiana de declararlo uno de los pecados más terribles y negar sepultura en sagrado a los suicidas ha dejado su impronta, pero se trata de un estigma atroz ante el que incluso muchos cristianos se rebelan. Una vez leí una historieta dibujada por José Luis Cortés, dibujante de cómics de profunda orientación cristiana (es sacerdote católico) que aludía al tema del suicidio. La historieta en cuestión pertenecía a una de sus series sobre Abba, un personaje que no es otro que Dios, pero Dios con barba blanca y vestido con bata a cuadros y zapatillas aunque luzca el típico triángulo sobre la cabeza. Paciente, comprensivo y amoroso, dando lecciones de “humanidad” al corrillo de angelotes, a menudo más papistas que el papa. En esta ocasión llegaba al cielo el alma de un suicida, todavía llevando al cuello la soga con que se había ahorcado. Uno de los ángeles del coro celestial preguntaba cómo era posible aquello si las almas de los suicidas van al infierno. Entonces Abba, recibiendo al alma del pobre infeliz se limita a responder:

 “No, VIENEN del infierno”.

 Hay demasiadas almas perdidas en un caos de vacío e incomprensión. Vecinos suyos y míos, puede que personas a las que vemos prácticamente a diario o incluso de nuestro círculo próximo. Dramas privados que tienen lugar de manera callada, a menudo ante nuestra ignorancia o nuestra indiferencia. La señora que acabó su vida en la sucia acera de mi calle era conocida por mucha gente, mucha gente sabía de su depresión desde hacía años, sin embargo sólo le echaron cuenta cuando estuvo muerta y de repente tuvo la atención del barrio entero que se congregó a ver cómo un juez ordenaba levantar su cadáver y las pompas fúnebres se la llevaban. Al final será verdad que a veces hay que hacer algo gordo para que el personal te haga algo de caso, aunque ya no sirva de nada.

sábado, 14 de julio de 2012

CUANDO CORRE LA SANGRE... (y II)

Primero, sin extendernos demasiado, cabe decir que las luchas gladiatorias empezaron como un ritual religioso, aunque con el correr de los siglos no fueron sino un espectáculo para las masas enfervorizadas. Los gladiadores eran en su inmensa mayoría esclavos y vivían y entrenaban en cuarteles-escuela propiedad de los empresarios del ramo, denominados lanistas. Cada gladiador era entrenado en un estilo determinado de lucha, con armas características, de este modo había distintos tipos de luchadores: reciarios, mirmillones, galos, samnitas, tracios, hoplomacos… Parte de la “gracia” residía en enfrentar entre sí hombres con diferentes estilos y armas. Uno de los tipos de combate que más ha quedado impreso en la imaginación popular gracias al arte y al cine es el enfrentamiento entre el mirmillón (armado con espada corta, escudo cuadrado y curvo, gran casco cerrado, y protección en el brazo derecho) y el reciario, provisto de pocos o ningún elemento defensivo y armado con una red y un tridente. El interés de este combate residía en que el reciario tenía pocas posibilidades de herir al mirmillón, eficazmente protegido por su gran escudo, con su tridente a no ser que previamente lograse inmovilizarle o arrebatarle el escudo su red.  La pérdida del escudo ponía al mirmillón en desventaja, ya que su tórax y su abdomen estaban desprotegidos y arrebatarle el escudo de un tirón con la red era posible, ya que los escudos romanos no contaban con una abrazadera para meter el brazo, sino sólo con un asidero central para la mano.
 De este modo tenemos a dos hombres frente a frente, ambos con gran potencial para hacer daño a su oponente, pero también con grandes vulnerabilidades que les exponen a sufrirlo. En el toreo pasa exactamente lo mismo. La única diferencia es que de un lado hay un animal muy agresivo  y del otro un profesional entrenado para matar auxiliado por una cuadrilla. El animal cuenta a su favor con una tremenda fuerza física y cuernos capaces de ensartar al torero, en contra tiene su escasa astucia. Los hombres cuentan con su número, su habilidad y sus hierros afilados, pero son dolorosamente frágiles ante la media tonelada larga de su oponente bovino. Es una danza macabra la que bailan, en cualquier momento el toro puede dejar de caer en el engaño del capote y la muleta y llevarse por delante el vulnerable cuerpo del torero, que además no cuenta con ninguna protección corporal. Los primeros toreros profesionales se protegían con un coleto, una especie de chaleco con faldones, fabricado en cuero grueso y capaz de desviar una cuchillada que no fuese muy directa, además llevaban mangas acolchadas. No es una armadura, pero algo es algo. En cambio los toreros actuales presentan al astado su pecho y su vientre desprotegidos. La chaquetilla, que paradójicamente es muy rígida y cuenta con varias capas de entretela, lo cual permitiría que ofreciese cierta protección (las corazas de capas de tela fueron muy usadas en la antigüedad) si no fuese tan ridículamente pequeña.
 Insisto en que se trata de un baile macabro, con la muerte y la sangre omnipresentes. La del toro casi siempre, lenta, dolorosa, desangrado poco a poco por picas y banderillas para debilitarlo y enlentecerlo de manera que sea más vulnerable cuando el torero acometa la suerte de matar  y le meta en las entrañas un metro de acero toledano. La sangre del torero puede aparecer en cualquier momento y su cuerpo quedar roto como el de una marioneta a la que se cortan los hilos.
 La pregunta del millón es ¿el toreo es arte? No creo que sea arte, pues el arte implica una expresión de ideas o emociones  que pueden ser interpretadas de diferentes maneras por el receptor. Sin duda se trata de una disciplina dura y exigente, no apta para cualquiera, pero ¿la sangre es imprescindible? ¿El público se enfervorizaría igual viendo a un torero ejecutando magistralmente una serie de pases convenientemente protegido por piezas de cuero reforzado y un casco ante un toro con los pitones embotados que es devuelto a los corrales entre clamores por haber embestido con bravura? ¡Naturalmente que no! ¡La sangre es imprescindible y el torero debe arriesgar su vida cuanto más mejor! Nada peor que un torero que “no se arrima”. El arte es la excusa, lo que atrae es la danza de la muerte.
 Ya he dicho en alguna ocasión que no simpatizo con los defensores de los derechos de los animales. Es lícito servirnos de los animales siempre que los tratemos con dignidad. Como carne con gran placer, si tuviésemos que alimentarnos sólo de vegetales la naturaleza nos habría provisto de un estómago doble, como a los rumiantes, pero a las reses se las puede sacrificar con rapidez y eficacia. Acuchillar hasta la muerte a un animal que debería estar pastando y fornicando alegremente en las dehesas para diversión del populacho es una salvajada, un acto de barbarie. El arte desprovisto de sangre no sería atrayente para los “entendidos” que sin duda dirán que no tengo ni puta idea de lo que estoy hablando y puede que tengan razón, pero yo sólo veo sangre, crueldad, riesgo innecesario y morbo, mucho morbo, el morbo por la sangre, tan antiguo como la humanidad.




jueves, 12 de julio de 2012

CUANDO CORRE LA SANGRE... (I)



Cuando escribí “TELEBRUTA”, reciente entrada de este blog, sufrí uno de mis frecuentes flatos mentales y estableciendo una comparación entre la pasión por la sangre de los antiguos romanos y la pasión por el morbo en general de los modernos televidentes, me salió lo siguiente:
 Hoy día se considera políticamente incorrecto excitarse viendo la muerte (bueno, en las corridas de toros la muerte del diestro es ocasional parte de la fiesta, la del toro siempre, pero eso es otra historia… ¿o no?)”
 (Nota: citarme a mí mismo puede ser un indicio de que puedo empezar a estar incubando un exceso de autoestima. Recordar pedir a mi esposa que me dé un sonoro guantazo para recordarme que sólo soy un hombre).
 A veces escribo cosas que me salen de corrido, sin pensarlas y esta alusión a la fiesta nacional es una de ellas. Si bien no soy aficionado a los toros (aunque no haría ascos a uno por piezas y convenientemente guisado) tampoco he sido nunca declaradamente anti taurino, pese al malestar que me causa ver cómo un animal es pinchado con hierros hasta que muere. Me sorprendió este exabrupto cargado de ironía y desdén. Tanto, que he decidido desarrollarlo.
 La tauromaquia es muy antigua. Festejos que incluyen a los toros existen desde la Edad de Bronce. En la Creta minoica (segundo y tercer milenio antes de Cristo) se practicaba la taurocatapsia, en la que jóvenes muy bien entrenados y someramente vestidos practicaban saltos acrobáticos de gran dificultad sobre uros salvajes (especie ya extinta de similar morfología a la del toro, pero de mayor tamaño). El toro juega un importante papel en el arte de los pueblos prerromanos de la Península Ibérica y hay motivos razonables para suponer que existieran festejos en los que se los utilizara. Ya en la antigua Roma, los toros formaban parte del elenco animal que animaba los juegos en circos y anfiteatros, ya fuese corneando a desgraciados condenados a muerte o siendo alanceados o acuchillados ellos mismos por gladiadores especializados en matar animales, los bestiarios.   
 Hay noticias de que desde los siglos más oscuros de la Edad Media y hasta el siglo XVII reyes y nobles gustaron de alancear toros durante los festejos regulares o durante las celebraciones organizadas por hechos excepcionales. Les auxiliarían en este empeño grupos de servidores a pie que se ocuparían de distraer y fatigar al animal según conviniera. En ocasiones eran los de a pie los que tenían que liquidar al toro y mayor protagonismo fueron adquiriendo las cuadrillas, tanto más cuando los propios caballeros gustaron (sobre todo en la España bajo el reinado de los Austrias) de matar  los toros a pie con su propia espada y no desde el caballo con una lanza. Las corridas de toros en las plazas mayores de las ciudades españolas son una imagen típica del siglo XVII, pero murió el último Austria español, Carlos II “el hechizado” y tras la Guerra de Sucesión y la subida al trono del primer Borbón hispano, Felipe V, muy francés él y con un desprecio supino a las fiestas de toros, dejó de ser de buen tono entre la nobleza eso de matar toros a estocadas. De este modo quedó libre el paso para los matadores profesionales, salidos de las clases populares, prestos a seguir satisfaciendo el gusto del público por la fiesta. El siglo XVIII marca el inicio del  toreo moderno.
 Queda claro que las corridas de toros no son una herencia directa de las luchas gladiatorias de la antigua Roma, pese a que una plaza de toros sea algo así como un anfiteatro, pero en cutre. Pero las semejanzas entre ambos espectáculos me parecen tan inquietantes, que su descripción merece una segunda parte para esta entrada.

 (Continuará)

domingo, 8 de julio de 2012

MENSAJES DE ULTRATUMBA (y II)

 Yo no veo por ningún sitio ni lo inexplicable ni lo sobrenatural. La mayoría de charlatanes que reciben supuestos mensajes de ultratumba se valen de elaborados medios de recogida de información sobre sus víctimas y sus circunstancias para confeccionar las parrafadas que sueltan. Un caso conocido es el de Ann Germain, actualmente una estrella mediática en nuestro país, cuyas fraudulentas maniobras llevan tiempo siendo denunciadas.

 El encuentro que he citado se concertó por teléfono días antes. Eso da margen para la recogida de información. Aunque la supuesta médium y sus clientas viven en distintas localidades, ambas no distan entre sí por carretera más de 35 Km. Eso aumenta las posibilidades de que la médium conozca gente en la localidad de las clientas, además se trata de localidades pequeñas en que la Vox Pópuli funciona más eficazmente que cualquier agencia de noticias. No voy a entrar en especulaciones sobre la red de cómplices que proporciona la información a la médium, pero las posibilidades son diversas, lo dejo a su imaginación. Además, los datos sobre el accidente son del dominio público. Existen medios nada sobrenaturales para que la médium sepa de la vida y milagros de las dos chicas y su círculo más íntimo antes de que se produzca el encuentro y guarde varios ases en la manga para jugarlos en el momento preciso. Esta vez tocó sacar el del amigo muerto en trágicas circunstancias. Un golpe de efecto maestro.

 Esta suerte de delincuentes de la psicología humana suman a este manejo preciso y eficaz de la información el uso de un sencillo principio conocido como “Efecto de la validación subjetiva” o “Efecto Forer” por el cual los individuos tienden a dar por buenas descripciones de su personalidad supuestamente realizadas para ellos, pero que en realidad se pueden aplicar a un gran número de personas. El psicólogo Beltram Forer realizó un experimento en 1948, aplicando un test de personalidad a un grupo de estudiantes y dándoles a cada uno posteriormente una interpretación de su personalidad totalmente falsa (a todos la misma) que había confeccionado juntando fragmentos de diferentes columnas de horóscopos en prensa. Aplicando un cuestionario para que los estudiantes expresaran el grado en que la evaluación se aplicaba a ellos mismos se obtuvo una puntuación promedio de 4,26 sobre 5. Este experimento se ha repetido en numerosas ocasiones, obteniendo siempre puntuaciones similares. Esta es la evaluación de pega que Forer coló a sus sujetos-pardillos experimentales:

 “Tienes la necesidad de que otras personas te aprecien y admiren, y sin embargo eres crítico contigo mismo. Aunque tienes algunas debilidades en tu personalidad, generalmente eres capaz de compensarlas. Tienes una considerable capacidad sin usar que no has aprovechado. Disciplinado y controlado hacia afuera, tiendes a ser preocupado e inseguro por dentro. A veces tienes serias dudas sobre si has obrado bien o tomado las decisiones correctas. Prefieres una cierta cantidad de cambios y variedad y te sientes defraudado cuando te ves rodeado de restricciones y limitaciones. También estás orgulloso de ser un pensador independiente; y de no aceptar las afirmaciones de los otros sin pruebas suficientes. Pero encuentras poco sabio el ser muy franco en revelarte a los otros. A veces eres extrovertido, afable, y sociable, mientras que otras veces eres introvertido, precavido y reservado. Algunas de tus aspiraciones tienden a ser bastante irrealistas”.

 ¿Acaso usted no la daría por buena? Tomen algunos datos personales eficazmente seleccionados y combinados con algunas afirmaciones de esas que nos cuadran casi a cualquiera, póngalas en el momento adecuado y ante la persona adecuada enmarcados en la atmósfera adecuada y tendrá ante sí a un creyente convencido de que lo que está oyendo es un mensaje de su ser querido muerto. Obviamente no es tan fácil. Hay que ser condenadamente bueno en el arte de embaucar, pero la teoría es sencilla, sólo es cuestión de talento, pocos escrúpulos, trabajo concienzudo y mucha práctica. La predisposición de la víctima a creer hace el resto.

 Yo no soy un escéptico completo. Quien me conoce sabe que opto por la postura gallega ante lo sobrenatural “yo no creo en las meigas, pero haberlas haylas” y ya he publicado en este blog mis experiencias con el espiritismo. Las personas que conocí dedicadas a tan pintoresca actividad no se lucraban con su práctica y creían en lo que estaban haciendo. Yo ni quito ni pongo rey, pero si algo tengo claro es que los indeseables que ofrecen sus servicios “sobrenaturales” por un módico precio son unos delincuentes. Sin embargo, estoy abierto a que alguno de ellos intente deslumbrarme, sin pagarle ni un céntimo, eso sí.

 Para terminar. En una de aquellas sesiones de espiritismo a las que asistí de joven, un supuesto espíritu se dirigió a mí a través de una medium. Me recomendó que me cuidara las molestias digestivas que tenía. En esa época reventaba de gases. Sería que mis parientes fallecidos tendrían mejores cosas que hacer que comunicarse conmigo y al pobre espíritu no se le ocurrió nada mejor. Lo cierto es que no recuerdo si en aquella época pregonaba yo este problemilla digestivo a los cuatro vientos, verbalmente al menos. Estoy seguro de que la medium no sabía de mis flatos, de ningún modo se me habría ocurrido aliviarme en su presencia.

sábado, 7 de julio de 2012

MENSAJES DE ULTRATUMBA (I)

Hace unos días me contaron un hecho “inexplicable”. Las comillas son necesarias, ya que los hechos “inexplicables” son tan raros de encontrar como un trébol de cuatro hojas. Otra cosa es que tengamos tiempo y ganas de ponernos a buscar la pertinente explicación, a menudo bastante escondida y que las más veces resulta  muy insulsa y vulgar sin la comparamos con la misteriosa ilusión creada por el hecho “inexplicable”. En este caso se trataba de supuestos mensajes de personas fallecidas a través de una  “sensitiva”, “médium” o como demonios se la quiera llamar. Sin embargo, permítanme divagar un poco.

 Los ilusionistas son profesionales del engaño, pero del engaño pactado entre ellos mismos y el público que asiste a su espectáculo. Todo el mundo sabe que lo que allí se va a ver son estudiados trucos y que la gracia reside en la maestría del ilusionista en lograr que parezcan realmente mágicos. Todo número de ilusionismo se basa en desviar la atención del observador hacia estímulos secundarios (un pañuelo vaporoso que ondea, un destello cegador o las opulentas formas de la bella ayudante) mientras el profesional lleva a cabo sus maniobras. Esto tiene mérito y requiere largos años de formación y práctica. Es de admirar. Como ya he dicho se trata de un engaño pactado. Es un espectáculo. El público se queda con la boca abierta y el ilusionista guarda sus secretos conservando así el aura de misterio que da vidilla al espectáculo. Es un divertimento inocente y todos quedan contentos.

 Sin embargo, cuando el profesional del engaño afirma tener auténticos poderes sobrenaturales y además utiliza su aura de misterio para aprovecharse de los sentimientos y carencias de las personas con las que entra en contacto, tiene lugar uno de los fraudes más infames que se puedan imaginar (y puedo imaginar muchos). Curanderos, espiritistas, pitonisas, futurólogos, echadores de cartas, lectores de runas o de posos del café, mentalistas, psíquicos, santeros, médiums y demás  especies de embaucadores proliferan a lo largo y ancho del planeta y se asoman a todos los medios de comunicación para tentar a los crédulos que acudirán a ellos cuando la realidad cotidiana les supere… o sencillamente cuando sientan curiosidad. El caso es cobrar. Ya se trate de personas que busquen comunicarse con un ser querido que haya muerto, de individuos inseguros u obsesivos que deseen asomarse a lo que les depara el futuro o elementos resentidos que quieran echarle a alguien un mal de ojo… encontrarán un charlatán a su medida siempre que puedan pagar la tarifa.

 El gran Harry Houdini (foto superior), maestro del escapismo y del ilusionismo en general que vivió y triunfó a entre los siglos XIX y XX, dedicó no pocos esfuerzos a desenmascarar a estos indeseables identificando sus trucos y reproduciéndolos. En época reciente, el también ilusionista y escapista James Randi (foto de la derecha) ha llevado a cabo una lucha parecida sacando los colores a personajes públicos que afirman tener “dones” como el famoso Uri Geller (el dobla cucharas). Hay amplia documentación en Internet sobre fraudes psíquicos y espiritistas. Por lo general los trucos son burdos y la credulidad del personal descomunal, sólo explicable porque la componente emocional nubla el juicio y el sentido común de los engañados.  

 El caso que nos ocupa es típico: médium a la que acude una muchacha y su amiga. El novio de una de ellas les acompaña pero, como a él no le interesan esas cosas, dice que vendrá a recogerlas más tarde. La médium,  que les recibe en la puerta, se dirige al chico antes de que se marche y le pregunta si puede decirle algo. Éste, no sin cierta reticencia, le dice que sí y la médium le zampa a bocajarro que un amigo suyo, fallecido en accidente, tiene algo que decirle. La médium da además algunos datos sobre las circunstancias del accidente. Ninguno de los tres ha hablado antes con la médium y no viven en la misma localidad que ella. No se conocen. Resultado: los tres se quedan patitiesos y la médium se ha metido en el bolsillo a sus dos clientas, que inevitablemente se tragarán todo lo que les diga.

 (Continuará)

domingo, 1 de julio de 2012

IGLESIA CATÓLICA... NI CONTIGO NI SIN TÍ...

 Si algo tiene mi amigo Rafael Salcedo es que no se casa con nadie. A cada cual lo tiene en consideración según sus hechos y nada más. Lo hace porque es valiente. En el caldo de cultivo actual, en el que muchos claman por que la Iglesia Católica pague el IBI por todos y cada uno de sus inmuebles, él publica en Facebook lo siguiente:

Estas son las cifras de la odiada Iglesia Católica:

5.141 Centros de enseñanza: 990.774 alumnos. Ahorran al Estado 3 millones de euros por centro al año.

107 Hospitales. Ahorran al Estado 50 millones de euros por hospital al año.

1.004 centros, entre ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de Sida, un total de 51.312 camas.

Ahorran al Estado 4 millones de euros por centro al año.

Gastos de Cáritas : 155 millones de euros al año , salidos de los bolsillos de los católicos españoles.

Gastos de Manos Unidas: 43 millones de euros al año, salidos de los bolsillos de los católicos españoles.

Gastos de las Obras Misionales Pontificias: Domund: 21 millones de euros, que también salen de los bolsillos de los católicos españoles.

365 Centros de reeducación para marginados sociales: ex_prostitutas, ex_presidiarios y ex_toxicómanos; 53.140 personas.

Ahorran al Estado medio millón de euros por centro al año 937 orfanatos: 10.835 niños abandonados. Ahorran al Estado cien mil euros por Centro.

El 80% del gasto de Conservación y mantenimiento del Patrimonio Histórico Artístico. Se calcula un ahorro al Estado entre 32.000 y 36.000 millones de euros al año.

A todo esto tenemos que sumar que casi todas las personas que trabajan, colaboran, etc. con Cáritas, Manos Unidas, u otras organizaciones de la Iglesia Católica
son voluntarias sin sueldo alguno. Son personas que ayudan a los demás sin pedir nada a cambio.”

  Desde hace años soy católico sólo de nombre y por nacimiento, pero en mi declaración de la renta sigo marcando la asignación para la Iglesia Católica, porque es de cajón. El peor ciego es el que no quiere ver. Esta pía y arcaica institución  le presta  al Estado un servicio inestimable en materia de trabajo social y qué demonios, mi hija estudia en un colegio de una fundación diocesana (y pago lo mismo que un colegio público, o sea, nada) y yo mismo trabajo para una Organización No Gubernamental (de las que son realmente no gubernamentales) tutelada por un patronato presidido por el Obispo de Málaga.  Mis sentimientos personales no hacen al caso. Lo que es, es.

 A nadie escapa que este país tiene un punto de ingratitud y otro punto de vivir anclado en los tópicos del pasado. Aún perdura mucho de ese “¡Si los curas comieran piedras del río no estarían tan gordos los tíos jodíos!” a pesar de que la generación que vivió y sufrió a aquel clero zafio y mentecato va reduciéndose por el natural efecto del paso de tiempo, pero no importa, el caso es tener a alguien sobre quien volcar las iras. La Iglesia Católica de hoy, un sector al menos, cuenta con una acusada conciencia social y actúa en consecuencia. Otra cosa es la curia y los sectores ultraconservadores (con los que ya me cebaré otro día), pero quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

 Tampoco escapa a nadie que la Iglesia Católica está muy mermada como referencia espiritual y el tirón que sigue teniendo lo mantiene gracias a la sacudida que le dio Juan XXIII en el Concilio Vaticano Segundo (nadie creyó que al anciano “Papa Bueno” le diese tiempo a organizar tan zapatiesta) pese al afán reaccionario de los papas posteriores, encumbrados por lo más rancio de la curia vaticana. Sin embargo honra a la institución el hecho de llevar por bandera la virtud teologal de la caridad, concepto muy desprestigiado por la desvirtuación que ha supuesto un ejercicio hipócrita, paternalista y aún miserable llevado a cabo durante siglos. La caridad es la virtud por la cual se ama a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por el amor de Dios”. Sea por el amor de quien sea, al prójimo se le ama cuidándolo y al prójimo se le cuida procurándole comida, educación, asistencia sanitaria…  La Iglesia Católica ya no es ese aparato de control social que demonizaba Marx y que prometía la vida eterna para que los proletarios y campesinos soportasen dócilmente las penurias de este mundo. Probablemente tampoco es el dechado de virtudes que cabría esperar de una institución de supuesta inspiración divina (pero constituida por seres humanos), pero el laicismo tampoco es la panacea.  

 Yo, por mi parte, me sigo riendo de esa casilla de la declaración de la renta “para fines sociales”. Para un gobierno esos “fines sociales” pueden ser los sueldos de gordos liberados sindicales que se tocan los huevos solemnemente o subvenciones que se pierden en oscuros vericuetos administrativos. Yo lo dejo para la Iglesia Católica. Me tranquiliza.

HITLER, EL INCOMPETENTE